La fotógrafa Pilar Aymerich posa momentos después de la entrevista junto al Carrer Gran de Gràcia en Barcelona
Pilar Aymerich, la fotógrafa que se 'infiltró' en las calles de la Transición "para enseñar lo que nadie enseñaba"
A sus 82 años, es una de las cronistas visuales más reconocidas del tardofranquismo y los primeros años de la democracia.
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Desde el día en que se dio cuenta que quería ser fotógrafa, Pilar Aymerich no ha dejado de pensar su vida en imágenes. Es cierto que las más antiguas están en formato 35mm y en blanco y negro, pero todavía permanecen bien marcadas en su memoria.
Años más tarde, ella misma decidió infiltrarse en la fotografía digital, como muchos años antes lo había hecho en una profesión en la que quiso pasar desapercibida para seguir capturando imágenes a través del visor de una cámara.
Hablar de ella y de su obra es hablar de la memoria colectiva de los movimientos sociales en la Transición y de una ciudad, Barcelona, que se ha transformado intensamente. Ahora nos recibe, a sus 82 años, en su ciudad natal, esa que sigue paseando y fotografiando, después de presentar una nueva exposición.
Sus retratos en monocromo permanecen colgados en el nuevo salón de la House of Photography de Fujifilm, junto con otros coloreados del fotógrafo Toni Amengual, que sirven de reinterpretación artística de las instantáneas capturadas por Aymerich en décadas pasadas.
Con una trayectoria tan inabarcable, es difícil empezar por algo demasiado concreto, así que comencemos por sus inicios. Antes de la fotografía, usted estuvo vinculada al teatro y la escenografía.
Yo siempre digo que los deseos no conectan con la realidad. Cuando acabé la escuela de arte dramático, después de tres años aquí en Barcelona, me fui a Londres para continuar estudiando teatro. Allí me di cuenta de que yo no funcionaba. El idioma fue un impedimento y pensé que nunca podría acceder a ser una actriz o una directora de teatro en aquella ciudad.
Tuvo una revelación en mitad de los años 60.
Totalmente. Era en el año 1965 y estábamos con las manifestaciones de Vietnam, la aparición de los Rolling y el boom de los Beatles. Londres era una fiesta.
Y usted se impregnó del despertar londinense.
Me fui de una ciudad, Barcelona, que en aquel momento era completamente gris. En Londres todo el día estábamos en la calle. Me di cuenta de que quería fotografiar aquello. Fue de una manera completamente intuitiva. Allí nos encontramos con los discursos de Angela Davis y los Black Panthers; había un caldo de cultivo con una cultura muy politizada.
Pero usted vuelve al poco tiempo, ¿no?
De allí me moví a Francia para conocer el laboratorio de mi tío, que estaba exiliado allí. Él fue fotógrafo republicano en la guerra civil. Allí aprendí que la fotografía era una cosa muy seria. La entendí como una manera de comunicarse, de informar, pero también de aportar a la historia, claro. No había juegos posibles: o te interesaba en serio o no te interesaba.
Aymerich, durante la entrevista en la 'House of Photography' de Barcelona
¿Cómo recuerda sus inicios en la prensa franquista? Ahora se cumplen 50 años de la muerte del dictador…
Mis primeros contactos en Barcelona fueron con el mundo del teatro y de los cantautores de la época, como Ovidi Montllor, a quien le hice la portada del primer disco. Nos encontramos con mucha censura y prohibiciones. La juventud estaba supeditada a un régimen que prohibía muchas de las cosas que se querían hacer.
Usted pasó de los escenarios de teatro a los escenarios sociales que son las calles, ¿qué ha significado para usted el inmiscuirse entre mujeres que comenzaron a romper los moldes de una sociedad deseosa de transformación y de ruptura?
Yo creo que el movimiento feminista fue muy importante para la época. Era un colectivo completamente invisible, eso sí. En nuestro sector, ya en el año 1972 comenzamos a reunirnos una serie de profesionales para pensar en cómo podíamos llegar a otras mujeres con pensamientos y acciones feministas… a pesar de la dictadura franquista.
Nos juntábamos escritoras, pintoras, muchas profesionales de distintos ámbitos. Entre ellas estaba también Nuria Pompeia, que era la que hacía las tiras de La educación de Palmira en la revista Triunfo. En casa de Laura Tremosa nos veíamos cada dos semanas.
Ideológicamente, no nos servía la información de otros países, porque la de España era una situación muy peculiar. Cuando murió Franco, el movimiento feminista salió; pero desde años atrás ya había mujeres que decíamos que había que cambiar cosas.
