Archisextura. Así tiene que llamarse la nueva disciplina artística que ha inventado Giulia Marsico. Esta joven estadounidense de 27 años, a base de crear imágenes en las que se mezclan arquitectura y sexo, está revolucionando las artes. En sus fotomontajes encajan estratégicamente imágenes de obras arquitectónicas en el lugar donde irían genitales, pechos o nalgas femeninos. Sus clichés, que deben mucho al porno en Internet, están dando la vuelta al mundo.

Pese a ganarse la vida como relaciones públicas en Nueva York, esta joven de origen italiano se ha hecho célebre con un nombre artístico: @scientwehst. Ése es precisamente el nombre de su cuenta de la red social Instagram, donde la siguen cerca de 100.000 personas. Sus trabajos han creado afición. En el mundo del arte y de la moda, los expertos le vaticinan un futuro prometedor. Su obra, por desafiar “normas y expectativas”, ya está expuesta en una muestra colectiva del Museo del Sexo de Nueva York sobre “miradas femeninas”.

La creadora de la archisextura es una joven estadounidense de 27 años

A la vista está que Giulia, cuando deja las oficinas de la agencia digital de Manhattan para la que trabaja, tiene buen ojo para ver más allá en la arquitectura. “Mi obra es básicamente yo pasando mucho rato en Internet, buscando las formas arquitectónicas que necesito” cuenta a EL ESPAÑOL esta joven nacida en Chicago. En su día fue a la universidad para estudiar relaciones públicas, pero allí le cogió especial gusto a las asignaturas relacionadas con el diseño y, por supuesto, al Photoshop. Hace tres años empezó a publicar los contenidos en la red social en la que ahora es famosa.

“Empecé a hacer cosas artísticas para divertirme, era una forma de placer personal”, comenta sobre sus primeros días como instagrammer. Sin embargo, ese divertimento dio un giro inesperado. Fue el día en que Giulia quiso protestar por el “clima que se vivía en las redes sociales cuando se empezó a hacer un tipo de arte que no gustaba a los responsables de las redes sociales”, recuerda quien firma como @scientwehst. Se refiere a la batalla por mostrar íntegramente la desnudez del cuerpo de la mujer en las grandes plataformas de internet, como pueden ser Facebook o Instagram.

En Silicon Valley (California), hay ingenieros de esas empresas que ejercen de censores de contenidos. Pese a que estas redes se han convertido en espacios de comunicación en el que participan cientos de millones de personas, en ellas, según gente como Giulia, se hecha en falta el ingrediente de la desnudez.

Sólo Facebook acabó el año pasado contando unos 2.129 millones de usuarios. Instagram, por su parte, sumaba 800 millones de usuarios en septiembre de 2017. En esas redes sociales masivas hay reglas que respetar. Entre ellas figuran las restricciones en la representación de la desnudez.

No en vano, la empresa de Mark Zuckerberg ha llegado incluso a ir a juicio en Francia por haber cancelado la cuenta de un internatuta galo –un profesor de escuela– después de que éste publicara en su muro una reproducción de la obra El origen del mundo del pintor realista Gustave Courbet (1818-1877). Se trata de un célebre cuadro que representa el sexo y el torso de una mujer. Se exhibe en el Musée d'Orsay. El profesor afectado por los criterios censores de Facebook denuncia desde que se produjeron los hechos, en 2011, un “atentado contra la libertad de expresión”. Está previsto que el próximo mes de marzo la Justicia gala se pronuncie sobre este caso.

En Nueva York, a Giulia le pasó algo muy parecido con Instagram por pasearse en la frontera entre la arquitectura y la pornografía. “A mi me han borrado fotos, me han censurado la cuenta por completo porque lo que estaba haciendo estaba muy cerca de ser algo hiperexplícito. Hablé con ellos. Me hicieron saber que no estaban para nada interesados en lo que estaba haciendo. Lo veían pornográfico”, cuenta Giulia. Ella evitó ir a los tribunales. Se explicó. Insistió. “Al final se dieron cuenta de que lo que hacía no era algo malo entre comillas y me la devolvieron”, explica Giulia.

En su trabajo como artista, sus puntos de partida son: “el porno es una forma de expresión artística” y “las reglas de Instagram una mierda”. Al parecer, esta joven disfruta ahora de carta blanca en esa red social. Sus fotomontajes consiguen poner de manifiesto cuánto tienen en común el sexo y la arquitectura. Giulia los une de la mano del buscador de Google y las páginas de videos pornográficos en Internet, lejos de la mesa de dibujo técnico, la escuadra, el cartabón y el compás. Las nalgas, el monte de venus y los pechos de la mujer nunca tuvieron tanto que ver con el hormigón, la escayola, las entradas o las salidas de edificios.

