Adriana Lastra anunció ayer su dimisión como número dos del PSOE. Aunque la "baja laboral prolongada" que alega como motivo de su renuncia bien podría ser una causa de fuerza mayor para descansar de sus obligaciones en la dirección del partido, sería ingenuo pensar que la drástica decisión de Lastra no tenga nada que ver con el clima de recelos que la líder socialista viene suscitando desde hace un tiempo en Ferraz.

No hay motivos para dudar de la veracidad del embarazo de riesgo de Lastra. Pero sí resulta sorprendente que la ya exvicesecretaria general del PSOE no haya optado por la fórmula de la baja de maternidad con reincorporación en su puesto y sus funciones. Y más cuando no ha renunciado a su escaño.

¿Por qué su actividad parlamentaria no supone un escollo para su embarazo, pero sí su labor al frente de la vicesecretaría?

Teniendo en cuenta las informaciones que hemos conocido en las últimas semanas sobre el descontento que existía en el PSOE con las decisiones políticas "erráticas", resulta difícil pensar que el de Lastra no sea un caso de crónica de un cese anunciado.

Este periódico ha venido informando de la disputa interna por el control de la Ejecutiva socialista que mantenían Lastra y Santos Cerdán, el secretario de Organización del PSOE. Consciente de que la guerra entre Lastra y Cerdán estaba debilitando al partido, Pedro Sánchez avanzó que intervendría para acabar con estos juegos de poder. Y no parece que la vicesecretaria haya sido la agraciada por la decisión del secretario general.

Tampoco hay que olvidar que el liderazgo de Lastra ya estaba siendo cuestionado tras los malos resultados del PSOE en las elecciones andaluzas del mes pasado. La responsabilidad del batacazo planeaba sobre la cabeza de la vicesecretaria, y todo hacía presagiar cambios en la Ejecutiva.

Torpeza del discurso

Por todo esto, la del embarazo peligroso resulta la peor excusa de todas las posibles. Queda por saber si la elección del relato para justificar su salida es obra de la propia Lastra, que podría haberse anticipado al cese forzoso. O bien si se trata de un relato pactado con el propio Pedro Sánchez.

Sea como fuere, estamos ante un ejercicio mayúsculo de torpeza política. Ferraz no ha medido bien las consecuencias de la lectura que la opinión pública va a hacer de este pretexto. Porque, como acertadamente han señalado feministas y algunas voces dentro del propio PSOE, que Lastra haya optado por la dimisión en lugar de por la baja laboral traslada el pernicioso mensaje de que se puede cesar a una mujer por quedarse embarazada.

Esta lectura es aún más sangrante para este partido en particular, que se ha distinguido por su vehemencia en la defensa de los derechos de las mujeres y que siempre ha insistido en medidas encaminadas a favorecer la conciliación y a alargar los permisos de paternidad. Que se haya invitado a la líder socialista a retirarse alegando un embarazo dinamita el argumentario feminista del PSOE.

Ferraz va a tener que cargar con el oprobio (y con la afrenta para las feministas) que supone esta dimisión. Aunque sólo se trate de un pretexto, han elegido el peor de todos, porque viene a sugerir que el embarazo de una mujer es motivo suficiente para que deje su cargo.

La ley contempla bajas, prestaciones y excedencias laborales para los casos de embarazo, con o sin riesgo, a los que Lastra podría haberse acogido. Pero nada tiene que ver esto con optar por la fórmula de la dimisión.

De todos los embarazos de líderes políticos en ejercicio que hemos vivido en España, este ha sido con diferencia el peor resuelto de todos. Basta con recordar los casos de Carme Chacón, Inés Arrimadas o Ione Belarra, ninguna de las cuales abandonó la política por estar encinta.

La artimaña discursiva que ha elegido el PSOE para maquillar el cese de Lastra es impropia de un partido que ha velado por la protección de las carreras profesionales de las mujeres. Aceptar la dimisión de su vicesecretaria por el motivo esgrimido contradice y deja en agua de borrajas la conquista feminista según la cual es posible la conciliación laboral y familiar.