Imagen de archivo de una mujer con dolor pélvico.
Neuralgia del pudendo: la dolencia invisible y constante en la que siete de cada diez afectados son mujeres
Se trata de un dolor permanente en la zona pélvica y genital que provoca quemazón, calambres, pinchazos, presión e incluso excitación sexual.
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Sentarse en una silla, montar en bicicleta o pasar horas frente al ordenador son acciones rutinarias para la mayoría, pero auténticos castigos para quienes padecen neuralgia del pudendo, una dolencia aún poco conocida que afecta de lleno a su calidad de vida.
El dolor constante en la zona pélvica y genital limita la rutina, condiciona la vida sexual y erosiona la salud mental de quienes lo sufren. La mayoría, ni siquiera ha oído hablar del nervio pudendo, aunque se trata de una estructura fundamental para el normal funcionamiento del cuerpo.
El doctor David Abejón, jefe en la Unidad del Dolor en el Hospital Universitario Quirónsalud Madrid y Olympia Centro Médico Pozuelo —que acaba de abrir sus puertas—, explica: "El pudendo es el nervio responsable de la sensibilidad del periné, los genitales externos y la zona anal. Además, interviene en la función motora del suelo pélvico y regula la micción, la defecación y la actividad sexual".
Su lesión o afectación, por tanto, no es una dolencia menor: se trata de un punto neurálgico que sostiene la vida diaria. Y cuyo dolor persistente empeora al estar sentado.
La descripción de los pacientes suele coincidir en varios matices: quemazón, calambres, pinchazos, presión a nivel rectal e incluso una extraña sensación de excitación sexual no deseada.
El problema es que no cuenta con un marcador claro que permita un diagnóstico inmediato. Con frecuencia, los síntomas se confunden con otro tipo de problemas ginecológicos, urológicos o digestivos, lo que deriva en un peregrinaje de especialistas y en diagnósticos retrasados.
Doctor David Abejón, jefe de la Unidad del Dolor del Hospital Universitario Quirónsalud Madrid
Una de las herramientas de las que se dispone para aclarar los indicios de neuralgia del pudendo son las pruebas complementarias como la resonancia magnética o los estudios electromiográficos los cuales permiten evaluar la situación y descartar otras posibles causas.
"En muchos casos, desde la aparición de los primeros síntomas hasta la confirmación del diagnóstico pasan meses o incluso años", reconoce el doctor Abejón. Entre tanto, el sufrimiento del paciente aumenta y el impacto en su salud mental es evidente.
Causas y factores desencadenantes
La prevalencia de esta dolencia se inclina claramente hacia el género femenino: se estima que siete de cada diez pacientes diagnosticados son mujeres. La explicación reside en varios factores, desde los anatómicos —por ejemplo, la pelvis femenina es más ancha— hasta los mecánicos.
Durante el embarazo y el parto, la zona pélvica sufre cambios que pueden condicionar lesiones o compresiones en el nervio pudendo. Y en la menopausia, los cambios hormonales y la atrofia tisular suponen también un terreno fértil para su aparición o agudización.
"Sin embargo, esta mayoría femenina también puede ser debido a que las mujeres consultan más a los especialistas por este tipo de síntomas", apunta el doctor Abejón.
El abanico de causas de sufrir neuralgia del pudendo es tan amplio como complejo. En algunos casos, el detonante son las cirugías pélvicas, los partos o los traumatismos que dañan directamente el nervio.
En otros, la compresión se produce de forma sostenida, como ocurre en las personas que pasan largas horas sentadas o en determinados deportes como el ciclismo.
También existen causas menos visibles, pero igual de trascendentes: enfermedades sistémicas que dañan los nervios, como la diabetes, la presencia de tumores o la fibrosis tras cirugías.
Incluso infecciones como el herpes o complicaciones de tratamientos médicos como la quimioterapia o la radioterapia pueden estar detrás de este dolor.
En las mujeres postmenopáusicas, la suma de la atrofia genital, la sequedad vulvovaginal y los cambios hormonales convierte la vida sexual en un terreno imposible. En los hombres, los problemas de erección o la evitación del contacto sexual son consecuencias frecuentes.
Lo que provoca, en ambos casos, que las relaciones de pareja se vean resentidas, generando aislamiento y sentimientos de incomprensión.
A esta carga se suma otro obstáculo: los tabúes culturales. En algunos entornos, hablar de dolores relacionados con la sexualidad sigue siendo difícil.
El doctor alerta del impacto global que genera: "La afectación de la salud mental y la salud sexual en estos pacientes es muy marcada". Por eso, es habitual encontrar cuadros de ansiedad y depresión derivados del dolor crónico y de las limitaciones que impone.
“Durante años se ha minimizado e, incluso, se ha llegado a considerar que era un problema inventado o psicológico”, lamenta el Dr. Abejón. Sin embargo, la realidad es que se trata de una enfermedad reconocida, con bases fisiológicas concretas y tratamientos efectivos.
Tratamientos disponibles
Uno de los puntos clave es el abordaje multidisciplinar. El tratamiento comienza con estrategias conservadoras: fisioterapia del suelo pélvico, analgésicos o neuromoduladores, además de técnicas de estimulación nerviosa como el TENS (Estimulación Nerviosa Eléctrica Transcutánea).
También es ideal dotar de apoyo psicológico al paciente para que sea un periodo menos duro y proporcionarle herramientas de afrontamiento.
Cuando estas medidas no son suficientes, se emplean opciones más avanzadas. Las infiltraciones con anestésicos, la radiofrecuencia pulsada o la cirugía de descompresión del nervio son fórmulas posibles.
"En los casos más resistentes recurrimos a la estimulación de raíces sacras, una técnica innovadora que ofrece resultados esperanzadores", explica el especialista.
Algunas recomendaciones que ayudan a reducir el riesgo o mitigar los síntomas que traslada el doctor Abejón son: evitar la sedestación prolongada, modificar la postura con cojines específicos que descarguen la presión sobre la pelvis, y no abusar de deportes que impliquen una alta fricción en la zona, como el ciclismo.
La fisioterapia preventiva del suelo pélvico también resulta de gran ayuda, sobre todo en mujeres postparto, al igual que los tratamientos locales para la atrofia vulvovaginal en la menopausia.