Donald Trump y Nicolás Maduro.

Donald Trump y Nicolás Maduro. Imagen generada por IA

Observatorio de la Defensa

“Dejar el poder o ser removido”: el ultimátum de Trump a Maduro avanza con paso firme

El Caribe ha vuelto a convertirse en escenario de una de las mayores demostraciones de fuerza de Estados Unidos en décadas.

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Las claves

Donald Trump ha intensificado la presión sobre Nicolás Maduro con un ultimátum para que abandone el poder, respaldado por sanciones y operaciones militares en el Caribe.

Estados Unidos incautó por primera vez un buque petrolero venezolano y ha desplegado una fuerza militar significativa, incluyendo el portaaviones USS Gerald R. Ford y submarinos nucleares.

El gobierno de Maduro ha respondido movilizando a millones de civiles en milicias comunales, iniciando un proceso masivo de entrenamiento militar para la defensa nacional.

Europa muestra incomodidad ante la posibilidad de una operación militar terrestre en Venezuela, pero mantiene un silencio estratégico siguiendo la línea de Washington.

El ultimátum de Donald Trump a Nicolás Maduro —“abandonar el poder o ser removido”— avanza con paso lento, pero firme. El presidente de Estados Unidos lo quiere fuera de Venezuela y para ello no duda en tomar medidas, incluso ha planteado la posibilidad de empezar a "detener muy pronto", por tierra, a presuntos narcotraficantes.

Más allá de los pretextos oficiales sobre la lucha contra el narcotráfico o el bloqueo al crudo sancionado, pocos dudan de que el verdadero objetivo es forzar un cambio de régimen en Caracas.

Algo que hemos visto esta misma semana cuando EEUU ha ejecutado un nuevo movimiento de fuerza frente al Gobierno de Nicolás Maduro al incautar por primera vez un buque petrolero procedente de Venezuela, el Skipper. Y amenaza con más incautaciones en su ofensiva para asfixiar al líder venezolano.

La operación supone un punto de inflexión en la política de sanciones que Washington aplica desde 2019 y llega en un momento de máxima tensión entre ambos países, donde Trump ha ordenado un gran despliegue militar en la zona.

Un despliegue que ha posibilitado la incautación del Skipper: helicópteros procedentes del USS Gerald R. Ford —el mayor portaaviones del mundo, en la región— interceptaron la embarcación, en una maniobra que involucró a fuerzas especiales e infantes de Marina.

El uso del Gerald R. Ford, además, subraya el giro hacia la presión militar visible como herramienta de disuasión. No en vano cuenta con los misiles de largo alcance Tomahawk, codiciados durante mucho tiempo por Ucrania, la Armada estadounidense tiene hoy la capacidad de atacar objetivos en cualquier punto de Venezuela.

Sin embargo, pese a las amenazas de Trump, al endurecimiento de las sanciones y el aislamiento internacional, Maduro se mantiene firme, apoyado por aliados estratégicos como Rusia, China e Irán, quienes a pesar de sus dificultades domésticas no dudan en mostrarle su respaldo.

Demostración de fuerza

El Caribe ha vuelto a convertirse en escenario de una de las mayores demostraciones de fuerza de Estados Unidos en décadas. Bajo el paraguas de una operación antidrogas conocida como 'Operation Southern Spear', Washington ha desplegado una poderosa combinación de fuerzas navales, aéreas y anfibias que evocan los despliegues de la Guerra Fría y han elevado la tensión con Caracas al punto más alto en años.

La movilización de las fuerzas estadounidenses comenzó a mediados de agosto, cuando la Casa Blanca envió los primeros tres buques de guerra hacia la costa norte de Sudamérica. En cuestión de semanas, la presencia se multiplicó hasta alcanzar siete buques y un submarino de ataque nuclear, con unos 4.500 marinos y fusileros a bordo.

El núcleo inicial lo constituyó el grupo anfibio del USS Iwo Jima, junto a otros buques de asalto con la misión oficial de combatir las redes del narcotráfico.

