La triste noticia del fallecimiento de Mario Agüero me traslada a los años de nacimiento del gran Liceo. El argentino fue un hombre clave en la creación de aquel equipo que asombró a todo el hockey sobre patines mundial.

Se iniciaban los ochenta, y es justo recordar al presidente liceista de entonces, el entrañable Antonio Fernández Tapias. El a veces olvidado 'Galletas', con el que compartí su junta directiva, fue el que tomó la decisión de transformar un club colegial en un club de élite. Un gran mérito.

Bajo su presidencia, había aterrizado Mario en A Coruña. Era el verano de 1981 y con él llegaron Daniel Martinazzo y los primeros títulos nacionales del Liceo.

Inauguró la sala de trofeos la Copa del Rey al derrotar al Reus en Alcoy. Agūero, no contento con ser la gran figura de la final, con cinco goles, ofició de ayudante del 'peluquero' Carlos Gil. En plena celebración hicieron desaparecer mi flequillo.

Yo me quedé sin mi guiño a la beatlemanía y Agüero sin Daniel, su pareja de baile. Se había marchado Martinazzo al Vercelli, pero los éxitos continuaron. El 'Gordo', y una gran plantilla, consiguieron ganar la primera Liga del Liceo.

Mario volvió a brillar, con tres goles, en el partido de Tenerife, que decidía el título. La anécdota fue que abandonamos a propósito la copa de campeones en la pista. La razón era que queríamos que se nos entregase en nuestro Palacio de los Deportes. Así fue, pero la copa que recibimos era otra distinta.

Agüero era una bestia en la cancha. Existen gestos que hablan por sí solos del tipo de persona que uno es. Me impresionó uno suyo en un partido decisivo.

Le habían roto la ceja y se la cosieron de urgencia. Le protegieron la zona con un apósito, que le molestaba para jugar. Contrariado, paró el juego un instante. Con un gesto de rabia, arrancó el esparadrapo con todo lo que llevaba unido. Lo tiró fuera de la pista y siguió. Fue el mejor del encuentro. Era su sello de identidad. Genio y figura.

Mario fue uno de los artífices de la Edad de Oro del hockey sobre patines español. Él se convirtió en una de las figuras que consiguieron que los pabellones se abarrotasen y que un deporte, que solo interesaba en Cataluña, se hiciese un hueco en toda España. En A Coruña se vendía entonces que "El Liceo da satisfacciones". Y era verdad. La ciudad las necesitaba. Estaba sumida en plena "longa noite de pedra" futbolística.

Por desgracia Agüero decidió marcharse a Italia. Intenté con todas mis fuerzas que se quedase, pero no lo pude conseguir. Mi gran ilusión era que volviésemos a disfrutar en el Liceo -ya que volvía Daniel- de esa pareja inigualable. Una enorme pena no haberlo logrado.

Quizás el 'Gordo', más de una vez, se haya arrepentido. La realidad es que fueron solo dos años los que vistió de verde y blanco, pero el tiempo suficiente como para que nadie pueda olvidarlo. Dos temporadas inolvidables tanto por lo que hizo solo, cuando se marchó a Italia Daniel, como cuando formó parte de esa dupla Agüero-Martinazzo, la mejor de la historia. Una pareja que disfrutamos los liceistas. Un lujo.

Con Mario se ha ido una parte importante de la historia del Liceo. Nos ha dejado muy pronto, y sin avisarnos, un auténtico monstruo. El 'Gordo' Agüero era muy grande en todo. En el gol, en el físico, en la técnica, en la raza, mucha raza. Yo me atrevería a decir -que ya es atreverse- que, en los encuentros trascendentales del primer año, incluso fue más decisivo que el propio Daniel Martinazzo. Casi nada.

El Liceo está de luto. Todos los liceistas te recordamos, Mario, porque te queremos. D.E.P.

Augusto César Lendoiro

Expresidente del Hockey Club Liceo