2 abril, 2022 02:54

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Vicente Vallés (Madrid, 1963) maneja carrete dialéctico y resulta naturalmente afable: será por los ojos clarísimos y la sonrisa templada, como de niño manso aunque peine canas, con el gesto beatillo de la primera comunión. Como de santo terrestre aunque sus preguntas a ratos sean cuchillas. Como de no haber roto nunca un plato aunque lleve treinta años contando a los ciudadanos cómo, por qué y quiénes destrozan en este país la vajilla pública. Lo cierto es que arrasa. Su telediario es el más visto de España -tres millones de paisanos acuden a su puesto todos los días-, tumbando a Piqueras y a Franganillo, y hace poco los espectadores le han votado como el periodista en el que más confían para informarse sobre la invasión de Ucrania por parte de Rusia.

Como decía Tim Burton en Big Fish, nos resulta un desconocido de esos que conocemos muy bien. Un rostro familiar y pacífico que, no obstante, no ha dudado en ponerle las banderillas al Gobierno de Pedro Sánchez cuando lo ha considerado oportuno desde su telediario de Antena 3. Una voz para contextualizar el mundo.

Vallés, en su juventud, cuando presentaba los Deportes.

Vallés, en su juventud, cuando presentaba los Deportes.

De él sabemos que es de Alcorcón. Que "su única ideología"es el Atlético de Madrid. Que con 11 años, tras el Watergate, le entró la epifanía: sería periodista. Que ha pasado por casi todos los medios. Que ha presentado los últimos y más relevantes debates electorales. Que "todos los políticos" han salido del ring del plató enfadados con él. Y qué más. ¿Qué más? Hoy nos cuenta, en charla con Porfolio | EL ESPAÑOL, que el primer libro que le cambió la vida fue Cien años de soledad, de García Márquez, y que el primero que leyó obligado para masticar después con gula fue La verdad sobre el caso Savolta, de Mendoza. Un beso y una flor para Dostoievski. Y Le Carré. Y Frederick Forsyth. Le fascinan las novelas de espías. Cree en los viejos métodos: aquello de poner la oreja. 

Vallés de niño tocando el piano, acompañado de Torrebruno.

Vallés de niño tocando el piano, acompañado de Torrebruno. E.E.

¿Sabían ustedes que su padre fue músico en su juventud y que él ha heredado el toque? En su salón, desde el que nos atiende por Zoom, nos señala un piano pequeño, una guitarra acústica, otra eléctrica y una pequeña batería. Las canciones de su vida siempre las cantan los Beatles. O David Bowie. O los Eagles. Su familia dice de él que vive tarareando, siempre con una coplilla en la cabeza. Va rumiando noticias. Tratando de hacérselas interesantes al empleado de la gasolinera y al de la banca por igual. Es un periodista contra el clasismo intelectual. Él le habla al país entero como con eco, con la voz de un profeta en el templo -pero sólo si le dan ustedes al volumen de la tele-.

En su memoria sentimental cinematográfica viven Las amistades peligrosas. Y Todos los hombres del presidente. Y Amadeus, la historia de Mozart, que le resulta "bellísima". Su primera esposa fue la periodista de El Mundo Lucía Méndez, con quien tuvo dos hijos, pero desde 1999 su pareja es Ángeles Blanco -con quien tuvo un crío más-, presentadora de la competencia. Nunca se chivan nada, ni siquiera la noticia con la que abrirán el telediario ese día. Shh. Las primicias, menos. Esto es la guerra: tan parecida al amor.

Dice que fue a un colegio de curas pero perdió la fe. Dice que tiene corazón republicano pero que acepta el pacto de la monarquía y que eso no le convierte en "extremocentrista". Dice que es animal diurno: escribe al amanecer, por eso ha tardado tres años en ponerle el punto y final a Operación Kazán, su primera incursión en la novela, que bien le ha merecido el Premio Primavera concedido por Espasa (Planeta). Vamos a hablar de ella, claro. Y del único tema imperdible para un periodista: la vida.

El periodista y novelista Vallés en los estudios de Antena 3.

El periodista y novelista Vallés en los estudios de Antena 3. José Verdugo.

