Santiago Muñoz Machado, director de la Real Academia Española de la Lengua, posa antes de su entrevista con este periódico.

Santiago Muñoz Machado, director de la Real Academia Española de la Lengua, posa antes de su entrevista con este periódico. Cristina Villarino

Opinión HABLANDO SOBRE ESPAÑA

Muñoz Machado, director de la RAE: "Antes que ceder a la presión política, cerraríamos la Academia"

"La sociedad margina a quienes no cumplen las normas de la Academia" / "Si no sometemos a las máquinas a una disciplina lingüística, nacerán dialectos digitales que romperán la unidad del castellano tras trescientos años" / "El lenguaje inclusivo es muy minoritario más allá de la política".

23 julio, 2023 02:33

En la RAE, las escaleras llevan alfombra. Las escaleras son la metáfora de la lengua; y las alfombras, de su regulación. Aparentemente, como en la canción de Serrat, cada quien es cada cual y baja las escaleras como quiere. Sin normas, sin alfombras, seguimos comunicándonos. Pero sólo aparentemente. Porque si al final prendemos fuego a las alfombras, habrá alguna que otra guerra nacida de la muerte de la lengua común.

Eso es lo que uno va asimilando, casi por inhalación, cuando entra en esta casa-palacio de finales del XIX. Como si se hubiera organizado un submarino de opio y, sin necesidad de fumar, penetrase en nosotros, sólida y palpable, esa conclusión: los académicos llevan defendiendo el idioma trescientos años, pero su batalla dependerá siempre de nosotros. De nuestros mensajes, de nuestra forma de ligar, de nuestros gritos al brindar.

Aparece Santiago Muñoz Machado (Córdoba, 1949), el director. Nos lleva, como culmen del ritual, al salón de plenos. El tapiz verde, la mesa redonda. La lámpara también redonda que la ilumina. La luz es eléctrica y amarilla. El suelo, de madera. Don Santiago tiene la barba y el pelo blanco, pero cabe mencionar que los académicos no son los mismos desde hace trescientos años.

Entrevista a Santiago Muñoz Machado Laura Mateo

Lo confirmamos por si acaso lanzando una pregunta para testar el año desde el que se ha aparecido el señor director.

–Como no sabíamos cuánto tiempo teníamos, hemos preparado una entrevista larga. Hasta que usted se aburra o nos eche.

–Tranquilos. En cualquier momento, yo les pido un Cabify.

Cuando habla, es como si don Santiago perdiera veinte o treinta años. Acepta la broma, empuja a la ironía. Es como una de esas obras de Valle-Inclán en que, de pronto, todos estamos riendo... y uno la palma. Por ejemplo: charlamos de la inteligencia artificial de manera divertida. De repente, dice: "Hemos cogido del cuello a los fabricantes para que enseñen a sus máquinas a respetar las normas de la RAE". Pero él vuelve a sonreír y nosotros también.

Rodeamos el salón para llegar a su trono –es literalmente un trono–. En el sitio del director hay una campanilla de plata y una oración en latín, que se lee al inicio de cada cónclave. No tocamos nada, ni siquiera preguntamos si se puede tocar. Miramos, de hecho, a un metro de distancia. Tampoco sacamos fotos con el móvil. No es una cuestión de voluntad, sino de ambiente. Otra vez el submarino de opio. Al salir, despojados del hechizo, regresamos a la provocación.

–Señor director, ¿los académicos se sientan siempre en el sillón de su letra?

–No. De hecho, ninguno se sienta en su letra. Bueno, uno en particular pidió ver cuál era el suyo. Había sentada otra persona y le pidió que se lo dejara. Desde entonces, usa el suyo. Pero lo habitual es que el nuevo entre y se le indique un sitio libre.

–Practican ustedes el transformismo.

–Por lo menos a efectos de los sillones.

Es día de elecciones. Un buen momento para aprender cómo es la política aquí dentro y cómo le afecta la de fuera. Hablaremos del presupuesto –¡con lo feo que queda hablar de dinero en este lugar lleno de libros!–, del diccionario, del lenguaje inclusivo, de la inteligencia artificial, del Parlamento, del Gobierno, de España en general. Casi siempre con Cervantes al fondo, materia en la que es experto el señor director.

Premio nacional de Literatura y de Historia además de jurista de aquilatado prestigio, don Santiago ha publicado con la editorial Crítica un libro sobre el autor de El Quijote que cuenta con más de mil páginas. No es que midamos su calidad al peso, pero en este día de julio, de más de treinta grados, traer el tomo hasta aquí ha sido toda una proeza.

