El Banco Hispano de A Coruña: el número 4 del Cantón grande

El Banco Hispano de A Coruña: el número 4 del Cantón grande

Ofrecido por:

Conoce Coruña

El Banco Hispano de A Coruña: el número 4 del Cantón Grande

El edificio del Banco Hispano situado en el número 4 del Cantón grande, es una obra del arquitecto vasco Manuel Ignacio Galíndez Zabala. Construido en 1948, esta obra continúa y depura la obra del autor quien ya había realizado sedes para este mismo banco en otras ciudades españolas con anterioridad.

Puede interesarte: Una obra de Rafael González Villar casi oculta en A Coruña

Publicada
Actualizada

Dentro de las imágenes curiosas del día a día profesional de un arquitecto, una de las más curiosas es la de Edwin Lutyens llegando a una de sus obras en elefante. Imagen que recoge el arquitecto Oscar Tusquets en su libro “Dios lo ve” cuyo título está también inspirado en una frase de Lutyens. No es fácil comprender las extrañas formas que, a veces, puede adquirir el ejercicio de una profesión, aunque sus cánones, tradiciones y formas sean bastante mundanos. La arquitectura se mueve al ritmo de la sociedad, mostrando sus virtudes y sus defectos, aunque aquellas cosas negativas se olvidan poco a poco y, en una primera mirada, la historia siempre devuelve una forma de nostalgia sobre la ciudad habitada. Pero el pasado también esconde errores que quizás ahora pasan desapercibidos o simplemente se valoran como raras excepciones. Errores que no siempre obedecen a la construcción, sino a una interpretación errónea del instante.

“El ser humano, habita su pasar por la tierra. Ni sólo pasa ni para siempre se queda: se demora. Mora, construye su casa. La habita. El cuerpo que no nos fue dado elegir lo escogemos, lo plasmamos y extendemos en la casa. Podríamos decir que es el cuerpo del cuerpo, la piel de la piel (…) La casa es algo así como la cosmografía de nuestra extensión. Es ella, y no el cuerpo, la que experimentalmente marca el afuera de nuestro ser, de nuestro estar” Hugo Mujica

La ciudad es un hogar habitado, creado por los seres humanos a su imagen, como extensión del propio cuerpo. Es solo un lugar de paso, una casa que, aunque temporal para un ser humano individual, es eterna para la sociedad. En ella, hay cosas sorprendentes y formas extrañas que parecen no encajar en el tiempo o en la forma del lugar habitado. Quizás no se trata de caminar por la ciudad a lomos de un elefante, sino de ser capaz de ver aquello que parece una extraña sorpresa.

“No se plantearía ningún modelo de vida fijo, dado que la vida misma sería como un material creativo. […] En la Nueva Babilonia, la gente estaría viajando constantemente. No tendrían necesidad de volver a su punto de partida, pues este, en cualquier caso, se habría transformado.” Constant Nieuwenhuys

La ciudad contemporánea y sus arquitecturas están sometidas a procesos constantes y naturales de transformación. Al igual que un organismo vivo, el medio se adapta a las necesidades del ser humano. La década de los cuarenta fue muy complicada en España, la posguerra definía una coyuntura dolorosa, en la que los sentimientos de miedo y duelo se combinaban con una necesidad por mirar al futuro con la esperanza de que algo mejorase. Al mismo tiempo, la dictadura impone un conjunto de restricciones que también se aplican a la arquitectura, definiendo un nuevo canon para los edificios institucionales o representativos. La imagen de la arquitectura abandona los parámetros de la modernidad o la vanguardia y comienza a utilizar un lenguaje tradicionalista que remite a estilos como el neoclasicismo o el estilo escurialensa. El lenguaje permitido, como en otras dictaduras europeas, remite a conceptos como el orden o el poder, que tienen como consecuencia la opresión y el adoctrinamiento. Este criterio estilístico, no solo apunta a los edificios netamente públicos sino a todos aquellos que se vinculan al régimen de una forma u otra.

Foto: Nuria Prieto

Foto: Nuria Prieto

El Banco Hispano

En A Coruña, los cantones han sido una de las fachadas más representativas de la ciudad, configurándose como imagen de bienvenida desde el mar y desde tierra. En la década de los cuarenta, este espacio urbano se había consolidado como centro económico, y en ella se encontraban los principales bancos de la ciudad y otros edificios icónicos como el Cine Avenida. En el número 4 de se encuentra el edificio del Banco Hispano, construido en 1948 y obra del arquitecto vasco Manuel Ignacio Galíndez Zabala (1892-1980). Posteriormente sería sede del Banco Santander y actualmente de la fundación Amancio Ortega y Pontegadea. El arquitecto, precursor del racionalismo y el modernismo, se ve obligado como muchos otros a cambiar su estilo. Entre sus obras destacan el Banco de Vizcaya en Madrid o la Equitativa de la Alameda de Mazarredo, ambas construidas en la década de los treinta. En ellas, destacan las influencias de arquitectos como Edwin Lutyens, vinculado al arts & crafts británico, Jože Plečnik, Otto Wagner o Adolf Loos. La formación, y la experimentación en estos estilos hace que, cuando se produzca una cierta reducción en la libertad de expresión arquitectónica, resulte más sencilla la adaptación.

