Imagen de archivo de un joven.
La soledad también es cosa de jóvenes en Galicia: "Se da una paradoja de la hiperconexión"
Un estudio de SoledadES desvela que en Galicia hay más jóvenes que mayores de 55 años que se sienten solos
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Uno de cada cuatro jóvenes españoles se siente solo frecuentemente y hasta un 87,5% de personas de entre 15 y 29 años se ha sentido así alguna vez. Son datos del último Barómetro Juventud, Salud y Bienestar elaborado por Fad Juventud a nivel estatal. En Galicia, las cifras no difieren mucho. De acuerdo con el Barómetro de la soledad no deseada 2024 de SoledadES, un 35,5% de jóvenes gallegos de entre 18 y 34 años siente soledad.
Anna Sanmartín, directora de investigación de Fad Juventud, indica que incluyeron por primera vez esta cuestión en sus informes sobre salud y bienestar en el 2023 y, en la última edición de 2025, han detectado un ligero aumento de casi 6 puntos entre quienes se han sentido solos alguna vez.
En todo caso, la investigadora pone el foco en el 26,5% que dice sufrirla con frecuencia.
"La cultura actual no contribuye a que nos sintamos acompañados. El contexto influye", señala tras recordar el impacto que tuvo la pandemia del 2020 en distintos aspectos de la salud.
Con ella coincide Laura López-Romero, investigadora del grupo Underisk de la Universidade de Santiago, que recuerda la huella que ha dejado la pandemia entre adolescentes y jóvenes, que vieron en un momento vital importantísimo como las posibilidades de socializar quedaron "totalmente interrumpidas".
Por el momento, en la USC no tienen datos al respecto, pero sí tienen en marcha el Proxecto ELISA, iniciado en 2017 y que aborda las dificultades emocionales de las niñas y niños. En sus primeras conclusiones explica que durante la pandemia ha habido un incremento en sentimientos de tristeza, ansiedad o miedo, en una etapa en la que "el sentimiento de pertenencia a un grupo cobra una importancia tremenda".
Mirando a los jóvenes, López-Romero suma a todo ello un ingrediente más: las cuestiones estructurales. Como ejemplo, cita el problema de la vivienda, cuando tres de cada cuatro jóvenes gallegos menores de 30 años vive con sus padres y quienes se mudan a otras localidades se encuentran con dificultades para encontrar dónde vivir .
"El estrés que eso puede generar limita a la hora de socializar", explica, apuntando a dos vertientes: una económica al tener menos recursos para socializar si se está pagando un alquiler, y otra social, al tener que convivir con un estrés por los problemas de acceso a la vivienda y estar lejos de una red de apoyo.
"Vivimos un momento histórico único con cambios sociales, estructurales, económicos y tecnológicos y todo ello hace de caldo de cultivo para favorecer esa percepción de soledad", resume.
Estar solo vs sentirse solo
"Cuando hablamos de soledad hay que hablar de soledades en plural", subraya por su parte la investigadora de Fad Juventud, que indica que "hay gente que necesita más red, otra que se siente sola emocionalmente y necesita a una pareja y habrá quien se sienta solo porque su vida no tiene sentido. No tiene que ver solo con la familia o con los amigos, tiene que ver con una sociedad cada vez más individualista. Eso nos desconecta porque somos seres sociales".
Por ello, Sanmartín invita a "repensar el tipo de sociedad que estamos fomentando".
Desde la Universidade de Vigo, el profesor de sociología José Durán matiza los datos que se muestran en los estudios. "Una cosa es la percepción de la soledad y otra cosa es estar solo. No sabemos exactamente qué significa para las personas ese sentimiento de soledad", señala para explicar los diferentes datos entre generaciones.
De acuerdo con el informe de SoledadES, en Galicia las personas mayores de 55 años que sufren soledad son un 19,9% frente al 35,5% de los jóvenes.
Durán explica que "las personas jóvenes experimentan situaciones en su vida más inestables y en esa etapa las emociones están mucho más presentes. En cambio, las personas de mediana edad no atraviesan situaciones tan inestables, por tanto no tienen esa percepción acentuada de la soledad".
