Recopilación de imágenes de Ana Bernal-Triviño y Federico García Lorca; de fondo, la Huerta de San Vicente y fragmento escrito a mano por el granadino de 'Poeta en Nueva York'.

Recopilación de imágenes de Ana Bernal-Triviño y Federico García Lorca; de fondo, la Huerta de San Vicente y fragmento escrito a mano por el granadino de 'Poeta en Nueva York'. Elaboración propia E.E

Protagonistas

El Lorca más personal, a través de Ana Bernal-Triviño: amante, hijo y un incomodador político que "hoy podría ser feminista"

Tras el éxito de 'Las mujeres de Federico' y 'Los hombres de Federico', la periodista cierra su trilogía en homenaje al dramaturgo en 'Vuelve Federico'.

6 enero, 2024 02:27

En una de las entrevistas que Federico García Lorca concedió en sus últimos años de vida, publicada en la revista Miradero allá por 1931, el dramaturgo hablaba de su vida en Madrid como una "sencilla y sin literatura", en la que prefería dejarse el trabajo en casa y hablar de temas triviales cuando salía a tomar café. Cuesta creer que uno de los autores más importantes de la España del siglo XX pudiera pensar en algo más que en poesía, en su Barraca y en ese escritorio de la Huerta de San Vicente en el que tanto le apasionaba escribir.

En realidad, cuando se permitía esa licencia no estaba siendo Lorca, sino Federico. Amigo, hermano, hijo, amante. Todo a la vez. Aquel hombre de pasaporte desgastado que pasó por mil vidas, que tuvo premoniciones sobre su propia muerte, que fue coetáneo a Buñuel, a Dalí. También, uno de los fusilados a los que la guerra civil se llevó consigo un 18 de agosto del 36. El granadino falleció muy joven, a los 38 años, acompañado por dos banderilleros y un profesor de un colegio vecino.

Ahora, casi un siglo después, Ana Bernal-Triviño (Málaga, 1980) concluye el trabajo de toda una vida persiguiendo las huellas del literato. La periodista, que también es profesora en la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y colaboradora de Público, El Periódico y TVE, publica la última entrega de su trilogía de ficción sobre García Lorca, con quien comparte raíces andaluzas y un vínculo que la une a él desde los 14 años. A esa edad tuvo su primer acercamiento a La casa de Bernarda Alba, considerada por muchos su obra cumbre.

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En el libro Vuelve Federico (Lunwerg, 2023), al igual que en los dos que lo preceden, la escritora cumple con el desafiante ejercicio de meterse en la mente del poeta, quien en esta historia regresa a los lugares y protagonistas de su vida para ajustar cuentas con el pasado. "Él se marchó de este mundo sin poder despedirse de nadie, sin derecho a juicio", recuerda su historiadora. El Federico que retrata en esta obra es un alma atormentada que, tras la muerte, "desea reencontrarse con su familia para descansar en paz". 

"Ese es el punto de partida de este libro. En él, Federico vuelve a la Huerta de San Vicente y sus 'mujeres', las protagonistas de sus obras, le ofrecen la oportunidad de volver a ver a sus seres queridos; a cambio, él tendrá que enfrentarse de nuevo a toda su existencia, a tomar decisiones como esa en la que se debate entre coger el tren en Atocha [que le llevaba al exilio en México] o regresar a su casa en Granada", adelanta Bernal-Triviño.

Pregunta. La gente suele reconocerte por tus intervenciones como periodista en tertulias. Ahí todo es ajetreado y siempre te vemos hilar argumentos rápidamente. Aquí descubrimos a una Ana distinta, con una narración pausada y muchas licencias creativas. ¿Cómo defines el estilo de tu obra? ¿Qué hay de ti en ella?

Respuesta. Pues recuerdo que en la presentación del libro vino una compañera, Cristina Consuegra, y dijo sobre él que no es un libro con redacción periodística. Y es cierto. Es muy importante que cuando empiezas a hacer literatura no caigas en ciertas dinámicas de utilizar el lenguaje al que estás acostumbrada. Vuelve Federico tiene uno literario e incluso diríamos que poético.

Al escribirlo tuve que hacerme con la forma de hablar de cada uno de los personajes de García Lorca que vuelven a cobrar vida [en la historia]. ¡Ha sido complicado! He tenido que leer muchas cartas personales para detectar palabras, frases retóricas, etc., y, obviamente, con Federico me permití una licencia mucho mayor. En cuanto a la narración, mi intención fue construir una muy emocional. Hay gente que dice que es un libro que agarra el corazón y eso es porque baja al componente humanístico de Federico García Lorca, al huir del Federico mártir y quedarse con el Federico humano.

Llamémosle Federico, no Lorca

La autora recuerda en su obra al hombre "de batín y zapatillas de estar por casa" que, pese a que "todos le definían como el reflejo de la alegría y de la esperanza", en realidad también sufrió, tanto en su proceso creativo como en su vida privada. "Al principio, su madre era la que más le apoyaba; su padre estaba muy enfocado en que terminara la carrera de Derecho, pero él le escribió una carta pidiéndole ser libre y vivir sin ataduras".

Así fue como su familia empezó pagándole los primeros libros que editó en imprenta, costeando su estancia en la Residencia de Estudiantes en Madrid, aquella dirigida entonces por Alberto Jiménez Fraud "en la que Federico tanto experimentó" en compañía de Emilio Prados, Pepín Bello y otros prodigios de la Generación del 27 que también fueron amigos del autor.

