Autoras de palabra con Rosa, Luis Sala
Luis Salas se adentra en el lado oculto de las supermodelos de los 90: "Fueron tiempos crueles con la delgadez extrema"
El escritor presenta su nuevo libro, donde se adentra en la intrahistoria de aquella época dorada, con los testimonios de las protagonistas.
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Judit Mascó, Laura Ponte, Nieves Álvarez, Verónica Blume, Martina Klein y Laura Sánchez. Seis nombres que marcaron la edad de oro de la moda en España, cuando top models eran mucho más que 'perchas': eran iconos. En Las supermodelos, el periodista y escritor Luis Salas traza con sensibilidad las trayectorias de estas mujeres que brillaron en los 90 y en el 2000, y que hoy siguen siendo referentes.
Lejos del mito del glamour perfecto, el libro ofrece un retrato honesto y humano de lo que significó crecer bajo los focos, entre éxitos y presiones invisibles.
¿Por qué decidiste enfocar su historia desde una mirada tan personal e íntima?
Quería que la contaran ellas, en primera persona. Ahora, con la perspectiva de los años, pueden reflexionar sobre lo que vivieron a toda velocidad. Muchas no pensaban que seguirían activas a esta edad, pero lo están, incluso con más fuerza.
El escritor y periodista se ha entrevistado con todas las protagonistas de su libro. Cedida
¿Por qué siguen siendo referentes las modelos clásicas, aunque la industria haya cambiado tanto?
La razón es que su historia sigue viva y lo hará durante mucho tiempo. Hace poco Judit, que desfiló para Pedro del Hierro en su 50 aniversario, me contaba que ahora las profesionales están preparadas para mirar al público, pero nadie las mira directamente.
Todos graban con el móvil. En un desfile, Verónica guiñó un ojo y se volvió viral, porque “una modelo no puede hacer eso”. Pero ellas ya están de vuelta, porque cada desfile sigue siendo un sueño.
Hablando de la problemática del móvil, ¿hemos perdido la conexión directa con la pasarela?
Completamente. Ocurre también en el teatro: termina la función y en vez de aplaudir, muchos están más pendientes de grabar para subirlo a redes sociales. Vivimos inmersos en esa obsesión por compartir el momento, por mostrar que estuvimos allí.
Antes, la moda tenía algo de inaccesible, de mágico. Solo podías verla a través de revistas como ¡Hola! o Vogue. Ahora, en cuanto una colección se presenta, ya circula por redes. Esa inmediatez ha cambiado por completo la forma de consumir la moda. Y lo mismo sucede con las modelos: ahora puedes seguir su vida en tiempo real. Se ha perdido parte del misterio.
Siempre se ha dicho que ese es un mundo lleno de rivalidades. ¿También lo viste entre ellas?
En absoluto. Al contrario, tienen un vínculo muy fuerte, casi de familia. Verónica y Martina, por ejemplo, se llaman “primas”. Nos han vendido la idea de un escenario competitivo, lleno de envidias y egos por cerrar un desfile o ser “la más guapa”, pero no era así.
Cada una llegó a la moda por un motivo que le cambió la vida, y ninguna lo hizo por ambición desmedida. Más bien fue una manera de expresarse, de ganarse la vida creativamente.
¿Por dónde comenzaste el proyecto? ¿Con quién hablaste primero?
Con Laura Ponte, en la cocina de su casa. Fue una entrevista especial, porque ella se muestra sin filtros. Es una mujer creativa que redefinió la belleza en los 90 junto a Bimba Bosé, ambos símbolos de una nueva era.
Como decía Laura Sánchez, primero te ven muy guapa y luego “demasiado”. Con el grunge y la caída del muro de Berlín llegaron nuevas estéticas y modelos del Este que ampliaron el concepto de moda.
Ponte me ayudó a abrir esa puerta. La conocía de desfiles como los de Moisés Nieto y siempre me ha parecido una belleza con elegancia natural, capaz de brillar con solo vaqueros y camisa.
En el libro, ella confiesa que nunca disfrutó los desfiles y prefería la fotografía. ¿Por qué?
Es una mujer tímida y la pasarela, en un momento de alta tensión, no le resultaba cómodo. Prefería la intimidad de una sesión o trabajar en el atelier, donde se genera una conexión creativa.
Además, critica la falta de sinceridad en la moda: muchos aparentan ser triunfadores cuando no es así. Hay grandes diseñadores sin éxito comercial, y eso no es fracaso. Se vende una imagen de lujo que oculta las dificultades reales. Hoy en redes se finge una vida perfecta, pero la verdad está en los datos, no en los likes.
En el libro también relatas un episodio llamativo de Mascó con el fotógrafo Steven Meisel y un flequillo maldito.
Sí, Judit ya tenía una carrera sólida cuando él la llamó para una nueva sesión de Vogue. Al llegar, le cortaron esa parte... pero luego él decidió no ponerla en portada, y ni siquiera se lo comunicó directamente. Nunca habló con ella.
Así que se indignó, y con razón: “Me haces venir desde España, me cortas el flequillo y luego ni me eliges, ni me das una explicación". En esta industria hay muchas decisiones arbitrarias, a veces basadas en contactos o favoritismos. Se crean mitos, pero en el trato personal no todo es tan glamouroso.
Laura Ponte, Verónica Blume, Martina Klein y Nieves Álvarez, en una foto de archivo.
Judit fue muy clara al respecto: pidió explicaciones y denunció que nadie se atrevía a decirle la verdad.
