La autora, invitada del pódcast.

La autora, invitada del pódcast. Javier Longobardo.

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La escritora Noemí Trujillo se confiesa con 'fantasmas literarios': "Mi cáncer se coló en la conversación ficticia"

Con su última novela, Una noche de reyes, imagina un diálogo con algunas de las ganadoras del Premio Nadal en el siglo XX.

Más información: La autora y actriz Angélica Morales: “El maltrato paterno marcó mi vida; por eso escribo, para liberar a otras mujeres”

Rosa Sánchez de la Vega
Publicada

En Una noche de reyes, Noemí Trujillo construye una conversación imaginaria con grandes literatas del siglo XX como Carmen Laforet o Ana María Matute, pero también consigo misma.

Escrita durante el proceso de una enfermedad oncológica, la novela entrelaza ficción, diario y ensayo para hablar de literatura, dolor y memoria.

En ese diálogo con 'fantasmas literarios', la autora encuentra consuelo y reconstruye su identidad entre libros, casas familiares y heridas abiertas. Una historia que convierte la escritura en resistencia y la lectura en analgésico.

¿Qué significa para ti la Noche de Reyes más allá de su dimensión simbólica?

La Noche de Reyes es cuando se falla el Premio Nadal, un galardón muy importante para la literatura española.

Me interesa porque en 1944 lo ganó Carmen Laforet, una mujer joven y desconocida, en un momento difícil para la narrativa en España. Fue un hecho disruptivo que animó a muchas mujeres a escribir y le dio impulso entre los años 40 y 60.

¿Por qué elegiste una conversación con autoras fallecidas dentro de la estructura de esta historia?

Durante mis estudios en Humanidades, me llamó la atención que el Premio Nadal fuera tan importante y se estudiara poco en las aulas.

Quise imaginar una conversación ficticia con las ganadoras del siglo XX, como Carmen Laforet, María Teresa León, Ana María Matute, Carmen Martín Gaite y Dolores Medio entre otras. Al no poder hablar con ellas realmente, creé esta charla con 'fantasmas literarios' que llegan en la Noche de Reyes para conversar sobre letras, amor, vida y familia.

Hemos mencionado nombres muy importantes...¿qué les dirías si pudieras hablar con ellas sin ficción de por medio?

Le preguntaría a Carmen Laforet qué fue de Andrea en Madrid, porque su historia queda abierta. A Carmen Martín Gaite, si Natalia, su personaje en Entre visillos, finalmente se atrevió a contarle a su padre que quería irse a estudiar a la capital.

A Dolores Medio le cuestionaría cómo era la rutina de su personaje Lena Rivero en Madrid, qué hacía para convertirse en escritora, dónde iba a leer o a tomar café, y cómo se inspiraba para construir su vida allí.

¿Y a Matute?

A ella le haría muchas preguntas. Siempre me ha impresionado lo duro que es el paso que describe en sus obras: la muerte del niño interior y la transformación en adulto, que en su literatura es algo terrible.

Le preguntaría por qué ese salto es siempre tan brusco o por qué casi todos sus amores son imposibles y terminan mal. ¿Por qué nunca salva nada? ¿Por qué todo es tan trágico y denso? Predomina un fuerte sentido de pérdida en su obra.

Portada de 'Una Noche de Reyes', novela de Noemí Trujillo.

Portada de 'Una Noche de Reyes', novela de Noemí Trujillo.

¿Por qué dices Una Noche de Reyes y no la Noche de Reyes?

Al principio el libro iba a llamarse La Noche de Reyes, pero por un cambio editorial se decidió Una Noche de Reyes, y me pareció bien. Quise destacar esa velada en particular por el año tan malo que tuve, con tres cirugías, biopsias y quimioterapia.

Quiero creer que esa oscuridad fue única y no se repetirá en mi vida. Fue un año difícil en salud, pero también rico en otras cosas, y por eso me pareció apropiado usar el artículo indefinido.