Pilar Aymerich lo vivió en primera persona.
El hecho de participar hace que en mi archivo esté documentado todo el movimiento feminista desde la Transición.
"Aprendí que la fotografía era una cosa muy seria; o te interesaba en serio, o no te interesaba"
Fue una rara avis, una mujer fotógrafa en los años 60 y 70.
Sí, bueno, aparte yo también siempre he sido muy rara (risas). En aquella época, las manifestaciones eran duras y había que ir con mucho cuidado, pero siendo honesta, a mí me facilitó mucho el trabajo ser mujer. Como no se contemplaba que una estuviera haciendo fotos, yo siempre iba maquillada, arregladita. Como si pasara por allí.
Esto me permitió meterme en sitios donde mis compañeros no podían entrar. Yo nunca he llevado la faja ni el carnet de prensa. Era la manera de pasar desapercibida y no tener problemas.
¿Se sentía como una infiltrada?
Sí, porque lo era. Era una intrusa.
¿Usted se considera una fotógrafa militante?
Nunca he militado en ningún partido político, porque he pensado que siendo fotógrafa no debía tomar partido. A mí siempre me ha preocupado más ser honesta. Es evidente que soy subjetiva, porque cuando haces un retrato, estás capturando un trozo de realidad para explicar una historia que te interesa. Pero tienes que tener una ética. En el fotoperiodismo eso es muy importante.
Pilar Aymerich: Manifestación contra la violación y muerte de Antonia España en Sabadell, 1977.
© Pilar Aymerich, cortesía galería RocioSantaCruz.
¿Cómo ve ahora el papel de la mujer en el mundo de la fotografía?
Hay muchas fotógrafas que están contando historias muy interesantes y diferentes a las que explican los hombres. No digo mejores ni peores, sino diferentes. Se ha avanzado mucho en la personalidad y el sentimiento de las mujeres, y eso es muy importante.
Pero seguimos viendo ruedas de prensa, alfombras rojas, eventos, etc. en los que la inmensa mayoría son hombres.
Sí, eso sí. Y cuentas con ello porque ya estás acostumbrada, porque si no, te mueres. Llega un momento en que lo tienes, incluso, que relativizar.
¿Hay una imagen romantizada hoy del fotógrafo/a?
Cada época tiene sus mitos y sus ídolos. En unos años en que la imagen no estaba a la orden del día, había ya mujeres, pero la situación no era como ahora. La profesión siempre ha sido muy solitaria. Yo siempre elijo el tema, busco el momento, voy… Sé que si me pasa algo, no tengo a nadie. El fotógrafo o fotógrafa freelance siempre ha logrado los mejores reportajes, pienso. Es lo más vocacional.
Las fotografías también sirven para construir relatos e identidades, ¿cómo considera que ha aportado usted a ello?
He contribuido desde esta profesión a aportar una visión de la imagen que creo que, aunque sea mía, es honesta a lo que estaba pasando. Además, creo que también he dado voz muchas veces a colectivos o personas que no la tenían. Yo me hice fotógrafa precisamente para esto, para enseñar lo que nadie enseñaba.
¿Qué debe de tener una fotografía para ser ‘buena’ en 2025?
Tiene que contar una historia y saber transmitirla a través de la propia imagen.
"Ser mujer me ha permitido meterme en sitios donde mis compañeros no podían entrar. Era la manera de pasar desapercibida y no tener problemas"
Hablemos de ética en tiempos artificiales… ¿Quedará todo desdibujado ahora con la IA?
Yo creo que quedarán pequeños grupos que serán como ‘prehistóricos’ y tradicionales. Pero en todo hecho traumático, en todo cambio circunstancial, siempre habrá una persona detrás de una cámara. Igual esa persona esconde las fotografías y salen dentro de 50 años… Pero existirán.
Aunque nos engañen y todo cambie, habrá quienes sigan transmitir la realidad a través de imágenes. Tardaremos más o menos en darnos cuenta, pero lo veremos. Siempre habrá gente dispuesta a contar la verdad.
Pilar, usted que ha sido testigo de multitud de cambios sociales, pero también técnicos, ¿cómo ha sido más fácil capturar imágenes?
Con la transición digital hubo muchos compañeros que renunciaron a la fotografía, porque decían eso no iba con ellos y no les interesaba. Eso me supo mal, porque querían acabar con una profesión que es la de la mirada por culpa del instrumento.
