Pasarela otoño-invierno 2025/2026 de Dior.

Pasarela otoño-invierno 2025/2026 de Dior.

Moda

Del veto al deseo: vuelven las prendas de pelo natural frente al sintético gracias a la moda 'vintage' y a la Generación Z

Tras años de estigma, las pieles vuelven a los armarios mientras se pone en entredicho la sostenibilidad de las opciones sintéticas.

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Laura García del Río
Publicada

30.257 dólares fue la cifra por la que el pasado enero se vendió un abrigo de zorro de Gucci de 1997 en la plataforma de reventa de lujo 1stDibs. Cifra astronómica, a la par que simbólica. Era la confirmación contante y sonante de que, aupadas por la nostalgia de estéticas pasadas, las pieles volvían a estar de moda.

No fue una excepción mediática. Ese mismo mes, Nueva York acogía la octogésimo edición del Manhattan Vintage Show, uno de los grandes encuentros del sector “el concierto de Beyoncé del mundo de la moda retro”, lo llaman, y el furor por todo lo que fuese pelaje era palpable.

Los organizadores hablaban de una fur-a-palooza. Tras años de estigmatización, el vintage volvía a convertir el pelo en algo no solo aceptable, sino deseable.

Hubo un tiempo —no tan lejano— en el que parecía una reliquia incómoda. Gone is the social stigma around wearing animal skins rezan ahora los titulares, desde The Guardian hasta The New York Times. Analistas, medios y consultoras relacionan el fenómeno con el auge de la segunda mano y la estética boom boom destronando al lujo discreto en el podio de tendencias.

Hasta las nuevas generaciones esas que se han colgado la etiqueta de ecovanguardistas, las más preocupadas por el medioambiente aunque luego se dejen la paga en Shein, le dan la venia. Según un análisis citado en medios especializados, las búsquedas en Google de “vintage fur coats” se han disparado un 688% desde enero de 2023, con especial empuje de los consumidores más jóvenes.

Plataformas de segunda mano como Vestiaire Collective, Vinted, The RealReal y 1stDibs donde las ventas de estas prendas han crecido un 14%hablan al unísono de ese incremento del interés.

Y lo mismo ha pasado con el ante y la piel. Según las cuentas de Fortune Business Insight, el mercado global de artículos de cuero se estimó en alrededor de 498.57 mil millones de dólares en 2024, y se proyectaba que alcanzara los 531.07 mil millones en 2025. Es decir: incluso en un contexto de debates sobre sostenibilidad y alternativas, la demanda permanece fuerte y en expansión.

Un giro de conciencia

No es que el tabú se diluya, pero sí adquiere nuevos matices. Al rechazo categórico que animaba a volcar botes de pintura roja sobre todo lo que pareciese un visón hincapié en el 'parecer', porque hoy las alternativas sintéticas hacen casi imposible distinguir a simple vista lo real de lo falso, le sucede un planteamiento menos taxativo.

“Estamos en constante cambio y en un fervor por la búsqueda de métodos saludables y una mejora en nuestra respuesta para construir un formato de sociedad ético”, sostiene Julio Urralde, coordinador de la Escuela de moda en IED Madrid.

En lugar de la lógica binaria que durante años polarizó el debate entre lo ético y lo estético —real o falso, correcto o incorrecto, sintético o cruel—, desde ciertos flancos de la industria y la calle se está proponiendo una lectura distinta.

Y con más aristas. Gabriela Hearst, una de las voces más consistentes del lujo contemporáneo en materia de sostenibilidad, lleva tiempo defendiendo el uso de estos materiales, pero siempre bajo la filosofía del aprovechamiento upcycling, en la terminología fashion, eje de una economía circular aplicada al diseño.

En su desfile de este otoño-invierno, había un abrigo; una chaqueta y una estola hechos con visones vintage desmontados y reensamblados; una falda de borrego; y varios looks accesorios incluidos confeccionados con piel de pitón procedente de especies invasoras en Florida, a través de la empresa Inversa, enfocada en la sostenibilidad ecológica con programas de control de fauna.

"Me reúno con start-ups todo el tiempo, pero me impresionó enormemente lo que está haciendo Inversa… Es un auténtico punto de inflexión: estos cueros generan un impacto positivo real en esos ecosistemas", defendía la creadora.

Look de Max Mara.

Look de Max Mara.

El pelo, de vuelta por unanimidad

Ha pasado más de una década desde que la avalancha de vetos al pelo arrancó. Empezando por Armani y siguiendo por Condé Nast, en 2010 la industria lo declaró pasada de moda y apuntaló un cambio que era a la vez conceptual y formal. Hasta las versiones falsas se proponían con pies de plomo y varios comunicados dando cuenta de su condición artificial. Y, sin embargo, esta temporada el look furry está por todas partes.