Ni se fotografía ni se cuenta lo que ocurre en el salón de plenos que nos acaba de mostrar. Tiene cierto halo de misterio.

Se fotografía cuando vienen ustedes los periodistas [sonríe].

Me refiero al salón de plenos con vida dentro.

Siempre se dibuja como un lugar misterioso, es verdad. Allí se reúnen las 46 personas que forman el pleno, ¡todas muy dignas e importantes! Algunos se ausentan por razón de edad o enfermedad. Pero de los 40, digamos, activos, siempre asisten unos 36. Las deliberaciones son secretas. Servimos a la lengua: a su regulación y a su unidad.

El secreto.

No hay razón especial para ser demasiado secretos. De hecho, desde que estoy en la dirección, nos hemos esforzado mucho en la transparencia y en la comunicación. Queremos estar presentes en la sociedad española y en toda la geografía hispanohablante.

Está a punto de estrenarse en la Fundación Juan March una comedia inédita de Cervantes, La casa de los celos. No es mal título para un día de elecciones, ¿verdad?

No es mal título. Estamos todos muy ansiosos por conocer los resultados de las elecciones. Va a ser un momento muy importante para el país.

Dedica un capítulo de su biografía a la magia. Parece mágico que, tantos siglos después, todavía exista un texto de Cervantes por estrenar.

Supongo que los cervantistas habrán puesto en duda que la obra sea cervantina. La magia y Cervantes son dos conceptos unidos. Era un escritor al que le atraía mucho la brujería, sobre todo para reírse de ella. También generaba argumentos literarios en torno a eso.

Da la sensación de que ha venido existiendo una fuerte polarización en torno al estudio de Cervantes. Usted habla de dos grupos: los que le reconocen "grandes conocimientos teóricos" y los que no. Nos encontramos ante una España, entonces, muy cervantina; de dos bloques.

Los españoles somos así. Lo aplicamos a Cervantes y a cualquier otra situación. Mucha gente piensa que Cervantes fue un sabio universal. Fíjese en los libros que se han escrito sobre "el derecho en Cervantes", "la astronomía en Cervantes", "la arquitectura en Cervantes", "la economía en Cervantes". Como si fuera un sabio verdaderamente excepcional. No lo fue. De veras que no. Fue un hombre de su tiempo que utilizaba los resortes de la sociedad que conocía.

¿Los sabios se metían con él?

Los eruditos se metían con él porque no había constancia de que tuviera formación universitaria. Fue un autodidacta que, si acaso, llegó a bachiller. Estudió hasta los veinte años, cuando se tuvo que ir del país.

Usted no tiene elecciones hasta 2026, qué tranquilidad.

Hasta diciembre de 2026. No crea que me incomodan las elecciones, ¿eh? ¡Me gustan mucho las elecciones! Lo que no me gusta es ganarlas: es muy pesada la carga de dirigir una institución como esta.

No le creo, eso es falsa modestia. Debe de ser emocionante dirigir este lugar.

Es un gran honor, pero me gusta subrayar que da mucho trabajo.

¿Qué tal van sus relaciones con la oposición de la Casa? ¿Cómo es la política aquí dentro?

¿Hay oposición?

Usted me lo dirá. Recuerdo haber escrito las elecciones que le enfrentaron a Juan Luis Cebrián casi como si fueran las de ahora.

Hubo otro candidato, es verdad. Y lo hubo felizmente. Es bueno que los académicos tengan más de una opción. Gané yo, pero el otro candidato siempre ha sido un colaborador extraordinario de mi Gobierno [lo dice con ironía] en la RAE. Es un académico estupendo. No falta nunca y participa en todas las actividades de la Casa.

Pero, ¿cómo funciona la oposición? ¿En qué se traduce?

Esta es la Casa de las palabras. Deberíamos buscar alguna que no fuera oposición. Es un término que utilizan los políticos para remarcar las diferencias entre ellos. Aquí existen distintas líneas de pensamiento: unos creen que la RAE debería orientarse más a la literatura clásica, otros conciben que deberíamos dedicarnos exclusivamente a la lengua, otros apuestan por un carácter más panhispánico… No hay una oposición entendida como alternativa total.

Su predecesor, Darío Villanueva, habló una vez de la "malignidad cordial" de los académicos. Usted, en cambio, dice que funcionan como "un grupo de amigos que se reúne para discutir". Pero también hay malignidad entre los amigos, don Santiago.

Hay malignidad entre los amigos. También broncas. Esta es una asociación de personas cultas con muchas ideas sobre lo que ocurre en el mundo. No tenemos ningún problema en discrepar.

