Retrato de la pintora.

Retrato de la pintora. Saad Sarfaraz Sheikh Cedida

Protagonistas

Wardha Shabbir, pintando la resistencia de la mujer en Pakistán: "De pequeña soñaba con escuchar música pop"

La artista presentará su primera escultura en la Bienal de Pontevedra. Simboliza el poder infinito del cuerpo femenino.

Más información: Nativel Preciado, en el Club de Lectura de Magas: "Al perder el pudor a contar la verdad es cuando mejor escribes"

Publicada
Actualizada

Wardha Shabbir (1987) es una referencia en Pakistán, no solo como artista formada en la escuela miniaturista, sino como mujer. Nació y vive en Lahore, capital del Punyab paquistaní a 50 kilómetros de la frontera con India y a unos 600 de Cachemira, aunque Google Maps no calcula las distancias entre ambos países. Lahore es el centro cultural del país islámico y la segunda ciudad más poblada.

El arte de Asia del Sur está experimentando un boom, tanto por el número y calidad de los artistas como por el capital de los coleccionistas y el interés en Occidente y Oriente. La paquistaní tiene obra en el Museo Británico, el Kiran Nadar y en colecciones privadas y corporativas de medio mundo. En Madrid expuso con la galería Sabrina Amrani y estará presente en la Bienal de Pontevedra en junio.

Wardha Shabbir no quiere que la crítica la encuadre como miniaturista, porque la “gente del arte contemporáneo” rechazaría su trabajo al considerarlo “solo algo bello, meticuloso y tradicional”. Cree que, sin etiquetas, su obra y la de muchas otras artistas asiáticas llegarían a un público más amplio. Al fin y al cabo, sus ideas y los materiales con los que trabaja son contemporáneos.

De pequeña no le dejaban escuchar música, soñaba con tener un walkman y oír música pop. Los sentidos se abrían a otros estímulos más silenciosos. Oía el sonido de la tiza blanca con la que pintaba sobre la pared blanca de su habitación, apreciaba con todos los sentidos las plantas que cultivaba su madre en el jardín…

El mundo de Wardha es rico en experiencias y percepciones. Mediante el color y el dibujo de hojas, árboles y flores, de agua y libélulas, narra sus frustraciones, alegrías y esperanzas. Su obra está estrechamente ligada a la luz amarilla de Lahore, la vegetación... De tantas fotografías como tiene de los árboles de la ciudad, su archivo podría ingresar en el Récord Guinness.

La artista frente al objetivo.

La artista frente al objetivo. Saad Sarfaraz Sheikh Cedida

Sin embargo, el haber dado a luz en febrero a su segundo hijo, una niña, le ha hecho plantearse si quiere que esta viva en un país donde la mujer es “vulnerable”, adjetivo que surge varias veces a lo largo de la conversación. Confiesa que ha tenido una depresión posparto de la que se está recuperando gracias, en parte, a la pintura.

Ligeramente arreglada, con un vestido colorido, se conecta online desde su estudio en Lahore. Detrás de ella, el cuadro sobre el que está trabajando: un lienzo blanco rectangular con un pequeño rectángulo amarillo que sale de la esquina inferior derecha.

El trabajo es tan meticuloso que puede, según el tamaño, tardar meses en finalizarlo. La conexión de internet es inestable y se pierde varias veces a lo largo de la entrevista. “Otra de las cosas contra las que tengo que luchar —dice algo abrumada—. Otros días funciona mejor".

¿Tiene tiempo para pintar con un niño pequeño y una recién nacida?

La única razón por la que tengo mi estudio en casa es porque me ahorro tiempo de desplazamiento. Pueden interrumpirme en cualquier momento y lo hacen, pero al menos puedo venir al estudio a cualquier hora del día o de la noche.

Estos días es difícil concentrarme, porque Ruby, mi hija recién nacida, es todavía muy vulnerable. Los tres primeros meses, siempre cuesta entrar en el estudio a pesar de que tengo un horario muy estricto, de nueve a cinco. Me aseguro de entrar y salir cada cinco o diez minutos.