Exacto. Había miedo al poder que tenían ciertas figuras como Meisel, capaces de hundir una carrera. Judit Mascó tuvo la valentía de plantarse. Dijo que fue la única vez que se sintió como un trozo de carne. Le impusieron ese corte y luego la rechazaron por él, sin ni siquiera dar la cara. Eso habla mucho del desequilibrio de poder que existía.
Verónica Blume siempre ha tenido algo distinto: exótica, elegante, natural, la más educada... pero también daba la sensación de no encajar del todo. ¿Era como un pez fuera del agua?
Totalmente. Es como una horchata en verano: suave, delicada, te deja en calma. Tiene una energía muy especial, seguramente desde siempre, pero fue al empezar a practicar yoga cuando comenzó a desprenderse de todo lo que había sido el mundo de la moda para ella.
Su historia es particular: fue su padre quien la empujó al modelaje, cuando ella solo quería ser una chica normal.
Sí, y nunca vivió esa adolescencia. A los 15, Verónica fue lanzada al lujo en Manhattan, sola. Sus padres volvieron a Barcelona y ella se quedó en casa de Eileen Ford, una figura clave en la moda, con una disciplina durísima.
La pesaban y medían a diario, y eso derivó en bulimia, en comer a escondidas. A esa edad, tanta presión por encajar y mantener un trabajo es brutal.
Aunque ya se empezaban a cuestionar los cánones y había apertura —como la visibilidad de modelos trans—, los 90 fueron crueles con la delgadez extrema. Y para Verónica Blume, fue demasiado.
Hubo un tiempo en que la estética Gucci imponía tacones imposibles y cuerpos al límite. ¿Parecía que las modelos se caerían en plena pasarela?
Sí, completamente. Todo se llevaba al extremo. Naomi Campbell, por ejemplo, era belleza pura, una pantera desfilando, pero también muy temperamental. Verónica convivió con ella y cuenta que ya era una diva total. Pero así no se nace, ese perfil se construye: el sistema te moldea diciéndote a diario lo guapa que eres, lo bien que lo haces.
Si no tienes un entorno que te mantenga con los pies en el suelo, es fácil perderse. En EEUU, a los 18 te vas de casa; en Europa, sobre todo en España, somos más familiares. La británica empezó a trabajar con 14 años. Cuando Blume la conoció, ya era musa de Saint Laurent, de Alaïa... Estaba en otro nivel.
Dice que le tenía tanto miedo que, cuando coincidían en París, Naomi tenía su suite y ella no se atrevía ni a subir. Dormía en la zona común, con las modelos sin nombre aún. Eso muestra el poder que tenía Campbell. Sigue cerrando desfiles en París con más de 50 años: eso habla de su fuerza y magnetismo.
Reclamas que aún hay quienes ven a las maniquís como juguetes, cuando es una profesión.
Sí, mucha gente sigue pensando que es una forma de ser famosa o socialité, y no un trabajo real. Durante mucho tiempo, ni siquiera estaba claro qué hacían exactamente. Salvo casos como Twiggy o Lauren Hutton, la mayoría eran rostros sin nombre. Ahora empezamos a reconocer su valor.
Se va a estrenar una película sobre Lee Miller, que fue modelo de Vogue, luego fotógrafa de guerra, y terminó en la bañera de Hitler. Es muy potente.
Estas mujeres transformaron el concepto de belleza y resistieron en un mundo durísimo. Muchas siguen activas con más de 50 años. Algunas sostuvieron a sus familias toda la vida sin reconocimiento. Que en esta industria te llamen por tu nombre propio es un logro enorme.
Otro tema importante es el de Martina Klein y la diversidad corporal.
Claro. Imagina no encajar en ese canon 90-60-90, que además era falso, pero impuesto como única opción. Fue muy duro, sobre todo siendo niña.
Fotos de archivo de Judit Mascó, Laura Sánchez, Nieves Álvarez y Martina Klein.
Laura Sánchez: diversidad también desde lo actoral.
Totalmente. Todas ellas diversificaron. No pusieron todo en un solo lugar. Ella es actriz, presentadora, da puntadas en Maestros de la Costura, etc. Además, rompió esquemas: visibilizó algo tan básico como aceptar las canas en una mujer. Hasta hace poco, eso era impensable en una pasarela.
Cuando volvió And Just Like That, criticaron a Sarah Jessica Parker por su pelo blanco. El director, también con pelo blanco, pero ni un comentario. Y ella respondió: “¿Qué quieren? ¿Que desaparezcamos al llegar a cierta edad?”.
Y viviremos 100 años…
Exacto. Laura Sánchez cuenta que al ser madre engordó, luego volvió a su peso, pero ya le dijeron: “No vuelvas, no te van a coger". Hace poco, una actriz embarazada fue apartada de su serie y sintió miedo, por no poder trabajar. Eso también es violencia. A la modelo le pasó algo similar, pero justo entonces le llegó uno de los papeles de su vida: Los hombres de Paco.
Hay seis tops en esta historia. ¿Pudieron ser más? ¿Alguien rechazó participar?
Ojalá fueran muchas más, porque cada una tiene una historia única y caminos distintos. Por ejemplo, la relación de Eugenia Silva con Armani fue muy especial, y Esther Cañadas llegó, triunfó, desapareció y volvió a triunfar. Algunas no participaron por falta de tiempo o no respondieron. Había que cerrar el proyecto.
¿Estamos ante el fin de las supermodelos clásicas, o están surgiendo nuevos referentes?
No desaparecen, pero sí dejan de renovarse: ya no se crean nuevas figuras con ese aura. Por eso volvemos una y otra vez a las de siempre, porque todavía tienen mucho que ofrecer. Representan el lujo icónico de los 90 —Versace, Dolce & Gabbana— que aún hoy marcan la historia de la moda.