Montaje con una fotografía del bombardeo de Guernica durante la Guerra Civil española, en 1937, y una imagen de una ciudadana ucraniana en un edifico destruido por las bombas en Mariúpol, en 2022.

Montaje con una fotografía del bombardeo de Guernica durante la Guerra Civil española, en 1937, y una imagen de una ciudadana ucraniana en un edifico destruido por las bombas en Mariúpol, en 2022. Archivo / Reuters

LA TRIBUNA

La Guerra Civil y la guerra de Ucrania: lecciones del pasado para el presente

En 1936, las democracias se dividieron y cedieron frente al totalitarismo y abandonaron a España a su suerte. Es una advertencia para que Europa no cometa los mismos errores.

5 marzo, 2023 01:46

En 2016, cuando aún era primer ministro de Francia, escribí el prefacio de un libro del periodista y escritor francés Gilbert Grellet, sobre los acontecimientos del verano de 1936.

Nacido en Barcelona, me he criado, a través de la familia de mi padre y mis lecturas, en la memoria de la Guerra civil española. Nada de esta historia me deja indiferente, aunque intento huir de todo maniqueísmo.

Un año más tarde publicaron el libro en España: Un verano imperdonable. 1936: la guerra de España y el escándalo de la No-intervención (Guillermo Escolar, 2017).

Pedro Sánchez, junto al presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, durante su rueda de prensa en Kiev, el pasado 21 de abril.

Pedro Sánchez, junto al presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, durante su rueda de prensa en Kiev, el pasado 21 de abril. Efe Efe

Grellet describe los entresijos políticos y diplomáticos de una decisión que fue determinante para el desarrollo de la Guerra civil, el destino de España y, por supuesto, para el estallido de la Segunda Guerra Mundial. La no-intervención de las grandes democracias europeas, Francia e Inglaterra, y la decisión de no apoyar a la República española, contribuirá así al triunfo del bando nacional apoyado desde el principio y hasta el final por Hitler y Mussolini.

La Unión Soviética, con sus propios objetivos políticos, apoyó activamente a los republicanos mediante el envío de asesores militares, voluntarios y armas. Estos recursos fueron suministrados a cambio de las reservas de oro del Banco de España, más tarde conocido como el oro de Moscú. Pero esta ayuda no podía compensar el esfuerzo bélico de los nazis alemanes y de los fascistas italianos.

Una decisión imperdonable

La narración de Gilbert Grellet da una información casi clínica de una decisión "imperdonable", el abandono de la Segunda República. Figuras tan emblemáticas como Léon Blum, presidente del gobierno francés del Front Populaire, los principales miembros del gabinete británico o el influyente parlamentario Winston Churchill -que temía la instalación de una España bolchevique, contraria a los intereses británicos en el Mediterráneo- son descritos más por sus sombras que por sus luces.

Claro que es más fácil escribir la historia después de los acontecimientos a la luz de lo que sabemos. Blum y Churchill se arrepintieron de sus errores, de sus decisiones o declaraciones. Y aquí no vamos a dar lecciones a este gigante y héroe inglés que se alzó -y con él, todo el pueblo británico- , frente al hitlerismo a partir del mayo de 1940.

El engranaje de la Guerra

Tampoco pretendo tener una visión falsa del mecanismo que condujo a la Guerra Civil. No solo es cosa de buenos y malos. Hay muchas responsabilidades compartidas.

Los errores de los dirigentes republicanos y del Frente Popular fueron garrafales. Sabemos todo de la locura fratricida que durante el verano de 1936 se apoderó de España. Hay en este engranaje un "bucle de violencia" que hunde a la joven República en un abismo, arrastrando un cortejo de víctimas: el dirigente monárquico José Calvo Sotelo, asesinado el 13 de julio; los habitantes de Badajoz, masacrados en agosto de 1936; el poeta García Lorca, asesinado pocos días más tarde en Granada; los curas de Cataluña o Aragón, torturados en una fiebre anticlerical que ya había empezado meses atrás con las destrucciones de las iglesias; la matanza de la prisión modelo en Madrid; la guerra dentro de la guerra en el bando republicano con el aniquilamiento del POUM y de Andrés Nin por las checas comunistas sometidas a Stalin; y, por supuesto, no podemos olvidar la división de los socialistas; el caos político en Barcelona; la falta de un mando militar republicano fuerte; la resistencia heroica de Madrid; la tristeza y el pesimismo que se reflejan en los últimos escritos de Manuel Azaña.

[Carta del Director: Sí, la guerra de Ucrania es la guerra de España]

Y todos los muertos que siguieron: los bombardeos en 1937, las decapitaciones en 1938, los fusilados en 1939, la represión y el exilio durante años.

