Anita, dueña de una pastelería desde hace 11 años: Facturamos 90.000 euros al mes vendiendo galletas

Anita, dueña de una pastelería desde hace 11 años: "Facturamos 90.000 euros al mes vendiendo galletas"

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Anita, dueña de una pastelería desde hace 11 años: "Facturamos 90.000 euros al mes vendiendo galletas"

Esta empresaria desmonta la idea romántica de la repostería como un negocio sencillo. Detrás de cada cookie hay costes, decisiones y renuncias.

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En el obrador de Anita el aire siempre huele a mantequilla, azúcar y horno recién apagado, resultado de más de una década de trabajo constante, decisiones difíciles y una forma muy clara de entender el emprendimiento.

Lo que empezó como una pequeña idea doméstica hoy es una empresa que factura cerca de 90.000 euros al mes vendiendo cookies, brownies y pasteles.

Anita no soñaba con hacerse rica. Soñaba con hacer las cosas bien. "Desde el principio yo no quería hacer tartas en casa", recuerda. Quería un espacio propio, higiénico, profesional. Esa obsesión por hacerlo correctamente marcó el rumbo de todo lo que vino después.

Hoy, su negocio produce alrededor de 10.000 unidades mensuales. El equipo trabaja a pleno rendimiento y el obrador se ha convertido en el corazón de una marca que no deja de crecer.

Nada queda ya de aquellas primeras batidoras domésticas, aunque la filosofía sigue intacta: producto sencillo, bien hecho y con números claros.

A golpe de batidora

El éxito de Anita no llegó de golpe. Durante años, el crecimiento fue lento, casi imperceptible. "El producto número uno y más vendido son las cookies. Desde siempre, desde hace 11 años, es lo que más se vende", explica. Esa constancia fue clave. Mientras otros negocios cambiaban de rumbo, ella reforzó lo que funcionaba.

Su historia es la de muchas emprendedoras que empiezan sin manual de instrucciones. Al principio no hubo plan de negocio ni previsiones detalladas. "En más de 11 años hemos cometido muchos errores. El mayor fue no tener los números como prioridad", reconoce sin rodeos.

Durante mucho tiempo, la gestión económica se hacía de forma intuitiva. "Como en la casa de nuestros padres: si es caro, no se compra; si es barato, sí". Ese sistema funcionó hasta que dejó de hacerlo. El crecimiento exigía otra mentalidad.

El mayor aprendizaje llegó cuando entendió el valor del tiempo. "Yo hacía tartas de fondant que me llevaban horas y jamás cobré mis horas. Error enorme", admite. Cada minuto invertido sin contabilizar era un coste invisible que se acumulaba. "El tiempo es lo más valioso", repite ahora como un mantra.

Ese cambio de mentalidad transformó el negocio. Se dejaron de lado productos poco rentables y se apostó por aquellos que combinaban buena venta y eficiencia. Las cookies se convirtieron en el pilar central de la empresa.

'Las cookies nos dan un 35% de rentabilidad'

El salto definitivo llegó con una inversión mínima y mucha cautela. "Teníamos 10.000 euros ahorrados", cuenta. Con ese dinero compraron un horno doméstico, una batidora sencilla y algo de maquinaria de segunda mano. No había grandes expectativas. "No sabíamos si iba a funcionar".

Funcionó. Y creció. Cada euro ganado se reinvertía. Con el tiempo, la inversión total superó los 400.000 euros, repartidos en maquinaria, adecuación del local y personal. Todo sin grandes sobresaltos ni préstamos descontrolados.

Vitrina con cookies y pasteles.

Vitrina con cookies y pasteles. iStock

Los números actuales hablan por sí solos. "Abrir la puerta cada día nos da entre 900 y 1.100 euros", explica Anita. En jornadas especialmente buenas, la cifra se dispara. "Hemos llegado a hacer 17.000 euros solo vendiendo cookies y pasteles".

La clave está en la rentabilidad. "Las cookies tienen un 35% de margen. Las tartas, la mitad", detalla. Esa diferencia explica por qué el negocio ha apostado por productos repetibles, rápidos de producir y fáciles de escalar.

La tienda física genera en torno a 30.000 euros al mes. El resto procede de otros canales: pedidos personalizados, venta online, eventos y colaboraciones. Sumando todo, la facturación mensual ronda los 90.000 euros.

Nada de eso la deslumbra. “Hay que tener los pies en la tierra”, insiste. Sabe que los números pueden cambiar rápido y que el mercado es volátil. Por eso revisa las cuentas a diario y mantiene una estructura de gastos ajustada.

Pensar como empresa

Uno de los mayores retos ha sido gestionar el crecimiento humano. Hoy, el negocio cuenta con 16 trabajadores a tiempo completo. Coordinar horarios, producción y descansos requiere una organización milimétrica. "Esto ya no es solo hacer pasteles", explica. "Es gestionar personas".

Anita insiste en que el éxito no está solo en vender mucho, sino en sostener el ritmo sin quemar al equipo. La planificación es clave. Cada producto tiene su tiempo asignado, su coste y su margen. Nada se deja al azar.

El futuro ya está sobre la mesa. Anita piensa en franquiciar su marca. "Me encantaría estar en aeropuertos, en Barcelona, en Madrid", confiesa. No habla de crecer por crecer, sino de hacerlo con control. "Conquistar el mundo, pero bien".

A pesar de los números, mantiene un discurso realista. "Para los nuevos emprendedores, hay que creer en uno mismo, pero también mirar los números cada día". El consejo se repite: trabajar sin ver resultados acaba desgastando.