De la misma manera que la noche anterior a la penúltima sesión de control Sánchez sabía que habían detenido a Koldo, cuando este miércoles subió con la motosierra a la tribuna, también somatizaba otra mala noticia. Sabía que, en cuestión de horas, Aragonès iba a convocar elecciones anticipadas en Cataluña.

Es decir, que toda su planificación para la legislatura iba a saltar por los aires. Esto implica cuatro inconvenientes muy concretos.

El kafkiano escarabajo Puigdemont.

El kafkiano escarabajo Puigdemont. Javier Muñoz

1.- Sánchez ya no tendrá la opción de pactar con Puigdemont el presupuesto de este 2024, vinculándolo a la beligerancia gubernamental en la aplicación de la amnistía.

El trato era algo así como tú me apoyas las cuentas a cambio de concesiones asumibles y yo te garantizo el respaldo de la fiscalía frente a los jueces que arrastren los pies y, en último caso, el indulto de quienes, como los CDR, puedan quedar excluidos. Ese papel de centinela de la ley tendrá que hacerlo gratis et amore.

2.-Sánchez ya no tendrá entre ocho y diez meses de margen para que el constitucionalismo catalán digiera la amnistía y cierre filas en torno a Illa como su "Salvador" contra la autodeterminación. De hecho, cuando se vote en Cataluña el 12 de mayo, la ley todavía seguirá en el Senado. Eso será un incentivo para que una parte del 51% de catalanes contrarios a la amnistía, según nuestro sondeo de hoy, apuesten por el PP.

Eso no se refleja aún en las encuestas, entre otras razones por la indefinición de Feijóo sobre su candidato. Pero cuando tal incógnita se despeje, esos votantes tendrán la esperanza de que una doble derrota de Sánchez en las autonómicas y en las europeas pueda hacer descarrilar in extremis una ley tan perniciosa y divisiva.

3.- Sánchez ya no tendrá la capacidad de prorrogar el presupuesto del 24 durante el 25, para llegar al ecuador de la legislatura con la baza de la "normalización" de la política catalana. Su objetivo era poder entrar entonces en una larga negociación con Junts, para negarse al final a pasar por el aro del referéndum y adelantar las generales al otoño del 25 o al inicio del 26.

Eso le hubiera permitido presentarse nada menos que como el garante de la Constitución frente a la avalancha por él mismo desatada. Tenía pensado hasta el lema: amnistía sí; unidad de España, también.

Su problema es que el reloj de la cuenta atrás se ha puesto ya en marcha, mucho antes de lo previsto, como lo prueba la reunión de ayer en Suiza, y eso reduce prácticamente en un año su margen para estirar el chicle.

4.- Sánchez ya no podrá compatibilizar el resultado de las elecciones catalanas con la continuidad de la legislatura. Tanto si le salen bien, como si le salen mal.

El primer escenario, avalado hoy por los sondeos, supondría que Illa podría gobernar al frente de un tripartito con ERC y los Comunes, lo que llevaría a Junts a endurecer su oposición separatista en Barcelona y poner a Sánchez un precio inasumible en Madrid.

La segunda opción implicaría una nueva mayoría separatista en el Parlament, certificaría el fracaso de la política de "reencuentro", dejaría a Sánchez visto para sentencia y al PSOE literalmente para el arrastre.

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¿Qué podía hacer este miércoles Pedro Sánchez, ante esta cuádruple contrariedad y con el caso Koldo erosionando día a día su apoyo social? Lo de siempre, demonizar a los líderes del PP. Aunque en esta ocasión, en grado extremo.

La primera vez que exigió la dimisión de Ayuso pensé que estaba refiriéndose a su condición de novia o pareja del ciudadano González Amador, acusado de fraude fiscal por Hacienda.

Pero, claro, pedirle a una mujer que se separe o divorcie por la presunta falta de ejemplaridad de su cónyuge no parece muy feminista. Máxime cuando los hechos inspeccionados por Hacienda fueron en gran medida anteriores a su relación.

El despropósito llegó al quedar claro, por vía de insistencia, que lo que pedía Sánchez era que Ayuso dimitiera no como novia, sino como presidenta de la Comunidad que la avaló hace diez meses con la mayoría absoluta. Y eso sin poner sobre la mesa un solo dato que vincule la presunta evasión fiscal ni tan siquiera los ingresos de González Amador con algún tipo de trato de favor por parte de la Comunidad de Madrid.