¿Habría cambiado el destino de la guerra con una intervención directa de las democracias? No lo sabemos. Sin embargo, resuenan aún las palabras de Jean Zay, radical y judío, ministro de Educación Nacional de Blum, que murió fusilado por la milicia fascista francesa: "Habría bastado una ayuda insignificante al gobierno de Madrid para que hubiera podido sofocar de raíz la rebelión".

La falta de coraje

Vuelvo a lo que escribía en el prefacio del libro de Grellet. El engranaje terrible es también el de los errores de apreciación, el de la indecisión, el de las renuncias sucesivas, el de la falta de coraje y, finalmente, el de la división de las democracias frente al peligro.

¿Qué se jugaba en aquellos meses del verano de 1936? Más allá del encadenamiento de los hechos, había en este conflicto, en paralelo, un grave peligro que se perfilaba. Una amenaza mayor aún que el nacionalismo y la dictadura.

Se prepara la IIGM

Con la Guerra civil española, se preparaba la Segunda Guerra Mundial, con los ejércitos fascistas ya en marcha. En la negativa de ayudar la joven República, se apunta desgraciadamente a lo que serían, dos años más tarde, los acuerdos de Múnich y el abandono de Checoslovaquia y del presidente Edvard Benes.

Es, en los dos casos, la misma tozudez de los países europeos de intentar salvar "cueste lo que cueste" un espejismo de paz. En los dos casos, la misma ceguera, el mismo "pacifismo de cordero" que anuncia el desorden de la guerra total.

"Las democracias occidentales han abandonado a su suerte la democracia española. La farsa de la no intervención ha apuñalado por la espalda a un gobierno democrático constitucionalista, bajo la excusa de la imparcialidad", escribirá Claude Bowers, embajador de Estados Unidos en España.

Los que salvaron el honor

Por supuesto no se pueden olvidar los actos de resistencia y de esperanza, los de Malraux, y de tantos que se involucraron en las Brigadas Internacionales. Como el padre del filósofo francés Bernard-Henri Levy, que escribe columnas para este periódico y es autor de un documental impactante, Slava Ukraini, sobre la guerra de Ucrania con referencias claras a la Guerra Civil española. George Orwell, Ernest Hemingway, Willy Brandt, Nikos Kazantzákis, Simone Weil, fueron actores y testigos del conflicto.

No es por azar que los grandes nombres del futuro estuvieran ya comprometidos a favor de la España republicana. Jean Moulin, jefe de gabinete de Pierre Cot, ministro de la aviación del gobierno francés, trasladaba clandestinamente material militar a los republicanos. Será el unificador de la resistencia interior y morirá torturado por los nazis.

No fue casualidad tampoco que, en agosto de 1944, "La Nueve", la división de republicanos españoles, fuera la primera que entró en el París ocupado, cerrando el círculo abierto ocho años antes.

Pero el mundo ya no era el mismo: el recuerdo de las atrocidades de la guerra civil, la crueldad de la represión, la habilidad de Franco, el comienzo de la Guerra Fría -para Occidente, el nuevo peligro era la Unión Soviética- ayudarían al régimen dictatorial a permanecer al poder varias décadas. Así, no se pudo borrar este "verano imperdonable"…

Sinfonía de horror, parangón de la renuncia, y al mismo tiempo rayo de esperanza y génesis de renovación. Todo esto fue la guerra de España.

¿Podemos sacar lecciones? La Historia no se repite de la misma manera, vivimos otros tiempos, pero podemos intentar aprender lecciones del pasado.

Y es aquí donde veo la relación entre el verano de 1936 en España y lo que ocurre en Ucrania. A lo mejor, los retos son hoy aún más claros.

Ceder frente al totalitarismo

En primer lugar, el deber de la lucidez nos incumbe a todos. Anticipar el peligro y no ceder frente al totalitarismo.

Segunda lección: la intransigencia. Hay ideas sobre las que uno puede debatir; pero hay principios sobre los que no se puede transigir. Estos principios han de recordarse incansablemente, han de reafirmarse con la misma fuerza. Son principios universales: la libertad, la democracia, el Estado de derecho, la dignidad del ser humano.

En fin, podemos leer, en los acontecimientos dolorosos del pasado como de hoy, una llamada de alerta, a estar permanentemente atentos, a anticipar la menor trampa.

Para saber lo que nos espera, pero por encima de todo para prepararnos con sangre fría y determinación. Ya que, en nuestro mundo, las amenazas son numerosas -proliferación nuclear, terrorismo islámico, populismos de derechas y de izquierdas, que son enemigos de la democracia, fanatismo, urgencias medioambientales-.

¿Cómo podemos dejar de ver en el episodio del verano de 1936 una advertencia? ¿Cómo no ver en este momento de confusión, en la indecisión que lleva a la ruptura, una conminación a adoptar siempre una actitud clara y firme?

