Hace rato que ha anochecido en Teruel, pero la ciudad sigue despierta. Potes y tapas en la plaza del Torico hasta casi las once, cuando empiezan a caer las primeras persianas. "¿José Miguel Aspas, por favor?". Nada. "Uno que es alcalde de Villar del Cobo". Tampoco, nada. Hasta que un señor, refugiado en un soportal a orillas de una copa de vino, dice: "Ah, sí, yo estudié con su padre en el Instituto, pero no sé cómo localizarlo". Aquí, en los aledaños del mausoleo a Los Amantes, eso de "Pastrana" suena a chino. Los periódicos locales lo han solventado con una escueta nota lejos de la portada.

Es difícil de explicar. Ese vecino, "José Miguel Aspas", el "arquitecto", ha hecho de su cuenta de Twitter una herramienta de poder e influencia. El avatar de Pastrana enmascaraba a alguien capaz de sacar de quicio a Gabriel Rufián, Pablo Iglesias y Pedro Sánchez, que se afanaban en desmontar sus argumentos. Sus detractores lo llamaban "el trol de la izquierda". Con 140 caracteres, y en la sombra, conseguía incluso condicionar tertulias de radio y televisión.

"Ya verás el día que sepamos quién eres", le decían. Y ese día llegó la semana pasada. Un activista, también anónimo tuitero, se desvivió atando cabos hasta concluir que Pastrana es el alcalde de un pueblecito de la sierra de Albarracín, Laponia española, con una densidad de tres habitantes por cada kilómetro cuadrado. En 2015, encabezó las listas del PP y se alzó regidor. Esta localidad no supera los 190 vecinos. Menos del 1% de quienes le siguen en Twitter. Su mochila de followers es el triple del total de residentes en Teruel.

Villar del Cobo, el pueblo de Teruel gobernado por Pastrana.

"Pues si es del PP lo tiene que conocer el gerente, espera un poco", señala una mujer, también copa en mano, en el porche de otro bar. El termómetro roza el cero y para mañana se anuncia algo de nieve. "Oye, que me dice que no está afiliado, que no tiene que ver con el partido". ¿Dónde está Pastrana?

No hay luz en las ventanas de su casa. Su teléfono fijo no da señal. La calle de piedra que muere en su despacho está vacía. Es estrecha y presumida, una de las fotos que permitió al perseguidor de su identidad cercar la ubicación. Por el telefonillo, un arquitecto dice que hace tiempo que Pastrana no pasa por aquí.

Le han llamado las teles, los periódicos, las radios... Siempre la misma respuesta: "No ha querido hacer declaraciones". Pastrana se ha borrado del mapa -con lo difícil que es eso en una ciudad como Teruel- porque quieren "lincharlo". En el patio del pájaro azul, un par de energúmenos proponen fletar un autobús -a seis o siete euros por cabeza- hasta Villar del Cobo para darle un susto. Mientras, su cuenta sigue activa, cosechando miles de RT con cada mensaje, aunando cada vez más seguidores. Ya roza los 100.000.

"En el ojo del huracán"

Las pistas son pocas. El día se ha acabado en Teruel, salvo en un edificio frente al Ayuntamiento, encajado en una plaza rectangular. Sin ser metáfora, brilla una luz al final del túnel, al fondo del rellano. Es la Fundación que organiza la puesta en escena de Los Amantes de Teruel. Encarni, su capitana, de pelo corto y sonrisa vigorosa, se suma a la investigación y llama a diestro y siniestro. Junto a un perchero repleto de vestidos antiguos, reúne a un policía y a un trabajador del Ayuntamiento. Convoca a los concejales por teléfono. Todos buscan a Pastrana sin saber qué es eso de Pastrana.

Encarni va recabando datos: alcalde en Villar del Cobo, pero residente en Teruel; "ahora es famoso", es el arquitecto que redactó uno de los últimos grandes planes de la ciudad... Ni rastro. En otra esquina, alguien que le conoce se sincera: "Lo siento, está en el ojo del huracán, no puedo decirte nada". Se duerme la ciudad.

El día-Pastrana

Por la mañana, Pastrana, que ya se ha enterado de que se le busca in situ, en Teruel, acepta su primer frente a frente desde que se boicoteó su anonimato. Exige una sola condición: "No se podrá fotografiar mi rostro".

Pastra, a la mesa, durante la entrevista. D.R

Es poco antes del mediodía. José Miguel Aspas, Pastrana, espera en una esquina buceando en la pantalla de su teléfono móvil, desde donde escribe los dardos que le han convertido en "tendencia mundial", según los algoritmos de Twitter. El hotel elegido "está demasiado lleno", "hay que buscar otro". En un garito que acaba de abrir sus puertas, elige una mesa junto al ventanal, apartada del resto.

Cuando toma asiento, deja el teléfono sobre la mesa. No para de sonar. Sólo responde en un par de ocasiones. Dispone de media hora, más o menos, luego tiene que ir a un funeral. En Villar del Cobo la gente se muere y con ella también se marchita el pueblo. "Ya no queremos ir a vivir a sitios así. Una pena porque son preciosos. Ahora, estamos trabajando para mejorar la carretera", empieza.

"Hay mucho lunático, no sabes qué puede pasar"

Enfrente, Pastrana, José Miguel Aspas, 48 años y las manos gruesas, rojas por el frío. La voz grave y el ritmo pausado. En contra de lo que se ha publicado, nació en Madrid y se mudó a Teruel al terminar la carrera, el sendero a la inversa.

