Una antigua cocina.

Una antigua cocina.

Interiorismo

Tu abuela usaba este utensilio a diario y hoy casi nadie recuerda para qué servía: “En mi casa era imprescindible”

Durante décadas fue un básico en todas las cocinas españolas. Hoy, este utensilio ha desaparecido casi por completo, arrinconado por la tecnología.

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Hay objetos del hogar que, aunque simples, fueron absolutamente esenciales en generaciones pasadas. Algunos acompañaban a diario las rutinas de nuestras abuelas, y hoy apenas si sobreviven como reliquias o piezas de coleccionismo olvidadas en un cajón.

Uno de esos utensilios fue el molde de plancha de metal para hacer gofres, rosquillas o pan de molde tostado, dependiendo de la región. Pesado, con mango de madera y marcas grabadas, era común verlo en cocinas tradicionales, especialmente los fines de semana, cuando se preparaban recetas especiales para toda la familia.

Muchos jóvenes no sabrían reconocerlo. Sin embargo, para quienes crecieron en los años 50, 60 o incluso 70, este artilugio tenía un lugar fijo en la cocina. “En mi casa era imprescindible”, cuenta Mercedes, de 72 años. “Lo usábamos cada domingo para hacer rosquillas con anís”.

Utensilio metálico para hacer galletas.

Utensilio metálico para hacer galletas.

Con la llegada de los electrodomésticos modernos, muchos de estos utensilios cayeron en desuso. Las nuevas planchas eléctricas, las gofreras automáticas y los hornos multifunción relegaron al olvido a herramientas manuales como esta.

Hoy es raro encontrar uno fuera de una tienda de antigüedades o una cocina rural. Su uso requería tiempo, paciencia y atención, cualidades que la vida moderna ha ido dejando atrás en favor de la rapidez.

Algunos incluso los recuerdan como parte de rituales familiares. “Mi abuela me dejaba girarlo mientras contaba hasta diez”, recuerda Inés, de 40 años. “Era casi un juego”.

Este objeto no era solo un aparato de cocina. Representaba momentos compartidos, recetas transmitidas oralmente, meriendas en familia y aromas inconfundibles que marcaban el calendario doméstico.

Antigua cocina.

Antigua cocina.

Quienes aún conservan uno en casa, lo hacen más por nostalgia que por funcionalidad. Aunque pocos lo siguen usando, muchos se resisten a deshacerse de él, considerándolo una herencia emocional.

La cultura popular también lo ha recuperado en algunas series ambientadas en décadas pasadas, donde aparecen estos moldes junto a cafeteras italianas o paños bordados.

Los utensilios como este recuerdan una época en la que todo se hacía “a ojo” y con cariño. No había temporizadores ni programas digitales: la experiencia era la mejor guía.

La recuperación de prácticas más lentas y sostenibles ha llevado a algunos a buscar estos moldes en mercadillos o plataformas de segunda mano. “Me costó encontrar uno, pero vale la pena. Nada sabe igual”, afirma Daniel, cocinero aficionado de 38 años.

Mujer haciendo repostería.

Mujer haciendo repostería.

En redes sociales también se comparten recetas tradicionales que requieren este tipo de moldes, lo que ha generado un pequeño auge entre los amantes de la cocina vintage.

En tiempos de nostalgia por lo auténtico, no sería raro que este tipo de utensilios regresen, al menos como inspiración en diseños modernos. Algunas marcas ya han lanzado versiones eléctricas que imitan la forma y función de los moldes originales.

Además, las generaciones más jóvenes están empezando a interesarse por las recetas de sus abuelas. Este tipo de redescubrimientos podrían rescatar no solo sabores, sino también herramientas olvidadas.

Para quienes crecieron viéndolo sobre los fogones, este molde no es solo un objeto. Es un símbolo de una época en la que el hogar se construía en torno al calor de la cocina.

Una mujer cocinando.

Una mujer cocinando.

Además del valor emocional, estos utensilios también revelan una forma distinta de entender la cocina y el hogar. La cocina no era solo un lugar para preparar comida, sino un espacio de encuentro, transmisión de saberes y unión familiar.

El simple hecho de girar un molde sobre el fuego, esperar el aroma, desmoldar con cuidado y compartir el resultado era una experiencia completa, cargada de sentido.

Hoy, con el auge de la cocina emocional y el regreso a lo artesanal, cada vez más personas se interesan por recuperar ese tipo de objetos.

No es solo por nostalgia, sino por el deseo de reconectar con una forma más lenta y consciente de vivir el día a día. Utensilios como este nos recuerdan que lo sencillo también puede ser extraordinario.