Nicolás Alba Marina Ochoa

Javi llevaba a trabajar a su novia Jenni siempre que podía. Él conducía, ella no tenía carné. Se levantaban pronto, sobre las cinco y media de la mañana, cuando el sol apenas había salido en la localidad de Casarrubios del Campo (Toledo). A Javi y Jenni la vida les trataba bien; habían formado una familia con la llegada de la pequeña Rocío. Además, estaban dispuestos a poner el broche más especial a su relación celebrando su boda el año que viene. También, a Javi le iban a ascender en su puesto de trabajo -como asesor de servicios en un concesionario de Toyota- este martes. Pero el pasado domingo de madrugada, todos sus planes de vida se truncaron. 

El joven, de 32 años, volvía de dejar a Jenni en el hotel donde trabajaba en Madrid. Pero en un punto de la A-5, de camino a Casarrubios, la mala fortuna se precipitó sobre él. Por la autovía, un joven de 23 años conducía en dirección contraria huyendo de un control de alcoholemia de la Guardia Civil.

El kamikaze impactó contra el vehículo de Javi. Quedó hecho pedazos. Ha dado positivo en alcohol y drogas; cuadruplicaba la tasa permitida. Javi murió en el acto. "Mi primo quedó hecho polvo por dentro", explica Francisco Martín, familiar del fallecido, sin poder contener la rabia que le provoca "este asesinato". Él y los otros tres familiares que se han reunido con EL ESPAÑOL en el Mesón Sánchez, situado en la Plaza de España del municipio toledano, sienten que han desmembrado a la familia. "Una familia que es como una piña", cuenta una vecina.

En el tintero se quedó el último mensaje que le envió a su amigo José Luis y que él todavía recuerda: "No puedo dejar de mirar el móvil y ver tu última conexión; habíamos quedado en vernos esta tarde. Javi, aun te estoy esperando". Nadie entiende qué sucedió, cómo Javi -una persona tan buena y llena de vida- pudo correr tan mala suerte. "Era el mejor de todos: el mejor padre, el mejor hermano, el mejor hijo...", sentencia Francisco mientras su cuñada Sarai rompe a llorar. El dolor es reciente, la emoción, incontenible. Todavía no se explican por qué le tocó a él. Los padres de Javi, ya mayores, intentan digerir este duro palo. De hecho, su madre "ya no sale casi de casa, está muy afectada". Su novia Jenni también busca ese halo de luz que le dé el empuje necesario para poder seguir adelante. 

Javi vivía en Casarrubios del Monte, un pequeño pueblo de Toledo.

Los planes de futuro de Javi y Jenni

Javi llevaba toda su vida viviendo en Casarrubios del Monte. En este pequeño pueblo de Toledo, a poco más de 50 kilómetros de la capital, había pasado sus mejores momentos de juventud. Por las tardes, en verano, cuando el calor ya se había marchado, salía a jugar junto a sus primos y sus hermanos Begoña y Juanjo. Él era el pequeño. Corrían, juntos, por las estrechas y empinadas calles y respiraban el aire fresco estival. En invierno, todos cambiaban los juegos en el exterior por agruparse frente a la lumbre, ya que los seis grados que marca el termómetro en estos días y la soledad de las calles no invitan a estar a la intemperie. Pese a todo, Javi y los suyos no perdían ni desperdiciaban un minuto de su vida. Cuando fue creciendo, Javi se sacó la ESO y pronto consiguió un puesto en una empresa de toldos, situada en el polígono de Casarrubios. En casa, siempre cerca de la familia. 

Pero las inquietudes del joven no acababan ahí. Por eso, llegó un momento en el que se vio preparado para dar el salto, un paso más en su carrera. Comenzó a trabajar en el concesionario Toyota-Gamboa, donde también se emplea parte de su familia. Allí trabajó como asesor de servicios, un puesto que hacía que se mostrase ilusionado con su futuro. Y mucho más cuando, hace pocas semanas, le confirmaron su ascenso. Iba a seguir siendo asesor, pero con más responsabilidades y en otra sede. "Suponía subir un peldaño en su carrera profesional", cuenta su primo Alejandro Martín a este medio. Está cabizbajo, nostálgico, jugando con una servilletita del Mesón Sánchez. Aún sin poder creer qué ha pasado.

Javi trabajaba como asesor comercial en un concesionario de Madrid.

En el plano personal era igual de feliz. Hace más de cinco años, comenzó a salir con Jenni, una chica de Casarrubios, de toda la vida. Se desvivían el uno por el otro. "Son gente muy buena, muy campechanos", explica un vecino a este diario. Ése es el recuerdo que todos tienen de Javi: una persona abierta y preocupada por los suyos -y sobre todo por sus padres, ya mayores-. Pero, ante todo, sus conocidos le definen como un "padrazo". Un hombre que se desvivía por su hija Rocío, que cumplirá tres años este enero. La pareja tenía planes de futuro; habían reformado una casa, probablemente aumentarían la familia y ya habían comenzado a preparar su boda. Todos esos planes se torcieron la madrugada del domingo 8 de diciembre. 

