La hermandad de skaters retratada en un momento de diversión.

La hermandad de skaters retratada en un momento de diversión. Shamil Tanna Cuenta oficial de Ethiopian Girl Skaters en Instagram

Protagonistas

"Nos decían que volviéramos a casa": las jóvenes patinadoras que conquistan Etiopía y en las que ya se ha fijado el mundo

Sosina Challa está detrás de esta comunidad de apoyo a chicas en situación de vulnerabilidad que cada fin de semana se reúne para practicar el deporte.

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En una esquina de Adís Abeba, el rugido del tráfico se mezcla con un sonido inesperado: el rodar de unas ruedas pequeñas contra el asfalto agrietado. Entre coches que frenan y peatones que se apartan, un grupo de chicas se desliza con sus kemis tradicionales —vestidos largos y blancos con bordados de colores— sobre monopatines.

El contraste es brutal: tradición y modernidad, lo femenino en un entorno conservador, el gesto desafiante de unas skaters que bien pueden tener de cinco a más de veinte años y que con cada truco retan a una sociedad que nunca pensó que ese deporte fuera para ellas. El nombre que bautiza a esta comunidad: Ethiopian Girl Skaters.

Son el primer colectivo de mujeres dedicado a esta práctica en la nación africana. Un grupo que nació en 2020 de la mano de dos amigas que decidieron reclamar el asfalto como espacio propio. Lo que comenzó como una reunión improvisada un sábado cualquiera se ha convertido en un movimiento que inspira a cientos de niñas y adolescentes.

Reconocidas ya por Unicef, el Comité Olímpico Internacional e incluso por el Festival de Tribeca, que llevó su historia a la gran pantalla, han armado una verdadera revolución en redes sociales. Hoy no pasan desapercibidas para medios internacionales como BBC Vogue y están en el radar de marcas como Vans, con la que colaboraron esta primavera.

La idea de crear este colectivo surgió hace siete años por iniciativa de dos amigas amantes del 'skateboarding'.

La idea de crear este colectivo surgió hace siete años por iniciativa de dos amigas amantes del 'skateboarding'. Shamil Tanna Cuenta oficial de Ethiopian Girl Skaters en Instagram

En cualquier caso, antes de la visibilidad y los premios hubo críticas y momentos de duda, porque en Etiopía —un Estado marcado por los conflictos étnicos y las guerras internas, pero también por la modernización y la lucha por la independencia— pertenecer al género femenino y subirse a una tabla todavía es un acto de rebeldía.

La popularidad de su proyecto no se entiende sin contexto: en el escabroso país dividido por el Valle del Rift aún persisten desigualdades en educación y empleo, pero en los últimos años se han dado pasos importantes. Desde 2022, se impulsa el Foro Nacional para el Empoderamiento Económico de las Mujeres.

Es una plataforma en colaboración con el Gobierno que busca fomentar reformas para mejorar el acceso de estas a oportunidades en zonas urbanas y rurales. Además, la capital la dirige por primera vez una alcaldesa: Adanech Abebe. Su presencia en el poder refleja una transformación que, a su manera, también encarnan las Ethiopian Girl Skaters cuando conquistan la calle sobre ruedas.

El post que cambió todo

Hace siete años, Sosina Challa, estudiante de máster en Trabajo Social, colgó en redes una foto subida a una tabla, con un vestido puesto, animando a otras chicas a quedar para patinar. Lo hizo sin expectativas. "Al principio mi amiga y yo no esperábamos que viniera nadie, pero se presentaron unas 24", recuerda.

Aquella improvisación terminó en entusiasmo: las jóvenes regresaron la semana siguiente, y a la siguiente, y a la otra... y el ritual se consolidó. Cada sábado, una treintena de ellas acudía a su llamada. Algunas probaban el deporte por primera vez, otras ya habían tenido contacto con él en los aparcamientos donde los chicos solían practicar. Ninguna quería quedarse fuera del plan.

