José Luis Rodríguez Zapatero ya no es un zorrillo espantado en mitad de la carretera bajo las luces largas del camión cisterna de la derecha española, atronador, imparable. Ahora se ha hecho mayor, a sus 62 años, más de diez después de que abandonase la presidencia del Gobierno, el niño leonés del talante, que es una cosa infinita hasta que se agota. 

Zapatero abría sus ojos clarísimos al mundo levantando las cejas de pura incomprensión infantil, como preguntándose genuinamente "¿cómo podéis ser tan malos, coño?", y el mundo nunca contestó, sólo siguió golpeándole hasta que estuvo en el suelo, porque España tiene ese deje bully. Te dice que eres amigo de terroristas y dictadores venezolanos mientras te juzga sólo por tus errores, te calza una somanta de palos y nunca se mira al espejo en sus propias crueldades. 

José Luis Rodríguez Zapatero.

José Luis Rodríguez Zapatero. Tomás Serrano

Así que José Luis aguardó a que la sangre se le secase de la boca, se levantó del asfalto y esperó pacientemente a que el tiempo le diese la razón para volver a embestir, para volver a influir en la actualidad política y poner los puntitos sobre las íes, pero entonces su mirada ya era otra, más larga, inteligente y cruda. De buenas a primeras se ha convertido en una muleta imprescindible en las horas aciagas del presidente, cambiando el cansadamente seductor "te miro y te embarazo" de Sánchez por su propio "te miro y te fulmino, de mí aquí no se ríe ya ni el papa". 

Hay algo nuevo, algo cortante en su carácter. Hay una dureza insólita, una callosidad, una solidez recién estrenada, un "no me toques las palmas que me conozco", un "si ya saben cómo me pongo, pa'qué me invitan", un "cabalga tú ahora este tigre, máquina", al más puro estilo de su admirado Borges, afiladísimo en sus revanchas dialécticas. Se ha cansado. Estiraron demasiado su chicle de fresa, su masoquista sentido del diálogo, su forma pagana de poner la otra mejilla. Es un "se acabó la broma" corpóreo, un "ya me habéis hinchado las narices, pandilla de gaznápiros". 

Zapatero es nuestro Conan, nuestro Chicho Terremoto. No estaba muerto ni de parranda, estaba cocinando mala leche y entrenando el verbo para vengar algún día su imagen, su legado, su impronta. Hoy mira a la cara a los viejos matones de la clase, fortalecido. Ha pasado de fase, va iluminado. Transitó las selvas, los desiertos, los glaciares, en fin, los mil calvarios del abnegado héroe al que culparon de la peor crisis económica de la historia de la democracia española, y ahora a él, ya, "plín", que diría Carmina Ordóñez. Ha alcanzado la verdad y viene a ofrecer su palabra. 

Recuerda Zapatero al señor Miyagi ubicando vivo al joven Daniel LaRusso (aquí Sánchez) en Karate Kid. La campaña se la ha hecho José Luis a Pedro, al menos antes de que este desembarcase en El Hormiguero, un ring inhóspito donde demostró que había aprendido de su antecesor que no hay malas plazas, sólo malos toreros. Dar cera, pulir cera. La idea del kárate, como la de Zapatero, es no golpear hasta que no quede más remedio, pero, Mari Puri, hasta aquí nos han hecho llegar

La cosa tiene algo de careo generacional. Días antes de que Sánchez noquease a Motos (para ser tan chulo, Pablo, hay que ser más listo), Zapatero hacía lo propio con el todopoderoso Carlos Herrera, ese caballero que heredó la voz y el micro del dios del Antiguo Testamento una vez fallecido Constantino Romero. Herrera te habla y tú estás ya sacando el coche del párking para sacrificar a tu único hijo en el monte Moriah, pero el socialista ni se despeinó. Sólo se limitó a ampliar la llanura de su ya amplia frente, consecuencia de su sempiterno gesto de estupefacción, y a sacar la artillería de lo estudiado. Van preparadísimos estos chavales. 

