El titular podría ser que dos ayuntamientos del PP (uno de ellos cogobernado por Vox) han cancelado a José Manuel Soto por motivos políticos. Y, aunque se tratase de una simplificación de la noticia, no faltaría a la verdad.

Una verdad que se resume en que los gobiernos municipales de Bormujos (Sevilla) y Villacarrillo (Jaén) han suspendido sendos conciertos del cantante sevillano que tenían programados próximamente para sus fiestas porque este escribió un tuit cagándose "en la puta madre" del presidente Sánchez y en la de sus votantes.

Algo que no han hecho obedeciendo a motivos artísticos o económicos ("no da la talla" o "no podemos pagar su caché"), sino políticos. Quiero decir, de corrección política y de interés político.

El cantautor andaluz José Manuel Soto.

El cantautor andaluz José Manuel Soto.

Me explico.

Corrección, porque no vetan a Soto por el fondo del mensaje (que íntimamente comparten), sino por la forma. Podría el autor de Por ella haber sido más sutil y elegante (¡más listo!) sin por ello perder contundencia a la hora de mostrar su descontento con Pedro Sánchez y sus electores, ni tampoco dos contratos.

Por ejemplo:

"Voy a hacer uso de mi libertad de expresión para desearle al Fernando VII con Falcon, allá donde esté, unas eternas vacaciones sin billete de vuelta, y a sus millones de apoyos, unidos por la fobia a lo español, que sigan jalando de las caenas".

En este supuesto sí hablaríamos de una censura política pura y dura. Pero no es el caso. Los filtros están precisamente para inhibir el paso de lo grosero cuando se abren las compuertas de las esclusas a ese torrente que es la libertad de expresión.

Señor Soto, ¿usted cree que si yo dijera en mis redes sociales lo que hablo con amigos entre cervezas o en el grupo de WhatsApp me permitirían estar escribiendo aquí o en cualquier otro periódico?

Mas también dije que se trataba de un asunto de interés político. Es evidente que el Partido Popular saca rédito del veto al artista de derechas. Es poner tierra de por medio con Vox, partido con el que paradójicamente gobiernan en Bormujos.

Es así de retorcido, pero los populares se hubiesen pensado más sacar del cartel a un, perdón por la redundancia, artista de izquierdas (Ismael Serrano por ejemplo) por un comentario igual de bestia que el de Soto contra Feijóo y sus votantes (¡contra ellos mismos!). Todo por miedo a ser tachados de esto y de lo otro por los mismos que ahora le aplauden por obedecer las reglas del juego progresista.

No muy lejos de Villacarrillo, en Jaén capital, el ayuntamiento de PP y Jaén Merece Más se han visto en la obligación moral de incluir una obra de Ana Belén en cartelera, no vaya a ser que la SER, El País, Sara Sálamo y Quique Peinado saquen a pasear en Twitter a la ultraderecha, a la momia de Franco y a Fraga en Palomares. 

Como muestra, esta excusatio non petita, esta acomplejada frase del comunicado del consistorio del municipio del Aljarafe contra Soto: "Unas declaraciones que no representan la postura oficial de este Ayuntamiento ni reflejan las opiniones ni formas de actuar del nuevo Gobierno de Bormujos".

¿Acaso las tetas de Amaral sí representan la postura oficial del Ayuntamiento y reflejan las opiniones y formas de actuar del nuevo gobierno de Aranda del Duero?

Y hete aquí el problema, la limitación del artista al estrecho cerco político. La libertad del artista sometida al cedazo de los intereses electorales de concejaluchos y mamandurrios.

Pero lo peor es cuando es el propio artista el que se autolimita bajando al barro donde se dirime esa rastrera lucha entre politicastros serviles y mediocres. ¿En qué momento se pone un creador al servicio de un mecenas sectario, ruin y avaro?

Porque ya me dirán la necesidad que tienen José Manuel Soto y Eva Amaral, dos cantantes como la copa de un pino, con trayectorias tremendas, de enseñar groseramente las tetas la una y los huevos el otro cuando en un sólo verso de Sin ti no soy nada o de El loco del mar hay más transgresión, originalidad, sensibilidad y denuncia que en cualquier pezón o cojón.

Pero, por cerrar con el asunto que nos atañe en esta columna (lo de Soto), cabe concluir que quienes realmente salen perdiendo en esta polémica son los bormujeros y los villacarrillenses, que se quedarán sin escuchar a uno de los artistas andaluces con mayor sensibilidad lírica y vocal (Como una luz, Tormenta de verano o Mi tierra), a un romántico cantautor, por ser un bocachancla y un cazurro en Twitter, y por tener unos ediles acomplejados y paternalistas.

Unos paisanos que por "promover el diálogo constructivo y la participación ciudadana, creando espacios para el intercambio de ideas y la construcción de consensos" se van a comer el concierto de una charanga de pueblo o del penúltimo trapero insoportable.