“Podría haber esperado a que el momento fuera más apropiado, podría haber seguido como si nada, con mi rutina y mi trabajo diario, durante mucho tiempo más. Podría haber actuado de forma más sensata, como, por ejemplo, salir de viaje teniendo otra fuente de ingresos para no quedarme sin red. Podría… Tantas cosas podría haber hecho. Pero quizás entienda más las cosas de corazón que con sensatez. Elegí el camino de los sueños (…) Sin saber bien qué me espera mañana”.

Ales Farré, a sus 30 años (Barcelona, 1989), podría haber hecho las cosas de otra manera, optar por una vida más ordenada. Pudo hacerlo. Sin embargo, optó por salirse del camino, por romper con clichés y convencionalismos –como explica en su blog personal. Se enamoró –y casó– con Javier García, que cumple 60 en octubre (Irurtzun, Navarra, 1959) y es 30 años mayor que ella. No atendió al qué dirán o a la mirada de los que se autodeclaran ‘cuerdos’. No, eso nunca. Ella escuchó el latido de lo irracional y se fue con su pareja a recorrer Sudamérica durante seis meses con una mochila. Pero aquello no fue mas que el inicio. Ahora, recorre Europa en una furgoneta con la leyenda ‘Vuelo de gansos’. Y lo hace con un objetivo: recoger plástico en todas las playas para concienciar sobre el impacto medioambiental del uso de estos productos.

— ¡Menuda locura (todo)!

— Ales: Si hablamos del amor, los primeros sorprendidos fuimos nosotros. De los viajes, qué decir, a mí la locura sólo me ha ayudado a rodearme de gente que está aún más loca. Hace un tiempo, escuché una charla de un chico (Nacho Dean) que había dado la vuelta al mundo a pie, y también me topé con una familia argentina que había estado 17 años viajando en coche… Esas historias de gente valiente, que vive de otra forma, me llevaron a iniciar mi propia aventura.

— Javier: Yo creo que más que locos… La gente tiene envidia. Se puede vivir sin tanto estrés, de otra manera. Pero sí, por la espalda dirán que estamos locos [ríe].

— Ales: Yo creo que son maneras diferentes de vivir. Se puede hacer con estabilidad y comodidades. O se puede hacer como nosotros. No es fácil salir y que no encuentres dónde ducharte o baños públicos.

Ales y Javi posan en un puente.

Nada, realmente, ha sido sencillo desde que se conocieron. Ambos venían de lugares y experiencias muy distintas. Ales había estudiado en el colegio alemán de Barcelona y estaba cursando filología –también alemana– cuando se encontró con él. Y Javier, en cambio, salió del colegio a los 14 años y se puso a trabajar. Desde entonces, desempeñó  diferentes actividades –incluso había probado a ser empresario– hasta pasar a engrosar las listas de parados de larga duración.

¿Qué probabilidades había de que ambos se conocieran? Seguramente, no muchas. Pero, a veces, la casualidad no entiende de porcentajes. “Realmente, no sabemos quién se cruzó en el camino de quién”, bromean. Lo cierto es que Javier y Ales se enamoraron, hace una década, durante el Camino de Santiago, ella con 20 años y él casi 50. Él lo había empezado en Roncesvalles (Navarra) y ella en León. “En el primer albergue, él se fijó en mí, pero para mí pasó desapercibido. Dos días después, en un bar, desayunando, las chicas con las que iba le dijeron: ‘Quédate con nosotras’. Nos presentaron en un pueblo que se llama el Ganso (de ahí que su furgoneta se llame ‘Vuelo de Gansos’)”.

Ales y Javier terminaron El Camino de Santiago con el mismo grupo de peregrinos. Les acompañaron tres chicas jóvenes de Valencia y un italiano. “Aquello parecía un chiste, cada uno de un lugar”, bromea ahora. Allí, se enamoraron… y se tuvieron que separar. Él regresó a su pueblo, a Irurtzun; y ella, a hacer un Erasmus en Heidelberg (Alemania). Ambos podrían haber puesto punto y final a su historia. Pero no lo hicieron.

“Meses más tarde, hicimos un reencuentro de peregrinos en Valencia”. Ales se enteró de que iba Javi, se compró un billete dos días antes y se reencontraron. No estaban dispuestos a dejar pasar la oportunidad. Se gustaban y se querían. Y, unos meses después, oficializaron su relación ante padres y amigos. No podían ocultarlo. Por qué iban a hacerlo. 

Ales y Javi recorren Europa para concienciar sobre el impacto medioambiental del plástico.

— ¿Fue difícil contarlo?

— Ales: Sí, porque había una barrera, algo de miedo escénico, nos retraía fidelizar… Pero fuimos aceptando que la realidad es que queríamos estar juntos. Él había venido a verme a Alemania; yo había estado en su pueblo. Así que se lo dijimos a familias y amigos. Y cuando lo contamos, nos sentimos liberados. A partir de entonces, he tenido que explicarlo muchas veces, en distintos entornos laborales y sociales. Siempre sorprende la diferencia de edad, pero ya está naturalizado.