"¿Miedo? Imagínate, también por mi familia. Hay mucho lunático, no sabes qué puede pasar. He quitado el cable del teléfono de casa, he borrado mis datos de la red, no me he dejado ver por Villar del Cobo, tampoco por mi despacho... Nunca sabes quién te puede hacer una visita. Tampoco es que vaya mirando por las esquinas, eso sería una paranoia...". En cuanto al bolsillo, reitera que sus ocho años de concejal y sus tres de alcalde no le han reportado ni un solo euro, tampoco dietas.

Pide café y cruasán. Lleva en pie desde las seis y media de la mañana, atento a las informaciones que le retratan, para bien y para mal. Las víctimas de su acerbo tuitero le están pasando la factura, y eso no le importa, pero las amenazas han rebasado el tope: "Lo pondré en manos de la Justicia".

"No voy a cerrar la cuenta de Pastrana"

-¿Se ha planteado cerrar la cuenta tras las presiones sufridas?

-Es lo que algunos están buscando. No se me pasa por la cabeza. Soy un firme partidario de la libertad de expresión. No tengo nada que esconder, no he cometido ningún delito.

Aunque vuelve a repetir que no hay por dónde meter mano a sus mensajes, reconoce haber borrado cientos de ellos que podían comprometer a su familia o amigos.

-¿Y ese en el que escribió que "en España se fusila poco"?

-Tiene su explicación.

-Cuál.

-Era una broma, una frase hecha que solía utilizar un amigo de toda la vida y la escribí hablando con otro amigo. Esta persona lo explicó en su día.

-Pero, hombre, bromear con eso...

-Está claro que fue desafortunado, pero tiene su contexto y en ningún caso se puede tomar como una literalidad.

Este es el primer frente a frente de Pastrana. D.R

A Villar del Cobo, ese pueblo en cuyo camino hay muchas más casas que personas, suele ir una vez por semana y pasa allí las vacaciones. Con una bonita iglesia del siglo XVI, se enclava entre la montaña y el verde. Lo lame el sol de invierno al amanecer. Le han llamado los vecinos. "No entienden cómo eso de poner mensajes en algo que se llama Twitter puede tener una importancia así. Les ha llegado la noticia por sus hijos y sus nietos". La última noticia de la web municipal habla de "un plan de modernización de internet rural". El caso Pastrana, más allá de la anécdota, es la prueba de esa especie de sueño americano tecnológico al alcance de cualquiera: desde el lugar más recóndito se puede palpar la influencia. Pastrana discute de tú a tú con los líderes de las grandes fuerzas políticas. Hasta esta semana -y desde 2011 aproximadamente- siempre bajo su máscara, en la sombra, lo que ha puesto en boca de sus adversarios la palabra "cobarde".

¿Cobarde?

A Pastrana, a José Miguel, le llaman "cobarde" por opinar desde el anonimato. "No dar el nombre es un derecho, que debe mantenerse hasta que se delinca, entonces debe destaparse a esa persona. Se dice que yo fui anónimo desde el principio y no es verdad. Mi cuenta fue personal hasta que empezaron a llamarme de madrugada y a amenazarme por las cosas que escribía". No ve con malos ojos que Twitter pueda disponer de la verdadera identidad de sus usuarios enmascarados: "¡La mía ya la tiene! ¡Siempre ha estado asociada a mi correo electrónico personal!".

Entrada a Villar del Cobo.

Pastrana, ese nombre que ahora capitaliza una cantidad de espacio informativo insospechada, es simplemente melodía: "No tiene ningún significado. Me gustó cómo sonaba y así se quedó". ¿Y el avatar? ¿Qué significan la gorra y el garabato? "El dibujo es una especie de cuatro... Nos gustaba hacerlos en párvulos, es por eso". ¿Lleva usted gorra? "No, no, eso también es azar".

Su salto a esta peculiar fama también ha sido sorpresa para muchos amigos, incluso para algún familiar. "En Teruel nadie lo sabía", confirma una periodista local, que reconoce la poca trascendencia del hallazgo en la provincia. Pastrana tampoco es profeta en su tierra.

"La hegemonía de la izquierda en Twitter"

-¿Qué pretende con sus mensajes en Twitter? ¿Cuál es su objetivo político?

-En las redes sociales, la izquierda es prácticamente hegemónica y capitaliza la influencia. Intento decir algo así como "vale, aquí sois los jefes, pero ojo, que hay gente que no piensa como vosotros".

La relevancia de Pastrana es tal que la dirección nacional del PP se ha puesto en contacto con él para transmitirle su apoyo en plena caza de brujas: "No puedo decir quién porque los mensajes privados son eso, privados". Reconoce que también le han respaldado políticos de otro signo e "influyentes periodistas".

La coctelera de Pastrana

-Ahora se ha ampliado el tamaño de los mensajes en Twitter. Hasta entonces no era fácil condensar algo en 140 caracteres que tuviera capacidad de rebote, de impacto. ¿Cómo trabaja el lenguaje?

-Con el tiempo, me he dado cuenta de que funciona muy bien mezclar tres temas distintos, pero de mucha actualidad.

-¿Algún consejo para Rajoy? ¿Cree que tuitea poco?

-Es importante, pero no podemos perder la cabeza. Los países no se gobiernan por Twitter. Mira, Donald Trump es muy tuitero... ¿y?

Suena el teléfono móvil. El funeral. Pastrana, José Miguel, el alcalde de Villar del Cobo tiene que irse. Cumple con sus obligaciones al frente de Laponia española, ese imperio poco poblado que, sin saberlo, se ha convertido en capital de lo que Twitter ha llamado "una tendencia mundial".

Noticias relacionadas