La madrileña abre a Magas las puertas de su casa, en la que incluso tiene su propia sala de ensayo.

La madrileña abre a Magas las puertas de su casa, en la que incluso tiene su propia sala de ensayo. David Morales

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Mercedes Padilla, la primera mujer en dirigir una orquesta en España: "Debemos mucho a las bandas de los pueblos"

La madrileña recibe el reconocimiento 'Músico de Honor de la Guardia Real' por su trayectoria y su vínculo con la unidad militar al servicio de la Corona.

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A Mercedes Padilla (Madrid, 1952) hay que atribuirle el mérito de ser pionera en muchas cosas. Basta con teclear su nombre en los buscadores para que empiecen a brotar noticias sobre ella desde la década de los 80, cuando su interés por coger la batuta despertó la curiosidad de la sociedad española, hasta esta semana, que recibe un premio especial para ella.

El jueves 20 de noviembre, el Palacio de El Pardo la acogió en un acto que la reconocía como Músico de Honor de la Guardia Real, cuya banda hoy dirige el coronel Fernando Lizana. "Es un gran honor", asegura, porque "siempre que las Fuerzas Armadas me han pedido colaborar he estado allí y tenemos una gran relación".

El nombramiento —otorgado al personal no vinculado al mundo militar por sus méritos, su afecto o incondicional apoyo al cuerpo de músicas de la institución — recae en la que se conoce que fue la primera mujer en ejercer profesionalmente el oficio de la dirección de orquesta en este país.

Se graduó de cinco carreras en el Real Conservatorio Superior, estudios que amplió en Italia y Alemania junto a los maestros Donatoni, Petrasi, Ferrara y Riling, así como con un doctorado. Ha subido a algunos de los escenarios más importantes del panorama patrio e internacional, e incluso representó a España en una visita de Estado a Filipinas en 1998.

Mercedes Padilla frente al objetivo.

Mercedes Padilla frente al objetivo. David Morales

Una carrera de éxito que ha compaginado con su otra gran pasión, la docencia: fiel defensora de la educación en humanidades, y, concretamente, en música desde edades tempranas, lleva cinco décadas siendo profesora en la cátedra de Contrapunto y Fuga —que "son como las matemáticas de un ingeniero", dice— y en la de Dirección de Orquesta desde 2006.

Padilla abre las puertas de su casa, una en la que hasta el más mínimo detalle —incluso las mesitas auxiliares— remite a instrumentos y partituras. En su salón conviven un piano de cola con todos los premios que ella y su marido, el compositor Miguel del Barco —responsable del actual himno de Extremadura— han acumulado a lo largo de los años. La postal impresiona.

Su trayectoria traza una línea ininterrumpida de conciertos y proyectos. Si tuviéramos que ponerle fecha de inicio a ese camino, ¿de cuántas décadas sobre el escenario hablaríamos?

Este año cumplo precisamente esos 40 años desde mi presentación en el Teatro Real, el 5 de noviembre de 1985. En aquel momento, que una mujer se subiera a ese teatro para dirigir una orquesta era casi una osadía. Hoy lo vemos con cierta normalidad, pero entonces se vivía como algo prácticamente imposible.

Detengámonos en el reconocimiento que recibía esta semana. Para el lector que quizá no esté familiarizado con este tipo de distinciones, ¿qué simboliza para usted en este momento?

Me han nombrado Músico de Honor de la Guardia Real. Eso significa integrarse, de forma honorífica, en el entorno de la Unidad de Música del Rey. Para mí es muy emocionante, primero porque no lo esperaba en absoluto y segundo porque culmina una relación larga y muy profunda con las Fuerzas Armadas.

Siempre que me lo han pedido he colaborado: he formado parte de jurados de premios de composición militar, incluso dirigí el himno nacional en las Cortes cuando el entonces príncipe Felipe juró la mayoría de edad. Ahora soy profesora en la Escuela de las Fuerzas Armadas. Es un reconocimiento que siento muy cercano y muy coherente con los años que llevamos juntos.

Fue la primera mujer en ejercer como directora de orquesta de manera profesional en el país.

Fue la primera mujer en ejercer como directora de orquesta de manera profesional en el país. David Morales

Antes de la directora reconocida internacionalmente, hubo una niña a la que algo le hizo chasquear por dentro. ¿De dónde nace su vocación?

De niña, cuando mi madre nos llevaba a algún concierto, yo me acercaba todo lo que podía al atril para ver las partituras: aquellas páginas llenas de signos me parecían algo misterioso, casi mágico.

En casa no había músicos profesionales: mi padre venía del mundo de la medicina. Pero ella amaba esto y me lo inculcó desde muy pequeña. El punto de inflexión llegó con ocho años: me regaló un acordeón por Reyes, como un juguete, y con ese instrumento venían cuatro clases de regalo. Empecé con esas lecciones y ya no me pude apartar de la música.