Ya que mencionas la enfermedad y el diagnóstico de cáncer, ¿cambió eso la escritura del libro?

Sí, radicalmente. La historia iba a ser una obra de tesis centrada en los temas comunes entre las nueve mujeres que ganaron el Premio Nadal en el siglo XX: la familia, la enfermedad, la sexualidad femenina, el éxito.

Pero cuando recibí el diagnóstico, que todavía no tengo totalmente asimilado, esa experiencia se coló en la conversación ficticia con esos 'fantasmas literarios'. Necesitaba que estuviera ahí; se volvió parte del hilo del libro.

Dices que no sabes si hablar cura, pero que escribir te ayudó. ¿De qué forma lo hizo?

Me ayudó porque durante ese año de baja, con varias operaciones y ciclos de quimio, fui muy consciente de lo desprotegidos que estamos los escritores. Como autónoma, tenía que seguir pagando la cuota sin poder facturar, lo que dejaba una prestación mínima.

Además, la enfermedad te aparta por completo de la vida literaria: no puedes ir a actos ni promocionar, y en un mercado tan competitivo, desapareces. Al final, aunque no era la intención, la enfermedad se coló en el libro como una forma de dar testimonio y denunciar esa vulnerabilidad.

Acabas de decir que es tu primera aparición, tu primera publicación, y reinicias el tema de la promoción. ¿Cómo lo estás viviendo?

Me siento más frágil que antes. Siento que la persona que era anteriormente ha muerto y ahora soy otra. Me estoy acostumbrando a esta nueva versión de mí misma. Sé cómo soy, pero estoy conociendo a esta nueva persona.

¿Vives con miedo o prefieres no recordar lo vivido durante la enfermedad?

No, no vivo atemorizada, pero hay cosas que no me gusta ver, como el catéter subcutáneo por donde me ponían la quimio. Me recuerda todo el proceso, que fue muy duro, y también que podría volver. Cuando lo traigo a la memoria, tengo un momento malo. Pero intento centrarme en hacer cosas que me hacen sentir bien.

En el texto aparece la frase "leer calma mi dolor a ratos". ¿Qué libros han sido ese analgésico para ti? ¿Recuerdas alguno en especial y por qué?

Sí, especialmente Nada de Carmen Laforet. Está muy presente en mi novela: al principio, al final, en el epílogo… su 'fantasma literario' lo recorre todo. Releerlo ahora ha sido distinto a cuando era joven. Me hizo preguntarme si el lugar en el que vivimos condiciona nuestra felicidad, como le ocurre a Andrea en esa casa llena de violencia.

Esa reflexión me llevó a pensar en todas los hogares en los que he vivido. La frase final —"de esta casa no me llevo nada"— fue el detonante del libro. Sin ella, no lo habría escrito.

Mencionas a una protagonista que reconstruye su vida a partir de lo que ha leído. Lo acabas de explicar. ¿Los libros sustituyen a la experiencia o la completan?

Yo creo que la completan. Hay varias circunstancias en mi infancia y adolescencia que marcaron mi vida: mi mala relación con mi madre, mi buena relación con mi abuela, y un tiempo en que mi padre no estaba. Desde esa soledad y falta de referentes, me refugié en la lectura. Me dio consuelo, amparo, experiencias que yo no tenía.

Recuerdo un capítulo que me gusta mucho, el 16, que es la casa de mi abuela, mi infancia y adolescencia. Me colaba en la habitación de mi tío, que estaba llena de ejemplares. No había nada más, pero sí colecciones antiguas de Austral, todo Shakespeare...Yo le cogía volúmenes a escondidas para que no me pillara y aquello me abría un mundo.

Has dicho algo curioso: "en la habitación de mi tío no había nada, pero había libros". Nada, pero había muchas cosas.