Fendi, Burberry, Anna Sui, Simone Rocha, Bally, Tod’s, Prada, Dolce & Gabbana, Ganni y hasta el mismísimo Gucci han hecho de sus colecciones un despliegue de pelo y cuero. Chaquetas de peluche, abrigos teddy, cuellos de borrego, gabardinas a lo Matrix, y cazadoras oversize de cuero con dejes ochenteros dominan el vestidor en la pasarela y fuera de ella.

Desde el análisis de datos visuales, el tirón es claro. Según explica Noémie Voyer, Fashion Expertise Lead en la consultora Heuritech, "el regreso a la visibilidad del pelo —especialmente en abrigos de tonos blanco, beige y marrón— ha ido en aumento desde el año pasado. Según nuestros datos, los abrigos constituyen una tendencia claramente al alza".

Y una que va para largo. "Hay una previsión de crecimiento del 4% en los próximos meses entre las mujeres en Europa, mientras que el pelo largo y rizado crecerá un 2%, especialmente entre consumidoras europeas de la Generación Z y las millennials de perfil más edgy", dice la experta.

"Es interesante porque tanto las marcas como los consumidores llevan diciendo desde hace años que han terminado con el pelo, que no quieren volver a verlo… y, sin embargo, sigue ganando popularidad", rezaba la analista favorita de las redes, @databutmakeitfashion, apuntando a un crecimiento del 21% en solo un mes. Incluso en las pasarelas de hombre, espetaba, gana tracción: un 36% en Prada, y otro 35% en Dolce & Gabbana.

Este cambio de mirada no ocurre en un vacío. En moda, nada es casualidad. El contexto era propicio. Tras años de minimalismo, hay un deseo por volver a explorar lo táctil, lo envolvente, lo protector.

Chanel lo mostró en su colección de otoño-invierno 2025/26, donde los volúmenes mullidos y los acabados que evocan pelo o piel construyen una silueta casi escultórica. Max Mara insiste en su iconografía teddy. Roberto Cavalli, bajo la dirección de Fausto Puglisi, recurre al faux fur como parte de una narrativa de opulencia contemporánea.

En versión larga, rizada, oversize. En tonalidades que van de lo natural a la estridencia cromática. A veces real, a veces falso. A veces nueva, a veces rescatada del pasado. La variedad de opciones confirma el regreso del pelo y la piel al imaginario sartorial con una naturalidad casi desconcertante.

Pero no exenta de conversación. El debate, antes polarizado entre dos extremos, ahora se mueve en una escala de grises más compleja en torno a qué pelo, qué piel y qué cuero se usa —y por qué—.

Manejar con tacto

En una sociedad donde la llamada pet economy ha alcanzado los 207.000 millones de dólares hay más hogares con mascotas que niños: solo en España, 3 millones para ser exactos, los microplásticos son trending topic, no reciclar es motivo de vergüenza, y hasta las gasolineras de extrarradio sirven leche de avena, la reticencia a ponerse un abrigo de marta cibelina sigue muy presente.

Hasta la fecha, más de 1,5 millones de personas han firmado la petición, #FurFreeEuropa, presentada ante la Comisión Europea para pedir la prohibición de importación y venta de pieles. Los consumidores que elegirían una marca sobre otra si prioriza el bienestar animal ha ascendido al 36%. Y PETA, que en los últimos premios de la CFDA se dejó caer por la alfombra roja pancartas en mano, ha batido récords en su número de afiliados: 6,5 millones.

Por paradójico que pueda resultar, al parecer vuelven a ser los jóvenes los que dirigen la orquesta. La Generación Z ha crecido entre alertas climáticas y el activismo en redes, lo que ha fomentado una mentalidad de “hay que hacer algo ya” a la hora de tomar decisiones sobre alimentación y estilo de vida.

"El 79% afirma que sus decisiones alimentarias están condicionadas por valores personales como la sostenibilidad, el respeto a los animales y la justicia social", explica Voyer.

"Las campañas contra el pelo y las marcas que lo vetan forman parte de este cambio de mentalidad más amplio. Estas acciones reflejan un sentido de responsabilidad y tienen un impacto directo en cómo evoluciona el mundo y la moda, así como en la forma en que la gente consume de acuerdo con sus creencias. Para las marcas, es crucial seguir siendo relevantes y deseables mientras impulsan activamente un cambio positivo", añade.

Hearst la editorial que aglutina, entre otras cabeceras, Harper’s Bazaar, Elle y Cosmopolitanha sido la última del sector de la moda en vetar las pieles: a principios de diciembre anunciaba que prohibía la promoción de pelo animal en todos sus contenidos editoriales y publicitarios a nivel global.

Pasarela de Ganni.