¿Qué quería decir Villanueva con eso de la "malignidad cordial"?

En algún tiempo, cuando él era director, hubo una tensión superior a la ordinaria. Imagino que se refería a que a él le lanzaban pullas mayores a las que me lanzan a mí. Y no todas eran santas.

Muñoz Machado, durante la entrevista, con un busto de su biografiado Cervantes al fondo.

Muñoz Machado, durante la entrevista, con un busto de su biografiado Cervantes al fondo. Cristina Villarino

Si en la política los puntos de conflicto son el feminismo, la guerra civil o el cambio climático, ¿cuáles son aquí dentro los mayores motivos de disputa?

Puede haber debates apasionados por una tilde.

Lo del sólo y el solo fue tremendo.

Ha sido caballo de debate durante años. Había un escritor… Podemos ponerle nombre: Arturo Pérez-Reverte. Él creía que la Academia debía ser más clara y aconsejar la tilde para diferenciar. Los gramáticos de la Casa pensaban que, sin la tilde, ya estaba todo suficientemente claro. Esa pugna nos llevó a un par de plenos muy tensos.

Ocurre con alguna otra materia, por ejemplo cuando se debate la incorporación de una palabra al diccionario. Unos piensan que es prematuro y reiteran que su uso no está suficientemente generalizado, otros creen que sí le ha llegado el momento a esa palabra… Los cordobeses, los de mi tierra, quieren incorporar "flamenquín". No sé hasta qué punto resulta un término universal.

Los flamenquines son esa especie de fritos rellenos de jamón y queso, ¿no?

Sí. En definitiva: no incorporamos las palabras al diccionario hasta que coincidimos en que su difusión se produce en todo el ámbito hispanohablante y en que la intensidad de su uso es importante. No incorporamos, por ejemplo, localismos. Imagínese lo que sería si metiéramos los términos de cada pueblo de España.

"No incorporamos una palabra al diccionario hasta que su difusión alcanza todo el ámbito hispanohablante y la intensidad de su uso es importante"

Cuando se encienden ustedes, ¿hasta dónde puede llegar el lenguaje? Entiendo que la distancia con el Congreso es importante.

No, no, oiga, aquí, en las discusiones, se utiliza todo el diccionario.

¡Todo el diccionario! No le creo. Es mucho peor que en el Congreso, entonces.

El diccionario de la Academia incluye el lenguaje vulgar, además del culto. Es una característica genuina nuestra. El primer diccionario de esta Casa se hizo entre 1726 y 1739. Digo que es genuino porque, en París, la Academia francesa decidió incluir sólo el lenguaje culto, el de la Corte. La Academia española incluyó el llamado lenguaje de germanías, que utilizaban los delincuentes y la gente de baja estofa.

Se han dicho aquí de todo.

Los académicos, de verdad se lo digo, utilizan el diccionario al completo.

Una vez, me dijo un amigo: "No te fíes de alguien hasta que no sepas qué es lo que le hace perder el control". ¿Qué es lo que le hace perder el control a usted?

A mí, en un debate, nada ni nadie me hace perder el control. No me ponen en esas tesituras. No lo pierdo se diga lo que se diga. Hombre, salvo que me insulten personalmente, cosa que no ocurre.

Santiago Muñoz Machado, director de la Real Academia Española de la Lengua, posa antes de su entrevista con este periódico.

Santiago Muñoz Machado, director de la Real Academia Española de la Lengua, posa antes de su entrevista con este periódico. Cristina Villarino

En una campaña electoral, los políticos hablan más que de costumbre. Han sido dos buenas semanas para analizar el nivel lingüístico de nuestros representantes. Le pongo un par de ejemplos: Sánchez dice "vertir" en lugar de "verter"; Feijóo dice "deber de" cuando es imperativo y no corresponde el "de".

Lo siento. Espero que sean más aplicados y aprendan mejor las variantes de la lengua española. Pero el error es comprensible por el fragor de la batalla, la improvisación y la rapidez con la que deben construir las frases. Todo eso justifica los deslices. No es verdad que los políticos hablen hoy peor que nunca. Quizá sólo lo sea si se toma como referencia la gran oratoria del siglo XIX y principios del XX.

No ha empeorado el nivel desde la Transición hasta hoy.

No. Además, la generalización no es buena. Hay gente muy poco docta en política, pero no son todos.

Se lo preguntaba porque usted sabe que está en la boca de la calle ese comentario: "Los políticos de hoy son unos incultos, no leen nada".

