“Hola Pilarita. Hace un año la vida se nos acabó, más para ti que para mí [...] Tu móvil sigue activo, llámame cuando quieras para vernos”. En las palabras que José María escribe en la esquela de su mujer -en el aniversario de su muerte- se puede intuir delicadeza, admiración, nostalgia y ternura. Con el amor de haber vivido juntos más de 45 años de intensas aventuras; un hijo, dos nietos y una relación que ha sabido batallar en los momentos de flaqueza. Uno de los más graves se produjo cuando Pilar, a sus 70 años, enfermó. “Ahora siento una soledad más emocional que física; es algo que me viene impuesto y a lo que no puedo rebelarme”, explica José María en conversación telefónica con EL ESPAÑOL.

José repite en todo momento la palabra 'soledad' y el sentido que ha tomado esta durante este año que lleva viudo. "Me paso los días escribiendo sobre Pilar con el único objetivo de que mi hijo no se olvide de ella y de que mis nietos puedan conocerla un poco más", añade. Porque desde que su Pilarita se fue, a José le han recomendado que vaya al psicólogo, que salga con amigos, que se entretenga. "Pero yo solo quiero que pasen los días", apunta a este diario. "Pocas personas lo han entendido, pero cuando me refiero a 'llámame cuando quieras para vernos' es porque yo lo que realmente quiero es estar junto a ella", confiesa.

45 años de relación

El pasado fin de semana la esquela de José María -publicada en El País- estuvo en boca de todos gracias a las redes sociales. El hombre mezcló en apenas cuatro párrafos una cascada de emociones en las que desgranó los momentos más especiales vividos en pareja, la soledad tras la muerte y la esperanza de volver a verla. En definitiva, José María nos dio a todos una lección de amor, respeto y confianza. Una forma tan sincera de comunicarse -con una retórica impecable- que se ha ido perdiendo con los años.

Hola Pilarita. Hace un año la vida se nos acabó, más para ti que para mí, que continúo viendo pasar los días intentando comprender por qué te tocó a ti. Es contrario a la lógica aceptar que no sigues a nuestro lado, merecías haber dispuesto de tiempo para ver crecer a Gael y Dante. Dicen que debo acomodarme a un nuevo presente, pero ¿cómo se llena tu ausencia?, ¿cómo aprendes a dormir sin sentir el calor de tu cuerpo? ¿cómo aprendes a despertar sin verte en la cama?, rechazo la llegada de la noche y del amanecer. 

Te esforzaste y me ayudaste a esforzarme para dar futuro a la familia que formamos. Tu vocación siempre fue ser útil, estabas al lado de quien te necesitaba sin pedir nada a cambio, eras así, pura bondad y amor. Como mujer, madre y esposa tu legado es maravilloso, hiciste más de lo que podías, más de lo que debías y diste más afecto del que recibiste. No estás aquí, pero no te has ido, el pasado está presente en mi. Tu móvil sigue activo, llámame cuando quieras para vernos. Te mando muchos besos. José María. 

José y Pilar, en uno de sus momentos juntos.

José sigue hablando de su mujer en presente. Se conocieron cuando ella llegó desde Barcelona a Málaga; había vivido en distintas partes de España -tras nacer en Tetuán- al trabajar su padre como militar. "Lo que más me llamó la atención en un principio fue su estilo, era una mujer que marcaba la diferencia; algo a lo que no estábamos acostumbrados en Málaga", apunta. Comenzaron su relación en septiembre de 1972; ambos tenían 23 años. 11 meses más tarde pasaron por el altar y al poco tiempo tuvieron a su único hijo, Javier. José lleva tiempo sintiendo y siendo consciente de todo lo que fue capaz de conseguir gracias al apoyo incondicional de su mujer. Ella le animó a que terminara sus estudios y a que consiguiera un buen puesto en la Administración.

Así, ambos comenzaron a trabajar en la Diputación, para más adelante pasar al Ayuntamiento de Mijas. "Nuestra relación era de diario; yo me levantaba un poco antes para calentar la casa y así desayunábamos juntos", explica. "Muchas veces surgía alguna discusión y subíamos hasta Mijas sin hablarnos, pero ella luego siempre me esperaba en la puerta de mi despacho para que fuéramos juntos a tomar algo", añade José. Porque ambos se entendían y podían comprender sus debilidades. Cuando José caía un poco, ahí estaba siempre Pilar y al contrario. "Pienso que fuimos muy felices, aunque a veces me culpo de muchos reproches", añade.