A finales de ese mismo mes se registró la primera acción militar directa: la destrucción de una embarcación procedente de Venezuela, que según Washington transportaba drogas vinculadas al grupo criminal Tren de Aragua. Este ataque marcó un giro operativo y dio inicio a una etapa de mayor agresividad sobre el terreno.

En octubre, el despliegue escaló al plano aéreo. Vuelos de bombarderos B‑52 y B‑1 sobre o cerca del espacio venezolano, acompañados por cazas F‑35B, reforzaron el mensaje disuasorio.

En paralelo, bases en Puerto Rico, Centroamérica y otras islas del Caribe comenzaron a albergar aviones de patrulla marítima P‑8A Poseidon, aeronaves AC-130 y drones MQ‑9 Reaper, que reforzaron la vigilancia sobre las rutas marítimas.

Un helicóptero MH-60S Knighthawk se prepara para aterrizar en el portaaviones USS Gerald R. Ford.

Un helicóptero MH-60S Knighthawk se prepara para aterrizar en el portaaviones USS Gerald R. Ford. US Navy

Previamente, en septiembre, imágenes difundidas por Reuters demostraron que EEUU estaba mejorando las capacidades de aterrizaje y despegue en Roosevelt Roads, la antigua sede de una de las bases navales más importantes del mundo, antes de su cierre en 2004.

De igual manera, se llevaron a cabo trabajos de renovación en los aeropuertos civiles de Puerto Rico y las Islas Vírgenes. No pocos fueron los expertos que relacionaron estas acciones con los preparativos necesarios para un ataque contra Venezuela.

Datos procedentes de registros de vuelo indican más de 200 movimientos aéreos militares en dos meses, un nivel que refleja una intensa actividad operativa y logística.

El momento decisivo llegó en noviembre con la entrada del portaaviones USS Gerald R. Ford al mar Caribe. Su llegada convirtió la operación en la mayor concentración de medios navales estadounidenses en el área desde los años 90.

Ese mismo mes, el Pentágono anunció la formalización del dispositivo bajo la nueva Fuerza Conjunta “Southern Spear”, dirigida por el II Marine Expeditionary Force, con un enfoque en sistemas no tripulados y operaciones especiales contra redes ilícitas.

Además, el 22nd Marine Expeditionary Unit intensificó ejercicios anfibios en aguas cercanas a Puerto Rico, consolidando la capacidad de proyectar fuerza hacia las costas venezolanas, un movimiento interpretado por analistas como una señal de presión directa sobre el gobierno de Nicolás Maduro.

El teatro de operaciones se ha estructurado en torno a un eje logístico central: Puerto Rico, donde se concentran al menos diez cazas F‑35 y varios drones de gran autonomía en la -ahora- modernizada base de Roosevelt Roads, que actúa como centro de operaciones y logística.

En apoyo operan destructores con misiles guiados, submarinos de ataque y el buque de operaciones especiales MV Ocean Trader, que sirve de base móvil para fuerzas de élite. En los últimos días se han visto aviones de alerta temprana (AWACS) E-3 Sentry.

Civiles armados y milicia

Cuando Estados Unidos comenzó con la presión militar en el mar Caribe, con el foco puesto abiertamente en Venezuela, el Gobierno de Nicolás Maduro movilizó a la población.

Mediante los tradicionales resortes civiles, a través de asociaciones y colectivos controlados desde el caraqueño Palacio de Miraflores, miles de personas acudieron en masa a alistarse en las milicias comunales.

Civiles reciben instrucciones militares por parte de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) de Venezuela

Civiles reciben instrucciones militares por parte de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) de Venezuela EFE/ Miguel Gutiérrez

La milicia es un cuerpo de voluntarios creado en 2009 por Hugo Chávez, pero integrada en la Fuerza Armada Nacional Bolivariana desde 2020.

"Este es un pueblo que entendió que aquí hay un enemigo en común y que deben prepararse, alistarse y ponerse a la orden si hay que defender esto en un escenario bélico", afirmó un miembro del colectivo Resistencia y Rebelión, a la agencia Efe.

El llamado de civiles a filas duró varias semanas, tiempo en el que el Gobierno de Maduro instalaba carpas en las plazas de los barrios y pueblos en las que funcionarios apuntaban a todo aquel dispuesto a tomar las armas.

