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Rincones de Galicia: Cabo Touriñán, el último ocaso peninsular

En una pequeña península romboidal de Costa da Morte se dibuja el Cabo Touriñán, que oculta en sus aguas restos de naufragios y una curiosidad: la de ser el punto más occidental de la España peninsular.
Cabo Touriñán
Cabo Touriñán
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Cada año, durante algo más de dos meses, desde el equinoccio primaveral hasta el 25 de abril, el último sol de la Europa Continental se pone sobre Cabo Touriñán. Es el punto más occidental de la España peninsular, más aún que la misma Fisterra, una pequeño saliente que se interna en el océano casi un kilómetro, con su curiosa forma de rombo. 

En el Cabo Touriñán se observa el istmo entre el coído de Balal y la ensenada de Cuño. Todo el litoral que comprende la península tiene una morfología muy accidentada, con escarpados acantilados graníticos, que la convierten en una de las más peligrosas de la costa gallega. Estamos en el municipio coruñés de Muxía, en plena Costa da Morte, y aquí es habitual escuchar el rugir del mar en sus fuertes embestidas contra los muros de piedra, que se precipitan hacia el océano de forma acusada, formando acantilados de gran desnivel de hasta 93 metros de altitud máxima sobre el nivel del mar. 

Panorámica de Cabo Touriñán (turismo.gal)

Se puede alcanzar el Cabo de Touriñán a pie desde Muxía, en un bello trayecto por el litoral muxián, recorriendo el llamado Roteiro abentiano. También haciendo el Camiño dos Faros, una ruta más exigente que une Malpica con Fisterra a lo largo de 200 kilómetros. Desde Touriñán las vistas son inmejorables, se tiñen de azul atlántico, saben a mar salada y a libertad. Si rodeamos el cabo a través del sendero que lo recorre disfrutaremos de una panorámica privilegiada: los acantilados da Gaivoteira y a Laxe de Buxeirados, un conjunto de peñas que se adentran en el mar más de 300 metros, suponiendo un peligro considerable para la navegación, y que han sido testigos de varios naufragios de los que consta documentación oficial.

Vista de los dos faros (turismo.gal)

En Cabo Touriñán hay dos faros. La construcción del original no estaba prevista, pero precisamente debido a los numerosos naufragios acaecidos en este punto a finales del siglo XIX, se acabó inaugurando el faro en 1898. Este antiguo faro no es más que una construcción cuadrada pintada de blanco con una pequeña torre cuya luz brillaba a más de 8 metros de altura y a 50 metros sobre el nivel del mar. Su óptica, reciclada del viejo Faro Vilán, lanzaba a 10 millas de distancia el haz luminoso producido por una modesta lámpara de parafina. 

Casi un siglo después, en 1981, comenzó a funcionar la torre nueva, carente de interés arquitectónico como la anterior: un cilindro de hormigón de tres metros de diámetro y once de altura, rematada por la linterna, situada a 61 metros sobre el nivel del mar. 

Detalle de los dos faros (turismo.gal)

A pesar de su función protectora, el viejo faro no pudo evitar que varios barcos encallaran o se hundieran frente a sus costas. En 1935 el barco alemán Madeleine Reig partió por la mitad al gallego Ocho Hermanos y, como si de una paradoja se tratara, veintisiete años más tarde, en 1957, el propio Madeleine Reig se hundió en este bravo mar. Desde este acontecimiento fueron numerosos los accidentes marítimos en la zona, hasta el hundimiento del Panchito, un pesquero de Laxe, en el año 2000. La suerte de estas tragedias permitió, en casi todos los casos, rescatar a la mayoría de los náufragos con vida. 

No sólo de naufragios se alimenta la leyenda del Cabo Touriñán. Durante la Primera Guerra Mundial no fueron pocas las embarcaciones hundidas por torpedos alemanes en este tramo del Atlántico gallego. Como el vapor noruego Caracas, dinamitado por un U-boat del Káiser en 1917, al igual que el portugués Maria Alice, el británico California, el francés Meguellan y el también noruego Baldwin. 

Vistas de Cabo Toruiñán (turismo.gal)

Una de las anécdotas más curiosas de este cabo nos habla de Francisco Benlloch Buigues, un marinero de Valencia que se trasladó a Touriñán en 1898 junto con su mujer y sus cinco hijos para hacerse cargo del faro. Allí se educaron los niños, en aquel recodo inhóspito de Costa da Morte, aprendiendo a leer con los pocos libros que tenía el farero, pescando y cazando conejos y perdices del monte bajo de A Insua. 

Benlloch salvó la vida a los ocupantes de un barco británico, guiándolo con banderas hasta el islote de O Castelo, y durante la Primera Guerra Mundial se dedicó a rescatar a los ocupantes de los buques aliados atacados por los submarinos alemanes. Se retiró en Muxía, donde murió en 1928, y su apellido se extiende por parte de la Costa da Morte como si fuera un homenaje póstumo a su gran labor al frente del faro de Touriñán. 

Emma Sexto

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