Lamentablemente, la gente lee mucho menos que antes. Las redes nos han acostumbrado a no leer libros tan largos como este que tenemos delante [se refiere a su biografía sobre Cervantes]. Pero debemos insistir y seguir escribiendo. La clave está en sostener la lectura de textos largos, no en fragmentos ni frases sueltas estilo Twitter.

¿Y el tono de la política ha empeorado?

Soy una persona difícil de inmutar. Me resulta muy complicado, tomándome como referencia, señalar términos violentos o inadecuados en un debate. Cada cual tiene su genio y cada persona su manera de comportarse. No soy capaz de describir patrones en ese sentido, ni siquiera de jerarquizarlos como mejores y peores.

Cito un par de frases que usted recoge en su biografía de Cervantes. La primera, de Sansón Carrasco a Sancho Panza: "Los que gobiernan ínsulas, por lo menos han de saber de gramática". La segunda, de Don Quijote: "¡Qué mal parece en los gobernadores el no saber ni escribir!".

Cervantes defendió, a través de algunas escenas en sus novelas, que no hace falta ser muy cultivado para poder gobernar. Con sentido común, esfuerzo y ganas de aprender se puede llegar a cualquier lugar. Debemos comprenderlo en su contexto: a él lo despreciaron en vida por no ser universitario.

¿Y qué opina usted? ¿La cultura es un factor imprescindible para ser un buen gobernante?

Yo elegiría a los que están más cerca de mi condición, a los que creen que leer y estar informados es una obligación ciudadana.

Desde hace un tiempo, los políticos, cuando alcanzan responsabilidades, reciben clases de coaching, psicología deportiva, etcétera. ¿Estarían dispuestos ustedes, en la Academia, a darles cursos de lengua y literatura?

No creo que tengamos tiempo para darles clases ni que ellos las necesiten. Pero si podemos prestarles ayuda para que mejoren en ese ámbito, estaremos encantados. Quizá la fórmula no sea que un académico dé clase a un político. Pero la Academia sí debe ayudar a un mejor manejo de la lengua española.

¿Ha ocurrido alguna vez, estando usted, que el Gobierno o la oposición haya llamado a la RAE pidiendo ayuda?

Ocurre con alguna frecuencia. No hace mucho el Ministerio del Interior nos preguntó sobre determinada fórmula que se aplicaba en los exámenes a policía. La consulta más notoria fue la de la vicepresidenta Carmen Calvo acerca del género.

Sobre el gobierno anterior, el de Mariano Rajoy, usted aseguró que la relación "no fue buena". Creo que lo dijo por la drástica reducción de la financiación de la Academia. Este Gobierno, el de Sánchez, inyectó cinco millones de euros. ¿Qué tal la relación con él?

La relación con aquel gobierno [se refiere al de Rajoy] no existió. No fueron sensibles con esta institución, que es la más importante del país entre todas las culturales. España no tiene nada más importante que la lengua. No hay nada que se le asemeje.

Somos un país importante porque esta lengua la hablan seiscientos millones de personas en el mundo. El Estado no dispone de una institución alternativa. Hace 310 años, se despreocupó de este asunto y se lo encomendó a la RAE. Desde entonces, por decirlo en términos modernos, la Academia es la reguladora de la lengua. Lo hace con repercusión en todos los países de habla española. Debe tener, por tanto, medios para sobrevivir.

"Los medios para sobrevivir de la RAE deben obtenerse necesariamente del presupuesto público"

Esos medios deben obtenerse necesariamente del presupuesto público. Nos ayudan muchas empresas, pero los gastos ordinarios deben sufragarse con las cuentas públicas. Tenemos más de cien trabajadores para conducir esta nave. El anterior gobierno se olvidó de la RAE. En 2019, cuando yo llegué, la situación era muy mala. Me puse delante de una cámara y dije: "Éste es un problema de Estado". Al día siguiente, llamé a Pedro Sánchez.

¿Qué le dijo?

Le pedí que me recibiera. Lo hizo. Le conté el problema. Le expliqué que no llegábamos a fin de mes. ¿De cuánto estamos hablando? De cinco millones de euros al año. Y me los dio. Podríamos criticar al presidente en muchas otras cosas, pero en esto concreto la Academia y su director están muy agradecidos.

¿Cuáles son esas otras cosas?

Forman parte del acervo común. Cinco años gobernando como ha gobernado Pedro Sánchez se prestan a una crítica general, pero no es mi función hacerla.

La relación con el Gobierno, en cualquier caso, ha sido buena.