El accidente

Jenni trabaja en un hotel en Madrid. Normalmente, cogía el autobús que pasaba por Casarrubios para llegar sin problema a su empleo. Pero los fines de semana, Javi siempre insistía en llevarla en coche, pues la frecuencia del transporte público se reduce mucho en la localidad. Ella no conducía, no tenía carné. La mañana del pasado domingo, ambos se despertaron pronto; todavía era de noche cuando cogieron la autopista. Javi dejó a Jenni en el hotel. Después, volvió a casa. Pero por el camino se encontró con el peor de los escenarios posibles. 

En el kilómetro 22 de la A-5, a la altura de Móstoles, un joven de 23 años conducía en dirección contraria. El kamikaze, que circulaba a gran velocidad, chocó frontalmente contra el pequeño coche de Javi. El conductor sufrió heridas leves y fue trasladado hasta el Hospital Puerta de Hierro, donde fue atendido. Javi corrió la peor de las suertes; perdió la vida prácticamente en el acto. El kamikaze ha dado positivo en las pruebas de alcoholemia y drogas. Cuadriplicaba la tasa de alcohol en sangre: dio 1,04 miligramos de alcohol por litro de aire espirado (mg/l), cuando la tasa máxima permitida es de 0,25

El joven había pasado toda la noche en una discoteca. Cuando conducía por la A-5 de camino a su casa cambió de sentido. Todo apunta a que huía de un control de alcoholemia de la Guardia Civil. En un primer momento, se barajó que el accidente se hubiera producido por la densa niebla que había en Madrid aquella noche. Pero este extremo ya ha quedado totalmente descartado. No era la primera vez que conducía ebrio. En 2016 fue detenido por dar positivo en un control rutinario. 

El accidente se produjo en el kilómetro 22 de la A-5, a la altura de Móstoles. Emergencias Madrid

En el funeral de Javi, el pasado lunes en Casarrubios, se produjo un emotivo encuentro. Una persona, totalmente desconocida para la familia, se presentó en la sala y les comentó que también él "podía haber muerto esa noche". Además de presentar sus condolencias, se ofreció a testificar en el juicio -si fuera necesario-. "Nos dijo que dos kilómetros antes de que se cometiese el accidente, él -que también circulaba por la A-5 junto a otros coches- vio al kamikaze y le dio las largas para que se diese cuenta de que estaba conduciendo en sentido contrario. Claramente el chico le hizo caso omiso, ya que después chocó con Javi", según Daniel, otro familiar del conductor que perdió la vida por un kamikaze ebrio.   

Este conductor ya ha ingresado en prisión por orden del Juzgado número 3 de Móstoles, acusado de homicidio doloso y de dos delitos contra la seguridad vial: circular bajo los efectos del alcohol y de otras sustancias estupefacientes. El caso recuerda mucho al accidente en el que falleció Víctor, un joven de 19 años, el pasado mes de septiembre. El chico se dirigía a su puesto de trabajo cuando Kevin Cui, que conducía en dirección contrario, se chocó contra él. Víctor perdió la vida al instante. Kevin iba bebido al volante, así lo constató las pruebas que le realizaron los agentes momentos después. El kamikaze pasó unos días en el hospital, ya que se fracturó varios huesos del brazo. Tras esto, ingresó en prisión provisional. Ahora, se encuentra a la espera de que se celebre el juicio

A Víctor también le mató un kamikaze

Al igual que Javi, Víctor -de 19 años- tenía mucha vida por delante. El joven había conseguido un trabajo como carnicero en un supermercado Carrefour cercano a su casa. Ese domingo de septiembre era su segundo día de trabajo. Al ser fin de semana, le permitía compaginarlo con su Grado Superior de Animación Sociodeportiva. El 15 de septiembre se despertó a las seis de la mañana. Cogió su coche y se dirigió hasta San Fernando de Henares, una localidad cercana a Rivas Vaciamadrid, donde vivía junto a sus padres. No habían sido meses fáciles para la familia; hace más de un año perdieron a su otro hijo, Roberto. Cuando conducía por la M-50, a la altura de Coslada, se encontró de frente con Kevin Cui. 

Víctor murió cuando Kevin, un joven borracho chocó contra él.

La vida de la familia de Víctor se truncó en ese mismo momento. Ahora, luchan para que las penas en este tipo de accidentes sean más duras. Para ello, han llevado a cabo una campaña a través de las redes sociales -y Change.org- con el lema 'Justicia para Víctor'. En este sentido, Francisco, primo de Javier, quiere tender la mano a la familia de Víctor para presionar juntos a las instituciones "para que endurezcan las penas de los delitos contra la seguridad vial".

Noticias relacionadas