Con el tiempo hice la carrera de piano, de composición, de dirección de orquesta… en total, cinco carreras superiores en el Conservatorio Superior de Madrid, además del doctorado. Y después, toda una vida dedicada a la enseñanza y sobre el escenario.

Usted mencionaba ese Madrid del Real y del Conservatorio… ¿Es madrileña de origen o hay otras geografías que se cuelan en su biografía?

Sí, soy madrileña, aunque no soy gata. Tengo una raíz andaluza: mi abuelo era de Granada.

¿En qué momento se convierte en la primera mujer que ejerce profesionalmente la dirección de orquesta en España?

Tengo que decirle que mi trayectoria, en realidad, empieza como profesora. Siendo yo muy joven, con 24 añitos, gané la plaza en la cátedra de Contrapunto y Fuga, al tiempo que seguía estudiando la carrera de Dirección. Durante unos años fui profesora y alumna a la vez, porque es posible hacerlo de esa manera.

Cuando terminé Dirección, descubrí que lo que más me apasionaba era precisamente eso. Empecé formando orquestas, primero con alumnos, y después di el salto al Teatro Real. Aquella presentación fue decisiva: a partir de ese concierto empezaron a llegar invitaciones para dirigir en España y fuera.

He realizado giras por Estados Unidos, diversos países de América Latina, Rusia, Bulgaria, Filipinas, Alemania, Portugal… y con mi propia agrupación, que sigue activa y con la que también estoy celebrando estos 40 años, hemos viajado, por ejemplo, a Túnez, donde actuamos en el precioso anfiteatro romano de El Jem, con capacidad para 27.000 personas.

Tiene cinco carreras superiores, un doctorado y estudios ampliados en otros países de Europa.

Tiene cinco carreras superiores, un doctorado y estudios ampliados en otros países de Europa. David Morales

A los músicos les gusta la sensación de palpar el instrumento, En su caso, ¿por qué “tocar” la orquesta y no quedarse con el piano o la composición?

Porque esta es, literalmente, el mío. El pianista toca el piano; yo toco la orquesta. Tienes entre tus manos las sinfonías de Beethoven, Mozart o Bach y tu misión es hacerlas sonar, articularlas, darles forma. Eso me fascinó desde el primer curso de Dirección que hice, en Valencia.

Cuando volví a Madrid decidí matricularme en la carrera de forma seria. Pero en mi plan de estudios, para poder entrar en primero necesitabas alrededor de 12 años de formación previa: cinco de solfeo, cuatro de armonía, tres de contrapunto y fuga, segundo curso de composición…

Y también muchas asignaturas complementarias: música de cámara, historia, estética, piano complementario, conjunto coral, conjunto instrumental… En total, entre unas cosas y otras, fueron 17 años. Es un camino largo, pero fundamental si aspira uno a subirse a un escenario con solvencia.

¿Quiénes han sido sus grandes referentes?

Siempre he admirado mucho a Celibidache y a Karajan. De mujer no he tenido ningún referente, sencillamente porque no había.

Usted entra en un mundo que, durante décadas, estuvo marcado por la figura masculina. ¿Cómo ha cambiado la escena desde aquellos años hasta hoy?

Hoy hay muchas mujeres directoras, y eso es una alegría enorme. Pero también quiero subrayar algo que a veces se malinterpreta: nunca nos prohibieron matricularnos. Cuando yo empecé, nadie me cerró las puertas de Dirección por ser mujer. Lo que ocurría es que el camino era exigente, largo y muy especializado.

La cátedra de Dirección de Orquesta es relativamente moderna: se creó por decreto en 1942, pero las primeras oposiciones a cátedra no llegaron hasta 1970. Antes no es que estuviera vetado, es que sencillamente no existía la cátedra como tal. Desde el momento en que se creó, hombres y mujeres pudieron matricularse, igual que en Composición, que existe desde 1830.

Otra cosa es lo que luego pasaba en las trayectorias profesionales o en la visibilidad pública de esas mujeres, con esos pactos que firmaban los hombres con composiciones de mujeres... Pero claro, todo eso hay que averiguarlo e investigarlo bien.

La renombrada directora toca una pieza en el piano de cola de su salón.

La renombrada directora toca una pieza en el piano de cola de su salón. David Morales

¿A qué atribuye usted que no tuviera coetáneas dirigiendo? ¿Faltaban modelos, información, interés?

No lo sé. Yo no conocía a ninguna mujer dirigiendo cuando empecé. Además, fui la primera que se presentó con una agrupación propia, la Orquesta de Cámara Villa de Madrid, que hoy sigue activa y depende completamente de mí, porque soy su empresaria, claro. En mi caso, llegué a la conclusión de que necesitaba mi propio espacio.