Pregunta.- ¿Cómo encaja esta primera ficción en el mundo de un hombre como tú, anclado a la realidad y a la actualidad? ¿De dónde nace Operación Kazán?

Respuesta.- Surge de una idea que empieza a darme vueltas en la cabeza cuando estaba escribiendo el libro anterior, El rastro de los rusos muertos, que es un ensayo periodístico. Me llamó la atención que cuando iba a Ferias del Libro y tenía contacto con lectores, venían a verme y me decían "me ha gustado mucho tu novela". Y esa "novela" era un ensayo. Lo decían porque muchas cosas de las que yo contaba en el libro eran tan increíbles que parecían de ficción siendo reales y también porque a algunos les parecía que el estilo con el que escribía podía ser más literario.

He seguido un poquito, a la hora de escribir los ensayos, a los grandes maestros del que llamaban el "nuevo periodismo": escribe la realidad como si fuese una novela. La idea para la trama de Operación Kazán surgió de la propia investigación de El rastro de los rusos muertos, que empieza con un relato de la injerencia rusa en las elecciones americanas de 2016, cuando ganó Donald Trump, y ahí me planteé: "Bueno, si esa injerencia la elevamos uno o dos escalones y nos vamos a la ficción, ¿qué tipo de injerencia podría producirse en el futuro?". Ese es el asunto a través del cual hilamos la trama.

P.- Por cierto, felicidades por el premio. Nada más y nada menos que 100.000 euros. ¿En qué te los vas a gastar?

R.- No lo he pensado todavía, estoy dándole vueltas. En estos tiempos quizá lo más sensato sea ahorrarlos: tal y como están las cosas, nunca sabes cómo te va a ir dentro de unos meses, dentro de un año o dos… pero creo que me gustará hacer algún viaje, que en casa somos muy aficionados a hacer uno de vez en cuando. Le hemos cogido aún más ganas con la pandemia.

Precisamente una de las cosas que hice cuando escribía la novela, en las muchas pequeñas o medianas investigaciones que realicé para diferentes episodios, uno de ellos se desarrolla en las semanas posteriores al desembarco de Normandía, en la Segunda Guerra Mundial. En el verano de 2019, previo a la pandemia, nos fuimos toda la familia a pasar una semana en Normandía para conocer los sitios y tomar muchas notas de los pueblecitos que luego nombro en la novela. Quería hacerlo con mucho detalle.

P.- ¿No tienes ningún pequeño lujo?

R.- No te creas, el lujo será hacer un viaje bonito. Tenemos una lista.

P.- Tú ya tenías un fuerte interés o cierta fijación por Rusia antes de que se pusiese de tan -terrible- actualidad como ahora: eso queda patente en tu anterior libro sobre el tema. También eres un apasionado de la Segunda Guerra Mundial. ¿Cuál es tu personaje histórico favorito y por qué?

R.- Churchill. Sobre él he leído mucho. Me interesan algunos presidentes americanos. Tengo especial devoción, y no por cercanía ideológica ni nada, sino por el personaje, por sus formas, por cómo actuaba, por el presidente Nixon. Ese hombre tan neurótico, tan encerrado en sí mismo, con ese montón de problemas personales y políticos… se ha escrito mucho sobre él y se han hecho varias películas porque es muy llamativo cómo se comportaba.

P.- Dime alguno español, hombre.

R.- Pues yo creo que Manuel Azaña es un personaje muy interesante para el estudio. He leído mucho sobre la República española y sobre la Guerra civil, ese momento tan dramático para el país.

Hubo muchas manifestaciones contra la invasión americana de Irak; ahora, no".

P.- ¿Tienes corazón republicano o monárquico?

R.- (Ríe). Esa es una buena pregunta. En general, cualquiera que se siente a pensar, es más bien de corazón republicano porque la monarquía parece una cosa un poquito extemporánea. Sin embargo, en España hay algo muy importante que ocurrió en la Transición, y fue un acuerdo entre republicanos de toda la vida y algunos que procedían de la dictadura, que no necesariamente eran monárquicos. Hubo un acuerdo entre españoles para llegar a un punto en común.