Pasarela de Ganni.

Se unía a una lista larga. Larguísima. Max Mara, Versace, Michael Kors, Jean Paul Gaultier, Moncler… Armani fue el pionero, en 2016. Le siguieron Gucci en 2017, Diane Von Furstenberg, Burberry y Chanel en 2018, el grupo Prada en 2019 y Kering en 2021.

El mismo año que lo hizo El British Fashion Council. Hace solo unas semanas, el Council of Fashion Designers of America (CFDA) se sumaba a la moción y confirmaba que New York Fashion Week prohibirá el uso de este material en su calendario oficial a partir de septiembre de 2026.

Aunque más mediáticas fueron las resoluciones de Kim Kardashian en 2019, anunciando que había ‘rehecho’ todos sus abrigos de pelo favoritos en versión faux, a la par que la corona británica lanzaba un comunicado corroborando la decisión de la reina Isabel de dejar de usar pieles nuevas en sus atuendos. Las que ya tenía, eso sí, se quedaban.

Y no es solo la moda. También a nivel legislativo el flanco cruelty-free gana terreno. En 2000, Reino Unido se convirtió en el primer país del mundo en prohibir la cría de animales para peletería. En 2011, West Hollywood aprobó la pionera prohibición municipal de venta de productos de pelo. Y en 2021, Israel fue el primer país del mundo en vetar la venta de pieles. Detrás han ido Irlanda, Lituania, Rumanía. Polonia, uno de los mayores productores históricos en Europa, acaba de anunciar planes para la eliminación progresiva de la cría de animales para esta industria.

La réplica, en versión sintética

El veto, sin embargo, no ha eliminado la estética aunque sí la ha transformado. Que entre en escena la versión sintética. El faux fur —peluche, también— ha sido durante años la alternativa más visible. Son muchos los diseñadores que le han dado la venia.

Stella McCartney animalista férrea, la primera. También Michael Kors, Chloé, Dior, Alaïa, Balmain. Y, por supuesto, firmas que nacieron con una mentalidad sostenible bajo el brazo: Ganni, Cult Gaia, Reformation y Shrimps, que ha hecho del peluche su mejor gancho.

Sus acólitos defienden que hoy esta imitación permite reproducir presencia, dramatismo y abrigo sin recurrir a materiales de origen animal. Es una decisión consciente que no supone un sacrificio creativo ni estético.

Aunque tampoco le faltan detractores. "La mayor parte del faux fur está fabricado con fibras sintéticas de origen petrolero, como el acrílico y el poliéster, que tienen una elevada huella de carbono, liberan microplásticos en los ecosistemas acuáticos y no son biodegradables", apunta Voyer. No es una crítica, sino una constatación técnica: evitar el origen animal no siempre implica un impacto ambiental menor, sino diferente.

La elección responde a prioridades distintas, reabriendo una batalla que parecía cerrada y pivotando entre quienes se oponen al pelo real por motivos de bienestar animal y quienes rechazan el sintético por razones medioambientales.

Segundas vidas

Lejos de panacea ecológica, los materiales sintéticos están cada vez más en entredicho. Numerosos estudios señalan que estos —poliéster, acrílico o nylon— no son biodegradables: pueden tardar cientos de años en descomponerse. Además, liberan microplásticos con cada uso y lavado.

En un informe de 40 páginas recién publicado, la ONG neerlandesa Changing Markets ha puesto en entredicho las virtudes del poliéster reciclado, que al parecer suelta un 54.8% más de microplásticos que su versión virgen. Y, con más del 69% de la producción textil basada en sintéticos, la industria de la moda es una de las principales consumidores de combustibles fósiles.

"A veces, como dice el refrán, es peor el remedio que la enfermedad dice Julio Urralde, coordinador de moda en IED Madrid—. Estamos obcecados en buscar constantes sustituciones a los hechos, a los alimentos, a los materiales, y lo único que conseguimos son ‘salvavidas de plomo’".

"Noto, concretamente en este caso, que el término ‘piel o cuero vegano’ que hemos visto es una herramienta más del greenwashing en la que se nos hace ser partícipes de una causa, de la cual no llegamos a informarnos del todo. Pero como titular, como individuo y satisfacción propia, al sistema le interesa hacernos sentir que pertenecemos a la aportación social de una lucha", añade.

Sobre esa premisa también se han hecho fuertes el upcycling y el vintage. "A medida que los consumidores buscan cada vez más tanto asequibilidad como sostenibilidad, el pelo de segunda mano y vintage se presenta como una alternativa con sentido, al prolongar la vida útil de piezas ya existentes y reducir la demanda de nueva producción", explica Voyer.