Lecciones trágicas de la Historia

Cierto, lo repito, la época es muy diferente. Y sin embargo, la trampa está siempre ahí.

La confusión y la incertidumbre respecto a nuestros principios y a nuestras actitudes son siempre moneda en curso. Nos complacemos a veces demasiado en los que parecen ser nuestros intereses inmediatos en lugar de ver los peligros lejanos. La pequeña política frente a la altura de miras.

Como primer ministro de Francia siempre me planteé la dificultad en la toma de decisiones y la exigencia que debe animar a todo responsable público.

De Múnich a Múnich

La historia nos ha enseñado una lección trágica: hace 85 años los que querían evitar la guerra obtuvieron deshonra y guerra. En 2023, la historia no se ha repetido en Múnich. Hace unas semanas, los europeos anunciaron que querían aumentar su apoyo militar a Ucrania. Ahora deben dar forma concreta a este compromiso.

La claridad es, ante todo, nuestro deber moral. Dejemos claro que estaremos con los ucranianos todo el tiempo que sea necesario para obtener la paz que desean, que estará sujeta al derecho internacional y que les otorgará el derecho de su futuro.

También nos debemos este lenguaje de la verdad a nuestras opiniones públicas que ya no saben lo que es la guerra, porque disfrutan desde hace décadas de la democracia y de la paz. Ese es el magnífico legado de la construcción europea después de los horrores del siglo XX. Pero debemos mantenernos vigilantes porque la libertad es un bien frágil.

Frente a la amenaza rusa, es de interés estratégico para los europeos adoptar una posición clara. Procrastinar, poner condiciones, preparar compromisos, es debilitar la unidad europea y alentar a los enemigos de la libertad, que no quieren nada más que la incomprensión y la debilidad de los europeos.

Edificios derruidos durante el bombardeo de Guernica.

Edificios derruidos durante el bombardeo de Guernica. Archivo

¿Necesitamos recordarles que apoyar el esfuerzo de guerra de Ucrania no es una señal de belicismo? Esta guerra la quería Putin, es él quien la libra hoy en violación de todas las reglas del derecho internacional. Hace unos días, su discurso no abría ninguna perspectiva de paz, e incluso mostraba que no había renunciado a nada, el que considera a Ucrania como parte de la gran Rusia y al gobierno del judío Volodímir Zelensky como neonazi….

Así como hubo claramente en el origen de esta guerra un agredido y un agresor culpable de crímenes de guerra, hay un país que solo quiere recuperar sus territorios y su seguridad y otro que ha violado fronteras reconocidas por todos. Finalmente, hay una democracia frente a un régimen que no lo es. La elección no podría ser más obvia, ni lo que está en juego más crucial.

[Opinión: Occidente no debe tener miedo a apoyar a Ucrania hasta el final]

Corresponde a los europeos afirmarlo sin demora. Nuestra fuerza moral no es un valor de los días felices, debe ser una exigencia de los giros trágicos, tanto de la vigilancia en la alarma como de la determinación en la acción.

Pensar que el tirano se calmará, que podemos apaciguarlo, darle prendas o garantías, para no ofender su "honor", es perder el nuestro, y simplemente correr a nuestra pérdida porque la guerra sería pareja. Más devastador para el futuro de Europa. Nadie quiere aplastar a Rusia, solo queremos evitar que Rusia aplaste a Ucrania y los valores, nuestros valores, por los que los ucranianos luchan y mueren.

Los intereses de Europa, en juego

En Ucrania, como en España en 1936, lo que está amenazado son los intereses de Europa. Lo que esta en juego es en sentido estricto la existencia de Europa. Porque lo que se ataca es la posibilidad de vivir en paz en territorio europeo, según los valores que defiende Europa, la libertad, la justicia, la democracia y el respeto a la vida humana.

Eso también es la lección de aquel verano imperdonable de 1936.

Este mensaje se dirige a todos los demócratas. No es un tema de derechas o de izquierdas. Blum era un gran socialista pero hundió toda esperanza para preservar el Front Populaire y su alianza con el partido radical. Perdió parte de su alma, en aras de una realpolitik errónea.

Hoy la extrema derecha de Le Pen en Francia es cómplice de Putin. No es el caso de la italiana Meloni. En España, Podemos, socio del PSOE en el Gobierno, demuestra este mismo "pacifismo de cordero" peligroso para nuestros valores.

Es a los demócratas a quien la historia les habla y les transmite la orden de no retroceder jamás, de no abandonar nunca y de siempre estar expectantes. Si nosotros mismos nos convertimos en imperdonables, entonces habremos fallado estrepitosamente.

*** Manuel Valls es ex primer ministro de Francia.

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