Retrato de la autora.

Retrato de la autora. Jairo Vargas Martín

Protagonistas

La autora Lara Moreno triunfa con su novela: "El deseo puede ser un faro, algo inflamable que te hace sentir viva"

'Ningún amor está libre en el recuerdo' nos invita a adentrarnos en una colección de relatos que recorren el afecto, la memoria y la violencia contenida.

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Rosa Sánchez de la Vega
Publicada

Lara Moreno es una de las voces más poderosas y profundas de la narrativa contemporánea en español. A lo largo de su obra, explora las complejidades del amor, el desamor y las grietas que atraviesan nuestras relaciones más íntimas.

En su último libro, Ningún amor está libre en el recuerdo (Lumen, 2025), nos invita a adentrarnos en una colección de relatos que recorren las sombras del afecto, la memoria y la violencia contenida, ofreciendo una mirada honesta y descarnada sobre la fragilidad humana.

“A partir de la desaparición del amor, el tiempo es una confusión, una nostalgia, puramente una máquina de matar, la contabilidad y una supervivencia y también todo lo contrario, porque cuando el tiempo pasa, ningún amor está vivo en el recuerdo”, dice.

¿Cuándo decidiste reunir los relatos bajo este título?

La idea de reunir estos relatos es antigua, incluso anterior a La ciudad. Tras mi segunda novela, quise publicar cuentos, pero las novelas absorbieron mi tiempo. Al retomarlo, elegí un título que uniera los textos, descartando algunos relatos antiguos y escribiendo otros nuevos.

¿Te reconoces más como narradora de personajes o de atmósferas?

Nunca me lo había planteado, y por eso la pregunta me resulta difícil. Diría que soy narradora de personajes, pero me doy cuenta de que siempre los construyo en relación con la atmósfera que los envuelve. En mi caso, van completamente unidos.

Tus personajes aman, diría que desde la huida, desde el cansancio, desde la herida. No sé si querías explorar el amor, más allá de ese sentimiento.

Claro. Creo que es mucho más interesante explorar las grietas del amor y del desamor. Ese desamor que se esconde en las grietas, que no siempre acaba con el amor, pero lo va cargando de cosas. Eso me resulta más interesante, porque ya sabéis que no soy la alegría de la huerta. Al final tiendo a mirar más la sombra que la luz.

Me interesa el amor, sí, pero no solo el romántico. Me atrae también el que se da entre amigos, en la familia, entre quienes están a punto de conocerse o de separarse. Me interesa esa forma de amor atravesada por grietas, esa fragilidad que está presente en todas las relaciones.

Lara Moreno presenta su nuevo libro.

Lara Moreno presenta su nuevo libro. Jairo Vargas Martín

¿Crees que lo que no está dicho tiene más fuerza que el propio diálogo?

Creo que lo que no está dicho, sobre todo en los relatos, es un arma potentísima para contarlo todo.

¿Cuál es para ti la línea que separa el amor del daño, si es que la hay?

Sí, hay una línea. Hay un daño perverso, como el maltrato o la violencia, que se ha confundido culturalmente con el amor, pero que no debería estar ahí. El amor no hace daño en ese sentido.

Ahora bien, amar también implica dolor: desenamorarse, separarse, incluso convivir con las diferencias. Nos hacemos daño, sí, pero mientras ese daño venga desde el respeto, sigue siendo amor. Cuando se cruza esa frontera, deja de serlo.

Muchas protagonistas de esta recopilación de relatos son mujeres, mujeres que cargan con cuerpos pesados, con maternidades, con placeres postergados. Diría: mujeres incompletas.

Yo no diría que son incompletas. Más bien, son mujeres que se miran los huecos, que sienten que les falta algo cuando quizá lo que ocurre es que les sobra. Es una percepción distorsionada muy común. Por eso, más que incompletas, diría que están agujereadas.

Retrato de la escritora.

Retrato de la escritora. Jairo Vargas Martín

Hay uno de los relatos en los que una madre decide bañarse mientras su bebé está en un cochecito. Y ahí aparece una sensación de culpa… y también un goce legítimo.

Sí. Ese relato recorre una línea muy fina. En realidad, no está haciendo nada malo. Pero eso nos sucede constantemente, sobre todo cuando cuidamos de alguien, y más aún de un bebé. Cualquier cosa puede convertirse en una tragedia.

El relato explora ese histrionismo de la culpa, esa tensión brutal —y muchas veces innecesaria— que siente esta mujer. Es una mañana calurosa, temprano, antes de que empiece el verano a rodar del todo, y ella se mete en la bañera.

Pero también quería hablar de esa sensación que a veces tenemos al cargar a un bebé o estar en un balcón, y de pronto nos viene ese pensamiento: “¿Y si se me cae?” Ese pánico.