"Bajo mi gobierno se terminó ETA, se entregó, se rindió, lo digo y lo afirmo", lanzó José Luis. "Sí lo digo. Sí-lo-digo". Elevó la voz y allí se quedó turulato hasta el apuntador. Esta Carlos no la vio venir. Sacó fuelle todavía para preguntarle si creía que Sánchez se había equivocado al pactar con "partidos filoetarras", y Zapatero le corrigió, inclemente, como el profesor que alerta al alumno de que está copiando mal el dictado. "Partidos que cumplen todos los requisitos democráticos. Partidos que cumplen todos los requisitos democráticos". Entendido, entendido. 

Zapatero va sanchista ("su gestión ha sido espectacular"), va desatado, va pegando melenazos camino de la plaza de Zerolo para celebrar el Orgullo y esta conga amenaza imparable. Días después de la contienda en Cope, preguntaron a Herrera que qué tal se sentía tras la comentada entrevista. Un pelota de la radio llegó a asegurar que había "intimidado" a Zapatero, que le había "puesto nervioso". Con un par. Él, más honesto, se encogió de hombros: "No, no, ya me lo advirtió él, 'yo tengo que crear ánimos a los míos, ánimos a mi gente', se entiende, ¿no? Y lo hizo. No sé si fue producente o contraproducente para sus intereses", alegó, con el ojo entumecido.

Ahora cobra más sentido que nunca que la película favorita de Zapatero sea Johnny cogió su fusil. Está mirando al tendío' como preguntando "¿queréis venir a por más?". 

También se entiende que su libro de cabecera sea El Quijote, una obra que interpreta como "la Constitución de la vida", una que, asegura, "representa el pensamiento español". Ejerce de escudero de Sánchez. Es su Sancho Panza, el tío que hace tomar tierra a sus ensoñaciones, a sus delirios de grandeza, a su vanidad. El tío que lucha por su supervivencia tras los idealismos, tras las utopías. 

Pero hay algo más, algo que tiene que ver con la propia reivindicación. Zapatero está aprovechando este trágico momento para el PSOE, después de los descacharrantes resultados de las autonómicas, no sólo para alertar acerca de la amenaza del "fascismo" y de la "ultraderecha" (esa que quita banderas arcoíris de los balcones), sino para recordar su valía como presidente en un momento donde se enarbola el fantasma de ETA y se cuestiona el feminismo "pasado de rosca" y la cartera de Igualdad. 

Qué gracia que Irene Montero le haga tanto la ola (es el único que ha salido medio a dar la cara por ella) cuando su partido, Podemos, nació para destronar a políticos bipartidistas como Zapatero. ¡Vivir para ver! Ay. Nos hacemos mayores. Se cierra un ciclo. 

Viene Zapatero a aplicar su memoria histórica, sin paños calientes, como el paladín de la España civilizada y progresista. Él legalizó el matrimonio homosexual, él creó la ley para la igualdad efectiva entre hombres y mujeres, y los Juzgados de Violencia sobre la Mujer, y la Ley Orgánica de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, y la ley de divorcio exprés, y varias cositas más con las que está encantado de darte en la cara. Pero se explica mejor ahora que cuando estaba en el poder, ¿no es curioso? ¿Por qué somos más brillantes que nunca a deshora? ¿Por qué la réplica perfecta nos aparece en la punta de la lengua décadas más tarde? 

Te lo está diciendo, te está cogiendo por la solapa. La Historia le absolverá, pero la Historia siempre empieza hoy. 

"No hay una sola cosa en el mundo que no sea misteriosa, pero ese misterio es más evidente en determinadas cosas que en otras. En el mar, en el color amarillo, en los ojos de los ancianos y en la música", diría su Borges. Sí. En el mar, en el color amarillo, en los ojos de los ancianos, en la música… y en los hombres que se defienden mejor cuando ya han sido derrotados. Feliz lucha. 

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