Se suele decir que detrás de un gran hombre, siempre hay una gran mujer, pero lo que rara vez se menciona es que detrás de una gran frase, probablemente haya una madre con poca paciencia y mucha razón.

El vocabulario de una madre es tan variado como la despensa de una abuela gallega antes de recibir la visita de sus nietos. Sus expresiones se nos quedan grabadas en la memoria como el olor a un guiso hecho a fuego lento. Este es un homenaje a ese vocabulario materno universal. Una lista de advertencias, consejos y expresiones a las que toda madre se agarra al dar a luz: 

“A que voy yo y lo encuentro”: ser madre otorga poderes y este es el más popular. No importa lo minúsculo del objeto ni lo poco evidente del sitio donde lo hayamos dejado; ella lo encontrará.

“Llévate una chaqueta que por la noche refresca”: da igual que estemos en pleno agosto y el asfalto se te pegue a la suela de los zapatos. Madre ha consultado su propio radar meteorológico instalado de serie en la maternidad. 

“No cierres con pestillo la puerta del baño por si te pasa algo”: según datos extraídos del Instituto Maternal del Miedo Infundado, los desmayos por vapor son una epidemia silenciosa que afecta al 99% de la población infantil. 

“No te puedes bañar hasta que no hayas hecho la digestión”: no importa si nos hemos comido un cocido o una ensalada. Este clásico maternal convierte cada comida en un deporte de riesgo. 

“No veas la tele desde tan cerca que te vas a quedar ciego”: esta expresión demuestra que aunque los tiempos hayan cambiado y las pantallas se hayan multiplicado, el diccionario materno sigue intacto. 

“Tu habitación parece una leonera”: expresión maternal para describir un ecosistema en el que conviven libros abiertos, ropa arrugada y un bol vacío que en su día tuvo cereales. 

“No te tragues el chicle que se te va a pegar a las tripas”: la gran leyenda urbana ¿Qué son exactamente las tripas? ¿Dónde empieza y termina su función adhesiva? 

“Cuando tú vas, yo ya he ido y he vuelto cuatro veces”: esta frase es la preferida de la madre de Chenoa.

FRASES QUE ALIMENTAN

(como el guiso de mamá).

“Bébete el zumo rápido, que se le van las vitaminas”: no importa que ya tengas cuarenta años; cuando ves un zumo recién exprimido lo engulles con ansiedad por si se escapa alguna vitamina. 

“Es la última vez que te lo digo”: gran mentira materna. Lo dirá un mínimo de tres veces antes de perder la paciencia y recurrir a tu nombre completo con segundo apellido incluido. 

“¡Ni pero ni pera, se acabó la discusión!”. En tiempos modernos y para no excluir a ningún género de las frutas, podemos añadir: ‘ni pero ni pera ni pere’, pero hay que tener valor, porque en ese momento la madre no suele estar para debates inclusivos. 

“Como vaya yo y lo arregle…”: es importante señalar que no sabemos qué pasaría exactamente si ella lo arreglase. Mejor no averiguarlo. 

“Haz lo que quieras, pero después no vengas llorando”: libertad supervisada. Puedes tomar la decisión que quieras, pero como salga mal. Mejor no averiguarlo. 

“¿Tú te crees que soy el Banco de España?”: esta frase nace cuando el hijo, con la inocencia de un financiero en ciernes, piensa que el bolsillo materno es un fondo inagotable. 

“Como no me obedezcas te va a salir la ortodoncia gratis”: en los 90 esta advertencia era una amenaza efectiva y un manotazo garantizaba respeto (y una dentadura alineada). Ahora, ese intento de imponer disciplina puede terminar con una visita de los Servicios Sociales. Así que es más aconsejable que el castigo llegue en forma de móvil confiscado. 

Y cuando nos hacemos mayores y creemos que ya hemos dejado atrás ese repertorio de frases, llega un día en el que te sorprendes diciendo: “Cuando tengas hijos, me entenderás”.