
La artista multimedia bilbaína posa para Magas.
Los secretos de la exposición del Reina Sofía sobre la artista Marisa González: "No falté ni un día al estudio, y tengo 81"
La bilbaína habla de arte reunida con otras dos líderes del sector: con ellas, protagoniza la conversación femenina más 'elevada’ de la temporada.
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Un rayo de luz se filtra a través de una abertura rectangular en el techo de la azotea de la ampliación del Museo Reina Sofía, y Marisa González lo recoge con la mano como si fuera una proyección. Con la inauguración de una amplia retrospectiva sobre su trabajo en este templo del arte hasta finales del mes de septiembre, la artista vasca sube a las alturas, sólo que elige hacerlo “usando las escaleras”.
De hecho, llega primero a esta zona elevada del edificio Nouvel, se apoya en una barandilla y espera a las otras dos mujeres que la acompañan para este reportaje: Violeta Janeiro, la curadora de la exposición, y Diana Lara, la directora de comunicaciones del centro. La artista comenta informalmente que no ha dejado de trabajar ningún día durante los últimos cincuenta años. “No he faltado nunca a mi estudio, ni un solo día, solo si estaba de viaje. Nunca he estado enferma en 81 años”.
Aunque quizás no sea tan conocida para el público general, Marisa González (Bilbao, 1943) es una de las artistas españolas contemporáneas más importantes, pionera del arte digital y del uso creativo de las máquinas en el ámbito de la comunicación, habiendo participado en la Bienal de Venecia y recibido el Premio Velázquez 2022 (del que reclama que no hubo ceremonia de entrega).
Fue la primera española en hacer fax art y copy art, usando las nuevas tecnologías durante sus estancias en el Departamento de Sistemas Generativos del Art Institute de Chicago. Comenta que cuando conoció por primera vez aquellos dispositivos no estaban disponibles en España, y que fue su legendaria profesora Sonia Sheridan quien la animó a utilizarlos de forma reivindicativa.

Tres figuras femeninas en lo más alto del arte conversan sobre el vínculo entre este y la comunicación en la entrevista para Magas.
Violeta Janeiro, la comisaria de la exposición, explica que se trata “de un recorrido amplio, una antológica” y que muchas piezas podrían datarse como actuales por su modo de trabajar. “En muchas de ellas podríamos poner el año 2025, porque estamos presentando una Marisa contemporánea. Su trabajo siempre está abierto, nunca se cierra, o se cierra de diferentes maneras. En muchas de sus series podríamos poner literalmente que son actuales porque se han vuelto a reformular y reordenar”.
Un trabajo clave en una época en la que se cuestiona la relación triangular entre lo humano, lo tecnológico y lo artístico. Violeta añade que “incluir las máquinas en la exposición no fue anecdótico ni fetichista, porque los adolescentes no están familiarizados con ellas y muchas veces nosotras ya estamos olvidando cómo era nuestra relación con ellas”.
Diana Lara relata: “Mucha gente joven no reconoce ya una máquina de fax ni un disquete. Para quienes trabajamos en comunicación desde hace años, el fax era nuestro elemento fundamental, ¡yo misma me he pasado mañanas enteras mandando comunicados de prensa a través de un fax! Es curioso que usáramos los mismos dispositivos para cosas tan distintas, ella generando arte y nosotras contando historias".
Y continúa: "Quizás ambas formas no estén tan lejos del ensayo-error. Esta exposición es muy especial desde el punto de vista de comunicación, porque de algún modo entramos a formar parte también de su propio proceso, utilizando herramientas comunicativas hoy a nuestro alcance”.
La voz de Marisa
Ahora que relación entre lo artístico, lo tecnológico y lo automático es tan incierta… ¿cómo llegó a relacionarse usted de una manera tan efectiva artísticamente con esos dispositivos desde su llegada?