La documentación conservada en el Centro Vasco de arquitectura muestra los alzados originales del banco. La obra se construyó conforme a la documentación realizada y, en ella, se puede apreciar la simplificación del estilo en comparación con obras previas como el edificio del Banco de Vizcaya en Alcalá 45. De composición rígida y monumental el edificio se organiza en torno a cinco franjas verticales de huecos que se desarrollan a lo largo de siete alturas (inicialmente ocho). La ordenación de los huecos, así como la jerarquía de la fachada es, en realidad muy adecuada a la época en la que se construye, sin embargo, y debido a los requerimientos de un lenguaje tradicionalista y monumental, esta ‘estructura’ moderna se ve revestida de un lenguaje clásico.

Foto: Nuria Prieto

Foto: Nuria Prieto

Centro Vasco de Arquitectura

Centro Vasco de Arquitectura

Foto Blanco

Foto Blanco

Lenguaje clásico

La primera actuación, a través del lenguaje clásico sobre la fachada, es la de establecer una composición: zócalo, cuerpo y cornisa, lo que se ve replicado en el uso de columnas impostadas que también siguen este esquema. El zócalo está formado por la planta baja y primera planta, y sólo se ve desequilibrada con la disposición del acceso a un lado. La cornisa, la conforman las dos últimas plantas, y el resto forman el cuerpo del edificio. Cada sección del edificio en altura presenta unas características propias. El zócalo inferior incorpora un acanalado horizontal que simula el dibujo de los sillares, y en el que los huecos se protegen con ricos enrejados de forja con motivos circulares. El cuerpo central llena los espacios entre los huecos con columnas jónicas impostadas, en las que se simula la éntasis de forma aplastada en el centro de su altura. Este grupo se remata con una cornisa de amplia dimensión con pecho de paloma y varias líneas paralelas que resaltan el remate. A pesar de la marcada cornisa, sobre ella se disponen dos plantas más, que se retranquean ligeramente, y aunque mantienen el orden compositivo del cuerpo inferior, eluden el uso de columnas impostadas y otra decoración entre huecos. El conjunto se completa con otros dos motivos decorativos de pequeña magnitud, como los pináculos superiores en los extremos y florones en los antepechos de todos los huecos. Estos últimos se unifican de tal manera que siguen la directriz vertical marcada por las columnas impostadas. Pero hay un elemento decorativo que destaca por encima de los demás, y es la ornamentación de la puerta de acceso. Encargado al escultor Antonio Cruz Collado (1905-1962), el grupo está formado por dos niños que sostienen el escudo de la ciudad, situados sobre el frontón curvo partido que corona la puerta. Cruz Collado tenía una formación clásica.

20250501_115455

20250501_115455

Foto: Nuria Prieto

Foto: Nuria Prieto

“… Iba a contemplar a Miguel Ángel y al Donatello. Opto por el segundo de estos grandes artistas. Miguel Ángel se le presentaba como un genio inimitable. Iluminando un orbe cerrado e inaccesible; no así el Donatello, con su gran problemática y sus múltiples teoremas aun no demostrados ni resueltos. Pero entonces salióle a Cruz Collado un mundo al paso, el mundo del arte nuevo…” Miguel Pérez Ferrero en conversación con Antonio Cruz Collado.

La fachada del banco hispano destaca por su monumentalidad, sin embargo, su estética tanto en la fachada frontal como en la posterior es clásica, especialmente en contraste son sus vecinos más próximos como el Banco de Granada obra de José María García de Paredes o el edificio del Cine Avenida de Rafael González Villar. A veces la ciudad incorpora extrañas sorpresas y edificios que parecen no responden a la coyuntura de su tiempo.

Foto: Nuria Prieto

Foto: Nuria Prieto

Trucos espacio-temporales

La arquitectura de la ciudad parece ser algo estático, inmóvil, un escenario en el que transcurre la vida, pero entonces, como el elefante de Lutyens, algo sorprendente o extraño aparece modificando por completo la percepción. Y es que cuando algo se extiende más allá del tiempo asimilable por el ser humano se anula en cierto modo el análisis emocional.

“Estamos acostumbrados a asociar un acontecimiento a una cierta calidad melodramática. Si un hombre es atropellado, esto es un acontecimiento comprendido dentro de ciertos límites espacio-temporales. No estamos acostumbrados a considerar la persistencia de la Gran Pirámide a lo largo de un día determinado como un acontecimiento. Pero el hecho natural que es la Gran Pirámide a lo largo de un día, significando de este modo toda la naturaleza en él, es un acontecimiento del mismo carácter que el accidente de un hombre, significando de ese modo toda la naturaleza con limitaciones espacio-temporales que incluyen al hombre y al motor durante el tiempo que estuvieron en contacto”. Alfred North Whitehead. El concepto de naturaleza

La ciudad es un acontecimiento en sí, uno persistente, compuesto a base de otros que, siguiendo la perspectiva del tiempo, no son más que instantáneas. Algunas pueden ser más profundas, otras extrañas o extemporáneas, pero todas ellas construyen la realidad habitada. Incluso moverse a lomos de un elefante es tan solo una instantánea en la historia de la arquitectura.