Sí. Hemos tenido ese apoyo financiero, que se ha mantenido en años sucesivos. Nos hemos negado a hacer algunas cosas que quizá a ellos les habrían gustado. Hablo del informe sobre el lenguaje y el género en la Constitución. Y de tantas otras cosas en las que no hemos estado de acuerdo y hemos defendido nuestra posición.

Esta Casa siempre va a reiterar su condición independiente. No estamos próximos a ninguna línea política. Cada académico, lógicamente, tiene la suya. Mantenemos a la institución neutral. Estamos al servicio de la lengua, que nos trasciende a todos.

¿Es difícil mantener esa neutralidad? La RAE recibe, más o menos, un 80% de financiación pública y un 20% de financiación empresarial. En los periódicos ocurre algo parecido, aunque con porcentajes distintos y de manera invertida. Nosotros recibimos presiones políticas. ¿Ustedes también?

En el tiempo que llevo en la Academia, no tengo noticia de esas presiones. Pero le digo más: esta Academia resistiría como Numancia ante las presiones. Antes la cerramos que acceder a una petición política arbitraria. Lo digo por boca, estoy seguro, de los 46 académicos que la forman.

¿Qué se juega la RAE con estas elecciones? Los lectores podrían pensar: si la relación con el gobierno del PP fue mala por ausencia de financiación, la Casa podría estar preocupada por la vuelta de esas siglas. ¿Temen que les ocurra lo mismo?

No. No tenemos ningún temor. Si sigue el Gobierno actual nos irá bien porque ya se lo explicamos. Si viene un gobierno nuevo, nos irá bien porque se lo explicaré y lo entenderán.

Está usted muy seguro de su poder de convicción.

Sí, sí. Estoy completamente seguro porque vendo una mercancía muy segura. Nadie se puede negar a apoyar a la Academia si alguien se lo explica. El problema fue que antes quizá no se explicó bien o que no se dejaron explicar.

Hablando de dinero: un académico, según tengo entendido, cobra unos 140 euros por asistir al pleno. Es bastante menos de lo que cobra un tertuliano por ir a la televisión. ¿Qué le suscita la comparativa?

¡Envidia! Ojalá tuviéramos más medios para pagar mejor. Podemos pagar lo que tenemos en el presupuesto. Pero estamos conformes. Los académicos no llaman a la puerta de mi despacho pidiéndome que suba las dietas.

No hay subida de dietas conforme al IPC.

No. Bueno, en alguna ocasión, durante mi mandato, las he subido cuando ha existido la posibilidad. Estamos bien. En la Academia está lo mejor de la intelectualidad del país. No digo que estén todos los que debieran, pero sí que los que hay son muy buenos. Trabajan ad honorem, no pretenden tener un sueldo. Es más: en América, algunas academias sobreviven gracias a los donativos de sus académicos.

Esta Casa ayuda a las academias más pobres. Estamos consiguiendo una oferta de costes mínimos para las publicaciones de la academia nicaragüense, ya que el dictador, Daniel Ortega, ha decidido privarla de personalidad jurídica. No les permite tener cuenta corriente ni ingresos.

Una vez más, la delicada relación Academia-Gobierno.

Los gobiernos deben ser sensibles a las academias. Si la RAE desapareciera, no habría institución que pudiera desarrollar una gramática creíble. Tener prestigio y ser atendidos durante trescientos años es muy difícil. Practicamos la revolución del "soft law". Perdón por el uso del anglicismo…

¡Lo van a matar! Si la oposición no existía, acaba de nacer.

¡Derecho blando! No tenemos un poder coercitivo para obligar a la gente a que obedezca las normas de la Academia. Es "derecho blando" porque las personas que no siguen las recomendaciones de la RAE se convierten en marginales, en analfabetas. Esa sanción no la hace la Academia, sino la sociedad. No hay otra institución alternativa a la RAE con auctoritas como para eso. "Auctoritas" se puede, ¿no? El latín es más permisible que el inglés [le suena el móvil al entrevistado].

Coja, no vaya a ser el presidente del Gobierno o el líder de la oposición.

No suelen molestarme mucho… Es mi hijo. Bueno, luego le llamo.

Muñoz Machado fue nombrado director de la RAE en 2019.

Muñoz Machado fue nombrado director de la RAE en 2019. Cristina Villarino

Volviendo a las faltas de lenguaje, oral y escrito: no podemos circunscribirlo a la política. Ha señalado en varias ocasiones que teme cómo se está popularizando la incorrección al escribir, sobre todo en las redes sociales. Si la RAE está obligada a respetar el uso y la costumbre, ¿no es esto muy peligroso? Estarían ustedes abocados en el futuro a modificar, por ejemplo, los signos de puntuación.