Yo me compré una cámara digital en cuanto pude, porque me interesaba como novedad. Ahora compagino ambas técnicas, digital y analógico. Los temas más personales los hago a la antigua usanza: sigo teniendo mi laboratorio y mi ampliadora.
El acceso a la fotografía se ha democratizado, pero ¿usted cree que esto ha disuelto el compromiso de la imagen con lo real, con lo verdadero?
Creo que la gente también ha aprendido a leer imágenes. Esto antes no se sabía hacer. Yo desde joven me he quejado de que se nos enseñaba a leer y escribir, pero no a leer las imágenes, a interpretarlas. Culturalmente eso es muy importante. Los millones de fotografías que se multiplican sí, frivolizan la fotografía pero, por otra parte, las personas entienden más ahora cuando tienen delante una buena foto o no, aparte de las tonterías.
Aymerich, retratada tras la entrevista.
Volvamos con la inteligencia artificial: ¿es enemiga o aliada del fotoperiodismo?
Honestamente, no lo sé. Lo que sí sé es que ya se usa para difundir mentiras. Tenemos que ir con mucho cuidado porque van a mentirnos mucho. Por otra parte, veremos si nos lleva a un punto donde la información sea más interesante o más completa. No lo sé. Lo que sí puedo decirte es que yo estoy un poco asustada.
No es para menos.
Porque pienso que, con esto, los grandes poderes van a tener un aliado muy fuerte a todos los niveles. Y eso da miedo.
Es como una película de terror. En este film, ¿cree que habrá una desaparición o desintegración del fotoperiodismo?
Pues eso creo que no. No lo creo, porque cada vez hay más personas que necesitan contar historias, contar lo que está pasando. En cincuenta años, se ha dicho muchas veces que los fotoperiodistas iban a desaparecer, pero no creo que eso vaya a pasar nunca.
Un relato cíclico.
Siempre ha pasado, ha habido mejores momentos y peores. Cuando te encargan hacer una foto de una silla… mal; cuando te vuelven a encargar retratos, sabes que eso va mejor (risas).
"Aunque nos engañen y todo cambie, habrá quienes sigan contando la realidad a través de imágenes"
Hablemos de la Barcelona que usted ha retratado casi desde que tiene uso de razón. Ha cambiado mucho.
Muchísimo. Pero es que todas las ciudades cambian, ¿eh?
Sí, es cierto pero, ¿cuál ha sido el cambio más traumático para usted?
Sin duda la avalancha de turistas. Llegará un momento en que Barcelona no lo soportará y echará de la ciudad a la gente que está viviendo allí.
¿Le sigue llamando la atención una ciudad así?
Soy muy urbana, sí me sigue llamando la atención. También me gustan ciudades destruidas. Pero es cierto que en ciudades más pequeñas ahora vas y están invadidas por el turismo. Ser turista creo que es lo peor que te puede pasar.
Hay un debate muy ancho sobre la gestión cultural enfocada al turismo, ¿usted cree que la fotografía es un elemento gentrificador?
Creo que no. Y volviendo al turismo, por ejemplo, depende del tipo que sea, será más o menos gentrificador. Si ves a un tío en calzoncillos meando en Gracia en mitad del día… A esta persona hay que pegarle una patada en el culo y que se vaya.
Aquí lo importante es la cultura personal, cuando ves a turistas que vienen a Barcelona porque les gusta el modernismo, el estilo gótico… Vienen con respeto. La actitud es muy distinta. La cultura nos hace mejores, nos hace más inteligentes y menos agresivos. Eso para mí es lo mejor.
Varias fotografías de Pilar Aymerich permanecen expuestas en la 'House of Photography' de Fujifilm en España hasta el próximo 12 de diciembre. Barcelona
¿Hay que poner límites?
Sí, hay gente que está destruyendo la cultura y la ciudad.
Seguimos con los límites, que ahora están muy de moda, ¿el fotógrafo tiene que ponerlos también o ser un ‘trabajador perpetuo’?
Yo siempre he ido a mi bola. Nunca he trabajado fija en ningún sitio. Siempre me ha gustado en momentos decir que por ahí no pasaba. Hay cosas que te limitan. Si no te encargan fotos ¿qué haces? Pero, para mí, estos 50 años de libertad profesional que he tenido me han enseñado muchas cosas.
¿Dónde están para Pilar Aymerich los límites de la fotografía, si es que los hay?
Para mí están en la ética. Si no hay eso, no hay nada. A nivel personal y colectivo. Hay que decir la verdad.