No hay un día en que no pinte. Esta vez he tenido una fuerte depresión postparto. Pintar me ha servido para recuperarme, siempre me ha ayudado como persona.

'The Scent Of A Garden', 2024. Gouache sobre papel libre de ácido.

'The Scent Of A Garden', 2024. Gouache sobre papel libre de ácido. Cortesía de la artista y Sabrina Amrani

Cuanto más se presta atención a los detalles de su obra, más se descubre una intimidad y una sensibilidad poderosas. ¿Cómo es su mundo?

Es difícil resumirlo en unas pocas frases. El mundo que pinto y el mundo en el que vivo es uno solo. Mis vivencias se reflejan en mi obra. Como mis cuadros tienen tantos detalles, me alegra cuando el observador descubre algo nuevo cada vez que los mira.

Una vez verá una libélula, otra, esta volará hacia otra dirección y la onda del agua habrá cambiado, y la planta estará naciendo en otro lugar, y el árbol, el viento, contarán otro relato. Me gusta contar historias.

Así que hay muchas vivencias, sociales, políticas, religiosas, o simplemente la de una mujer que intenta sobrevivir en la sociedad pakistaní. En comparación con otras mujeres del mundo, somos más vulnerables. Y a todo eso se suma el cambio climático (en Lahore los veranos son extremadamente calurosos).

Lahore es la ciudad menos tradicional de Pakistán, pero ¿cómo es ser mujer ahí?

Ante esta pregunta afloran muchas emociones, pero ahora que he dado a luz a una hija se me ha hecho más incisiva. Me pregunto si me gustaría que ella viviera aquí. Vivo en Lahore, porque es donde se origina mi sensibilidad, mi inspiración y mi trabajo.

Pero ahora me lo cuestiono. Creo que soy libre, pero no puedo salir sola por la noche. No puedo caminar libremente por la calle. No puedo montar en bicicleta ni en moto. Siempre tengo que coger el coche para estar segura.

No “hago pourdah” (ponerse el velo), ni tampoco ya muchas mujeres. Hace poco me llamaron como oradora para celebrar el Día de la Mujer. Había mucha gente joven, hablamos de todo a lo que nos enfrentamos, día tras día. Son tantas cosas que podemos elegir por cuál luchar en cada momento…

De niña solía pintar con tiza blanca en la pared porque no le dejaban pintar en casa, pero sí en la escuela…

De niña solo quería dibujar y dibujar cuando volvía de la escuela, con mi cuerpo, con mis manos. Era la última en salir de mi clase. Rezaba para que la profesora no terminara la tiza blanca y esperaba a que saliera. Me la metía en el bolsillo y volvía a casa. Y entonces esperaba a que mi madre se echara la siesta.

Solía pintar líneas blancas sobre la pared blanca. Alrededor de las 4 de la tarde, la luz del sol se refractaba al entrar en mi cuarto. Durante 40 minutos, entre el reflejo y el contraste de luz y sombra, se podía ver el dibujo. Durante años, nadie supo lo que hacía en ese tiempo. Y para cuando en casa se percataron de los dibujos en las paredes, yo ya era muy buena dibujante.

No es que en casa no me dejaran, pero deseaban que fuera médico o algo parecido, así que no alentaban mi vocación de ser artista. Podía dibujar la vegetación, pero no figuras humanas. Desarrollé ese hábito y ahora lo hago por elección.

'The Soil Of Its Place', 2024. Gouache sobre papel libre de ácido.

'The Soil Of Its Place', 2024. Gouache sobre papel libre de ácido. Cortesía de la artista y Sabrina Amrani

Antes de comenzar un cuadro, ¿tiene usted una idea preconcebida?

En los primeros años, cuando era estudiante, razonaba mucho sobre el por qué me interesaba dibujar una flor o un árbol y a dónde me llevaría como artista. Pero ahora dibujo directamente sobre el lienzo.