Los que no querían democracia aceptaron la democracia a cambio de una monarquía; y los que no querían monarquía, la aceptaron a cambio de que fuese parlamentaria y europea. Yo estoy en el corazón de los que consideran que los acuerdos son buenos. Un acuerdo significa que todo el mundo tiene que ceder en algo.

P.- Ahora te llamarían "extremocentrista" por ser ecuánime… ¡no está bien visto, Vicente!

R.- (Ríe). ¡Ah, bueno! Cada cual que diga lo que quiera. Pero aquel acuerdo lo hicieron gentes que venían del régimen de Franco con comunistas que venían del exilio en la URSS, con lo cual no creo que se pudiera acusar a ninguno de ellos de centrista.

El periodista Vicente Vallés.

El periodista Vicente Vallés. José Verdugo.

P.- La novela se desarrolla en la idea de que hay una alineación entre los medios y los objetivos de la URSS y la Rusia contemporánea. Dices que esto no es una tesis ni una opinión, sino un hecho. Últimamente leía a historiadores diciendo que en Putin se cocina el deseo de ser un nuevo zar y también cierto continuismo estalinista.

R.- Sí, en buena medida es esa mezcla. Putin no es un demócrata de toda la vida, no se le puede considerar así: viene de haber sido un espía de la Unión Soviética en los tiempos duros. Él se crio en el KGB de los años setenta y fue agente durante la Guerra Fría en los años ochenta, vivió siendo agente la caída del muro de Berlín, porque estaba destinado en la Alemania Oriental. Fue él el que dijo que la disolución de la Unión Soviética era uno de los grandes desastres que se había producido en el siglo XX. Tiene ese concepto y no lo ha cambiado desde entonces, aunque se haya adaptado a los tiempos. Estaos viviendo un régimen unipersonal, autocrático, con la idea expansionista de recuperar al menos la influencia, si no el territorio que tenía antes la URSS: al menos el control a distancia de los países que formaron parte de la Unión Soviética.

P.- Se enfadaron mucho desde Podemos cuando cerraste el informativo diciendo: "Podemos muestra más cercanía con Rusia que con los países occidentales". Es similar, en realidad, a lo que me decía el otro día el historiador Julián Casanova: él se refería a que ese sector de la izquierda no ha entendido que el supuesto paraíso terrenal de la URSS no fue tal, sino que fue una pesadilla. Quería preguntarte por esa vieja y trasnochada simpatía de parte de la izquierda española hacia la URSS.

R.- Sí, pero esto no sólo pasa en el caso de los partidos que están más a la izquierda, también ocurre con muchos partidos europeos que están más a la derecha, muy a la derecha: ambos sienten atracción por los líderes fuertes. Putin ha tenido admiradores del estilo de Trump igual que tiene admiradores del estilo de Nicolás Maduro, que están en lugares muy diferentes del arco político.

Vallés en la redacción.

Vallés en la redacción. José Verdugo.

P.- Pero sí que es llamativo que Podemos se desmarcase de la idea general, de la idea europeísta, de enviar armas a Ucrania.

R.- Sí, pero eso quizás tiene más que ver con una tradición que tiene la izquierda española de que no parezca que les gusta algo que hace la OTAN. Esto viene de los años 80. Luego pasan cosas interesantes: por ejemplo, en la época de la guerra de Irak se convocaban en España manifestaciones masivas en contra de la invasión americana en Irak y ahora no estamos viendo ninguna manifestación masiva en contra de la invasión. Son épocas diferentes, ciertamente, y circunstancias también diferentes, pero ha habido otros países en Europa en los que sí se han dado estas manifestaciones.

P.- Curioso, sin duda. Vicente, quería preguntarte qué significa ser comunista en España hoy. ¿Qué es eso? ¿Qué quiere decir que nuestra vicepresidenta, Yolanda Díaz, se diga comunista? 

R.- Estaría bien que lo supiéramos, y creo que son precisamente quienes se enmarcan en esa línea de pensamiento, como ella, los que deberían explicarlo. Ahora no estamos hablando del comunismo tradicional de la época de la URSS, sino de una idea política del año 2022, supongo que adaptada a los tiempos y que pretende algunas cosas diferentes a las que se pretendían entonces, pero la verdad es que me cuesta explicarlo a mí.