Simplemente me atrajo la máquina, la herramienta. Yo siempre pregunto, al igual que hago con las personas, qué es lo bueno que me puedes dar, no qué es lo malo. Recuerdo que un artista me decía ‘a mí la fotocopiadora no me gusta porque no saca buenos grises’, y yo le respondía ‘como sé que no da buenos grises, no le pido buenos grises, le pido lo mejor de ella’. Simplemente voy caminando y descubriendo, sin grandes conflictos de qué es capaz, aunque esa herramienta pueda ofrecer otras posibilidades, no me interesa la tecnología por su complejidad, sino por lo que nos ofrece.

Retrato de la artista Marisa González.
Lo cuenta de un modo modesto…
Cuando hacía mis talleres, los chicos siempre iban a mirar por detrás de aquellas máquinas, a ver cómo estaban conectadas, a ver las tripas y el cableado. Yo era al revés, las miraba de frente. En mi estudio ocurre lo mismo, toda la parte del cableado me sigue siendo hostil, pero hay que aceptarlo como es, y superarlo, y encontrar soluciones que no sean muy complejas.
¿Cómo ha sido el proceso de esta exposición? ¿Los objetos han vuelto a despertar?
Son cincuenta y tantos años de trabajo, la dificultad era sintetizar. Soy muy acumulativa, cada proyecto mío dura dos o tres, hasta cinco años. Siempre sé cómo empiezo, pero no cómo voy a terminar un proyecto. Hay artistas que tienen un boceto del final, de cómo va a terminar esa idea, y luego la realización tiene que ser fiel. Yo me permito todas las entradas y sugerencias que aparezcan y las voy derivando, cada proyecto tiene muchos años y el desarrollo es muy extenso. Las interferencias son lo más valioso.
Tres mujeres en las alturas
Las tres mujeres que conocemos hoy representan una cadena de acontecimientos. Un proceso comunicativo que comienza cuando Marisa González pone su mirada en una historia de mujeres y la transforma en una de sus obras (como hizo con Ellas, filipinas, realizada en 2009-2010). Una pieza es seleccionada y ubicada en la exposición por Violeta Janeiro y a continuación dada a conocer a medios profesionales como el que hoy las visita por la responsable de la narrativa de un museo, Diana Lara.
“Hay artistas que expresan solamente sus sentimientos, sus emociones”, aclara González, “yo, sin embargo, me he planteado siempre expresar los problemas sociales y políticos. En la mayoría de los casos, lo que me motiva son situaciones que observo y que puedo analizar”. Y añade más: “Era Picasso el que decía ‘yo no busco, encuentro’. Yo estoy siempre alerta"
Y continúa, explicando que "cuando hay algo que me llama la atención, me detengo. Siempre le digo a mis alumnos que hay que estar abiertos a las improvisaciones, a los inputs. Si ves algo interesante, obsérvalo, si hay un camino, síguelo, y, si no, vuelve a la ruta en la que estabas. Insisto en que las interferencias para mí son valiosísimas”.
Violeta relata cómo “corría el año 1971 cuando Marisa se planta en Estados Unidos, en un departamento de sistemas generativos que estaba iniciando Sonia Sheridan en ese momento, y se centra en el estudio de la máquina desde una perspectiva artística y subversiva. Eran las manifestaciones contra la guerra de Vietnam, por los derechos sociales… en el fondo había unos intereses detrás de estos inventos, se trataba de desarrollar una máquina de cara a una hiperproductividad, como decíamos”, menciona Violeta.
Y añade: “Marisa lo que hacía era intentar subvertir eso. Ella vivió la llegada del fax, la primera máquina que transmitía imagen en tiempo real”. A eso, la artista añade: “La primera fotocopiadora en color se creó a finales de los sesenta. Inicialmente no la exportaron a Europa, sólo la teníamos en Estados Unidos y Canadá. En el taller se nos decía que no era un juguete y que fuéramos más allá del mero resultado inmediato. Sólo la usábamos unas horas a la semana, y el resto del tiempo planificábamos el proyecto”.
