Quedamos con Manuel Vilas en un hotel exquisito del centro llamado El Autor, por eso de que la poesía no para ni en los días nublados. Finalista del Planeta, ganador del Nadal. Seguro uno de los escritores más relevantes de España.
Es un gran desobediente. Es conmovedor, es trágico. Es hedonista. Es el poeta de la vida exaltada, el poeta de las cosas que brillan.
A él le interesa la idea del poeta como vagabundo, como desertor de todo valor social: le interesa Whitman, le interesa el elogio a la vida, le interesa abrir los brazos, lleno de júbilo, y cantar What a wonderful world mientras el sol le da en la cara y las frutas maduran.
Le interesa la idea de vivir cien años y la renuncia a la gloria.
Dice que casi todo es alienación y procura rebelarse contra eso.
Dice que sólo existen la libertad y el erotismo. Lo demás está sucio, está roto, es feo o caro o aburrido o todo al mismo tiempo.
Y si existieran otras cosas, la verdad, tampoco le interesarían.
Manuel Vilas: “Mi madre es quien más me ha influido y destruido en la vida”
¿Quién mejor que un profesional del eros para hablarnos de las mujeres de su vida? Vilas es un soldado del deseo, del que nace en la cabeza y nos agujerea el cuerpo.
La primera mujer de tu vida fue tu madre. ¿Qué aprendiste de ella? ¿En qué te pareces y en qué te diferencias?
Mi madre marcó mi vida por completo. Soy de signo materno, absolutamente. Fue la persona que más me influyó, incluso más que mi padre. Me salvó la vida y también me la complicó mucho, casi me la destruyó: generamos un vínculo emocional brutal, salvaje. Yo era totalmente dependiente de ella. Como Proust, no podía dormirme sin sus besos de buenas noches. Mi madre era el faro de mi infancia.
Freud tendría mucho que decir sobre eso.
Seguro. Si me hiciera un psicoanálisis, mi madre aparecería por todas partes. Era un gran amor, pero también una dependencia excesiva. Después me costó muchísimo vivir por mí mismo.
"He buscado en todas las mujeres a mi madre, y, claro: nunca era igual. Mi dependencia materna me ha complicado la vida"
¿Cómo era su carácter?
Muy punk. Muy salvaje. Le encantaba la vida. De joven se iba de fiesta con mi padre todos los fines de semana, mientras yo me quedaba en casa de mis tíos. Eso me dolía, porque yo siempre quería estar con ella. Con los años, ya de mayor, sufrió mucho: no aceptó el paso del tiempo ni el envejecimiento.
Mi padre me decía: “Te pareces a tu madre”, y tenía razón. Yo también soy un punk. Ella era muy desobediente, muy particular. En el médico, por ejemplo, cuando le preguntaban su edad, contestaba: “¿Y a usted qué le importa?”. Nunca quería decirla, incluso la cambiaba.
Manuel Vilas posa en el hall de El Autor y nos habla de las mujeres que más le inspiran.
En un poema escribiste que cuando tu madre murió ya nadie se preocuparía de si estabas vivo o muerto.
Sí. Porque para ella yo era lo fundamental de la vida. Y heredar esa certeza, saber que existía alguien para quien tú eras lo esencial, es una fuerza tremenda. Eso me ha acompañado siempre, incluso en mis relaciones amorosas: hice muchas veces la transferencia de mi madre a las mujeres.
¿Qué problemas te trajo eso?
Una dependencia emocional muy fuerte, a veces disfuncional. En todas buscaba a mi madre, y claro, nunca era igual. Eso me complicó el amor, aunque también me dio un vínculo profundo con los muertos: sigo sintiendo que mis padres me acompañan. Es un pensamiento mágico, pero me gusta.
"Soy capaz de enamorarme al instante de una mujer, sólo con verla. Imagino una vida juntos. Luego dejo de verla y la fantasía se derrumba"
¿Eres un enamorado del amor?
Siempre. Soy capaz de enamorarme al instante de una mujer, solo con verla. Como escritor, de inmediato imagino que nos casamos, que tenemos hijos… Luego dejo de verla y la fantasía se derrumba.
Naciste en 1962. ¿Cómo fue tu infancia en España y tu relación con lo femenino?
Fui un niño muy tímido, con muchas dificultades para relacionarme con chicas de mi edad. La poesía me salvó. Con 14 o 15 años, cuando intentaba ligar, recitaba versos de Jaime Gil de Biedma. Pasé de ser un completo desconocido a alguien que llamaba la atención. La poesía me dio existencia social: las chicas se quedaban mirándome, sorprendidas.
¿Cómo fue tu primer deslumbramiento ante el cuerpo desnudo de una mujer?