Así acabé haciéndome una casa con una sala de ensayos, archivo de partituras, despacho… Algo muy poco frecuente para un director, sea hombre o mujer. Aquí trabajamos con nuestras sillas, atriles, luces, y con todas las particellas. Esta es como mi sede.

En 1986, dirigió el Himno nacional en el Congreso durante el juramento de la mayoría de edad del entonces Príncipe Felipe. ¿Cómo se recibe una llamada así?

Un día recibí una llamada inesperada de la Casa Real y, por supuesto, dije que sí. Recuerdo que me dediqué a estudiar con mucho detalle el protocolo, porque claro, estaban el Rey, la bandera, las autoridades... Dentro del Congreso dirigí el himno con la orquesta. Fue uno de los momentos más emocionantes de mi carrera.

Habrá otros, imagino...

Hay otro gran día. Usted es muy joven, pero, en 1985, actuar en el Teatro Real no era cuestión de alquilar la sala, como ahora puede hacerse en algunos casos: era una cuestión de currículum y prestigio. Te programaban porque confiaban en que ibas a hacer un gran concierto. Porque sabían que eras una garantía de éxito.

Para cualquier músico, actuar en el Teatro Real era la cima. Y en mi caso no fue fácil: hubo mucha gente en contra, personas que cuestionaban que una mujer dirigiera allí y, además, al frente de su propia orquesta. Se intentó poner obstáculos, pero el teatro se llenó y el concierto tuvo una repercusión enorme: apareció en toda la prensa, hasta en la de corazón y en telediarios.

También viví resistencias cuando me presenté a las oposiciones. Algún catedrático me decía: “¿Cómo se va a presentar, si desde 1830 nunca ha habido ninguna mujer en Contrapunto, ni en Armonía, ni en Composición?”. A mí eso nunca me frenó: me gustaba y punto. Estudié, me presenté y saqué la oposición.

Detalle de su batuta.

Detalle de su batuta. David Morales

¿Qué ingredientes se necesitan para sostener una carrera como la suya?

La dirección es una suma de muchas cosas. Está, por supuesto, la parte artística y la sensibilidad musical, pero también hay una enorme carga de estudio, de análisis histórico, de técnica, de psicología, de gestión. Antes de llegar al primer ensayo, un director tiene detrás meses de investigación.

Estás delante de profesionales que conocen bien su instrumento y pueden preguntarte cualquier cosa. Tienes que estar preparado. A eso se suma la faceta empresarial en mi caso: contratos, proyectos, giras, viajes, documentación… Todo eso te resta tiempo pero es imprescindible para mantener una orquesta independiente como la nuestra.

Ha estudiado y ha vivido periodos muy ricos de la historia musical española. Desde ese mirador privilegiado, ¿cómo ve el presente de la misma en nuestro país?

La gran asignatura pendiente de España sigue siendo la educación musical de base. En países como Austria, Alemania, Italia o muchos del Este, los niños crecen con un instrumento en las manos desde pequeños; el arte forma parte de la vida escolar cotidiana. Aquí no ocurre eso.

La música aparece a veces como una hora semanal, mal entendida y peor aprovechada, donde se pretende que el alumno aprenda solfeo, en lugar de enseñarle a disfrutar del sonido. Nos falta una educación continua desde los cuatro hasta los 18 años. Si la tuviéramos, tendríamos aficionados entendidos.

Dicho esto, es verdad que los auditorios se llenan: hay un público entusiasta de la clásica. Y hoy contamos con algo que en mi época no existía: orquestas en prácticamente todas las comunidades autónomas. Antes teníamos la Nacional de España, y luego la de RTVE, y poco más.

Y no podemos olvidar el papel decisivo de las bandas; les debemos mucho. Gracias a ellas se ha escuchado música en los pueblos. Esos maestros que a veces eran flautistas o pianistas, y enseñaban a la vez percusión, saxofón, clarinete… han tenido un mérito inmenso. Han sido, y siguen siendo, una cantera extraordinaria.

La protagonista fotografiada en su conversación con Magas.

La protagonista fotografiada en su conversación con Magas. David Morales

Da la impresión de que, como país, seguimos sin ser del todo conscientes del tesoro que suponen las bandas, sobre todo en la España rural, donde a menudo se las mira por encima del hombro.

Pues es uno de nuestros tesoros. Yo he dirigido muchas bandas a lo largo de mi vida. La primera vez fue en 1981, incluso antes de mi debut en el Real, con la Banda Municipal de Badajoz. Fue en la plaza de San Francisco, abarrotada de gente hasta los balcones. Muchos iban a ver “si una mujer era capaz” de dirigir. Y fue un éxito.

En un momento en el que se cuestiona la utilidad de las humanidades, ¿diría usted que las letras, la filosofía, la propia música, están siendo arrinconadas en favor de la tecnología?

