Vista general de la Fábrica de Armas de Trubia y del barrio de Junigro, tomada hacia 1936, cuando aún tenía estación de tren propia para dar salida a su producción.

Vista general de la Fábrica de Armas de Trubia y del barrio de Junigro, tomada hacia 1936, cuando aún tenía estación de tren propia para dar salida a su producción. Revista Española de Defensa

Observatorio de la Defensa

Trubia, el corazón de hierro que forjó la modernidad de un país: "Era la espina dorsal del poder español en el siglo XIX"

La fábrica de armas asturiana surgió a raíz de una necesidad del Ejército de España, pero pronto se convirtió en un símbolo del progreso del país.

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Las claves

Trubia, una fábrica emblemática, simbolizó la modernidad y el poder industrial de España en el siglo XIX.

Fundada en 1794, la Real Fábrica de Municiones Gruesas de Trubia fue clave para la independencia industrial española.

Bajo la dirección de Francisco Antonio de Elorza, Trubia se transformó en un referente de ingeniería y organización en Europa.

A pesar de las dificultades del siglo XX, la fábrica de Trubia continuó siendo un pilar de la industria armamentística española.

"Trubia no fue solo una fábrica, fue una idea de Estado, una metáfora de la España que aspiraba a ser moderna sin dejar de ser fiel a sí misma". Con estas palabras define a la histórica fábrica de armas asturiana Rafael Moreno Izquierdo, doctor en Relaciones Internacionales y profesor de periodismo y Comunicación Global de la Universidad Complutense y actual director de Comunicación de Indra Group, en el primer capítulo del libro Régimen Jurídico de la industria al servicio de la Defensa (Aranzada La Ley, 2025), que rescata la memoria de una de las instituciones industriales más emblemáticas de la historia de España.

En las primeras páginas de la obra, dirigida por Alberto Palomar y Ángel De Álvaro y coordinada por el propio Moreno, el autor recorre siglo y medio de una aventura humana, técnica y política en la que se fundieron el hierro, el carbón y la voluntad de un país por alcanzar la modernidad. Y así la presenta: una fragua de progreso y contradicciones, una especie de laboratorio donde la ambición ilustrada del siglo XVIII se mezcló con el empuje industrial del XIX y las heridas de la España convulsa del XX.

En 1794, España necesitaba producir su propio acero y fabricar su artillería sin depender de Francia ni de Inglaterra. Con este objetivo, bajo el reinado de Carlos IV, el Consejo de Estado aprobó la fundación de la Real Fábrica de Municiones Gruesas de Trubia. El ingeniero jefe de la Marina Fernando Casado de Torres e Iraola, enviado por el Ministerio de la Guerra, fue el encargado de elegir el emplazamiento.

El militar escogió un valle asturiano, húmedo y frondoso, junto al río Nalón. Allí abundaban el agua, la madera y el carbón, y no muy lejos afloraba el mineral de hierro. "Casado de Torres eligió Trubia porque reunía las condiciones de la naturaleza y las del espíritu. Era el lugar donde el fuego podía encontrar su materia y su alma", explica Moreno.

Rápidamente, se levantaron los primeros hornos, bautizados con nombres tan simbólicos como El Volcán o El Incendio. En ellos, los operarios experimentaron por primera vez en España la fundición de hierro con carbón de coque, una innovación traída de Inglaterra. Sin embargo, las primeras pruebas tropezaron "con la realidad de un país aún sin ciencia aplicada ni industria propia". El material se quebraba, los lingotes se volvían frágiles y el azufre arruinaba las piezas.

Mapa y retrato del general Elorza, director de la fábrica de Trubia entre 1844 y 1863.

Mapa y retrato del general Elorza, director de la fábrica de Trubia entre 1844 y 1863.

No obstante, pese a la decepción inicial, Trubia resistió. Entre los informes, las órdenes reales y las decepciones, se forjó una cultura técnica nueva: la del ensayo, la observación, el aprendizaje. “No fue un fracaso, sino un comienzo. Aquellos primeros fundidores -aunque no lo supieran- estaban inaugurando la siderurgia moderna en España”, señala el autor.