P.- Recuerdo que Yolanda dijo que ser comunista significaba "garantizar la igualdad entre todos los seres humanos".

R.- Yo creo que requiere una explicación un poquito más sofisticada que esa.

Vallés, de crío, en el fútbol, una de sus grandes pasiones.

Vallés, de crío, en el fútbol, una de sus grandes pasiones. E.E.

P.- Hay quien celebra de ti -y hay quien critica, porque no llueve a gusto de todos- que te ‘mojes’ en tus informativos, que hagas enfoques, análisis… o lo que otros llaman opinión. ¿Estos sesgos contaminan la información o los análisis la hacen más inteligente y contextualizada? Pablo Iglesias te llama "parcial". Tú, mientras, dices que tu única ideología es el Atlético de Madrid. ¿Qué respondes a esas críticas?

R.- Bueno. Cuando uno tiene un trabajo de cara al público, hay gente a la que le gustas más y a la que le gustas menos y eso está muy bien, y lo digo porque hay regímenes políticos en los que nadie puede tener ningún punto de vista, porque solo se puede tener el punto de vista de quien manda aquí. Aquí, por suerte, cualquier usuario de la información dispone de decenas de periódicos, cada uno con su propia línea informativa, y cadenas de radio y televisión variadas, para que elija lo que más le gusta leer, ver o escuchar. Mi recomendación es que la gente se informe por varios medios, que tengan diferentes líneas informativas, porque eso enriquece mucho.

P.- ¡Ah! O sea que tu recomendación es que no te atiendan sólo a ti.

R.- (Ríe). Sí, exacto, mi recomendación es que vean a todo el mundo, que es lo que hago yo mismo. Hago zapping radiofónico, en el ordenador tengo abiertos 20 o 25 periódicos distintos, cada uno de su padre y de su madre. En todos encuentro puntos de vista interesantes y enfoques que a mí no se me han ocurrido y que me parece que están bien vistos. Es algo que podemos disfrutar en los países democráticos, cosa que no ocurre en otros lugares. Por otro lado, considero que el periodismo no es sólo contar el qué, sino explicar por qué. No hay ningún medio de comunicación que no haga análisis, ya sea por acción o por omisión.

P.- Los datos te avalan, ¡España te quiere!

R.- (Ríe). Yo lo agradezco. Nos ha ido muy bien este mes, tenemos unas audiencias magníficas. También son rachas.

P.- ¿Crees que el ciudadano agradece, sea quien sea quien esté en el Gobierno, que haya una mirada crítica hacia ese Gobierno? No comprar todo el pastel… con violines de fondo…

R.- Sí, yo creo que sí. En términos generales sí. Luego hay gente que analiza las cosas desde un punto de vista más partidista y le gusta mucho que se haga crítica a sus adversarios pero no que se haga la misma crítica a los suyos. Allá cada cual. Mi criterio es que hay que tener puesto el foco en todos, pero en primer lugar en quien gobierna, porque quien gobierna tiene una responsabilidad muy distinta, una cuota mayor de responsabilidad que la oposición.

Recomiendo que vean a otros además de a mí. Yo lo hago.

P- En El Hormiguero decías algo que me gustó, y es que hay que procurar enfadar a los políticos con nuestras preguntas. Dijiste que alguno se había enfadado contigo y que hasta se había ido sin despedirse, ¡qué feo! Por el contrario, ¿alguno te ha intentado camelar, te ha hecho alguna llamadita, algún regalo, ha intentado hacerse amigo tuyo para suavizar tus tornas?

R.- Bueno, intentar suavizar las situaciones sí, pero esto lo hacen todos y es una parte normal de su trabajo. Yo creo que todos tenemos que tener buena relación, haciendo cada uno nuestro trabajo, claro. Otra cosa es que tengas que ser amigo de los políticos…

P.- Peligroso.

R.- Reniego mucho de eso. No se debe hacer jamás. Ellos tienen que aceptar nuestras críticas en términos generales y a veces nosotros también tenemos que aceptar las que nos dirigen a nosotros porque también nos equivocamos y hay que tenerlo en cuenta y tratar de corregirlo.