Es obvio que estaríamos en otra situación si aflorara algo parecido a eso. Pero el gobierno maneja la brocha gorda y no el pincel fino.

"A día de hoy, no hay más caso de corrupción sustanciado ante los tribunales que el de la trama de Koldo, protegida por Ábalos y los gobiernos de Canarias y Baleares"

Pocas cosas producen tanto bochorno e inseguridad democrática como escuchar a una ministra de Hacienda revelar información confidencial de un contribuyente para dictar sentencia política contra su cónyuge. Si alguien debería abstenerse estrictamente de comentar un caso de fraude fiscal sub judice, debería ser María Jesús Montero, por muy vicesecretaria del PSOE que además sea.

Pero es que Sánchez no se limitó a pedir sin base alguna la dimisión de Ayuso, sino que metió también en el lote a Feijóo, recurriendo una vez más a su foto de hace 29 años con el narco Marcial Dorado. Y encima la adornó con supuestos viajes a Canarias, Ibiza, Portugal y Andorra, sugiriendo poco menos que Feijóo le acompañaba a blanquear allí su dinero sucio.

Es una inferencia tan burda como la de quienes deducen que si Begoña Gómez se reunió dos veces con Javier Hidalgo en vísperas del rescate de Air Europa, tenía que estar mediando para que el Gobierno presidido por su marido concediera los 615 millones a la aerolínea.

[Pedro J.: "No hay base para pedir la dimisión de Ayuso ni denunciar a Sánchez por un conflicto de intereses"]

Cabe alegar que Hidalgo no ha sido condenado nunca ni por narcotráfico ni que yo sepa por nada. Pero la otra diferencia es que la Xunta de Galicia tampoco concedió cantidad o favor alguno al supuesto amigo de quien en 1995 era su vicepresidente.

En resumidas cuentas, al día de la fecha no hay más caso de corrupción política sustanciado ante los tribunales que el de la trama de Koldo, protegida por Ábalos y los gobiernos socialistas de Canarias y Baleares. La escalada subsiguiente de ventiladores cruzados deberíamos habérnosla ahorrado.

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Tan imprudente y desmesurado, o como mínimo prematuro, es que el presidente del Gobierno pida la dimisión de Ayuso como que el líder de la oposición denuncie a Sánchez ante la Oficina de Conflicto de Intereses.

En uno y otro asunto, debemos aferrarnos al rebus sic stantibus, pues siempre podría desvelarse alguna circunstancia nueva que cambiara esta valoración. Pero también deberíamos, entre tanto, otorgar a los líderes políticos una presunción de integridad y limpieza.

Y no sólo porque nos empobrecería transformarnos en una sociedad inquisitorial en la que Ayuso tuviera que preguntar antes de acostarse con alguien si está al día con Hacienda y Begoña Gómez tuviera que rehusar dos billetes de avión de una empresa a la que pudieran afectar futuras decisiones de su marido.

Hay además un motivo político sustancial para pedir contención y sentido de la medida, o cuando menos cautela, tanto al Gobierno como a la oposición. Porque los únicos beneficiarios de este deprimente paisaje de imaginaria corrupción generalizada, que unos y otros vuelven a pintar ante nuestros ojos, son hoy en día los separatistas.

"Con todas sus imperfecciones España sigue siendo una democracia constitucional capaz de resolver sus problemas a través de las urnas"

Antes también se aprovechaban Vox y Podemos, pero la patente decadencia de ambos deja al Bloque Nacionalista Galego, a Bildu y especialmente a Puigdemont -toda una paradoja tratándose del legatario del 3% convergente- como grandes pescadores en este turbio rio revuelto.

No hay más que constatar el alborozo con que los medios afines a Junts reflejan cada acusación de corrupción entre los grandes partidos, cada noticia denigratoria para los jueces o no digamos cada insidia salaz contra algún miembro de la Familia Real.

Con todas sus imperfecciones España sigue siendo una democracia constitucional, capaz de resolver sus problemas a través de las urnas, y una sociedad próspera, envidiada por sus infraestructuras y calidad de vida. Pero ya se sabe que detrás del más bello macizo de rododendros siempre aparece un escarabajo pelotero haciendo acopio de estiércol para alimentar a sus larvas.

Ese es Puigdemont. Basta repasar la antología de denuestos, con los que a modo de preparación artillera sigue planificando su próxima incursión para expoliarnos una parte del patrimonio común. Todos proceden del banco de inmundicias que otros abastecen y él gestiona.