"En Galicia las personas mayores de 55 años que sufren soledad son un 19,9% frente al 35,5% de los jóvenes"
A todo ello, Sanmartín añade que "hoy en día hay menos elementos donde la presencialidad medie en las relaciones. Hacemos muchas más cosas de manera individual y la cultura actual contribuye a debilitar muchos vínculos que nos harían sentirnos más arropados o tener más oportunidad de tener contacto".
"La soledad no deseada no tiene que ver solo con el número de los contactos, sino con su calidad", continúa, subrayando que "entre jóvenes y adolescentes se es muy exigente con las amistades. La necesidad de presencia y la importancia que tiene el grupo de iguales a estas edades es especialmente llamativa".
Y en medio de todo ello, "enseguida sale el tema de las pantallas".
Más conectados, pero menos vinculados
Los expertos consultados coinciden en apuntar a un momento actual de más conexión, pero vínculos personales más débiles. Es la paradoja de la hiperconexión, en un contexto en el que las personas tienen más tecnología para conectar entre sí, pero las conexiones que se establecen son más cortas y superficiales.
"El sentimiento de soledad interna a veces termina siendo un aislamiento real"
En la USC, Laura López-Romero reconoce que las redes sociales pueden ser un aliado a la hora de mantener vínculos, pero la otra cara de la moneda es la carencia de interacciones reales con conexiones breves y que no permiten desarrollar habilidades sociales. A las redes ahora se une otra herramienta: la inteligencia artificial.
Aunque todavía es pronto para conocer su incidencia, no son pocas las personas que hacen uso de chatbots como confidentes. "Son comunicaciones rápidas pero poco profundas, donde no hay mucho intercambio emocional ni sentido de pertenencia. Tenemos todavía que entender su impacto", valora al respecto.
Por su parte, desde el programa de salud mental Afrontemos de la Universidade da Coruña, su director Valentín Escudero explica que "este es un mundo hiperconectado con personas que se sienten desvinculadas. La consecuencia de ese sentimiento de soledad interna a veces termina siendo un aislamiento real y deriva en problemas de salud mental".
En la UDC cuentan con este servicio desde el 2021, cuando se creó a raíz de la pandemia ofreciendo hasta seis sesiones con un equipo de psicólogos especialistas. Desde entonces atienden a una media de unas cien personas de la comunidad universitaria por año, el 94% de ellas estudiantes. Entre las cuestiones que atienden hay muchos casos de crisis de ansiedad severa o de relaciones tóxicas, pero también son frecuentes los casos de soledad.
En estos cinco años, Escudero ha podido distinguir dos tipos: uno en personas que ya presentan dificultades para relacionarse y otro más habitual que vincula a una "crisis" de edad entre los jóvenes que viene dada por un momento vital de cambios, adaptaciones y construcción de la identidad.
"La soledad es un fenómeno de la condición humana", recuerda indicando cómo a lo largo de los siglos este ha sido un tema recurrente en las sociedades y en la cultura. Por eso, y porque "el cerebro humano sin otro cerebro no sirve para nada", no se alarma ante los casos de soledad, si bien recalca que hay que retomar más actividades presenciales.
López-Romero también sugiere "volver a la presencialidad". Y, cuando se usen las redes sociales, estar en ellas de manera "activa" para conectar con personas y no de manera "pasiva" viendo simplemente en la pantalla "vidas ajenas, perfectas e idealizadas que nos hacen sentir que en la nuestra nada es suficiente".
Lecciones pendientes
Pese a los datos, Valentín Escudero es optimista. Desde la UDC cree que "siempre lleva una o dos generaciones aprender a asimilar un cambio como el golpe del movimiento tecnológico en la sociedad". Por eso apunta a acciones que ya se orientan a un uso más controlado de las pantallas y de las redes sociales de manera transversal, como pasó en generaciones anteriores con el abuso de la televisión.
"Hay que aprender a hacer un uso de la tecnología que no desplace el contacto personal", subraya.
En este mismo sentido se expresa Anna Sanmartín de Fad Juventud: "Tendremos que seguir trabajando en la alfabetización mediática digital para que la gente joven que la utilice entienda que es un recurso y hasta dónde se le puede pedir".
Y desde las instituciones, añade Laura López-Romero, "podemos desarrollar programas y estrategias de prevención para que los jóvenes lleguen a la adolescencia con más recursos, más confianza y más capacidad para construir relaciones significativas".