Una protesta contra la censura

Estos paisajes corporales constituyen la forma de protestar de Giulia contra el puritanismo del que aparentemente hacen gala las normas de uso de las redes sociales más populares. “Yo me dije quería responder a cómo las redes se posicionaban ante el cuerpo de la mujer. Mi respuesta fue tomar las imágenes de sexo explícito y censurarlas yo misma, pero utilizando imágenes de arquitectura de forma que el cuerpo de la mujer siga ahí”, explica Giulia. “Para mí fue una respuesta, una manera de decir: ¡Ja! ¡En vuestra cara!. Queréis censurar, ¿no?, pues aquí está ya censurado”, añade vehemente.

Giulia cree que las grandes redes sociales tendrían que ser más laxas con el tema de la desnudez, pero entiende las dificultades que puede acarrear un cambio de actitud. “Creo que las redes sociales tienen que reconocer que la pornografía existe en el mundo y que sería malsano no reconocer que existe”, opina. “Pero claro, habría que aceptarla siempre y cuando no se esté cayendo en la prostitución o cosas así”, abunda.

Pese a ganarse la vida como relaciones públicas en NYC, la joven se ha hecho popular gracias a su Instagram

Sin abandonar esos debates, Giulia no ha dejado de crear cuerpos que son, más que esculturales, arquitecturales. “Con estas imágenes no se está sexualizando a la mujer. Se sexualiza la arquitectura”, dice la artista. A ella le da igual utilizar imágenes que vengan de construcciones fotografiadas para prestigiosas revistas especializadas tipo Architectural Digest, Abitare, Detail o El Croquis. Giulia ha desarrollado un fino sentido para ver la sensualidad femenina en los rincones más insospechados.

En su cuenta de Instagram, hasta el interior de una moderna iglesia se acaba mezclando a la perfección con las líneas de la parte de abajo de un bikini blanco en un bajo vientre femenino mínimamente cubierto. “Paso mucho tiempo en los modos de censurar sin cortes el cuerpo femenino, sin que se pierda belleza ni estética”, ha explicado la artista. Su método de trabajo también pasa por la búsqueda de imágenes pornográficas, pero Giulia reconoce que en ocasiones ha recurrido a realizar fotos de cuerpos femeninos de amigas o el suyo propio. “Fue una sensación genial saber que podía en cualquier momento ponerme en mi propio arte”, según @scientwehst.

Acomplejada por un “cuerpo sexualizado”

En la cuenta de Instagram donde se ha hecho célebre, ahora resulta habitual ver a esta joven morena posando de modo sugerente. Pero Giulia no siempre se sintió tan cómoda consigo misma. Hay en esta chica una historia pasada de complejos por no encajar en el 90-60-90 canónico de belleza en el mundo de la moda. Esto pese a contar, según se describe a sí misma, con un “cuerpo típicamente sexualizado”.

“Toda mujer crece viendo a la sociedad determinando qué es o no bonito. Una crece con esa obligación de obedecer a los estándares de belleza de la sociedad”, subraya Giulia. “A mí me ha costado mucho apreciarme a mí misma y a mi cuerpo. Y también estar orgullosa de quién soy. Sólo hace un par de años empecé a sentirme más cómoda con mi cuerpo. Me di cuenta de que tenía el cuerpo que tenía y que tenía que aceptarlo, dejar de odiarlo”, abunda.

Su trabajo como artista e instagrammer fue clave en esa transformación. “Es como si ahora mi trabajo se hubiera convertido en mi propio yo, pero es cierto que me llevó tiempo expresar mi sexualidad”, asegura. “Ahora mantengo en Instagram esa presencia de personaje liberado sexualmente”, agrega.

"Mi obra es básicamente yo posando mucho tiempo en internet", dice Giulia

Está claro que ahora mismo se siente bien consigo misma. De lo contrario, no habría posado como hizo hace poco para las páginas de la edición estadounidense de la revista erótica Penthouse. Tampoco se estaría haciendo hueco como una voz emergente del nuevo feminismo estadounidense que impulsa internet y que se esfuerza en hacer frente común ante el presidente Donald Trump.

“Él es un ser abominable”, afirma Giulia sobre un presidente que no ha dejado de decepcionarla, entre otras cosas por el machismo que se viene reprochando al jefe de Estado desde que fuera aspirante a la Casa Blanca. “Él no representa nada con lo que yo me identifico. No se le puede mirar para ganar confianza o para luchar por los derechos de la mujer”, apunta la joven artista.

A ella le reconforta más el impacto de sus imágenes de Instagram. “Siento mucho apoyo de la gente que me sigue. Las reacciones están siendo muy positivas”, sostiene Giulia. No sólo va camino de convertirse en una influencer de peso a base de desafiar el erotismo, la censura y la imaginación de propios y extraños. A raíz del éxito de sus imágenes, tiene como proyecto para este año vender una edición limitada de sus fotomontajes y sacar una línea de ropa con sus clichés impresos. La archisextura va a seguir dando que hablar.