P.- Tendrá razón Maquiavelo, será mejor ser temido que amado… para los periodistas, digo, por los políticos.

R.- Sí, los periodistas y políticos tenemos que tener respeto mutuo sin olvidar cuál es nuestra responsabilidad y nuestro trabajo. Nosotros contamos qué pasa, por qué, y un tercer elemento: qué consecuencias puede tener eso que ha pasado.

Vallés.

Vallés. José Verdugo.

P.- En uno de tus últimos análisis televisivos hablabas de la subida del IPC y decías que no sólo era culpa de Ucrania, sino que hay otras disfunciones previas en la economía española, porque empezó a subir ya hace un año. Es verdad que estamos un poco obnubilados con la invasión y no recordamos lo que tenemos en casa. ¿Cuál es el mayor error que a tu juicio está cometiendo el Gobierno actual?

R.- Yo creo que el Gobierno, o, mejor dicho, Moncloa, tiene que reflexionar más que sobre el fondo de las cuestiones, que también, sobre la forma en la que ejecuta esas decisiones. Lo digo porque incluso sus propios compañeros de coalición de Podemos están criticando mucho al presidente del Gobierno por no consultarles cosas ni comunicárselas. Se encuentran con ellas publicadas directamente en el BOE, como ha ocurrido esta semana con el caso del posible nombramiento de la Fiscal General del Estado. Les ha enfadado mucho, no por el fondo de la cuestión, que no sé si discrepan o no, sino por las formas, por enterarse así. La oposición se ha enfadado con eso, pero que se enfade la oposición es normal, es parte del manual. Que se enfade Podemos, Esquerra Republicana,el PNV… ya no es parte del manual. Son socios.

P.- Da al ciudadano esto sensación de caos.

R.- Desde el poder, a menudo los presidentes tienden a olvidar que no pueden gobernar como siguieran mayoría absoluta si no la tienen. Es muy pesado gestionar todos los días, andar hablando con todo el mundo, pero así debe hacerse.

P.- ¡Congreso del PP este fin de semana! ¿Crees que puede ser un partido democráticamente presentable después de pactar con Vox en Castilla y León, con todo lo que esto augura para el futuro?

R.- Bueno, van a tener que trabajar bastante en esto. Feijóo tendrá que trabajar en esta línea, porque es verdad que la realidad electoral actual no permite pensar que el PP por sí solo vaya a poder gobernar. En Europa se ve mal que un partido de centroderecha, como pretende ser el PP, tenga acuerdos de gobierno con un partido más a su derecha, como Vox. Bien. Pero también es verdad que no será la primera vez en Europa que hay un acuerdo de ese tipo. En Italia ya lo ha habido, por ejemplo, en alguna ocasión. Ahí tienen un clavo ardiendo al que agarrarse, pero va a ser una situación difícil para Feijóo el encontrar una fórmula para gobernar sin tener que echarse en brazos de Vox, y si se echa en brazos de Vox va a tener un problema.

P.- ¿Sobrevivirá a ese previsible tirón de orejas?

R.- Feijóo tiene una ventaja y es que llega con un apoyo prácticamente unánime del partido después de las circunstancias vividas por el PP y la abrupta caída de Casado. Ahora tienen una necesidad de unificar el poder en alguien de quien se fían, que es él y que tiene experiencia de gestión y múltiples éxitos electorales en Galicia. En cuanto ha caído Casado, todo el mundo le ha mirado a él.

Cuando hablas con los candidatos, te genera muchas dudas a quién votar.

P.- ¿Te ha llamado ya Feijóo para hacerse el simpático?

R.- No, no, no, no, no. Yo a Feijóo además lo conozco muy poco, creo que nos encontramos una vez hace ocho o diez años. No he tenido ocasión de hablar con él pero llegará, porque en algún momento le entrevistaremos.

P.- Me gusta el juego de mezclar literatura y política. ¿Qué libro regalarías a Ayuso?

R.- El Manual de resistencia de Pedro Sánchez. Ella también tiene esa vocación de resistencia. Le vendrá bien.

P.- ¿Y a Sánchez?

R.- Yo creo que todos los presidentes cuando están en Moncloa experimentan un aislamiento muy fuerte. Aunque sea sólo por el título, le regalaría Cien años de soledad.