Para Violeta, “se trató de contestar a la pregunta de cómo puedo llevar a mi terreno esta máquina para problematizarla y no convertirme yo en su esclava, cómo le puedo dar la vuelta. Marisa siempre estuvo muy al día con las tecnologías y utilizó aquellos primeros ordenadores”.
Arte y comunicación
Para Diana Lara, “existe una lógica muy periodística en la manera en que Marisa González trabaja, analizando lo que está sucediendo para ver si hay un camino artístico o no”. Para Violeta Janeiro, que ha dedicado años a investigar sobre la memoria oral de las mujeres, “ha sido muy importante activar desde la curaduría una escucha atenta, al tratarse de un periodo de tiempo que no he vivido, desde el tacto de una memoria que al pasar tiempo con Marisa se activa, al abrir cajones que no se abrían desde hace tiempo”.
“A mí personalmente la mujer no me interesa no como mujer, sino como sujeto subalterno”, añade la comisaria, “como persona que genera una sensibilidad artística en un momento de cerrazón, la dictadura, cuando el rol principal era el de madre y esposa y no el de artista. Y me interesa mucho cuánto puede durar un eco y la interferencia que se genera”.
El museo se plantea como lugar en el que estas piezas se activan. “Con nuestro nuevo director, Manuel Segade”, explica Diana, “se da una importancia especial al trabajo de mujeres artistas, dando visibilidad al trabajo tan interesante que no conocemos”. Para Diana, “es importante que a través de los premios y de la programación de los museos nacionales se haga esa labor de visibilizar a las mujeres; es una deuda con toda una generación, una responsabilidad institucional”.

Marisa, Violeta y Diana, sonrientes frente al objetivo.
Para Violeta, “salimos de la carrera con un conocimiento del mundo anglosajón y de su contexto, y poca conexión con mi propio contexto. Me proyectaba en él porque de alguna manera a estas mujeres poco conocidas de la historia del arte español las necesitaba para ver cómo me podía articular yo misma. Durante la pandemia, comencé esta investigación de mujeres nacidas más o menos en la Guerra Civil".
Desde entonces, explica a Magas, "he buscado contestar a esa pregunta de cómo se forma una sensibilidad artística en ese momento de cerrazón. Muchas veces ponía a prueba a colegas y veía que el desconocimiento era tremendo. Es una asignatura pendiente, es una memoria que sigue viva pero no les hemos preguntado lo suficiente, no las hemos interrogado lo suficiente”.
¿Y cómo sigue siendo algo pendiente el papel de las mujeres en la historia del arte?
¡Hemos estudiado sin la historia de las mujeres! ¡En el libro de Gombrich con el que hemos estudiado todos no hay ni una sola mujer! En una performance maravillosa de María Gimeno, ella toma este libro y lo corta para ir metiendo mujeres.
Muchas mujeres artistas terminaron dejando sus carreras…
Por eso siempre digo que de estudiante tenía muy claro que no me quería enamorar de un colega porque sabía que iba a terminar haciendo todo por él. La mujer como secretaria: han criado sus hijos y han hecho la carrera a los hombres. Veinte años después, algunos de estos artistas intentaban promocionar a sus mujeres por su mala conciencia.
Anne Bogart comentaba en una entrevista a este medio hace muy poco que a las mujeres pioneras que están ‘hay que perseguirlas cada día hasta que nos cuenten todo’, y a las que no, ‘hay que ir a los cementerios y poner sus huesos en pie’…
Qué bonito, levantar los esqueletos metafóricamente.
Ahora que todo el mundo habla de la relación entre los humanos y la tecnología, con ChatGPT, ¿cómo esta exposición que dura todo el verano puede ayudar a artistas que están en un momento de duda sobre cómo posicionarse?
A mí me interesa todo lo nuevo. Cuando me dicen que soy experta en nuevas tecnologías, yo respondo que quizás pueda denominarme experta en alguna máquina y su uso artístico, porque cada época tenía una máquina, pero no había cien opciones como ahora, o mil. Mi consejo si eres artista es que no te disperses: intenta centrarte en una herramienta y sacar el máximo provecho de ella. Yo me había negado a usar ChatGPT, pero por la curiosidad, ya sabes, le terminé haciendo alguna pregunta.