Lamentablemente, el estallido de la invasión napoleónica en 1808 interrumpió la vida de la fábrica. Los obreros se dispersaron, los talleres fueron abandonados y el complejo quedó reducido a ruinas. Pero su recuerdo persistió. Medio siglo después de que Torres hallase el emplazamiento idóneo, en 1844, otro ingeniero, el general Francisco Antonio de Elorza y Aguirre, emprendió la tarea de resucitar Trubia.

Retrato colectivo de operarios de la fábrica

Retrato colectivo de operarios de la fábrica Revista Española de Defensa

"Elorza fue el espíritu moderno de Trubia", escribe Moreno. "Donde otros vieron escombros, él vio una escuela, una fundición y una patria de acero". Su llegada marcó el inicio de una nueva era y bajo su dirección la fábrica se convirtió en el corazón industrial del norte de España, un ejemplo de ingeniería y organización que llegó a competir con las mejores fundiciones de Europa.

El guipuzcoano no solo reconstruyó los hornos y talleres, sino que concibió la fábrica como una comunidad autosuficiente. A su alrededor se levantaron viviendas obreras, almacenes, huertas, escuelas, un hospital, una capilla y un barrio nuevo -Junigro- al otro lado del río. "Era una ciudad del hierro, con su propia jerarquía, sus ritos y su memoria colectiva", subraya Moreno.

En 1850, Elorza fundó la Escuela de Aprendices, la primera de toda España, donde los hijos de los trabajadores estudiaron matemáticas, dibujo técnico, fundición y mecánica.

"No quería obreros para una fábrica, sino una fábrica para formar obreros", afirma el autor. De esta forma, los jóvenes aprendían de día en los talleres y de noche en las aulas, bajo la luz de gas y el ruido lejano de los martillos.

Esplendor y ocaso

La segunda mitad del siglo XIX fue la edad dorada de Trubia. Los altos hornos rugían sin descanso y las chimeneas teñían de hollín los cielos asturianos. De sus talleres salieron los cañones rayados que armaron la flota de Isabel II y los buques de la Restauración. También se fabricaron proyectiles, corazas, revólveres y fusiles que acompañaron al Ejército español desde Marruecos hasta Cuba y Filipinas.

"El hierro de Trubia era la espina dorsal del poder español en el siglo XIX", asevera Moreno. "Fue allí donde se produjo el primer acero al crisol del país, donde se introdujo el zunchado de cañones y el rayado interior, técnicas que situaron a España en la vanguardia metalúrgica europea".

'El probadero', espacio dentro de los terrenos de la fábrica donde se testaba la munición más pesada

'El probadero', espacio dentro de los terrenos de la fábrica donde se testaba la munición más pesada Revista Española de Defensa

De pronto, la fábrica se había convertido en todo un referente a nivel internacional. Ingenieros franceses, belgas y británicos visitaban sus instalaciones y la correspondencia técnica de la época la destaca como ejemplo de eficiencia y progreso. Los obreros, muchos de ellos hijos y nietos de los primeros fundidores, formaron una comunidad orgullosa y disciplinada, unida por el fuego, el ruido y el trabajo.

Sin embargo, nada es para siempre y la entrada en el nuevo siglo trajo tiempos difíciles. La pérdida del imperio colonial, las tensiones políticas y la competencia industrial dejaron huella en Trubia. Aun así, la fábrica -nuevamente- resistió, adaptándose a nuevas tecnologías y guerras. Durante la Guerra Civil, fue escenario de combates y producción bélica: de sus talleres salieron cañones para ambos bandos y muchos de sus obreros se convirtieron en milicianos.

Tras la contienda, el complejo se incorporó al Consorcio de Fábricas Militares y continuó fabricando armamento, pero ya nada sería igual. "El humo de Trubia -relata Moreno- dejó de ser promesa de futuro para convertirse en recuerdo de un tiempo en que el trabajo tenía el ritmo del corazón y el sonido del metal".

Pese a todo, sobre el final del capítulo que firma, Moreno asegura que "el fuego de Trubia no se apagó del todo. Sigue ardiendo en el recuerdo de quienes levantaron con sus manos un país hecho de hierro y voluntad. Porque sin ellos, España no habría tenido industria ni historia".