Sonia Iglesias desapareció en agosto de 2010 en Pontevedra. A la mujer, de 37 años y madre de un niño, se la tragó la tierra. La última vez que alguien la vio fue en una zapatería de la ciudad gallega. Hasta allí la había llevado su marido, Julio, del que estaba apunto de separarse. Ambos tenían vidas muy distintas; mientras ella se empleaba en Massimo Dutti, él llevaba dos años engrosando la lista del paro. Así que, a pesar de todo lo que les unía, Sonia decidió poner punto y final a su relación. Ahora, agentes desplazados desde Madrid buscan nuevos indicios que permitan localizar a la pontevedresa. Esta nueva vuelta al caso llega cuando se va a cumplir diez años de la desaparición de Sonia

El nuevo operativo policial se ha desplegado durante la mañana de este miércoles en la parroquia de Marcón. Los agentes se han centrado en buscar a la mujer en un pozo. A pesar de los esfuerzos de los investigadores, no han hallado ningún resto humano en el foso.

Desde primera hora, han trabajado en la finca donde se encuentra el pozo, desbrozándola y achicando el agua. Los especialistas descubrieron el pozo cuando limpiaban el terreno para una nueva carretera. Esto dejó al descubierto este pozo de grandes dimensiones, que los agentes de la investigación no tenían localizado. Durante varias horas, los agentes han retirado parte del agua y han bajado para buscar pruebas o algún resto que pueda esclarecer la desaparición de Sonia. 

Una de las concentraciones en Pontevedra para pedir pistas sobre el paradero de Sonia. EFE

Tanto la comisaria provincial como la subdelegada del gobierno han explicado que este nuevo operativo se ha desarrollado para no dejar "ningún cabo suelto". No es la primera vez que se lleva a cabo una investigación de mismas características. En 2018, los agentes se centraron en varias propiedades vinculadas a la familia de Julio. 

Las pesquisas se centraron entonces en el interior de este domicilio, donde se llegaron a realizar excavaciones, así como en una fosa séptica y en un pozo. Estas actuaciones que se completaron con una serie de catas en las parcelas anexas en la vivienda. Pero todo fue en vano, porque no se encontró el cuerpo ni ninguna pista sólida. 

El 18 de agosto de 2010

El 18 de agosto de 2010, Julio y Sonia madrugaron. Como solían hacer entre semana. La familia vivía en un céntrico piso de Pontevedra; ella se empleaba en una conocida empresa textil como dependienta y él llevaba dos años en el paro. Debido a sus diferentes estilos de vida, Sonia decidió poner punto y final a su relación. Y así se lo hizo saber a Julio.

Esa mañana de agosto, ambos salieron en el Daewoo Kalos de Sonia. Él conducía, ella ocupaba el sitio del copiloto. Con el vehículo enfilaron hasta una zapatería de la calle Arzobispo Malvar. Fue el responsable de ese negocio quien, sin saberlo, se convertiría en la última persona en ver a Sonia -al margen de Julio, claro-. La mujer dejó unos pares de zapatos para arreglar. A partir de ese momento, poco se sabe de lo que sucedió. 

Julio Araújo, el principal sospechoso de la desaparición de Sonia.

Julio afirmó que estuvo esperando a su mujer, en su coche, hasta que acabara de hacer un par de recados. Según su versión, Sonia se bajó del vehículo ya que el tráfico no les dejaba avanzar. El hombre habló, primero, de un atasco para luego cambiar su versión y afirmar que se toparon con un vehículo averiado en la calzada.

Con todo, Julio explicó que vio cómo su mujer se bajaba en el centro de la ciudad. Tampoco acudió a su trabajo en Massimo Duttí; allí le esperaba su hermana y su hijo pequeño. Al no tener ninguna noticia sobre su hija durante esa tarde, los padres de Sonia decidieron contactar con Julio. La madre la buscó en hospitales y centros de salud. Finalmente, Julio interpuso una denuncia de desaparición en una de las comisarías de Pontevedra. 

Desde un primer momento, la investigación se centró en el entorno más cercano de Sonia. Durante los primeros meses de búsqueda, los vecinos de Pontevedra se movilizaron para encontrar a su querida vecina. Con el lema "Todos somos Sonia" se congregaron hasta 5.000 personas en el centro de la ciudad.

El único vestigio que quedó de Sonia fue su cartera, que se encontró en una zanja en el entorno del poblado de O Vao. Julio Araújo fue el principal sospechoso desde el primer momento. Sobre todo, para la familia de Sonia. Cuando se cumplía el segundo aniversario de su desaparición, un juez imputó a Julio. El 19 de julio de 2012 declaró ante el magistrado y el fiscal jefe de la provincia de Pontevedra. 

Noticias relacionadas