¿Qué lugar ocupa en tu literatura el deseo: es impulso, refugio o amenaza?

Me temo que en mi literatura ocupa más el lugar de la amenaza. Aunque en mi vida, por suerte, no ha sido así muchas veces.

El deseo puede ser un faro, algo inflamable que te hace sentir viva, y eso está muy bien. Pero es cierto que, en los relatos, es fácil que se convierta en amenaza. Porque el relato tiene esa capacidad: te coloca en el borde del precipicio.

Al escribir, si eliges contar justo ese momento —el del borde—, ahí lo estás diciendo todo. Como cuando eliges narrar el silencio.

Así que llevas el deseo, o su lado más peligroso, hasta las últimas consecuencias. Y por eso aparece más como amenaza que como otra cosa.

En tus relatos se percibe una sensación de desconexión y soledad. ¿Escribes desde ese lugar o simplemente lo reflejas?

No, no lo escribo desde ahí. De hecho, te diré que varios de estos relatos los he escrito en condiciones bastante precarias: con toda mi familia alrededor, una niña gateando por el suelo, una adolescente de 13 años, el padre de la pequeña intentando que yo pudiera escribir tranquila… pero era imposible.

El ruido doméstico ha sido constante. Y ese deseo de soledad está en el relato.

La estás buscando y no la encuentras.

Exacto. Y creo que la consigo… pero no desde la soledad. Ni siquiera desde una soledad interior. No es solo que no pueda estar sola físicamente, es que tampoco me siento sola. Y eso, en el buen sentido.

Pero claro, cuando te pones a mirar a los personajes de esta manera tan profunda, inevitablemente los ves solos. Es una soledad que aparece porque tú, como escritora, los estás mirando así.

Lara Moreno, ante el objetivo.

Lara Moreno, ante el objetivo. Jairo Vargas Martín

Diría que hay una violencia contenida. ¿Estás de acuerdo? Me interesa si te atrae más lo que no estalla, lo que solo se insinúa.

Sí, la contención es una característica importante en muchos de mis relatos. Después de escribir un libro tan violento como La ciudad, estos parecen más tranquilos, aunque sí hay violencia, solo que más sutil.

Me gusta acercarme a la violencia de forma explícita cuando es necesario, porque la literatura debe reflejar la realidad social.

¿Te resulta más difícil escribir esta violencia sutil?

No, no es más difícil que la otra; la explícita puede ser más dura. Relatar una escena tal cual es, no sé si es más fácil que imaginarla, pero son procesos diferentes.

Claro, parece que te colocas en un lugar distinto para escribir.

Sí, llevaba años sin escribir relatos por todo el proceso con La ciudad y tenía miedo de no poder volver a hacerlo.

El primer cuento que retomé trata de una pareja con un bebé en el pueblo, donde hay violencia sutil y una distorsión mental en ella, aunque nada evidente.

Para mí, escribir relatos es intuir, asomarse y evocar con trazos breves pero potentes. Al retomar, supe que eso era lo que debía hacer y empecé a recuperar ese músculo creativo.

¿Recordar algo o a alguien es una forma de reconstrucción?

Claro. Pienso que cuando tenemos que expulsar a alguien de nuestra vida, ya sea por pérdida o por decisión, deberíamos también expulsarla de nuestros recuerdos, como si esa persona nunca hubiera estado.

Pero al hacerlo, perdemos gran parte de nuestra biografía. Por eso, mirar a alguien al final es mirarnos a nosotras mismas.

¿No hay amor posible desde la memoria o solo un eco de lo que fue?

Creo que el amor, si está vivo, debe ser tangible. Hay muchos tipos de amor. Por ejemplo, el amor a mis abuelos sigue intacto, aunque ya no estén. Pero la idea romántica de que un amor que no fue está vivo en algún lugar, me parece falsa. Si no fue, está muerto. Y vivir con esa claridad es más liviano.

¿Eres de las que prefieren salvarse o resistir?

Me empeñé en resistir mucho tiempo, pero ahora solo quiero salvarme. Ha sido un proceso, una evolución.

Te leo unas líneas del comienzo del libro que me llamaron mucho la atención: “Siete años es toda una vida. En siete años un país se viene abajo. Cambia de gobierno, se viene más abajo. Se vislumbra la punta del iceberg de una revolución social". Parece escrito ayer.

Puede ser escrito ayer, pero la revolución social que vendrá mañana me da mucho miedo. La que está ahí latiendo, casi una revolución, también me asusta. La que yo mencionaba hace más de siete años estaba bien, pero creo que aún falta para que vuelva.

Esa revolución que te da miedo, ese cambio social, ¿es resistencia?

O resiliencia.