María (nombre ficticio) conoció a Arnau hace casi cuatro años en una discoteca. Él era portero y no atisbó peligro. “Me llamó la atención. Era un chico fuerte y no era consciente del historial delictivo que tenía detrás. Me empecé a dar cuenta cuando me enamoré”. Entonces, no pudo escapar. Encadenaron discusiones, peleas y golpes. “Hasta que casi me mata”, confiesa a EL ESPAÑOL. Su novio, campeón de boxeo amateur de Baleares, le propinó una paliza salvaje. Sólo los vecinos evitaron que aquello acabara peor. Ahora, cuenta su historia. Siente que es necesario para que otras mujeres denuncien a la mínima señal. “Hay que dar el paso para que esto no acabe peor”, anima a todas.



Arnau, de primeras, no quiso que María conociera su historial repleto de actos delictivos. El boxeador de Baleares había sido detenido hasta en diez ocasiones, la mayoría de las veces por violencia. “Era muy agresivo”, incide la víctima. En sus antecedentes figuran arrestos por violencia de género y varios casos de lesiones, amenazas y un delito de atentado contra un agente de la autoridad. Pero, sobre todo, una condena de tres años y medio de cárcel por un intento de homicidio: le clavó un cuchillo a un hombre porque lo miró mal.



Todo eso lo supo María con el tiempo. De hecho, quiso dejarlo. “Entonces, se volvía loco y me pegaba”. Hasta que vio peligrar su vida. “Llegué al piso y le dije que era un vago porque no se dignaba a recogerlo. Y él empezó a golpearme. Yo le gritaba que parara y chillaba. Corrí y vino detrás diciéndome que me llevaba al médico. Conseguí llegar abajo, pedir auxilio y que los vecinos me ayudaran. Gritaba: ‘¡Me va a matar, me va a matar!’. Los vecinos me metieron en el portal y después vino la ambulancia a llevarme al hospital”.



Días después, a María le duelen los golpes, pero está más afectada en lo mental. Ha pedido ayuda psicológica. “Miro por la ventana y, cuando veo a alguien fuerte y con tatuajes, tiemblo. Tengo fobia y ataques de ansiedad si estoy con mucha gente”, confiesa. Vive una pesadilla. Teme el día en que Arnau salga de la cárcel: “Es un monstruo, muy vengativo”. Y pide protección. Lo único que quiere es que la dejen tranquila.

La novia de Arnau.



PENSÓ QUE PODRÍA CAMBIARLO



María, que siempre ha trabajado en la hostelería, confió en él. Creía que podía llevarlo por el buen camino. De primeras, no pensó que fuera malo o que fuera a hacerle daño. Su forma de ser la descubrió con el tiempo. La primera vez que discutieron, ella defendió a un amigo de Arnau. “Fue muy agresivo. En realidad, lo era siempre. También, por ejemplo, cuando conducía”. Aquello le llamó la atención. Pero siempre pensó que podría cambiarlo. “Le di una oportunidad. Él me decía que estaba en prisión por defender a mujeres. Se hacía el héroe. Y yo me lo creía. Estaba enamorada”.



Sin embargo, todo aquello era mentira. Constantemente, la engañaba. “Se iba a las discotecas, hacía cosas a mis espaldas...”. Y la fue absorbiendo. Discutían, la golpeaba y la manipulaba. “Me dominaba la mente. Me hacía sentirme culpable. Pero hay un momento en el que me empiezo a dar cuenta de todo. Me dice que en prisión –donde estuvo mientras mantenía su relación– abusaba de gente y tenía maldad. Vi que no estaba bien de la cabeza”. Pero siguió y se fue a vivir con él cuando salió de la cárcel. “Me dijo que cuando estuviera fuera todo sería diferente”, apostilla.



Pero no cumplió con lo prometido. Al salir de prisión, se fue a vivir con ella. “Estaba obsesionado conmigo. Iba al servicio y venía a ver qué hacía. No me podía separar de él. Vivía con miedo. Y me golpeaba”, cuenta. Entonces quiso dar el paso, dejarlo. No le quedaba otra. “Eso ya no era amor”. Pero él no lo soportó. Dejó el trabajo. “Se pasaba el día en casa y no hacía nada”. Hasta que le propinó la paliza que lo ha devuelto a cárcel: el boxeador se entregó a la Policía al día siguiente junto con su abogado. Desde entonces, no ha declarado en las dos ocasiones en las que debía y se encuentra en prisión sin fianza.



Mientras, ella lucha por recuperar su vida. Arnau se la ha destrozado. Le duele todo su cuerpo –la golpeó en la cabeza, la cogió del cuello y la tiró–, pero sabe que eso será circunstancial. Mentalmente, sin embargo, no cree que pueda recuperarse tan pronto. Tiene miedo (mucho) a que él vuelva a salir. Sabe cómo es, sus comportamientos (se drogaba) y es “peligroso y vengativo”. Pero la valentía no se la quita nadie. Quiere contar su historia para que otras mujeres denuncien antes de que sea demasiado tarde.

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