"Sabíamos que era imposible"

Hace dos años a Pilar le detectaron un tumor cerebral; se encontraba en una fase avanzada. "Imagínate cómo era ella que sabía que se iba a morir, pero no nos hizo partícipes", apunta José. En un año, el estado de salud de Pilar fue empeorando. La pareja vivió esos 365 días con agobio -en un primer momento- y con más dulzura y tranquilidad en los últimos términos: "Al principio rezábamos juntos porque aunque no fuéramos católicos, confiábamos mucho en la fe; hasta llegamos a ir a pedir a la Virgen". Al final ambos aceptaron la realidad: "Fue una muerte anunciada pero con una caducidad muy corta". 

Lo único que hacía que Pilarita sonriera un poco en esos momentos tan difíciles era los ratos que pasaba junto a sus nietos -Gael y Dante-. Eran pequeños y la mujer disfrutaba viendo sus trastadas y cómo crecían e iban formando su personalidad y carácter. Pero con el paso del tiempo, la esperanza de que Pilar mejorara iba desapareciendo. "Tanto ella como yo sabíamos que era imposible", apunta José. 

Pilar, en una foto cedida por José Maria.

Durante la llamada telefónica con este diario no puede evitar derrumbarse, se muestra indefenso ante una situación que lleva años sin poder controlar. "Era una mujer con una capacidad de cariño inagotable, tan cariñosa y tan válida", explica mientras intenta mantener la compostura. Finalmente, Pilar se marchó a finales de noviembre, cuando el frío ya inundaba la parte sur de nuestro país. Fue tan complicado aceptar la marcha de Pilar que cuando José escucha eso de 'la lucha contra el cáncer' no puede evitar que una especie de rabia y dolor inunde su cuerpo. "Solo tienen la posibilidad de luchar aquellos que tengan vestigios de ganar", añade.

Desde entonces, están siendo meses complicados para José; sigue intentando acostumbrarse a la rutina sin ella y recordando los momentos que les quedaron por vivir juntos."Creo que nos quedó mucho mundo por conocer, por eso, cuando me monto en el coche pongo mi mano sobre el asiento del conductor", "es lo que hacía cuando viajábamos juntos", comenta José.

José María y Pilar, en una foto en redes sociales.

La esquela 

Mientras pasan los días y las horas por la vida de José, él se dedica a recopilar los miles de sentimientos encontrados y los plasma en las pocas páginas que quiere dejar a sus nietos. "Me levanto pronto, cojo el periódico y consulto los digitales", apunta. Luego se prepara la comida. Lo hace gracias a un librito que le regaló Pilar a su hijo. 'Para cuando no puedas consultarme directamente', reza la primera página. "Fue una especie de premonición, porque al año ella enfermó", apunta José. El hombre cocina a fuego lento cada palabra escrita en el recetario: "A veces incluso me hago la misma comida que me dura días y días".

Fue en uno de esos momentos, cuando José se encontraba sobre su mesa -finalizando uno de sus escritos- decidió enviar una esquela al diario El País. Se iba a cumplir un año de la marcha de su mujer. "Ella era tan correcta que hasta se murió un sábado ¡y la gente no se enteró!", apunta el hombre. Por ello, para que amigos y allegados fueran partícipes, decidió mandar esos cuatro párrafos. "Ha sido una forma de ensalzarla y de que la gente se dé cuenta que la echo de menos", añade. Aunque también, entre sus palabras se esconde cierto reproche. "He echado de menos muchos pésames después de todo lo que ella ha hecho por otros", apunta.

La esquela que Jose envió a 'El País'.

José sigue sobreviviendo "como puede". Piensa que esa soledad emocional que siente no se puede remedir con nada; ni con la presencia de su hijo, ni saliendo a tomar algo con amigos o entreteniéndose en un centro de mayores. A sus 70 años ha vivido ya todo lo que le tocaba. "Mi problema no es psicológico; lo que me pasa es que tengo mucha tristeza", apunta. Algo palpable en cuanto hablas unas pocas palabras con él. No puede aguantar las lágrimas al recordar su pasado, tampoco sabe cómo salir de ese estado en el que se encuentra. "Me cuesta mucho trabajo seguir sin ella", desliza. Aun así, el hombre se despierta cada mañana con la ilusión de poder plasmar en una pequeña hoja de papel todo lo que vivió junto a su Pilarita. Su recuerdo hace que él se mantenga vivo. 

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