P.- ¿Y a Yolanda Díaz?

R.- Como a ella le gusta llamarse comunista y es militante del Partido Comunista de España, le regalaría una historia de espías en los tiempos de la Guerra Fría. Hay un libro -y se hizo una película sobre él- llamado El cuarto protocolo, de Frederick Forsyth. Yo lo he disfrutado mucho. Es una historia muy interesante -por supuesto no tiene nada que ver con Yolanda Díaz-, pero hay mucho de ficción y mucho de real, se desarrolla en los años ochenta, en una época con mucho miedo nuclear, con mucha tensión entre Occidente y los regímenes comunistas…

P.- Y crees que al leerlo se le quitarían un poquito las ganas de tanto comunismo.

R.- No, no, ni siquiera pretendo que sea así, sólo pretendo que se entretenga. Es para que pueda leer algo relacionado con aquella época, cosa que yo también hago mucho. Este libro lo leí cinco o seis veces. Es un divertimento estupendo.

Vallés y Ana Pastor con los antiguos candidatos en el debate de Atresmedia de 2019.

Vallés y Ana Pastor con los antiguos candidatos en el debate de Atresmedia de 2019. EFE.

P.- Has entrevistado a todos nuestros políticos relevantes de los últimos tiempos y has dirigido debates electorales… ¿cuál ha sido para ti el más hábil dialécticamente, quién ha tenido mejores herramientas a la hora de defenderse en un debate o incluso esquivando -con elegancia- tus preguntas sin caer en el escapismo barato?

R.- Mmmm… (piensa). En los últimos tiempos no esquivan bien nuestras preguntas, se les nota bastante. Rajoy era un poco hábil en esto por el gracejo gallego que tenía. No porque no se le notase que estaba esquivando la respuesta -que todos lo veíamos-, sino porque lo hacía con gracia y parecía que se podía escapar de una manera un poquito más llevadera. Pero es verdad que en la política española hay mucha voluntad de escapar de las preguntas, de no responder con la sinceridad que espera el ciudadano que lo está escuchando, y se les suele notar bastante.

P.- ¿Quién ha sido el que más se ha enfadado contigo?

R.- En esta ocasión hablaré bien de mí porque creo que he conseguido que se enfaden casi todos conmigo. En los debates electorales, todos. También te diré que soy empático con los dirigentes políticos cuando están en campaña electoral, porque es extremadamente duro y en los últimos tiempos se ha convertido en un examen imposible de aprobar. Un mínimo error les destroza o les vuelve meme. Es muy difícil no equivocarse en esos discursos improvisados y larguísimos, o en las preguntas que no te esperabas. Llegan agotados, pero bueno, nadie se presenta a unas elecciones obligado…

P.- Tienen unos sueldos hermosos en muchos casos como para pelearlo con un poco de alegría.

R.- Ojo, pues yo creo que en España está muy deteriorada la imagen de los políticos hasta el punto de que se han establecido una serie de leyes que limitan sus sueldos a unos extremos exagerados. Que el presidente del Gobierno gane 80.000 euros al año a mí me parece…

P.- Ridículo.

R.- Sí. Uno no está en política para ganar dinero, pero un presidente merece algo más.

P.- ¿Qué cantidad te parecería razonable o respetable para darle empaque al cargo?

R.- No lo sé. Me cuesta establecerlo, pero sí creo que éste no es razonable. Tampoco el sueldo de los ministros. No se debe ir a la política con tantas cortapisas, es como "oiga, usted, durante el tiempo que esté en política, apenas va a ganar en comparación con lo que podría ganar en la empresa privada". Y eso cualquiera de ellos, que son personas preparadas que podrían trabajar en puestos importantes de la privada ganando mucho más dinero del que ganan aquí.

P.- Así que podemos decir que tú cobras mejor que el presidente del Gobierno.

