Jenni Hermoso y Luis Rubiales, en el vestuario de la Selección durante la celebración del Mundial.

Jenni Hermoso y Luis Rubiales, en el vestuario de la Selección durante la celebración del Mundial. Reuters

LA TRIBUNA

De cómo la igualdad ha acabado con la igualdad

¿Merece el 'iniestazo' de Olga Carmona ser recordado no como la imagen de un balón cruzando la línea de gol, sino sólo como el preludio de los actos de Luis Rubiales?

28 agosto, 2023 02:04

Archiconocida es la frase que se atribuye al estadista alemán Otto von Bismarck de que España es el país más fuerte del mundo porque los españoles llevan siglos intentando destruirlo sin conseguirlo. Sentencia que, pronunciada con la perspectiva y la objetividad que da la distancia, encierra una verdad de proporciones catedralicias. Basta con remitirse a nuestro día a día, casi dos siglos después, para comprobar que no ha perdido ni un ápice de vigencia.

La reina Letizia levanta la Copa del Mundo junto a las campeonas de la selección femenina de fútbol.

La reina Letizia levanta la Copa del Mundo junto a las campeonas de la selección femenina de fútbol. Gtres

Y es que el mejor y mayor enemigo nuestra España, de esa "querida España" que dice la canción, es, sigue siendo y seguramente será la misma España

Ahora bien, lo que a ciencia cierta no se le pasó por la imaginación a tan ilustre figura de la historia fue que esa misma cantinela podía resultar válida y aplicable no tanto a cualquier otra nación de las múltiples que conforman el mundo, sino a uno de los valores más preciados en toda sociedad que tienda a la excelencia en la convivencia. El de la igualdad efectiva entre mujeres y hombres como derivada de la justicia "con mayúsculas", que es la que aspira a dar a cada uno lo suyo, lo que se merece, sin rémoras ni lastres adicionales.

Aunque al final va a resultar que la mayor antagonista de la igualdad de género en España va a ser la misma igualdad de género.

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Corre la hora del aperitivo de una tórrida tarde del mes de agosto y en las antípodas se acaba de producir un hecho destinado a ser recordado de generación en generación. Y es que, paradojas de la vida, un grupo de españolitas de a pie sin posibilidades de recibir ninguna mareante oferta de un club inglés, o de labrarse un dorado retiro en las ligas alimentadas por los petrodólares, pero con un pundonor, una casta y un hambre de triunfo estratosféricos, acaba de conseguir una gesta que tiene difícil parangón en la historia del deporte mundial y, menos aún, en la del español.

Nada más y nada menos que ser campeonas del mundo en el deporte rey.

¡Campeonas del mundo de fútbol, sí! Y ello sin otro bagaje que el de dos mundiales anteriores en los que el mejor de los resultados fue pasar, en el segundo, de la inicial fase de grupos para terminar cayendo a las primeras de cambio.

"Corría un caluroso mediodía cuando Tori Penso decretó, con un silbatazo que nos sonó a música celestial, el final de un partido que elevaba a nuestra selección femenina de fútbol al Olimpo de las escogidas"

Ahora ya podemos mirar a los ojos a las sin igual americanas, a las todopoderosas alemanas, a las excepcionales noruegas o a las temibles japonesas. Se trata del homenaje más triunfal que se puede rendir a todas aquellas mujeres que, remando en contra de la corriente de otros tiempos no tan lejanos, tuvieron la valentía de vestirse de corto para divertirse alrededor de un balón de reglamento, a riesgo de merecer apelativos despreciativos por su condición de mujer.

Lo de mejorar las condiciones laborales y salariales de nuestras campeonas es harina de otro costal.

Como decía, corría ese caluroso mediodía cuando la estadounidense Tori Penso decretó, con un silbatazo que nos sonó a música celestial, el final de un partido que elevaba a nuestra selección femenina de fútbol al Olimpo de las escogidas.

A partir de ahí, seguro que todo sería un camino de vino y rosas. Visibilización de la española deportista triunfante en una rúa interminable por las calles de la capital. Entrevistas a nuestras mejores jugadoras en programas de máxima audiencia. Sentidos y merecidos homenajes a cada campeona en su ciudad o pueblo natal. La recreación de un sinfín de anécdotas de cuando Ivana Andrés jugaba en el patio de su colegio con otros niños, a los que troleaba con sus veloces regates. O de cuando Alexia Putellas dejaba con la boca abierta a los que la veían hacer unos malabares con el esférico en los calentamientos de los partidos de juveniles a la altura de los del mismo Ronaldinho.

Ese era el plan y parecía que nada podía frustrarlo.

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Pero hete ahí que en ese nirvana de la igualdad irrumpió como su peor pesadilla la propia igualdad para tornar lo que estaba llamado a ser un idilio perfecto en una catastrófica luna de hiel.

Y es que pronto empezó a correr como la pólvora una imagen que, cual gota de cicuta, emponzoñó una cuba de ambrosía. La imagen de un hombre, de un jefe, que, ante el éxito conseguido por su empresa productora de fútbol, y como muestra de su desaforada alegría, se tomó la libertad de juntar sus labios con los de una de "sus" jugadoras, no sin antes asir su cabeza con sus propias zarpas para ponerse a cubierto de cualquier desplante y así garantizar el éxito de su empresa

No seré yo el que juzgue a la persona. Como tampoco, por respeto a mi profesión, dedicada a enjuiciar comportamientos, el que lo haga con el protagonizado por el señor Rubiales (porque esto último sería tanto como meterme en el corral de otro compañero que tal vez se vea obligado a hacerlo en el futuro).

"¿Será que España prefiere la casquería al solomillo? ¿Tan imposible es censurar lo condenable sin que lo elevado se vaya por la taza del retrete?"

Pero sí seré el que repare en este hecho: cómo los sin duda bienintencionados propósitos de centrar el foco en la actitud del presidente de la Real Federación Española de Fútbol, propósitos destinados a poner en la picota a quien presuntamente violenta en su libertad sexual a una mujer, han tenido el perverso resultado reflejo de silenciar, casi por completo, la hazaña de nuestro deporte femenino.

De repente, se ha frenado la rúa. Enciendo la televisión y no veo a ninguna de nuestras jugadoras invitadas a Pasapalabra. La profesora de secundaria de Aitana Bonmatí no encuentra un reportero que le permita darnos cuenta de las clases que la niña se saltaba para ver entrenar al cadete A de su colegio.

¿Será que España prefiere la casquería al solomillo? ¿Tan imposible es censurar lo condenable sin que lo elevado se vaya por la taza del retrete? ¿Merece el iniestazo de Olga Carmona ser recordado no como la imagen de un balón cruzando la línea de gol, sino como el regusto de una mezcla infame de salivas?

Me niego a ello, me rebelo y me resisto a que la igualdad quede ensombrecida, una vez más, por la propia igualdad.

*** Rafael Estévez Benito es magistrado del juzgado de lo penal nº1 de Cáceres, juez decano de Cáceres y delegado suplente de Igualdad del Tribunal Superior de Justicia de Extremadura.

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