Son malos tiempos para la literatura. Igual que el carlismo no desaparecía viajando, tampoco se aborta la ignorancia leyendo. El prime time de Pablo Iglesias en La Sexta fue una dolorosa estocada al libro, tradicional oasis del pensamiento crítico.

El experimentado lector Iglesias (no anida en esta catalogación ni una pizca de ironía) comparó al fugado Carles Puigdemont con el exilio republicano. Un disparate, por cierto, mucho más doloroso para la izquierda que para la derecha, a la que considera hija directa del franquismo.

Todavía viven decenas de exiliados españoles. Escaparon casi siempre de noche, enfermaron en el frío de la montaña y muchos de ellos acabaron en un campo de concentración. Iglesias lo sabe (o debería saberlo) porque lo ha leído. Disfruta con la Historia y le dedica tiempo. Ha buceado en las novelas y en los discursos más reseñables de la guerra.

El vicepresidente nos dejó helados. El sectarismo suele conducir al hombre a retorcer el pasado para calumniar a su adversario, ¡pero ocurrió justo lo contrario! Su respuesta no humilló la herencia del bando sublevado, sino la de la Segunda República. 

¡Qué diría Azaña! Aquel hombre ya delgado y enfermo, encerrado en un hotel de Montauban, delirante de miedos, que se despertaba en medio de la noche creyendo que los nazis le habían capturado. O Largo Caballero, raquítico y hambriento, atrapado en el infierno de Sachsenhausen.

Muchos sentimos cierta debilidad por los políticos que leen. ¡Nos quedan tan pocos! Resulta delicado alabar a Zapatero vista su hoja de servicios, pero va a publicar un ensayo sobre Borges. Pedro I, su descendiente, los publica sobre sí mismo… ¡y ni siquiera los escribe!

Por eso, celebro que Iglesias retuerza la Historia de cuando en cuando. Es el mal menor para lograr el enriquecimiento del debate. Obliga a algunos parlamentarios iletrados a embadurnarse en la literatura que tanta alergia les ocasiona. Pero de ahí a comparar al aburguesado Puigdemont con la miseria del exilio…

¡Estimado Pablo, dónde fueron a parar las letras que penetraron en tu retina! En el campo de Argelès-sur-Mer (seguro que has visto las fotos de Robert Capa), los republicanos españoles excavaban en la arena para no tener que mear en el lugar donde dormían. No logro divisar en ninguno de ellos (ni siquiera borracho del realismo mágico de Valle) el más mínimo parecido a Puigdemont.

Ya que me he permitido el tuteo al final de esta columna, déjame que aproveche esa confianza para regalarte una idea. Olvida estas líneas, sé que lo dijiste para pescar votantes entre los nacionalistas. Da marcha atrás o te dejarán de votar los hijos de los republicanos. Di que fue un desliz, que se te exilió la olla.