R.- Bueno, cualquier periodista casi que tenga una larga experiencia, como es mi caso. Yo llevo 30 años trabajando en esto y cualquiera en estas circunstancias puede cobrar al menos lo que cobra el presidente del Gobierno. Luego ya no es solamente el sueldo, sino las cortapisas que tienen después: "Una vez que sale usted de la política tiene que estar no sé cuánto tiempo sin trabajar en lo suyo o en aquello que ha dependido de su ministerio…". Yo entiendo que haya que establecer obstáculos para que no se den casos de corrupción ni de puertas giratorias, esto hay que vigilarlo, pero hay que facilitar también que personas que no están en política se acerquen a ella con su excelencia.

En EEUU es muy habitual que personas que trabajan en el sector privado sean llamadas a la política para un periodo de 4 años. "Usted sabe mucho de esto, póngalo al servicio de su país, no va a ganar usted lo que estaba ganando pero tampoco vamos a impedir que después vuelva a ganar lo que ganaba antes". Es que si no van a decir "mire, no, yo para arruinar a mi familia, mejor me quedo como estoy". Yo sí creo que aunque vengamos de una época de gran corrupción, la mayoría de los políticos quieren ayudar y quiere que su país prospere.

Vallés en la redacción comentando la jugada con una compañera.

Vallés en la redacción comentando la jugada con una compañera. José Verdugo.

P.- Tú has mirado cara a cara a los políticos y manejas información privilegiada: has visto de cerca la mentira y el pillaje. ¿Eso te ha afectado como votante? No seré tan obscena de preguntarte a quién votas, pero sí quiero saber si te ha hecho votar en blanco, abstenerte o ver los toros desde la barrera.

R.- Muchas veces los periodistas tenemos un poco más de información que un votante medio y un conocimiento más directo de las cosas y de las personas. Muy poca gente tiene ocasión de hablar directamente con el candidato de un partido, y nosotros sí. Y sí… te genera muchas dudas. Entiendo que a muchos votantes les podría pasar lo mismo. Imagínate un votante con una ideología X que vota siempre al mismo partido, al que más le refleja.

Si ese votante tuviera la ocasión de disponer de 20 minutos de charla con el líder de ese partido al que suele votar, lo mismo dice "es que este tío me cae fatal". Esto puede ocurrir. Yo lo que sí puedo decir sobre esto es que en general, seamos más de aquí o de allá, los periodistas solemos tener la mente bastante abierta. Vemos más las cosas positivas y negativas que cada uno de los líderes puede ofrecer. No hay ningún partido que en todo sea malo ni en todo sea bueno.

P.- Supongo que quieres decir que eres de voto móvil.

R.- Quiero decir que tengo la mente abierta y que tengo muchas dudas. Es bueno dudar, es un lujo de los países democráticos.

P.- ¿Tus hijos ven tus informativos? ¿Influyes tanto en ellos como en el resto del país?

R.- (Ríe). Ay, pues no lo sé. Algunas veces me ven y otras no. Mi hijo pequeño el otro día estaba viendo El Hormiguero con su madre y me dijo que en algunas respuestas que yo le daba a Pablo Motos no estaba en absoluto de acuerdo, "no estoy de acuerdo con eso, papá"(ríe).

Motos y Vallés en El Hormiguero.

Motos y Vallés en El Hormiguero. EFE.

P.- ¿Cómo se educa a los hijos en ser ciudadanos libres y críticos, siendo, precisamente, tú un hombre que trabaja con la información política?

R.- Lo que yo intento transmitirles es lo que te decía, que tengan la mente abierta. Yo solamente tengo la mente cerrada cuando se trata del Atlético de Madrid, sobre eso no puedes dudar, o eres o no eres, pero en cualquier otra cosa de la vida, lo lógico es tener dudas. En un momento político puedes pensar que es más conveniente una cosa y en otro, otra.

En el periodismo no se debe ser jamás amigo de los políticos.

P.- O sea, que tienes debates políticos de sobremesa con tus hijos.

R.- Sí, sí, claro, por supuesto. Y a veces estamos de acuerdo y a veces discrepamos. Cuando hay discusión y hay debate es porque nos lo podemos permitir.

R.- ¿Qué sabes tú de los españoles a los que te diriges en el telediario, cómo es el carácter español?