— ¿Qué les decían?

— Javi: Si hablan, lo hacen lejos de ti. Pero cuando nos conocen, todos están encantados.

— Ales: Mis amigas de siempre se sorprendieron, pero cuando lo conocieron a él, ya todo se ha normalizado. En mi familia me han visto feliz, y como nos ven juntos y ven que estamos bien, no hay ningún problema.

— ¿No es una barrera la diferencia de edad?

Javi: Es la mezcla perfecta. Se junta la experiencia con las ganas de hacer cosas nuevas. Ella es fantástica y, para mí, es un chute de aire fresco, de moverme, de ver mundo.

Ales: Lo más importante es la comunicación. Puede haber malentendidos por la diferencia de edad y porque cada uno está en un momento vital distinto, pero lo importante es tener empatía, intentar comprender al otro, expresar nuestros sentimientos y que luego cada cosa surja.

Ales estudió Filología Alemana y también es periodista.

Como lo hizo su viaje a Sudámerica. Ales, entonces, tenía trabajo como administrativa, haciendo traducciones y atendiendo a los clientes alemanes. Es decir, a priori, tenía su vida solucionada. Pero decidió cambiar de aires. “Sentía que necesitaba hacer algo, tenía inquietudes por cubrir: viajar, escribir… Y quería que lo hiciéramos juntos”, cuenta. Entonces, decidieron ahorrar para estar durante seis meses recorriendo América Latina. Dicho y hecho. Javi no tenía trabajo y era un buen momento para comenzar su primera aventura.

Su viaje lo iniciaron en Perú, en Arequipa, colaborando como voluntarios durante un mes. Después, cogieron su mochila y recorrieron parte del continente. Pasaron por Chile, Argentina, Paraguay y Perú entre otros países. Ella fue la que llevó la iniciativa y él sucumbió con gusto. Allí, antes de terminar el viaje, compraron una furgoneta, la que hoy en día les acompaña en su viaje por Europa con la leyenda ‘Vuelo de gansos’. Seis meses más para confirmar su amor. “En todo este tiempo, apenas estuvimos cinco horas solos. Fue la prueba de fuego”, bromea Javi.

Por eso, a la vuelta, entre sus muchos planes (Ales empezó un Máster de profesorado y a trabajar en Acnur), decidieron formalizar aún más su relación. Es decir, optaron por casarse.

— ¿Quién se lo dijo a quién?

— Ales: Era el paso natural. Llevábamos ya años juntos y lo decidimos entre ambos. Nos hacía ilusión, pero no queríamos celebrarlo demasiado. Fue especial a nivel emotivo, pero no cambió nada.

— ¿Qué le dijeron a sus familia?

— Javi: Mi hijo, que tiene 28 años, encantado. Él vive con su madre en Guipúzcoa (de una relación anterior que tuvo), pero está muy a gusto al vernos felices.

— Ales: Todo bien. Se alegraron.

— ¿Cómo lo celebraron?

— Ales: Por lo civil, en el ayuntamiento. Luego tomamos el aperitivo en el bar de la plaza del pueblo y fuimos a comer al bar de Irurtzun. Vinieron nuestros familiares directos, pero no demasiados.

Javier, natural de Iruzun, se enamoró de ella en el Camino de Santiago.

Ambos se pusieron un anillo y decidieron unir sus caminos para siempre. Y, entonces, comenzaron a preparar su siguiente aventura: recorrer Europa desde Irurtzun hasta Alejandrópolis por toda la costa en una furgoneta. Pero no de cualquier manera. Han querido realizar este viaje concienciando sobre el impacto medioambiental de los plásticos (España es el segundo país que más material de este tipo tira al Mediterráneo, sólo por detrás de Turquía).

Por eso, han decidido recoger plásticos por cada una de las playas en las que paren y depositarlos en contenedores de reciclaje. “A través de las redes, lo difundimos e intentamos concienciar sobre este problema”, explica Ales. Ese es su plan a corto plazo, llegar a Alejandrópolis (Grecia) y volver a España. Con el dinero justo (duermen en la furgoneta y compran comida) y con una fecha de regreso: Navidades. ¿Y luego? Ya verán. No tienen un plan fijado. Ales no quiere pensar más allá del día a día; y Javi, tampoco. Han tirado la puerta de lo ‘correcto’ para formalizar un amor y una vida poco convencionales.

— Por último, ¿qué le dirían a los que no creen en su historia de amor?

— Javi: Es lo típico, pero es que es así. Que el amor no tiene edad, ni condición, ni nada… No hay que tener miedo a nada. Mejor experiencia que la nuestra no hay.

— Ales: Que los primeros sorprendidos fuimos nosotros. Que cuantas más cosas te ocurren, más se aprende. Que esta experiencia nos ha enseñado que todo es posible. Que hay que luchar por lo que sientes y disfrutar de ello. En definitiva, que hay que ir a por ello.

Ales y Javi, durante su viaje por Sudámerica.

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