"Uno de los pilares en cuanto al consumo sostenible es la no generación de nuevo residuo, con lo que es afín al uso de prendas ya existentes, sean de cualquier material sintético, orgánico, incluso animal. De ahí la cabida al fomento del consumo de prendas de segunda mano, con la que no estás impulsando su nueva producción y has evitado que esa prenda se haya convertido en un residuo", coincide Urralde.

Con la fórmula del reciclaje han experimentado desde Fendi hasta Miu Miu. Firmas como Iacopa, fundada en Roma en 2024, trabajan exclusivamente con pieles vintage. No producen material nuevo: rescatan, desmontan y reconstruyen piezas existentes. "No se daña a ningún animal ni se usan derivados del plástico", aseguran. El valor aquí no está solo en el resultado estético, sino en el proceso.

Cuestión de piel

Que firmas como Adolfo Domínguez dejen de lado lo sintético es sintomático. Tras años abogando por lo vegano, la firma gallega ha vuelto al cuero. Eso sí, en colaboración con Leather Working Group, que audita prácticas ambientales y de trazabilidad en curtidurías. "Creemos que la sostenibilidad también consiste en tomar decisiones valientes. Volver al uso del cuero animal en nuestras prendas es una de ellas. Frente a materiales derivados del petróleo, apostamos por una materia natural, duradera y con capacidad de ganar carácter con el paso del tiempo", escribía la enseña en su perfil oficial de LinkedIn.

Es una tendencia global: más de un tercio del mercado actual utiliza cuero sostenible, reciclado o procesado con técnicas eco-conscientes. En su mayoría, certificado por la Leather Working Group, que se ha posicionado como el impulsor clave de esta piel producida de forma responsable en la industria.

Con ellos trabajan desde Adidas, Clarks, Timberland y Coach hasta Luis Vuitton, Versace, Loewe y Gabriela Hearst. "Mientras se siga comiendo carne, el cuero será un subproducto. Por tanto, es un buen material que utilizar", defendía la diseñadora uruguaya en una entrevista en la plataforma La Conceria.

"Cuando vuelvo a mi rancho en Uruguay me preguntan: '¿qué está pasando en el norte?”. Tienen que quemar cuero porque la gente prefiere vestir poliéster. La idea de que los zapatos veganos están ayudando al medioambiente no es más que buen marketing", confirma.

Que no sea perfecto no significa que sea una vía muerta. El término “cuero vegano” se ha popularizado, pero engloba realidades muy distintas. Algunos siguen siendo plásticos; otros buscan una alternativa que no signifique sucumbir al petróleo.

"Es muy interesante poder seguir investigando en opciones no generadoras de residuo, donde se experimenta en el uso de materiales biodegradables como vegetales: piel de manzana, hongos, cuero de piñapara buscar sucesiones lo más próximas a tener una composición biodegradable íntegra, aunque muchas de ellas sigan necesitando el uso de materiales PU para su refuerzo", explica Urralde.

Alternativas, en construcción

Stella McCartney ha sido una de las pioneras en este terreno. Desde el primer día y de eso hace 25 años la firma ha renunciado al uso de pelo, piel, plumas. A la par que ha ido buscando alternativas cada vez mejores.

En 2010 eliminó el PVC de todas sus creaciones. En 2020 comenzó a tantear materiales más innovadores como piñatex, hecho a partir de hojas de piña, y UPPEAL, obtenido de manzanas. En 2021 hizo un ensayo con Mylo, un cuero alternativo basado en micelio de hongos que probó en una cápsula de prendas y su icónico bolso Falabella. También usó Bananatex, un textil a base de abacá.

Stella McCartney explora pieles veganas.

Stella McCartney explora pieles veganas.

El año pasado introdujo Mirum, un cuero vegano sin plásticos. Y la colección de este otoño-invierno "el 96% de los materiales con los que se ha hecho son conscientes, el 100% cruelty-free", añaden desde la enseña ha presentado YATAY M, un material vegano, alternativo al cuero exótico como el de pitón y avestruz, creado usando micelio de hongos y materiales reciclados. A diferencia de muchos sintéticos, puede ser estampado y terminado como cuero tradicional sin procesado animal.

Desde hace años, trabaja en una alternativa el pelo hecha a partir de maíz. "Hemos dejado de utilizar algunos tipos de pelo sintético porque quizá contenían más químicos o no eran lo ideal. Pero, desde luego, son mejores que el real defendía la diseñadora. El pelo falso no es perfecto, pero la cuestión es que hay que mantener una conversación abierta y honesta al respecto".

Quizá por eso este debate no se resuelve con una única respuesta correcta. Cada opción responde a prioridades distintas: diseño, industria, valores, viabilidad técnica. Lo que es indiscutible es que el pelo y la piel —en todas sus acepciones— vuelven a acaparar el armario. Y la conversación.