P.- No sabría definir si tenemos un carácter muy específico. Lo que sí tenemos claro cuando preparamos los informativos todos los días es que vamos dirigidos a un público muy amplio, no sólo numéricamente, sino muy diverso, para ser más preciso. El mes pasado hemos tenido una media de tres millones de espectadores diarios. Hoy nos llegaron los datos. Claro: tres millones de personas que te ven una noche no son todas del mismo perfil social ni educativo ni político, tienen diferentes aficiones, intereses y necesidades.

Tienes que intentar que lo que cuentas sea igual de interesante para alguien que tiene pocos estudios que para alguien que tiene muchos. Tienes que intentar que lo que cuentas sea del interés tanto del ingeniero como del empleado de banca o una empleada de hogar o el de una gasolinera. Tienes que intentar reflejar todas esas preocupaciones que tengan unos y otros en un informativo que al final dura poco, 40-45 minutos.

P.- Es hermoso lo que dices de la vocación de no ser clasista a la hora de dar la información.

R.- Por supuesto que no.

P.- Oye, ¿tú crees en dios?

R.- (Ríe). Yo fui a un colegio de curas pero no soy creyente.

P.- ¿En qué momento se baja uno del carro?

R.- En la adolescencia, cuando estaba en ese colegio del que, por cierto, tengo un recuerdo magnífico -y de algunos de mis profesores, que eran sacerdotes-. Santísima Trinidad de San José de Valderas. Hablo con ellos de vez en cuando. Pero bueno, en mi evolución personal, con 14 o 15 años, perdí la fe. No soy creyente.

P.- Para cerrar quiero preguntarte por el tema de la semana, que mira cómo se ha puesto España con el lío de Will Smith. Tú que sabes tanto del riguroso directo, ¿qué es más ofensivo, un chiste sobre la alopecia femenina o un tortazo?

R.- Yo creo que el chiste era de mal gusto pero creo que no tenía la voluntad de resultar ofensivo. Tampoco era el único chiste de mal gusto que hubo en esa y otras galas, pero se podía haber ahorrado tranquilamente. No hay nada que sea peor que una agresión física.

P.- ¿Estás de acuerdo con las lecturas que se hacen sobre esta agresión? Hay quien señala que es un síntoma de masculinidad tóxica.

R.- Yo no iría tan allá, no sé hasta qué punto se puede hacer esa interpretación. Creo que fue un arrebato, y los motivos del arrebato sólo los conoce quien lo sufre. No entraré en si detrás de eso hay otras circunstancias que no conocemos. La agresión física está fuera de lugar. Will Smith podía haber quedado mucho mejor si hubiera respondido de otra manera, si se hubiese acercado a decirle algo o a hacer él su propio chiste, porque además es muy gracioso y se le hubiera ocurrido cualquier cosa que hubiera mejorado la situación. Pero bueno, tuvo ese arrebato y creo que se va a arrepentir toda su vida.

P.- ¿Cuál ha sido tu peor directo? Por circunstancias emocionales o pasionales. Esto de "no puedo hablar, me voy a poner a llorar". O directamente un "abandono, no puedo con vosotros".

R.- Desde un punto de vista emotivo, el más duro para mí fue el del 11-M, porque lo viví muy de cerca. El piso en el que yo vivía entonces estaba al lado de uno de los trenes que quedó tocado por las explosiones. Yo escuché las explosiones desde mi casa. Vivía entonces muy cerca de calle Atocha, en calle Téllez, y recuerdo las bombas y el humo de los trenes y el llamar por teléfono a la tele y empezar a contar lo que veía. Es el momento más duro que he vivido como periodista. Estaba ahí viendo a la gente que estaba muerta, gente que salía tambaleándose por las consecuencias de la explosión, los heridos que intentaban ayudarse entre sí… una situación terrible.

P.- A los hombres de temple también se os quiebra la voz.

R.- Era muy difícil mantener la voz serena.

P.- ¿A quién harías ministro de Cultura?

R.- Así, a bote pronto, a alguno de nuestros grandes escritores. A Javier Marías o Javier Cercas. Fíjate: más que nombrar a uno, nombraría a varios para que trabajaran juntos: un gran escritor, un gran músico, etc., haría casi un ministerio coral. Sería muy interesante escucharles hablar y tomar decisiones sobre la cultura de nuestro país.