De ahí nació la idea de crear un grupo femenino. Instagram hizo el resto. Los mensajes corrían de móvil en móvil y cada fin de semana las filas crecían. "Hablamos mientras jugamos y nos divertimos. Aquí hay amor y no conflicto alguno y eso me hace feliz", recuerda Dagmawi Tewodros, de 11 años, en un reportaje de Unicef.

El germen del colectivo estaba ahí, aunque todavía no tenía nombre ni estructura. Solo una certeza: la calle podía ser un espacio para ellas, aunque muchos no lo vieran así. En un entorno social conservador, las miradas no tardaron en llegar. Al principio, dice Challa en conversación con esta revista, la gente se detenía con el coche para gritarles que se fueran a casa.

"Nos decían: esto es peligroso, deberíais volver a jugar con vuestros hijos", rememora, y asegura que, en su país, el skateboarding sigue asociado a dos ideas preconcebidas: la de que se trata de un deporte para niños ricos o, peor aún, un pasatiempo ligado a las drogas y el alcohol. Para combatir ese estigma, ellas decidieron apropiarse de la tradición.

Se enfundaron sus vestidos tradicionales y se lanzaron a rodar. "Pensé que, al hacerlo, los demás verían que no era malo, que también forma parte de nuestra cultura" explica la cofundadora del club. La imagen se volvió icónica: chicas de distintas edades deslizándose con trajes bordados que reflejaban tanto respeto a la herencia como desafío a los prejuicios.

El grupo recorriendo las calles de Adís Abeba.

El grupo recorriendo las calles de Adís Abeba. Shamil Tanna Cuenta oficial de Ethiopian Girl Skaters en Instagram

Hoy, Ethiopian Girl Skaters cuenta con unas 65 integrantes registradas y el número de asistentes a las quedadas varía dependiendo de la época: si es temporada de exámenes, vacaciones... A lo largo de estos años, más de 150 niñas y mujeres han aprendido a patinar gracias al grupo. "No considero que seamos solo amigas, sino más bien como hermanas", afirma Challa con una sonrisa.

Un hogar sobre ruedas

"El skateboarding es como la vida —resume—: te caes, duele, pero te vuelves a levantar. Y lo haces por ti misma". Durante la entrevista, la etíope confiesa que si hay un valor que le enorgullece estar transmitiendo a sus pupilas es el de la comunicación: "Aquí pueden expresarse libremente, apoyarse y comprender los problemas de otras personas con historias diferentes".

Tras cada entrenamiento, el skatepark improvisado pasa a ser en un círculo de conversación. Hablan durante horas: de la escuela, de sus familias, de sus miedos. "No se trata de salvar la vida de nadie, pero sí de crear un espacio seguro”, explica. Este se ha convertido en un hogar simbólico para decenas de jóvenes que encuentran allí la libertad que la calle muchas veces les niega.

Las 'skaters' en una de sus quedadas en la capital etíope.

Las 'skaters' en una de sus quedadas en la capital etíope. Shamil Tanna Cuenta oficial de Ethiopian Girl Skaters en Instagram

"Cuando patino siento que puedo volar", confiesa Hanan Mohammed, de 16 años, en las declaraciones que recoge Unicef y a las que se suma Hiwot Hassen, asegurando que cree haber cumplido su sueño y que, cuando crezca, le gustaría "ser defensora de las mujeres y de los niños, para crear más oportunidades como esta dirigidas a quienes lo necesitan".

El denominador común entre las zentennials que dan vida a esta hermandad es la libertad. La posibilidad de subirse a una tabla y dejar atrás, aunque sea por unos minutos, el peso de las expectativas sociales y las normas de género. Allí, una niña de cinco años puede aprender junto a una estudiante de medicina o a una diseñadora de moda.

Todas diferentes, pero iguales sobre el asfalto. Al tiempo que su visibilidad se dispara en las redes, el sueño de Ethiopian Girl Skaters es tener un espacio propio y estable donde entrenar con regularidad. Solo así, aseguran, podrán aspirar a las competiciones profesionales. "Me encantaría que pudiéramos participar en ellas algún día", confiesa Sosina Challa a Magas.