Durante siglo y medio ha imperado la célebre estrofa de otro catalán, Joaquín Bartrina, sobre el masoquismo patrio: "Oyendo hablar a un hombre, fácil es/ saber dónde vio la luz del sol/ Si alaba a Inglaterra, será inglés/ Si reniega de Prusia, es un francés/ y si habla mal de España… es español". Pero ahora la quintilla ya tiene otro final, sin necesidad de cambiar la rima, porque, escuchando cuanto llega de Waterloo, "si habla mal de España… es Puigdemont".

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Nuestro colaborador y brillante catedrático Agustín Ruiz Robledo publicó este jueves un ingenuo tuit: "A lo mejor es una buena idea que el PP apoye los presupuestos de 2024 a cambio de que el PSOE retire la Ley de Amnistía". Si en vez de "apoye" hubiera puesto "pacte" o "negocie" yo estaría al cien por cien de acuerdo, incluso en las actuales circunstancias.

Ruiz Robledo respondía así al llamamiento que acababa de hacer el presidente de la CEOE Antonio Garamendi para que PSOE y PP "ayuden a salir de esta situación" ya que "no es nada bueno que el país se quede sin Presupuestos porque las inversiones del Estado no se podrán realizar" y "los extremos son los que mandan".

Comparto también el diagnóstico con el matiz de que "los que mandan" no son "los extremos", sino un separatista fanático y sus secuaces. Si Sánchez ha desistido de negociar los Presupuestos (en contra del propio criterio de Yolanda Díaz) no ha sido por miedo a no contar con Podemos, Esquerra o Bildu, sino por el convencimiento de que, una vez convocadas las elecciones catalanas, el precio que iba a ponerle Puigdemont iba a ser astronómico. Del referéndum de autodeterminación para arriba.

Y es que la realidad viene demostrando tozudamente que la supuesta “mayoría progresista” del 23-J, en el caso de que exista, no es de Sánchez sino del reaccionario Puigdemont.

"Toda la conversación pública gira sobre las posibles estratagemas que permitirían a Puigdemont rentabilizar a la vez el exilio y la amnistía"

Así quedó patente cuando la elección de Francina Armengol, requirió de una petición urgente de oficialidad del catalán en la UE que no deja de causar estupor en Bruselas.

Así quedó patente cuando la investidura de Sánchez tuvo como contrapartida la amnistía y la negociación en Suiza con el verificador salvadoreño tanto del referéndum de autodeterminación como de la soberanía fiscal de Cataluña.

Así quedó patente cuando la convalidación en enero de los decretos ómnibus con medidas sociales sólo fue posible mediante el compromiso de una transferencia "integral"de las políticas de inmigración a la Generalitat.

Así ha vuelto a quedar patente durante la tramitación de la Ley de Amnistía cuando una y otra vez Sánchez ha tenido que traspasar sus líneas rojas hasta aceptar la omnicomprensiva redacción que pretendía Puigdemont.

Y así está quedando patente ahora cuando, desde la disolución del Parlament, toda la conversación gira sobre la serie de posibles estratagemas que permitirían a Puigdemont rentabilizar a la vez el exilio y la amnistía.

[Editorial: Una amnistía repudiable que sólo garantiza la inestabilidad]

Hasta tal punto la obsesión con Puigdemont impregna ya la política catalana que este viernes un murmullo brotó del plenario del Congreso del PSC, cuando la presidenta de la mesa dio la bienvenida al presidente del Colegio de Economistas, Carles Puigtraví y se vio obligada a deletrear de nuevo su apellido ("Puig..traví"), añadiendo un divertido "¡Cómo sois!". No, el "president" (como dicen Sánchez, Bolaños y Santos Cerdán) todavía no estaba allí.

La situación me recuerda a un relato en el que Kafka describe la aparente agonía de un escarabajo volcado sobre su caparazón, moviendo sus patas con espasmódica impotencia y dando como quien dice las últimas bocanadas. Así estaba Puigdemont antes del 23-J.

Inesperadamente llega entonces una inquieta e intrépida lagartija que, pese a su limitado peso, se mueve con inteligencia por debajo y por encima del escarabajo hasta lograr hábilmente enderezarlo. El escarabajo sigue su camino, vuelve a hacer acopio de estiércol y pronto se encarama ya sobre su bola fétida. Así está ahora Puigdemont.

Kafka no nos cuenta qué le ocurrió a la lagartija.