Pepe Barahona Fernando Ruso

"Dale un pez a un hombre y comerá un día; enséñale a pescar y comerá siempre", dice el proverbio. No hay mar en el Polígono Sur de Sevilla. Pero en sus calles capturan peces de varios kilos y cultivan todo tipo de hortalizas gracias al ingenio de sus vecinos, que ya comen lo que producen mediante la acuaponía, un viejo pero innovador sistema que da alimento de alta calidad a bajo coste. 

Los vecinos del barrio de las Tres Mil Viviendas saben que algo se cuece en la casa de Soledad, una viuda de 67 años que vive desde hace 38 en la calle Lazarillo de Tormes de la barriada Murillo, conocida como Los Verdes por el color de los edificios. Su patio, uno de los pocos legales que existen en el Polígono Sur, acoge una de las pocas instalaciones de acuaponía que existen en España.

Bajo un techo prefabricado, se encuentra un sistema de producción integrada de peces y hortalizas: tres depósitos de mil litros de agua que en apenas cuatro metros cuadrados ya han producido más de 60 kilos de verduras y una veintena de kilos de pescado de la variedad tilapia, parecida a una dorada.

"Los peces son sagrados para mí, los crío pero no me los como. Me da lástima. Son como mis niños", detalla Soledad Nieto, embarcada en esta historia desde hace un par de años. Su día a día cambió en el momento en el que vio entrar por la puerta de su casa las primeras tilapias. "Lo primero que hago cuando me levanto es darles de comer, luego vigilo la temperatura del agua, le cambio los filtros… Estoy todo el día pendiente de los peces y las plantas", narra orgullosa esta vecina de las Tres Mil.

Más allá de la anécdota, la vida de Soledad y su familia ha cambiado a mejor en parte gracias a la asociación Verdes del Sur, que puso los ojos en ella para encomendarle la labor de cuidar el sistema acuapónico. "Tengo cuatro hijos parados: dos viven conmigo y a otro le ayudo con la mitad del alquiler y con los gastos de su niño", explica. "Si les falta algo, ¿se lo voy a negar? No, por poco que dé mi pensión. Y esto de la acuaponía es un alivio. Les doy verdura y hortalizas a mis hijos y también a mis vecinos. Repartimos lo poco que tenemos. No podemos negarnos la ayuda. Ojalá tuviésemos más para repartir».

La asociación Verdes del Sur, precursora de esta innovadora iniciativa junto con la Universidad de Sevilla, quiere llegar a más familias: "Hay mucha necesidad", afirma José Manuel Blanco, coordinador de este colectivo y vecino del Polígono Sur desde el año 1963.

Soledad junto a su cultivo. Fernando Ruso

El origen de todo

La asociación Verdes del Sur nació para reclamar al Ayuntamiento de Sevilla la puesta en marcha de unos huertos sociales en los terrenos del próximo parque del Guadaira. Hoy se ha convertido en una fuerza importante en el Polígono Sur.

"Cada día somos más. Ojalá tuviéramos más terreno para que los huertos sociales y las instalaciones acuapónicas pudieran servir no solo de sostén alimenticio sino como una alternativa de empleo", detalla Blanco, un albañil en paro que ahora imparte talleres de acuaponía a expertos de toda Europa. "No tenía ni idea de lo que era la agricultura ecológica y ahora estoy enganchado".

La acuaponía consiste en unir la hidroponía con la acuicultura. La primera es el cultivo de vegetales en materiales porosos. La segunda es la crianza de peces en cautividad. "Eso se consigue mediante un circuito cerrado de agua por el que los excrementos que producen los peces generan millones de bacterias que alimentan a las plantas», explica Blanco.

Así ya se han recolectado coles, habas, bróccoli, tomates, pimientos y calabacines. También tilapias, una especie de pez conocida según Blanco como el "pollo del río, por lo duro y lo aprovechable que es".

Juan Manuel Blanco en el huerto. Fernando Ruso

Quienes han probado la tilapia atestiguan que el sabor es parecido al de la dorada. "Pero más sabroso porque tiene más grasa infiltrada", explica el veterinario Pepe Lobillo, impulsor de la iniciativa, nexo entre la asociación Verdes del Sur y la Universidad de Sevilla y miembro del equipo de la Comisionada del Polígono Sur.

Lobillo es veterinatio y educador social y ya había trabajado en México con algunos sistemas acuapónicos. "Llevé la idea a la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Agronómica de la Universidad de Sevilla, donde empezamos a desarrollar la investigación de las técnicas siempre con la idea de experimentar a nivel familiar", recuerda. "Pasados dos años", explica, "los resultados fueron satisfactorios y entonces entró en acción la asociación Verdes del Sur, que insistió en implantarlo en las Tres Mil. Fue un flechazo".

Lobillo en el barrio. Fernando Ruso

Sin ayudas públicas

La iniciativa se financió por medio de una campaña de micromecenazgo en Internet. Reunieron 6.600 euros de 126 donantes antes de que el proyecto diera el salto del papel a la realidad. "El apoyo de la universidad es sólo técnico. Nosotros detectamos necesidades que elevamos a la Escuela de Agrónomos y es allí donde se nos da una solución", asegura Lobillo.

Ahora Verdes del Sur busca patrocinadores que ayuden a lanzar la segunda fase del proyecto: un detallado estudio que evalúe los costes reales de producción. La experiencia del sistema implantado en la casa de Soledad apunta que el coste de un kilo de tilapias ronda los dos euros pero el experto advierte que no es un precio definitivo. "Pero sabemos que tenemos margen para bajarlo".

Lo siguiente es implantar el proyecto en una instalación mucho mayor: el patio del instituto Joaquín Romero Murube, cedido por la dirección. "Durante un año vamos a documentar el funcionamiento recogiendo datos de consumo eléctrico, consumo de alimentación", explica Lobillo. "Debemos analizar los costes de cualquier sistema productivo. El objetivo es saber si un kilo de hortalizas y de pescado mediante producción acuapónica es inferior a los precios de mercado".

Más allá de números, la realidad impone mayores beneficios que los puramente productivos. "Consigues alimento para las familias con un sistema que no permite el uso de elementos químicos, por lo que tienes peces y hortalizas frescos, de primera calidad y sin residuos", dice el experto. "Pero también cumples con un objetivo educativo porque los sistemas acuapónicos reproducen el ciclo que se da en la naturaleza, en los ríos y en los mares. Es un buen recurso para los docentes que explican nociones básicas de matemáticas, física o biología. Y luego es una oportunidad de crear empleo".

En Sevilla ya hay centros educativos que demandan estas instalaciones y algunos piensan en un proyecto de emprendimiento social que ofrezca servicios y productos acuapónicos. Pero por ahora el castigado barrio de las Tres Mil Viviendas es la punta de lanza del proyecto.

"Aquí se consume poco pescado", dice Juan Manuel Blanco. "Está muy caro y la gente no puede permitírselo. Esto puede ser una solución", añade Soledad. "Además esto puede dar empleo a los hijos de un barrio que necesitan trabajo".

El huerto de las Tres Mil. Fernando Ruso

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