Lo pasé mal. Sentí miedo, un terror profundo. El sexo tiene ese componente atávico, primitivo. El orgasmo se llama “la pequeña muerte”, y la intimidad entre dos seres humanos es un territorio complejo. Nos seguimos debatiendo con ello después de miles de años de civilización. Creo que nadie resuelve del todo el enigma del deseo.
Manuel Vilas recuerda su primera incursión en el sexo, a los 14 años.
¿Recuerdas tu primera relación sexual?
Sí, a los 14 años, con una chica de mi edad. Fue un desastre, claro. No había educación sexual, todo era a oscuras, a prueba y error. Pero también descubrí el poder inmenso de alegría que da el sexo, la energía vital que genera.
"Sentí un terror profundo la primera vez que vi el cuerpo desnudo de una mujer. Nadie resuelve del todo el enigma del deseo"
¿Se conoce mejor a alguien conversando o en la intimidad física?
Ambas cosas. Conversar lleva a lugares profundísimos, pero la intimidad corporal también revela mucho. El ideal es tener ambas: conversaciones interminables y complicidad erótica. Quien tiene eso, tiene la vida resuelta en un 95%.
¿Qué pasa con “Gran Vilas”? ¿Ese heterónimo te permitía hacer lo que Manuel Vilas no hacía?
Gran Vilas surgió en un momento en que el amor romántico estaba mal visto. Se consideraba viejuno, incluso heteropatriarcal. La heterosexualidad y el romanticismo juntos se han vuelto sospechosos. Pero yo sigo creyendo en el amor. No quiero que la igualdad, que es maravillosa, implique renunciar al enamoramiento. Si convertimos las relaciones en contratos sin misterio ni improvisación, ¿qué nos queda?
Hoy todo parece sobreexplicado: hasta un beso requiere permiso.
Exacto. El misterio se pierde. Una amiga me contaba que tuvo que decirle a un hombre: “Soy normal, me gusta el sexo, me gustas tú”. Porque él estaba paralizado por miedo a incomodar. Al mismo tiempo, es cierto que hay que aprender que subir a casa de alguien no significa necesariamente acostarse. Hay confusión por todas partes.
¿Cuántas mujeres importantes ha habido en tu vida?
Diría que cuatro, de las cuales dos fueron mis esposas.
¿Por qué te casaste?
La primera vez, en los noventa, porque era lo que tocaba. La segunda, porque mi mujer tenía la ilusión y porque vivía en Estados Unidos, con lo que había cuestiones prácticas de nacionalidad. Pero también descubrí que me gusta casarme: no en el sentido clásico de “para toda la vida”, sino como una forma de hacer pública la contundencia del amor, de decirle al mundo: estoy enamorado de esta persona.
"Lo ideal a tener con alguien es conversaciones interminables y complicidad erótica. Eso te resuelve la vida en un 95%"
Hablemos de mujeres que te inspiran. ¿Escritoras favoritas?
Emily Brontë y Virginia Woolf. Cumbres borrascosas y Las olas son dos novelas fascinantes. Aunque para mí lo importante es la obra, no el género de quien la escribe. Dicho esto, entiendo la necesidad de visibilizar a las autoras que la historia ocultó. Ayer, por ejemplo, vi en Santander una exposición de Maruja Mallo: su pintura es extraordinaria y, sin embargo, la excluyeron injustamente de la Generación del 27.
¿Actrices favoritas?
Greta Garbo, Sharon Stone, Marilyn Monroe, Aitana Sánchez-Gijón, Maribel Verdú, Bette Davis… Cada una me ha fascinado de distinta manera. Algunas son mitos eróticos, otras tenían un atractivo extraño, andrógino.
¿Y músicas?
Janis Joplin, Patti Smith y Amy Winehouse. Amy me parece una de las grandes, con solo 27 años dejó un legado impresionante. La escucho mucho; sigue muy viva en la música de hoy.
Vilas es un amante de Greta Garbo, de Sharon Stone, de Janis Joplin y de Patti Smith.
¿Cuál es tu política favorita?
Madre mía… Es difícil decirlo. Hubo un tiempo en que me sorprendió mucho Yolanda Díaz. Me parecía muy atractiva, porque usaba un refinamiento estético cercano a la derecha, pero siendo una mujer de izquierdas. Esa mezcla me pareció fascinante. Luego, con el tiempo, ya no sé qué pensar.
Federico Jiménez Losantos la llamaba “la fashionaria”.
Sí. Esa conjunción entre una belleza clásica y una ideología de izquierdas me sorprendió positivamente. Después ya no sabría qué decir. Otra política que me parece atractiva es Cayetana Álvarez de Toledo: tiene una lógica política muy bien trabajada, y un cuello larguísimo… Casi de dinosaurio. Y María Jesús Montero me parecía atractiva hasta que la oí hablar.