Cualquier ciudadano venezolano mayor de edad pudo —y todavía hoy puede— alistarse sin importar la condición física y sin un aparente filtro psicológico.

"Pedimos a todo venezolano que ame a su patria [que se aliste], no importa que no comparta nuestra ideología", declaró a la misma agencia Aidee Romero, jefa de una Unidad de Batalla Hugo Chávez, una organización bajo el paraguas del Partido Socialista Unido.

"No podemos permitir que mancillen al país", recalcó. "Ojalá que no sea con balas, pero la independencia toca defenderla".

En un comunicado emitido por el Gobierno venezolano a principios de septiembre, aseguraban que "el objetivo es movilizar a más de 8,2 millones" de personas inscritas en el Sistema Defensivo Nacional.

Una cifra que se sumará "a la sólida base de 4,5 millones de milicianos ya entrenados en años anteriores". Sumando, Venezuela tendría alistados a más de 12,5 millones de ciudadanos dispuestos a tomar las armas.

Civiles de la milicia entrenándose en Venezuela

Civiles de la milicia entrenándose en Venezuela Miguel Guitiérrez Efe

Sin embargo, tal y como se extrae del mismo comunicado, la Fuerza Armada Nacional Bolivariana se ha enfrentado a un reto mayúsculo: el entrenamiento militar de todas las nuevas altas.

Poco después del comienzo del reclutamiento masivo, Nicolás Maduro anunció el inicio de la formación marcial.

"El próximo sábado 20 de septiembre, los cuarteles, la Fuerza Armada Bolivariana, va al pueblo, va a las comunidades, a emplazarlas, a revisar, a enseñar a todos los que se alistaron, vecinos y vecinas, el manejo del sistema de armas", aseguró el presidente venezolano.

"Va a ser la primera vez que los cuarteles con sus armas y soldados van al barrio, a la comunidad", recalcó Maduro.

Las jornadas de entrenamiento transcurrieron sin incidentes, casi bajo un ambiente festivo y de exaltación de la patria retransmitido por la televisión estatal.

Oficialmente, se desconoce en qué consiste la formación y la profundidad de conocimientos militares que se traslada a los ciudadanos; más allá de la propaganda mostrada de jóvenes, adultos y ancianos empuñando armas largas y fusiles.

"Estamos marcando un hito en la construcción y consolidación de nuestra doctrina, que cada día crece, se desarrolla y se amplía para la defensa de la patria", según dijo Vladimir Padrino López, ministro de Defensa de Venezuela, al inicio de la formación.

El aliento belicista promovido desde el Gobierno venezolano ha pretendido involucrar a todos los estratos civiles y llegar a cada rincón del país, campesinos incluidos.

"Confío en la Unión Nacional Campesina Ezequiel Zamora para que [...] estén preparados para tomar las armas y defender la República Bolivariana de Venezuela si fuera agredida por el imperio norteamericano", declaró Maduro en el discurso de fundación de la organización.

El seguidismo de Europa

En este contexto, Europa vuelve a quedar atrapada entre el seguidismo estratégico a Washington y la incomodidad política ante una posible operación terrestre, anunciada por Trump, que vulneraría los principios básicos del derecho internacional.

La Comisión Europea ha optado, hasta ahora, en todo este asunto por guardar un silencio cómplice. Incluso cuando el presidente estadounidense empleó un lenguaje abiertamente belicista —“vamos a acabar con esos hijos de perra”.

La Carta de las Naciones Unidas prohíbe de forma expresa el uso o la amenaza del uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier Estado. Solo admite dos excepciones: la legítima defensa ante un ataque armado o la autorización expresa del Consejo de Seguridad. Fuera de esos supuestos, cualquier intervención es ilegal.

Una operación unilateral de estas características quebraría, además, el sistema de seguridad colectiva construido tras la Segunda Guerra Mundial.

Ese contraste pone en evidencia no solo una profunda incoherencia diplomática, sino también la fragilidad de Europa como actor geopolítico con voz propia frente al poder de decisión de Washington.