Esther Cañadas.

Esther Cañadas.

Interiorismo

Esther Cañadas (48), modelo con alma de interiorista: “Mi pasión es ir a casa de mis amigos y cambiarles la cocina”

A sus 48 años, combina su experiencia como top model con una inquietud creciente por el diseño de interior.

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Desde sus inicios en el mundo de la moda, Esther Cañadas ha sabido reinventarse. Hoy, a sus 48 años, combina su experiencia como top model con una inquietud creciente por el diseño de interior. En su reciente paso por El Hormiguero, confesó con entusiasmo: "Voy a tu casa y te cambio la cocina entera".

Para ella, no se trata simplemente de decorar: se trata de reconvertir la vida cotidiana, poniendo énfasis en detalles funcionales y estéticos que hagan del hogar un refugio genuino. Esa visión práctica y humana es lo que diferencia su proyecto creativo.

En consecuencia, llama la atención como Esther fusiona su pasado como modelo con su vocación de interiorista, así como vive esta transición que parece escrita para alguien que siempre ha mirado el mundo con ojo estético.

Esther Cañadas es natural de Albacete y se trasladó a Barcelona siendo adolescente para emprender su carrera en el modelaje. Con el tiempo, desfiló en París, Milán y Nueva York para firmas como Versace, Chanel o Donna Karan.

Esa experiencia internacional forjó su gusto exigente por la estética, los materiales y las atmósferas coherentes.

Pero en los últimos años, la modelo ha descubierto otra pasión: las reformas domésticas. En sus últimas intervenciones televisivas, contó cómo, cansada del dolor a gas en la cocina de un amigo, decidió reformarla por completo y a un precio sorprendente.

Lo contó con naturalidad, casi con una complicidad amistosa: "Esa cocina me la llevé por delante", dijo con una sonrisa.

Hoy, Cañadas habla de sus horas frente a planos o visitas a talleres con la misma seguridad con la que posaba frente al objetivo. Esa doble mirada (del detalle estético y del uso funcional) le aporta credibilidad en este nuevo rol.

Para Esther, no basta con que un espacio sea "bonito". Cada rincón debe latir con su propósito emocional: acoger, nutrir, acompañar. Por eso insiste en escuchar a los dueños, descubrir sus costumbres y necesidades, y a partir desde ahí. Ella no impone un estilo; lo revela.

Cuando interviene en una cocina, lo hace no solo para embellecerla, sino para optimizarla: flujo de uso, iluminación práctica, materiales duraderos. Esa visión "desde dentro" proviene de su lado más humano.

En la corrección de un espacio, encuentra esa alquimia entre estética y utilidad, entre diseño con carácter y vida cotidiana.

Además, esa vocación de "manitas" es una forma de ser ejemplo para su hija: "primero lo intentamos nosotras", relato citado en medios sobre su afición por arreglos caseros. En su discurso no hay arrogancia: hay voluntad de acción, de implicarse.

El paso del modelaje al interiorismo no ha estado exento de desafíos. Uno de ellos es ganarse la confianza en un ámbito donde abundan arquitectos e interioristas formados desde la escuela. Pero Esther parte con una ventaja: su reputación visual, su sensibilidad estética y cierto "halo" público que despierta interés.

Ha aprendido a asumir que una reforma implica tiempos, permisos, presupuesto y sorpresas. Pero lejos de retraerse, ese vértigo le encanta: "me gusta que cada obra me rete", confesó entre risas en su entrevista televisiva.

Su deseo: que ese impulso creativo no sea solo para amigos cercanos, sino para encargos públicos, colaboraciones con firmas de mobiliario o proyectos de viviendas piloto. Su meta no es ser "celebrity decoradora", sino ofrecer espacios que trasciendan tendencias y conecten con quienes los habitan.