A veces, vierto mi frustración. Otras, me siento feliz. Sean cuales sean mis emociones, ahora fluyen tan bien que no tengo que prepararme especialmente. Pero todavía investigo mucho. Las ideas surgen del trabajo.

Da la impresión de que las plantas crecen de manera orgánica en sus cuadros...

Sí. Ahora he empezado a pintar acuarelas, que son bastante libres en cuanto al proceso de pensamiento, a la libertad, al movimiento de las manos, a tener más confianza en lo que sale. Si no dejara que mi trabajo fluyera de manera orgánica, creo que me estaría limitando. Más que yo, es el trabajo el que realmente decide a dónde va. A veces te habla.

¿Pintar puede convertirse en un proceso meditativo?

La pintura de miniatura consiste en poner un punto junto a otro. Y luego, lentamente, después de muchas capas, desarrollas una imagen. Esa confianza, esa sensibilidad, la sensación de llegar a un estado mental de abstracción en el que mi mente, mi cuerpo y mi alma son uno, te hacen poner esa línea o ese punto y no otro, y lograr una enorme precisión y coherencia.

Ha dicho que pintar puntos requiere tiempo, silencio y sensibilidad. ¿Cómo se las arregla para evitar el ruido y el ajetreo actuales?

Mis experiencias actuales me guían a hacer esta iconografía. Si soy capaz de apagar el ruido y concentrarme en mi trabajo es en parte debido a mi infancia. No me dejaban escuchar música cuando era niña o adolescente.

Siempre quise escuchar música pop. Quería tener un walkman o un CD. Había, pero no me dejaban usarlos. De manera que cuando me sentaba a pintar sobre la pared, podía oír el sonido de la tiza, mi propia respiración…

Y eso ha ayudado a que surja un ritmo natural en mi obra. No escucho música cuando pinto. Quiero oír el sonido del pincel, la raspadura sobre el lienzo, mi propia respiración, que me ayuda a entrar en ese ritmo.

Trance no es exactamente la palabra, porque cuando tu mente, tu cuerpo y tu alma son uno, estás muy consciente del entorno, de ti, de la pincelada, de todo. Es un estado activo en el que sientes paz y calma.

'The Water Is Never Still', 2024 Gouache sobre papel libre de ácido.

'The Water Is Never Still', 2024 Gouache sobre papel libre de ácido. Cortesía de la artista y Sabrina Amrani

¿Podría explicarme el simbolismo de los pequeños pájaros que vuelan por sus cuadros?

Son pictografías de mis vivencias. Unas veces, son pájaros; otras, libélulas. Están llenando un espacio o me guían a través del mismo de una esquina a otra. Entonces, refieren muchos relatos. Otras veces, son simplemente un trazo sobre el lienzo.

Quiero que el espectador suelte amarras cuando mire mi obra, que se pierda en ella y que cada vez que la observe encuentre algo diferente que lo hipnotice. Por eso tiene tantos símbolos y detalles. ¿Por qué un árbol nace, por qué uno abraza a otro o por qué el fondo es rosa polvo o amarillo puro? Todo tiene una relación de interconectividad.

¿Es cierto que cada árbol representa a una persona que ha conocido?

La mayoría de las veces un árbol representa a una persona, otras una vivencia. Ahora estoy pintando agujeros negros. Representan el poder infinito del cuerpo femenino que es capaz de dar a luz.

Me pregunto cómo serán los próximos diez años en Pakistán. He concebido a un nuevo ser en este país. ¿En qué tipo de mujer, de madre, de artista, me voy a convertir? ¿Qué papel represento en esta sociedad? Son preguntas de la mujer poderosa que da a luz, que todavía tiene raíces y también se equivoca.

En general, mi trabajo se inspira en la naturaleza, pero una nueva simbología está apareciendo en mi obra. Estoy inventando nuevas plantas que no existen. También me están inspirando los órganos humanos. Se verá en el próximo trabajo que voy a exponer en la Bienal de Pontevedra (se disculpa por la pronunciación).

