Karlos Arguiñano (77) presume de impresionante su cocina.

Karlos Arguiñano (77) presume de impresionante su cocina. Cocina Abierta

Interiorismo

Karlos Arguiñano (77) presume de impresionante su cocina frente al Cantábrico: “Como en casa, en ningún lado”

Una cocina abierta y con alma vasca en un caserío de lujo en Zarautz, donde el hierro y las vistas al mar Cantábrico son protagonistas.

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Karlos Arguiñano (77) vive en un caserío vasco tradicional en Zarautz, con una cocina abierta y de ensueño que domina el paisaje del Cantábrico. El espacio combina funcionalidad y diseño, reflejando su pasión por los materiales nobles como el hierro.

La cocina destaca por su gran isla central, encimeras de mármol beige y carpintería de madera oscura, que aportan calidez y elegancia. La integración perfecta entre estilo clásico y contemporáneo la convierten en un lugar emblemático de su hogar.

Además, la estancia conecta sin barreras con el salón-comedor, generando una atmósfera compartida y luminosa. Con una gran mesa frente al ventanal, la cocina de Arguiñano invita a disfrutar del entorno marino y la tradición vasca en cada comida.

El hogar del chef es un caserío vasco situado frente al Cantábrico valorado en más de un millón de euros. Su cocina refleja esa posición privilegiada y el cariño por sus raíces: tradición vasca, materiales nobles y diseño abierto para fusionar funcionalidad y paisaje.

La isla central es protagonista. Con placa vitrocerámica integrada, ofrece espacio de trabajo amplio y social. Armarios y cajones ordenan utensilios, mientras la madera oscura y mármol beige crean contraste visual y armonía rústica contemporánea.

El uso del hierro aporta robustez y carácter industrial sin perder la calidez típica vasca. Este material, presente en estructural y detalles, refuerza la personalidad hogareña del espacio, combinando tradición y modernidad en perfecta sintonía.

La cocina se abre al salón-comedor, potenciando la continuidad visual y funcional. El salón, con luz natural que entra por grandes ventanales, se convierte en parte activa de la cocina, ideal para compartir momentos con familia y amigos frente al Cantábrico.

Frente al gran ventanal hay una mesa ovalada pensada para contemplar el mar mientras se come. Esta disposición realza la experiencia de cocinar en un entorno vivo, donde la luz, el paisaje y el diseño se unen en una atmósfera única.

Arguiñano, referente de la Nueva Cocina Vasca, ha sabido trasladar esa filosofía a su cocina personal: un espacio que respira tradición gastronómica, autenticidad en materiales y espíritu de mercado, todos valores que él mismo defendió a lo largo de su carrera.

Cercano y humilde, el chef siempre recuerda sus orígenes. A pesar del lujo de su casa, mantiene esa conexión con la cocina sincera: "Aquí cocino como en mi tierra", podría decirse. La nobleza del entorno se funde con sus valores personales en cada rincón.

El hierro y la tradición vasca no son solo materiales, sino símbolos de su identidad. Como figura fundadora de la Nueva Cocina Vasca, su cocina es también una declaración: el territorio, los elementos y el diseño reflejan su trayectoria y su amor por lo auténtico.

Vivir frente al mar y en un caserío con esencia culinaria es la combinación perfecta para un cocinero como Arguiñano. Su espacio refleja que la buena cocina nace donde se respira inspiración paisajística, historia y comunidad. Cada comida se convierte en un ritual con encanto vasco.

El caserío de Arguiñano también cuenta con una granja propia, desde la que obtiene verduras y hortalizas frescas. Esta cercanía con la materia prima conecta directamente con su filosofía culinaria: productos de proximidad, sencillos y auténticos, que se trasladan después a los fogones de su espectacular casa.

Otro detalle que impresiona es la luminosidad del espacio. Gracias a los grandes ventanales orientados al mar, la cocina recibe luz natural durante todo el día. Este factor no solo embellece la estancia, sino que también realza la calidez de los materiales nobles como madera y hierro.

En resumen, la cocina de Karlos Arguiñano (77) es una obra que fusiona tradición vasca, materiales nobles y vistas al Cantábrico. Un espacio cálido, funcional y personal que evoca identidad, gastronomía y paisaje, ideal para un chef que ha hecho del hogar su inspiración.