Sí, había muchas cosas. En ese momento, cuando leía a Shakespeare, no entendía mucho porque era una niña. Pero ese recuerdo me llevó a leerlo de mayor y entender más. Por ejemplo, ¿qué nos dice Hamlet? Que la muerte de un progenitor te transforma.

Eso lo reinterpretamos una y otra vez en la literatura. Ese germen está también en mi novela: la muerte de mi madre y mi abuela me cambió, porque hay que asimilar ese duelo. Y eso está presente en muchos ejemplares.

¿Te ha resultado difícil combinar géneros como la novela, el diario y el ensayo en este libro?

Curiosamente, me ha resultado muy fácil. Tenía que encontrar una forma de ensamblarlo todo y creo que ese tono onírico con el que arranco —donde ya se le dice al lector que la conversación entre la vida y la muerte no es posible— permitió que fluyera con naturalidad. Ese campo de fantasía, ese lugar casi como un país de las maravillas, facilitó esa conversación entre la ficción y la no ficción.

Dices que tu gran historia de amor es y ha sido siempre la literatura. ¿Cómo ha evolucionado ese vínculo con los años?

Ahora es más maduro. A día de hoy, leer me hace feliz más que cualquier otra cosa. Cuando eres más joven tienes muchas cosas que atender: comprar una casa, el trabajo, la familia… todo eso te absorbe mucho. Pero ahora, con mi vida más asentada, tengo más tiempo para la lectura. Por un lado, puedo dedicarle más tiempo; por otro, es una relación más tranquila, reposada, reflexiva.

¿Crees que la capacidad para imaginar lo fantástico es una forma de resistencia frente al dolor o al paso del tiempo?

Sí, lo creo. A veces me pregunto si hay una parte de mí que teme traicionarse, que le atemoriza dejar de creer en cosas imposibles, en esa ilusión. Supongo que ese miedo está ahí.

Este libro ha sido muy especial para mí; ha cambiado mi forma de escribir y todo lo que ha confluido en él creo que no me va a volver a pasar. Eso me genera un cierto bloqueo a la hora de escribir el siguiente sola. Pero también me ha dado un nuevo sentido a la vida.

¿De qué manera te ha dado un nuevo sentido a la vida?

Hay un título que menciono en el ensayo, de entre las autoras premiadas con el Nadal en el siglo XXI, que es Media vida de Care Santos. Ella plantea que llega un momento en la vida en el que has hecho siempre las cosas igual, por inercia, pero tal vez es hora de hacerlas de otra manera. Y creo que ese momento me ha llegado ahora.

Hasta la fecha había hecho poesía, no ficción, cosas con mi marido... pero ahora necesito modificar mi forma de escribir. Este libro ha sido ese cambio.

Autoras de palabra con Rosa, Noemí Trujillo

Has hablado antes de lo que implica estar enfermo siendo autónomo, y en los agradecimientos mencionas mucho al equipo médico. ¿Qué ha significado para ti el acompañamiento de los profesionales de la salud?

Me han tratado muchos médicos: cirujanos, oncólogos, radioterapeutas, enfermeras... Pero ha habido uno muy especial para mí: el doctor Carvajal. Cuando las lesiones se complicaron y él vio que no podía seguir llevándome, me derivó a oncología.

Desde entonces, aunque dejé de ser su paciente, me llamaba todas las semanas, hablaba con mi oncólogo, se preocupaba por todo, me preguntaba si estaba bien, si necesitaba algo, si seguía escribiendo... Con él he entablado una relación de amistad. Ha sido una figura clave para mí, me dio seguridad y me ayudó mucho durante todo el proceso.

¿Qué le pides a los Reyes Magos?

Siempre les pido libros.

Termino con una frase tuya: "los libros nos salvan incluso en nuestras noches más oscuras". ¿De qué noche vienes tú?

De una muy larga. Como en el título de esa obra de teatro, Largo viaje hacia la noche, yo también he hecho ese viaje. Pero ahora siento que estoy despertando en un nuevo día.

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