Podría afectar a los signos de puntuación, claro. Pero de momento no está ocurriendo. Se circunscribe a lugares concretos, a colectivos concretos. Los ataques en redes a la gramática son continuos, algunos de ellos premeditados. Hay grupos que se dedican a eso.

Pero esa forma de escribir no ha saltado al lenguaje oral, ni siquiera a la escritura en otros ámbitos. Usted no escribe así en el periódico. Nadie habla con esas fórmulas apocopadas. La Academia, como le decía, toma nota de los usos asumidos por la mayoría. Si eso ocurriera, no tenga ninguna duda, habría que cambiar la gramática.

Supongo que usted es de los que escribe mensajes a la familia como si estuviera firmando su discurso de entrada en la Academia.

Escribo con todas las letras, exactamente igual que en un folio.

Dígame la verdad: ¿algún académico o escritor importante le manda mensajes sin respetar la ortodoxia ortográfica?

Sí los hay. El que más me llamaba la atención, porque lo hacía de manera sistemática, era Javier Marías. Escribía sus mensajes como los jóvenes usuarios de las redes sociales.

¿Lo hacía en serio o de cachondeo?

Lo hacía en serio, por las mismas razones que lo hacen los jóvenes. Economizaba palabras. Escribía "por" con una "x".

"Javier Marías, en sus mensajes, escribía como los jóvenes en las redes, acortando las palabras"

Por actualizarnos: ¿alguna palabra a punto de entrar en el diccionario? A motomami se le ha dado mucho uso últimamente. ¿La ve con posibilidades?

No tenemos esa palabra en el telar, que yo sepa. Las novedades violentamente echadas al mercado no entran con rapidez al diccionario. La gente se cree que una palabra, con que la maneje alguien importante, ya tiene posibilidades de entrar al diccionario en poco tiempo. El procedimiento es mucho más lento.

Explíqueme ese procedimiento.

Alguien tiene que proponer que la palabra se incorpore: una asociación, un colectivo, un académico… A partir de ahí, con nuestros medios, verificamos dónde y cómo se usa esa palabra. Luego va a comisiones, que se ocupan de definirla. Después, se manda a las academias americanas, que pueden aceptarlo, rectificarlo o mejorarlo. La comisión delegada del pleno tiene la última palabra. Si la discrepancia es insalvable, llega al pleno. Todo esto, como mínimo, supone dos años de trabajo.

Eso impide que una palabra entre al diccionario al albur de una moda.

El proceso de reflexión lo impide. Algunas veces, como excepción, hemos incorporado algunas palabras como Covid, que entró casi desde que se empezó a utilizar. Lo hicimos con la protesta de bastantes académicos, que llamaban a mantener la calma. Las palabras deben madurar antes de convertirse en léxico ordinario.

Un momento de la entrevista celebrada en el despacho del director de la RAE.

Un momento de la entrevista celebrada en el despacho del director de la RAE. Cristina Villarino

Quiero preguntarle por el "lenguaje inclusivo" a través de una anécdota. Esta semana estuve entrevistando a una ministra. Desdobló el género –"españoles y españolas", "ciudadanos y ciudadanas"– en todas sus respuestas. Si consiguieran popularizarlo, ¿la RAE debería recogerlo?

Sin duda. Si consiguieran que la mayoría de la gente hablara así, deberíamos recogerlo. Debería suceder que, por ejemplo, en esta entrevista, usted y yo desdobláramos el género. Que nos fuéramos a tomar una cerveza luego y siguiéramos hablando así. Que hablaran así las familias. Si esta moda diera lugar a una nueva lengua resultante, deberíamos recogerlo.

¿Cuál es el parte de situación actual sobre el "lenguaje inclusivo"?

De momento, el lenguaje inclusivo es muy minoritario más allá del discurso político. Se reduce a las introducciones de los discursos: "Señoras y señores". "Todos y todas" también se usa algo más, pero no es tan común. Además, quienes utilizan el "todos y todas", en el resto de su alocución, vuelven al masculino genérico. Veo difícil que el desdoblamiento pueda implantarse. La fórmula actual es más económica y más bella. Le cuento algo acerca de cuando hicimos el informe sobre el lenguaje en la Constitución.

Adelante.