"Yolanda Díaz me parecía atractiva porque su refinamiento estético era cercano a la derecha, pero siendo una mujer de izquierdas: una mezcla fascinante"
¿Cuál es tu personaje de ficción femenino favorito?
Sin duda, Madame Bovary. Me siento muy próximo a ella, incluso identificado. Comprendo perfectamente lo que le pasa y muchas veces me he sentido como ella: sola en el mundo, buscando sentido. Madame Bovary va más allá de ser mujer: es un símbolo de la condición humana, como Don Quijote. Entre los dos hay muchos vínculos.
¿Y tu personaje histórico femenino favorito?
Yo me he formado con la mitología del rock. Janis Joplin, por ejemplo, ha sido crucial para mí. Si tengo que pensar en una figura histórica hispánica fascinante, diría Eva Perón. Es un misterio, un personaje que me resulta enigmático y poderoso.
¿Cómo es la mujer española?
Ha habido una revolución. Ya no tienen nada que ver con sus madres o abuelas. España es, en mi opinión, uno de los países más feministas del mundo. Lo veo al comparar con Italia o Francia: aquí la mujer está en la vanguardia de la historia.
¿Y qué hay del tópico de “la española cuando besa...”?
Es un tópico, claro, pero también encierra algo real: muchas mujeres que he conocido en España creen en el amor de verdad. Para ellas, si no hay enamoramiento, no hay relación posible. Eso me fascina: esa fe en el amor. El hombre, en cambio, suele tener más dificultades para creer en él.
"Me siento identificado con Madame Bovary: está sola en el mundo buscando un sentido. Es un símbolo de la condición humana, como Don Quijote"
¿Qué mujer has temido más? ¿Has tenido alguna profesora o jefa que te marcara especialmente?
Sí, una profesora me maltrató mucho en la infancia. Me acusó injustamente de copiar en un examen y me hizo sufrir terriblemente. Yo era un niño obediente y estudioso, y aquello me dejó huella. A veces he intentado buscar por internet dónde está enterrada, fíjate.
Vilas en la habitación del hotel El Autor. Tomamos café y soñamos con ser ricos.
¿Qué opinas de la división entre “mujer fatal” y “mujer buena”?
Creo que esa distinción ya no funciona. Sí sigue vigente algo: la belleza como poder. Una mujer extraordinariamente hermosa puede dominar una habitación, un despacho, cualquier lugar, hasta los 40 años, cuando ese poder empieza a desaparecer. El envejecimiento de la mujer está penalizado socialmente, mientras que el del hombre se embellece: se habla de canas atractivas, de prestigio… A ellas, en cambio, se las relega. Muchas aceptan ese repliegue y eso me resulta doloroso.
¿Qué papel juega el dinero en la seducción y el deseo?
Decimos que el amor es igual en un hotel de cinco estrellas que en un pajar, pero no es cierto. Lo material nos atraviesa. El dinero siempre ha sido un factor de seducción, aunque de manera desigual: tradicionalmente se asociaba al poder del hombre, no de la mujer. Creo que, de todos modos, la igualdad ha avanzado muchísimo en los últimos treinta años. Hoy los discursos machistas suenan cutres, grotescos, demodé.
"Una mujer hermosa puede dominar una habitación, un despacho, o cualquier lugar, hasta los 40 años: ahí ese poder empieza a desaparecer"
¿Notas diferencias entre las mujeres de izquierdas y las de derechas?
Yo tendría dificultades para relacionarme con una mujer muy de derechas, igual que con una muy de izquierdas sin sentido del humor. Para mí, el humor es lo esencial: lo suaviza todo. Una mujer u hombre puede ser de derechas o de izquierdas, pero si hay humor, eso se relativiza. Sin humor, es imposible.
Para terminar: ¿qué tipo de padre eres?
Uf… He intentado hacerlo lo mejor que he podido. No sé si lo he hecho bien, pero sin una buena relación con mis hijos no podría vivir. Me he dejado la vida en ellos, incluso sacrificando parte de la mía. Los hijos son egoístas y, en los divorcios, suelen tener problemas para aceptar a las nuevas parejas... Eso destroza a los padres. Pero con el tiempo, los hijos crecen, hacen su vida y se dan cuenta de lo injustos que han sido.
Yo he sido un padre muy liberal. Nunca inculqué nada concreto. Con mis hijos hablo de política, sociedad, cultura. Ellos no han seguido mis pasos en la literatura, pero ahora, que son mayores, empiezan a interesarse por mi pasado. Me preguntan por mis padres, por mi infancia. Y sí, han leído mis libros.