Llevar una doble vida no es tarea fácil. Multimillonario durante el día, caballero oscuro de noche. Ni siquiera el mismísimo Batman logró mantener su identidad a salvo de algunos de sus maléficos villanos. En esta última década las redes sociales han hecho que lo de tener una identidad secreta deje de ser cosa de superhéroes para ser cosa de tuiteros.

Pastrana ha sido uno de los azotes digitales de la izquierda y del catalanismo, con cerca de 80.000 seguidores. En los últimos días había protagonizado un intenso cruce de tuits con el rebelde sin causa del independentismo, Gabriel Rufián

Pastrana, por cierto, declaóo no ser ni de Ciudadanos ni del PP, ante lo cual Rufián lanzó lo que, visto con retrospectiva, bien podía ser una advertencia de que las pesquisas habían comenzado:

Y, efectivamente, unos días después hubo risas, cuando Esparroquí -una cuenta afín a Podemos y, por cierto, anónima- descubrió al mundo que Pastrana resultó sí ser del PP, en concreto alcalde de una localidad que no llega a los 200 habitantes. Rufián tampoco había estado muy acertado al decir que era de Ciudadanos.

No pongas las mismas fotos como Clark Kent y como Superman

La primera lección es bastante obvia, y es que Pastrana tal vez lo haya puesto muy fácil a los CSI para que adivinen quién es.

Probablemente no imagines a Bruce Wayne colgando fotos en su Instagram volando disfrazado de murciélago entre los tejados de Gotham. Pues si quieres que nadie sepa quién eres en las redes, no des tantas pistas.

El anonimato solo importa si eres de los nuestros

Muchos han sido los que en las últimas semanas se han lanzado a defender el anonimato en las redes después de que el PP haya propuesto obligar a que todo el mundo se identifique. Ocurre que si la persona que se ha destapado la identidad es de la trinchera de enfrente. Y es que el mismo autor de la identificación de Pastrana había defendido el derecho al anonimato:

La propia Barbijaputa, que ha cuidado con celo su identidad real hasta el punto de participar en una conferencia por megafonía, se hizo eco del caso Pastrana con un retuit. Más tarde, justificó así defender el derecho para ella y no para el alcalde del PP:

Un argumento que no tiene mucho sentido, ya que no hemos sabido que Pastrana es un alcalde hasta que, precisamente, se ha desenmascarado su identidad secreta. Por lo que sabemos cualquier cuenta anónima podría ser Kim Jong-Un, Putin o  y no lo sabríamos hasta que alguien lo descubriera. La pescadilla que se muerde la cola.

Incluso periodistas como Ana Pastor dieron difusión a la noticia:

Ni Twitter ni la ley defenderán tu anonimato

Es importante destacar que destapar la identidad de una cuenta anónima no es delito, otra cuestión es linchar al susodicho, pero simplemente decir quién está detrás de un pseudónimo no es constitutivo de delito

Además, Twitter tampoco lo ve como una infracción de sus normas el publicar. Muchos usuarios se dedicaron a reportar a Esparroquí alegando que había inclumplido las normas de la comunidad. Sin embargo, desde la red social no lo ven así:

Así que si te sientes seguro detrás de un pseudónimo, no lo estés tanto: nadie protege tu derecho al anonimato.

Cuidado con lo que tuiteas como anónimo

En las redes sociales el pasado es impredecible y siempre vuelve. Por eso es un clásico ver cómo alguien que se ha pasado años tuiteando como un desconocido al alcanzar la fama o un cargo importante dedica varias horas de su vida a eliminar tuits que podrían ser usados en su contra. Eso mismo ocurrió ayer a Pastrana.

En cuanto se supo su verdadera identidad, un candadito apareció en la cuenta del alcalde, haciendo que solo aquellos que le seguían con anterioridad pudieran ver sus tuits. Pero lo que sí se podía ver es el descendiente número de tuits de su cuenta:

Tuitear desde una cuenta anónima puede darte la tranquilidad de saber que nada de lo que digas en las redes podrá ser vinculada a tu persona. Eso, que habitualmente se vincula de forma casi automática con el acoso y los insultos, puede ser útil para periodistas y cargos públicos que no pueden decir determinadas cosas con su nombre o apellidos.

Bueno, pues gracias a Pastrana sabemos que no siempre puede ser así, que la seguridad de un pseudónimo puede volar por los aires en lo que alguien tarda en publicar un hilo y que nadie te protegerá

Twitter ya no es una red social, es una maldita trinchera

Los más viejos del lugar recordamos un día en el que Twitter era un lugar tranquilo, con algunas tuit-broncas de vez en cuando, enganchadas, trolleadas -la mayoría de veces sanas-. Luego Twitter se masificó y se convirtió en un arma de destrucción masiva y, con el tiempo, llegaron las trincheras.

Twitter ha dejado de ser una red social donde prima el debate para ser un campo de batalla donde el fango llega hasta las orejas, un lugar donde el aire huele a gas mostaza y en el que ya es difícil entrar un rato y no cabrearte un poco. En el que importa más difamar y mentir que en desmontar los argumentos contrarios:

Y el viejo Twitter no parece que vaya a volver.