Sin embargo, los gastos que requería el tipo de vida que el joven García Lorca perseguía pesaban sobre él como una "losa" que amenazaba con caerle encima ante "cada posibilidad de que sus obras pudieran fracasar". Ahí, precisamente en esas circunstancias, "es donde encontramos a un Federico muy reflexivo y doliente con su propio desarrollo personal", asegura Bernal-Triviño. 

"Por otra parte, también tenemos a un hombre muy amigo de sus amigos, que, sin ser rencoroso, sí que se sintió muy dañado por algunos de estos, como Dalí, o como Buñuel, quien llegó a cuestionarle por su homosexualidad de una manera muy agresiva. Él, además, tuvo que amar en la soledad y nunca llegó a encontrar comprensión ante el sufrimiento que [sus parejas] pudieran haberle causado". 

"Fue un artista molesto"

Por otro lado, la autora de la trilogía, definida por ella misma como un "conjunto de libros de memoria histórica feminista", explica que en la Barraca, "Lorca establece un vínculo muy cercano a las mujeres sin el que no podría haber creado a las protagonistas que salieron de sus obras". Confía en que el dramaturgo, confidente íntimo de la actriz y directora teatral Margarita Xirgu, "podría haber sido feminista" si hubiera pertenecido a este siglo: "En aquel momento, él tenía un posicionamiento en cuanto a los derechos de las mujeres del que otros muchísimos hombres quedaban muy lejos", insiste. 

Y añade: "En general siempre fue un artista molesto, porque pese a pertenecer a una familia de elevada clase social, no estaba bien posicionado". Del poeta podría destacarse ese "potente discurso en defensa de los más vulnerables" así como su afán divulgador —el proyecto de la Barraca estuvo muy ligado a las misiones pedagógicas de la Segunda República y con él trató de llevar el teatro a los lugares más recónditos—. Tal como afirman los historiadores, Federico García Lorca, en cualquier caso, nunca llegó a vincularse con ideologías ni partidos políticos.

A los periodistas les decía que "soy un español integral y me sería imposible vivir fuera de mis límites geográficos, pero execro al hombre que se sacrifica por una idea nacionalista, abstracta, por el solo hecho de que ama a su patria con una venda en los ojos", como se extrae de la entrevista de Miradero. Ahora, Bernal-Triviño lamenta que su discurso se haya mercantilizado: "Muchas personas están utilizándole como marca para obtener un rédito a sus espaldas".

"Lo peor es que algunas de ellas, de haber estado presentes en el año 36, habrían contribuido sin lugar a dudas a la propagación del odio contra él y a su fusilamiento", subraya. Asegura que García Lorca sigue siendo muy incómodo incluso en la España de hoy: "Solo hay que ver la escultura que tiene en la Plaza Santa Ana, la vandalizan cada año". En efecto, el monumento construido en homenaje al 50 aniversario del estreno de Yerma ha sido objeto de pintadas e incluso han llegado a arrancar la alondra que la figura sostiene entre las manos.

Bernal-Triviño critica que, en la política, el discurso de Lorca está siendo desvirtuado por partidos que le utilizan para hacer campaña: "Lo peligroso de un fenómeno así es que no todo el mundo rechaza estos mensajes, hay quienes creen en ellos y precisamente esto da muestra de la capacidad que [estas personas] tienen de penetrar en una sociedad que carece de memoria histórica y de instrumentalizar a personas que fueron fusiladas". 

Tajante, la periodista también asevera que "quienes se dedican a manipular su mensaje están haciendo mucho daño a la versión que la propia familia ha querido mantener de él en el tiempo" y que Vuelve Federico trata de recuperar. Bernal-Triviño recuerda que el andaluz "tenía un mensaje humanista y político en su obra; al régimen no le convenía tener un autor que hablase, que hiciera pensar, que lanzara mensajes de tal radicalidad sobre los derechos de las mujeres, esas que entonces callaban y estaban silenciadas por la sociedad".

La trilogía de Ana Bernal-Triviño reivindica la versión del crimen político, "tal como lo definió su padre", Federico García Rodríguez. Tras la muerte de su primogénito, este juró no volver a pisar el país y se exilió con su familia en Nueva York. Murió años después de que lo hiciera su hijo y fue enterrado en un cementerio de Manhattan.

Ana Bernal-Triviño, en la huerta de San Vicente.

Ana Bernal-Triviño, en la huerta de San Vicente.

Por su parte, la comunicadora terminó de escribir Vuelve Federico no en Málaga, ni tampoco en Madrid. Lo hizo en la Huerta de San Vicente, en la misma habitación en la que durmió y trabajó el autor. Es una de las tantas curiosidades que se esconden en el libro, y ella la recuerda con especial emoción: "Estar frente a esa mesa, en esa casa, que por un lado parece luminosa y con mucha vida, pero que cuando queda en silencio te hace recordar que allí hubo un proceso de pánico y de 'vienen a por mí'".

"La redacción de las últimas 20 páginas me costó un mundo. Me emocionaba mucho y cuando lo terminé lo único que me salió fue besar su escritorio, porque no podía darle un abrazo a él", recuerda. Ese momento refleja cuál es el sentido de Vuelve Federico: "Es un libro de despedidas que también nos devuelve muchos espejos en lo personal: ¿con qué personas volveríamos nosotros a hablar? ¿cómo les diríamos adiós a otras? Me gustaría que esta historia sirva para que los lectores hagan un ejercicio de reflexión sobre su propia vida", concluye.