Sí, y me preocupa. Las humanidades son esenciales: te forman como persona, te dan criterio, te ayudan a pensar. La historia, la filosofía, el latín… todo eso es básico tanto para un músico como para un arquitecto, un ingeniero o un médico.

La informática y la tecnología son herramientas maravillosas, y por supuesto hay que dominarlas. Pero una cosa es incorporar herramientas nuevas y otra, muy diferente, ir recortando horas de letras del bachillerato, reducir la formación musical, limitar el estudio de idiomas al inglés...

En mi caso, por ejemplo, haber estudiado latín me ayudó mucho cuando me puse con el alemán. Para un músico, conocer las raíces de las palabras, los idiomas de las partituras, es fundamental. No se trata de elegir entre una cosa o la otra, sino de encontrar un equilibrio.

Desde la butaca, uno tiene la sensación de que entre el director y los músicos existe un lenguaje secreto. ¿Cómo describiría usted su relación con su orquesta?

Es un vínculo muy estrecho. Tengo una relación magnífica con la mía: somos un equipo dentro y fuera del escenario. Selecciono siempre a los mejores músicos posibles, sin importar si son hombres o mujeres. Busco profesionales de primer nivel. Esa confianza en su calidad hace que el trabajo fluya.

Al mismo tiempo, el director debe mantener una autoridad clara. Pero creo que se consigue mucho más con educación y respeto que con gritos, como hacían algunos de la vieja escuela. Yo soy muy partidaria de la empatía, pero también soy muy firme con los límites: el respeto no se negocia.

Silueta de la protagonista, siempre batuta en mano.

Silueta de la protagonista, siempre batuta en mano. David Morales

Hay, además, otra dualidad en su figura: la de la directora y la de la empresaria. ¿Se siente distinta cuando se pone una u otra gorra?

No cambia mi carácter, pero sí cambia lo que ocupa mi mente. Como empresaria tengo que ocuparme de los contratos, los proyectos, las negociaciones con las entidades que nos contratan, los cálculos de costes, el IVA, el IRPF, las facturas, la coordinación con la gestoría…

Me llama la atención que su marido y usted compartan profesión. ¿Ayuda ser dos músicos bajo el mismo techo a entender mejor los ritmos y las exigencias del otro?

Bueno, yo conozco matrimonios que han acabado separados y otros que son más felices; hay de todo. En nuestro caso, es que un sábado o un domingo cualquiera es normal que los dos estemos estudiando desde la mañana hasta la noche.

Antes de un concierto, como el que tengo próximamente con Carmen Linares, mi semana entera está centrada en estudiar, ensayar, revisar, corregir… y él lo entiende porque hace exactamente lo mismo cuando prepara sus proyectos.

Si uno de los dos no fuera músico, quizá no comprendería por qué no puedes irte de vacaciones en agosto si tienes un concierto difícil en septiembre, o por qué no sales a cenar la víspera de un gran compromiso. La música es una vida de estudio continuo: cuando sales al escenario no puedes decir “ayer fue el cumpleaños de mi tía”; tienes que darlo todo.

Ha mencionado en varias ocasiones su vínculo con las Fuerzas Armadas. ¿Cambia mucho el trabajo cuando se sitúa usted frente a una unidad militar en lugar de una agrupación civil?

En absoluto. En el ámbito militar me he encontrado siempre con músicos muy bien formados, muy disciplinados y muy respetuosos. Mi trato con ellos es exactamente el mismo que con cualquier orquesta profesional.

Además, en la Escuela de las Fuerzas Armadas doy clases tanto a directores de banda con gran graduación militar como a alumnos instrumentistas. Y he comprobado que su formación es muy profunda: además de la parte musical, tienen que estudiar idiomas, informática, historia, estética… y, por supuesto, cumplir con las misiones.

En las Escuelas Militares hay un talento extraordinario. Es una cantera que muchos desconocen, pero de un nivel altísimo.

Mercedes Padilla, Músico de Honor de la Guardia Real en el año 2025.

Mercedes Padilla, Músico de Honor de la Guardia Real en el año 2025. David Morales

Ya hemos hablado de pasado, pero, ¿qué nos espera de Mercedes Padilla en los próximos meses?

Ahora mismo estoy inmersa en varios proyectos. El más inmediato es el que te he mencionado antes: la dirección de El amor brujo de Falla con Carmen Linares, en su primera versión, la de 1915, que se conoce menos y que es una verdadera joya.

Después tengo grabaciones de obras de Miguel; el Concierto de Año Nuevo, al estilo vienés, con valses, polcas y la Marcha Radetzky; conciertos en Salamanca, en la basílica donde está enterrada Santa Teresa; cursos de dirección; participación en jurados…

Puedo decir que, hasta bien entrado el verano que viene, tengo ya la agenda llena.