Para la Bienal de Pontevedra va a presentar una escultura. ¿Es la primera vez que hace una?

He hecho pequeñas esculturas, pero esta es la primera que hago una en fibra de vidrio. Estoy entusiasmada con el desarrollo de la idea del cuerpo femenino convirtiéndose en una planta. He tenido mucha suerte de haber podido discutir el trabajo con mi galerista, Sabrina Amrani. Me ha apoyado mucho.

Al final, la percepción que tiene el observador de la obra es el aspecto más importante de mi trabajo. Siempre he querido desarrollar instalaciones en las que incorporar otros estímulos sensoriales más allá de los visuales.

Hace unos meses comisarié por primera vez una gran exposición en Pakistán y diseñé un jardín dentro de la galería en el que controlaba el aroma y la temperatura. Ha tenido tanta repercusión que estoy nominada al premio nacional.

Usted expone más en el extranjero que en Pakistán. ¿Cómo percibe su obra este público?

Me comentaba mi galerista que mi obra llega a muy distintas nacionalidades. Me sorprende y me interesa la idea de que el mundo sea cada vez más universal. Puede que el interés se deba a que hay verdad en mi obra. No soy uno de esos artistas que hablan de la lucha en Pakistán, pero que no viven en el país. Eso le da fuerza a mi trabajo, porque vivo las experiencias de las que hablo.

Parece que usted mantiene una relación de amor-odio con Lahore. ¿Podría hablarme de ello?

He reflexionado al respecto. Nací en Lahore y sigo adherida a Lahore (se ríe). Me ha dado tanto la ciudad desde mi infancia; la he visto evolucionar a través de la vegetación, de todo... Y todavía me sigue ofreciendo algo nuevo y soy capaz de extraer una nueva experiencia que puedo plasmar en mi pintura.

Nunca me aburro de la ciudad. Por otra parte, no tengo más remedio que concebirla de diferentes maneras.

¿Cuál cree que es la naturaleza de la mujer?

Eso me pregunto yo. ¿Por qué he de hacer tantos trabajos y cosas a la vez cuando veo que mi marido puede simplemente coger su mochila e ir a la oficina a cualquier hora y yo no? El ser mujer me hace tan vulnerable… Tengo que tener mi estudio en mi casa, con todas las interrupciones.

Pero también pienso en la historia de mi cultura: antes de la partición, cuando la India y Pakistán eran una sola nación, había muchas figuras de diosas, como la deidad Kali, en la que estaba pensando hoy. Simboliza el poder femenino desde el principio de los tiempos.

De alguna manera, esto me da esperanza. Tal vez no sea la mejor en cada tarea. Y no hay por qué serlo. Estas son las cosas pequeñas y esperanzadoras que me digo a mí misma. Así va pasando el día. Sacar adelante a mi hija recién nacida es un enorme esfuerzo.

Su trabajo no solo refleja belleza, sino también desesperación, crueldad, violencia, pero al final, dice usted, hay esperanza. ¿Puede hablarme de esta?

Creo que con lo único que puede sobrevivir un ser humano es con esperanza. Es muy importante para mí, y con mi trabajo trato de transmitirla a otras mujeres.

He inspirado a muchas artistas nuevas a adentrarse en el campo de las Bellas Artes, porque me estoy convirtiendo en el rostro de la nueva escena de la miniatura en Pakistán. Es una gran responsabilidad que pesa sobre mis hombros. A la vez, tengo la posibilidad de devolver algo a mi comunidad.

Fue docente durante 10 años en el National College of Arts, donde estudió. ¿Sigue dando clases?

Doy clases informales a muchas chicas jóvenes que no pueden pagar la matrícula.

¿Y cómo ve a las nuevas generaciones?

Creo que tienen mucho menos miedo. Me alegra tanto constatar ese coraje…