Hicimos un informe muy enjundioso: concluimos que nuestra Constitución está muy bien escrita. Observamos cómo resolvía la constitución venezolana la designación de los cargos más importantes: presidente, vicepresidente, ministro. Lo que en la nuestra son cuatro líneas en la venezolana son cuatro páginas porque desdoblan el género. "Presidente, presidenta", "consejero, consejera". Además de quedar bastante ridículo, es antieconómico.

¿Es verdad que Cela revisó la redacción de nuestra Constitución?

Es más bien un bulo. Revisó algunas cosas. Intervino en algún debate poniendo pegas, pero enseguida, en el Senado, se lo quitaron de en medio. Le dejaron de preguntar.

Voy con otro ejemplo práctico. Cuando hay un grupo de diez personas y siete son mujeres, en las fuerzas a la izquierda del PSOE suelen decir "nosotras" en lugar de "nosotros".

Eso me parece razonable. Porque no tiene que ver con el desdoblamiento, sino con un movimiento plausible: hay mucho lenguaje, formas y actitudes machistas. Le pongo un ejemplo: en el diccionario había un montón de palabras definidas por alusión al varón. Lobero, "hombre que mata lobos". Minero, "hombre que está en la mina". Hemos cogido todas esas definiciones y hemos cambiado el "hombre" por "persona".

Las mujeres tienen razón cuando dicen que en muchos ámbitos de la vida se oculta su presencia y se les coloca, injustamente, en un segundo plano. El uso de esa referencia que usted decía sirve para poner de relieve el respeto que merece su sexo.

Para cerrar el capítulo del lenguaje inclusivo, nos queda analizar qué pasa con el género no binario. La declinación en e.

Eso no va a progresar nunca. Existe un cierto uso en el cono sur americano, pero en España prácticamente no se da. Hay algo en Argentina, en Chile… No creo que tenga recorrido.

También ha dicho alguna vez que existe un consenso bastante amplio en la Academia sobre la necesidad de aumentar el número de mujeres académicas. Pero aquí no hay política de cuotas que valga. Sólo podría usted lograrlo mediante el asesinato… o ampliando el número de sillones.

Me suelen preguntar: "¿Van a entrar más mujeres en la Academia?". Respondo: "Sí". Me repreguntan: "¿Cuándo?". Hombre, dejen que se vayan muriendo tranquilamente los académicos. Lo único que podría hacer yo es matarlos y no creo que se ajuste a derecho.

Muñoz Machado, en la biblioteca de la RAE.

Muñoz Machado, en la biblioteca de la RAE. Cristina Villarino

Hablemos de la inteligencia artificial, una de las grandes preocupaciones hoy en la Academia. Las máquinas están aprendiendo a hablar. La enseñanza de ese lenguaje no depende de la Academia, sino de las empresas que las programan. Esto podría dar lugar a la aparición de dialectos digitales.

Si no corregimos a las máquinas, si no las sometemos a una disciplina lingüística, nacerán esos dialectos digitales. Romperían con la unidad del español después de estar la Academia trescientos años velando por la unidad de la lengua. Antes le decía que la RAE tiene autoridad moral para generar la norma, pero las máquinas no reconocen esa autoridad. No se comunican con nosotros. Así que nos hemos comunicado con los fabricantes de las máquinas para pedirles que cumplan las normas de la RAE. Hasta hace meses, nadie se lo había dicho.

¿Han sido receptivos?

Muy receptivos. Los hemos cogido del cuello y les hemos dicho: "Estamos hablando de un bien precioso. Debéis conseguir que vuestras máquinas asuman las normas de las academias". Van a incluir todos nuestros activos lingüísticos para entrenarlas.

Hoy he leído que Google está ultimando una herramienta para que las máquinas escriban noticias. ¿Le hace falta alguien para ordenarle la biblioteca? ¿Puedo enviarle mi currículum?

Hay profesiones que se verán afectadas por la inteligencia artificial, entre ellas las relacionadas con la escritura. Debemos tratar de reciclarnos y buscar alternativas, pero no creo que sea sustituible la capacidad de la inteligencia humana para escribir cosas hermosas e imaginativas.

Desde esos dos bloques que mencionaba al inicio de la entrevista, se acusa al adversario de "censurar". Por otro lado, está algo quizá todavía más grave: la autocensura. Usted vive rodeado de creadores. ¿Realmente esto es un problema en la España de hoy?

No lo es. La censura no existe, lo sabe porque trabaja en un periódico. Y sobre la autocensura… Le hablo de mi caso: como director de la RAE tengo que ser prudente y no decir cosas que puedan resultar inconvenientes a los que nos ayudan. No conviene morder la mano de quien te da el pan [habla de asuntos que no tienen que ver con la misión de la Academia].

