María Vázquez Blanco, una gallega en la Resistencia francesa

Durante la Segunda Guerra Mundial, cientos de mujeres españolas, en su mayor parte exiliadas de la Guerra Civil, tomaron parte en la liberación de Francia de las garras del nazismo dentro de grupos de guerrilleros, organizando rutas de evasión o manejando redes de información. A pesar de que en su mayor parte no empuñaron armas ni participaron en el conflicto armado en primera línea fuego, desarrollaron otro tipo de operaciones sin las cuales la derrota de Hitler no habría sido posible. Las mujeres tuvieron un papel tan extraordinario en la lucha contra el nazismo que, sin su participación, la guerra no se habría podido ganar. Los hombres podían combatir sin la información, las armas o los lugares seguros que dependían, en muchos casos de las mujeres. Sin ellas, la guerra se habría perdido. Entre todas ellas, una gallega no solo tomó las armas para recuperar, de manos alemanas, la ciudad de Ruan, la capital de Normandía, sino que su imagen, inmortalizada por un fotógrafo del ejército canadiense, debería de ser un símbolo que representa a todas aquellas mujeres que arriesgaron y arriesgan sus vidas por la libertad. Esta es la historia de María Vázquez Blanco.

María nacía en A Graña, una parroquia del municipio de Ferrol. Era hija de Alicio Vázquez Hinojosa, maquinista de la Marina, y de Julia Blanco Rey. Poco se sabe de su infancia, ni siquiera su fecha exacta de nacimiento. Lo poco que conocemos sobre ella lo sabemos gracias la periodista y escritora Evelyn Mesquida, que pudo hablar con algunos de sus descendientes que le contaron su historia y que publicó en su libro “Y ahora, volved a vuestras casas”.

En enero de 1931 el padre de María es destinado a Madrid, ya que padecía una enfermedad pulmonar así que, junto a su madre, su hermano y su hermana, se mudaron con él a la capital de España. Alicio era un hombre de fuertes convicciones republicanas que alternaba con importantes republicanos en la vida política y en la naval y militar.

Tras el estallido de la Guerra Civil española, Alicio consideró que debía colaborar en el triunfo del legítimo gobierno, ante la amenazada de los golpistas, por lo que comenzó a adiestrar a socialistas republicanos en Madrid, con los que partió al frente de Extremadura en Llerena, Badajoz, para combatir a las tropas sublevadas, en agosto de 1936, donde fallecería el día 31 de ese mismo mes en acción de guerra.

María y su familia permanecieron en Madrid hasta la caída del frente del Ebro, en noviembre de 1938, momento en que se trasladaron a Valencia, huyendo de las represalias de los golpistas. Posteriormente se desplazaron a Cataluña y en febrero de 1939 cruzaron la frontera francesa por el municipio francés de Le Perthus, en los Pirineos Orientales, donde fueron separados.

Las mujeres fueron enviadas a Grugny, un pequeño pueblo a las afueras de Ruan, capital de la provincia francesa de Normandía, mientras el hermano se alistó en la Legión Extranjera y fue enviado al norte de África, donde desertaría y se enrolaría en la División Blindada del general Leclerc, pasando a formar parte tiempo después de “la Nueve”, integrada casi en su totalidad por españoles. En octubre de 1944, con tan solo 20 años, moría en el departamento de Vosgos tras una emboscada nazi.

Gracias a que tenía estudios de enfermería, María había comenzado a trabajar en un hospital próximo a Ruan, donde pasó a residir con su madre y su hermana, Julia. Y allí comenzó a trabajar para la Resistencia, tras la invasión alemana de Francia.

Poco se sabe sobre las labores que realizó María, pero se cree que, al igual que otras mujeres, se dedicó a servir de enlace, a pasar armas, a organizar puntos de encuentro… aunque teniendo en cuenta su papel en la liberación de Ruan, nadie puede dudar ni de su labor en la clandestinidad ni de su valentía, ya que el hecho de ser mujeres no evitaba que, si eran descubiertas, fuesen arrestadas, apaleadas, violadas, torturadas, asesinadas a golpes o ejecutadas en un campo de concentración o en un bosque al alba.

Desde mediados de agosto de 1944, las fuerzas alemanas en la ciudad habían comenzado a replegarse, hasta que el día 30 de ese mismo mes, tras una lucha encarnizada en la que participó María junto a la Resistencia, republicanos españoles entran en la ciudad y ocupan y toman el ayuntamiento, instalando una ametralladora en su balcón para evitar cualquier tipo de contraofensiva.

Tan solo una hora después, las primeras tropas canadienses llegaban a la ciudad ya liberada por los españoles. Mientras algunos franceses levantaban la bandera francesa en el ayuntamiento, María y su hermana Julia subieron a su terraza, donde izaron la bandera republicana española.

A partir de ahí se pierde su pista. Sabemos que se enamoró de un soldado estadounidense y que, cuando las tropas aliadas regresaron a sus casas, María se vistió de hombre y se embarcó como polizón para acompañar a su pareja a Estados Unidos, donde estuvo viviendo varios años en California y después en Florida.

Su hermana se casó con un español exiliado en Francia y, tras la guerra, se trasladaron a Argentina y después a Venezuela.

La acción de María, aquel 30 de agosto de 1944 quedaría inmortalizada para siempre en una instantánea tomada por un fotógrafo de las tropas canadienses que habían acudido a Ruan. En ella, la gallega sostiene un fusil máuser alemán con la mano derecha, mientras luce una ristra de balas a modo de collar y la mirada perdida en el horizonte tras la liberación de la ciudad.

Una imagen que debería ser un símbolo que represente a todas aquellas mujeres que arriesgaron y arriesgan sus vidas por la libertad. Algunas de ellas, como Placeres, Mercedes o María, ya son parte de nuestras Historias de la Historia.

Iván Fernández Amil. Historias de la Historia.

Referencias:

• MESQUIDA. E. Y ahora, volved a vuestras casas. Ediciones B, 2020.
• es.wikipedia.org
• laopinioncoruna.es
• elidealgallego.com
• elcorreogallego.es
• lavozdegalicia.es
• elpais.com
• farodevigo.es
• elmundo.es
• benitosacalugarodriguez.blogspot.com