¿Cuál fue su pregunta?
Yo le pregunté ‘¿qué sabes de Marisa González?’ ¡Y sabía muchísimo! Así que después para un proyecto le he preguntado qué sabía de otros temas, y me ha contado muchas cosas, bien escritas y bien redactadas. Me siento contenta de haber sacado frases de la inteligencia artificial para este nuevo proyecto, y contenta de haberla usado y aplicado.
Reciclaje y sostenibilidad
Las poéticas del desecho y el reciclaje también forman parte importante de esta muestra y de su trabajo. “Yo he reciclado todo, ¡hasta mi vida! No me dejes pasar por un contenedor y me pidas que no mire. Una vez en los años 90 formateé el disco duro del ordenador en lugar del externo, así que con aquella tragedia busqué un técnico de los 80 que me lo pudo recuperar, pero me dijo que todo el contenido era basura", cuenta González.
Ella, recuerda, respondió "inmediatamente ‘uy, basura’, efectivamente, ¡las imágenes se habían combinado entre sí! Algunas de ellas se podrán ver en esta muestra, en las que aparece el cerebro de un crítico amigo de arte mezclado con las manos de Sonia Sheridan, muchas son creadas desde esa basura, articuladas por el error”.
Se expondrán más casos de error y reciclado. “Cuando vivía en Washington se me estropeó la secadora, y descubrí con el técnico que era porque no había limpiado el filtro, que acumulaba las pelusas de todo lo lavado. Observé en aquellas pelusas una línea de azul brillante, otra roja, y restos de felpas y toallas, así que comencé a usarla como máquina artística, y con las nuevas pelusas construí pequeños personajes que irían caminando por las salas, subiendo una escalera o saliendo de un armario, que fueron elementos protagonistas de mis series, y eran todos desechos".
Recuerda, "también una vez, a la salida del Círculo de Bellas Artes, que me encontré unas escayolas en un contenedor. Una me recordaba a una cabeza, otra a unos pechos. Yo por supuesto las cogí y las intervine, luego las metí en un video… y recuerdo que me decía Antoñito López ‘qué suerte tiene Marisa, que se encuentra la obra en un contenedor’”.

Marisa González, reconocida pionera en la aplicación de las nuevas tecnologías en la creación artística.
En sus últimos años, explica Violeta Janeiro desde el punto de vista curatorial, “Marisa vuelve a la fotografía y analiza los efectos de la globalización”. Un ejemplo es una instalación inspirada en “los restos de la fábrica que había suministrado el pan a los vascos, y que mis hermanos me avisaron que se iba a destruir. Hice muchos viajes para grabar el proceso de desmantelamiento, y con algunos elementos creé instalaciones con fragmentos de las memorias de los Consejos de Administración”, dice González.
Asimismo, al final de la exposición podrán verse su trabajo sobre la central nuclear de Lemóniz y sus fotografías de frutas, que ya presentó en la pasada edición de ARCO, y que reflexionan sobre “sobre la manipulación genética de los transgénicos”.
El arte actual, para Marisa, “es comunicación, a todos los niveles”. Para su comisaria Violeta, “el arte podría no tener ninguna función, pero nos ofrece la mirada de los artistas en relación al mundo que les rodea, y ese diálogo puede potenciar una imaginación política para ofrecer mundos de posibilidades”. Para Diana, “esa comunicación, desde un punto de vista de servicio público, es especialmente importante”.
En un momento final de la conversación, Marisa González se apoya en su teléfono y Siri se dispara diciendo algo incomprensible. Todos nos reímos. “¡Mi teléfono ha hablado! ¿Qué me dice?”, bromea ella, acercándoselo al oído, cuestionando como siempre hizo la manera que tiene de interferir la tecnología. Desde finales de mayo, y hasta el mes de septiembre, sus creaciones estarán en el Museo Reina Sofía.