Pero el resto de mis colegas no se cuidan lo más mínimo. Mire la entrevista que le hizo usted mismo a Cebrián. Vea lo que dice Pérez-Reverte cuando opina. Coja como ejemplo a cualquiera de ellos. No se cortan un pelo. Este es el reino de la libertad. No aceptamos la menor indicación.

"Este es el reino de la libertad. Los académicos no se cortan ni un pelo en sus opiniones"

Hablemos de España. Cioran decía que los españoles teníamos la manía de hacernos las preguntas que, en otras naciones, suelen reservarse a Dios: ¿qué es España? ¿Existe? ¿De dónde viene? En su libro sobre Cervantes, es muy interesante la parte correspondiente a la generación del 98, que repensó casi obsesivamente la idea de España.

Tenemos una idea de lo que es España desde hace más de quinientos años. Por cultura, historia e idiosincrasia. Está siempre puesta en tela de juicio porque tenemos particularismos regionales que aspiran a la independencia. Ponen en solfa la idea de la nación. Es una discusión permanente.

Me preocupa este asunto. He estudiado la vertebración del Estado en relación a los tres últimos siglos. Nunca tuvo España esa unidad pétrea que sí consiguieron Francia u otras naciones europeas. Los franceses la lograron a golpe de guillotina. Aquí fuimos más suaves en el tratamiento de los nacionalismos periféricos. Tenemos esa espina que hace difícil la tranquilidad.

Cita a Julián Marías para reseñar la incapacidad histórica de alcanzar doce lugares de consenso que puedan ayudar a construir la idea de la patria. Esas "ideas madre" de las que hablaba Cánovas. Una podría ser Cervantes. ¿Y el resto?

Valdría el cuerpo literario español. Este es un lugar con una capacidad extraordinaria para la creación. Compartimos ese valor con Latinoamérica. La nación española debe valerse de herramientas como la historia, la lengua, el sentimiento y un proyecto de vida común. Hay partes de esta nación que tienen su propio proyecto y no comulgan con la idea colectiva de España. Eso nos singulariza y no parece que tenga arreglo fácil en un futuro inmediato.

Usted propuso junto a otras personas una reforma federal de la Constitución, pero se ha retirado de esa reivindicación.

He sido partidario desde hace bastantes años de que la Constitución se reforme. La mejor manera de respetar la Constitución es ponerla al día para que se aplique. Se han detectado muchos defectos que nadie arregla y que impiden su aplicación total. Se prefiere saltar por encima de ella y resolver los problemas a través de leyes eventualmente difíciles de encajar en la Constitución.

Esto nos puede llevar a una situación semejante a la que acontecía en España con la Constitución más longeva que hemos tenido, la de 1876. Sobrevivía porque no se cumplía. Vamos camino de aquello. Con una distancia fundamental: la de 1978 dispone de un bloque de derechos fundamentales que sí se aplica.

Lo peor es el título octavo. No modificarlo es un gran riesgo. El texto que propusimos nosotros no era federal, no me gusta esa palabra. Hay constituciones federales en Europa, como la alemana, que podemos tomar como modelo. No para instaurar un modelo federal, sino para adoptar mecánicas federales. Algunas veces, las reformas que uno ha propuesto han suscitado pasiones, pero se han enfriado enseguida.

En usted mismo se ha enfriado esa pasión por reformar la Constitución.

Sí, porque me he dado cuenta de que no es posible. No hay voluntad de reformar la Constitución.

Los esfuerzos inútiles conducen a la melancolía, decía Ortega.

Me produce cierta melancolía que muchos políticos no entiendan el problema. Es muy grave. Esto sí es preocupante: no tienen capacidad para estudiarlo, reflexionar y decidir. Muchos hacen lo que hacen sin saber por qué.

En la época de su biografiado, pululaban alrededor del poder los llamados "arbitristas", que daban ideas a los gobernantes. Deje en esta entrevista alguna para Sánchez si permanece o para Feijóo si llega.

Oiga, usted no me está pidiendo arbitrismo, sino el bálsamo de Fierabrás.

Hombre, recomiéndeles algo. Les vendrá bien.

Mire, sí les daré una idea: que tengan más cerca a la Universidad, que pregunten a los sabios. No es razonable que haya tanta gente en España que se ha dejado los ojos en los libros y que ningún político les pregunte. Existe una queja muy general en torno a eso. Hablo de mi profesión, la de jurista. Hace años, era raro que los gobernantes no consultaran a los mejores expertos. Ese toque de modestia, de humildad, de acudir a los sabios, es muy recomendable para España.