Elisa votando en las elecciones de Extremadura.

Elisa votando en las elecciones de Extremadura.

Estilo de vida

Elisa (19 años), estudiante, tras votar por primera vez en Extremadura: "He votado con rabia, no con esperanza"

Natural de Villanueva de la Serena, esta joven estudiante reside en Cáceres para cursar la carrera de Magisterio.

Más información: La participación en las elecciones extremeñas cae hasta el 50,6 % a las 18.00, 6,5 puntos menos que en 2023

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Elisa tiene 19 años, una mochila universitaria que pesa demasiado y un billete de autobús entre los dedos. Va de Cáceres a Villanueva de la Serena para votar por primera vez en su vida.

Son apenas hora y cuarto de carretera, pero para ella, este domingo electoral se siente como cruzar una frontera simbólica. Esa en la que uno pasa de observar a participar.

"Me hacía ilusión volver solo para votar", dice sonriendo. "Son elecciones importantes para los extremeños. Y era mi primera vez".

Elisa estudia Magisterio en Cáceres porque en su ciudad no ofrece lo que busca. Y asume desde ya, que cuando termine la carrera, probablemente tendrá que irse todavía más lejos. Lo cuenta con naturalidad, sin victimismo. Como quien describe el clima.

"Estoy acostumbrada a moverme. Para estudiar, para salir, para cualquier cosa. Aquí todo implica desplazarse", resume.

La palabra migración no aparece en ningún momento, pero se intuye detrás de cada frase. En Extremadura, muchos jóvenes no "eligen irse": huyen de una imposibilidad.

Elegir papeleta, una decisión sin flechazo

La ilusión del viaje se apaga un poco cuando recuerda el proceso de escoger partido. "No ha sido nada fácil", confiesa. "Todos dicen cosas distintas pero, en realidad, ninguno se acuerda de los jóvenes extremeños".

Habla sin crispación y sin consignas. Elisa no milita, no repele, no idolatra. Lo suyo es más simple: buscar utilidad.

"Yo quiero trabajar, independizarme algún día, quedarme cerca de mis padres… pero ¿cómo? No veo que ningún programa explique eso de verdad", critica.

Imagen de ilustración.

Imagen de ilustración.

Le pregunto si siente que su generación aparece en los discursos de campaña. Ella se encoge de hombros:

"Sí hablan de empleo, vivienda y estudios. Pero no del modo correcto. Son palabras vacías. No hay medidas concretas. Y, además, a los jóvenes no se nos ha incluido en la conversación".

¿A qué se refiere exactamente?

A que los lugares donde nos informamos —redes, plataformas— apenas han hablado de estas elecciones. Es como si no contáramos. Y eso te hace sentir muy fuera”.

Esperanza con rabia

Cuando llega el momento de poner la papeleta en la urna, Elisa lo vive con solemnidad discreta. Saluda a una conocida en la puerta, entra al colegio electoral y se dirige a la mesa sin prisa.

Después, en la calle, admite que la sensación es ambigua. "Fue esperanza… pero también un poco de rabia".

¿Rabia por qué?

Porque Extremadura es un ejemplo de la corrupción política que vemos en España. Porque se repiten caras, promesas, excusas. Y mientras tanto, nosotros seguimos esperando.

Elisa no levanta la voz. No lanza acusaciones personales. Pero su diagnóstico es duro: "Mi generación está decepcionada. Creemos que no va a cambiar nada a corto plazo. Nada real".

"No quiero irme, pero sé que tendré que hacerlo"

Uno de los puntos donde Elisa suena más firme es el futuro. Ese lugar abstracto donde se juega todo.

Sus padres, cuenta, hacen un esfuerzo grande para que pueda estudiar fuera de casa. Libros, residencia, viajes… una inversión. "Y por lo que a mí respecta, cuando acabe la carrera tampoco podré volver. No habrá trabajo para mí. Es así".

No lo dice llorando ni pidiendo empatía. Lo dice como quien anuncia la próxima estación. Cuando le menciono el mantra político de "retener talento", su expresión cambia.

"Es cínico. Dicen lo de retener talento mientras la mayoría de jóvenes viven en pisos compartidos o dependen de sus padres para todo".

¿Qué necesitaría para imaginarse viviendo aquí?

Vivienda accesible a los sueldos actuales. Sueldos dignos en función de nuestra preparación. Ya sea universitaria o de FP. Básico, ¿no?

Luego añade un remate muy suyo: "Que los mil políticos que hay en España trabajen para sus ciudadanos. Para eso están". Al final, ninguna papeleta convence del todo

Elisa no duda cuando se le pregunta qué partido ha entendido el cansancio de los jóvenes. La respuesta llega cortante: "Ninguno".

¿Ni uno solo?

"No. Los pocos que dicen algo, como el PSOE con las becas, me hacen sentir que nos intentan comprar. Pero, a la hora de la verdad, no sirve. Son ayudas puntuales. No soluciones".

La conversación vuelve una y otra vez al mismo nudo: la vida cuesta demasiado y ofrece demasiado poco. Un desequilibrio sostenido.

Política como ruido

Los analistas hablan de polarización, bloques, alianzas y vetos. Elisa lo reduce a algo más terrenal: hartazgo visual.

"Lo que más indigna es que se peleen por quedar bien en la foto. Es absurdo. No trabajan juntos para el futuro de Extremadura, solo para la imagen del partido". Lo dice como quien describe un espectáculo cómico de poca calidad.

Cuando insisto en si le preocupa que no haya un plan para los próximos diez años de la región, asiente sin pensarlo: "Claro que me preocupa. Pero más me preocupa verlos discutiendo mientras todo sigue igual".

¿Y ahora qué? ¿Su relación con la política después de votar por primera vez?

"Más desconfianza", admite. "Ningún político ha adaptado su programa a lo que necesitamos.

¿Va a seguir votando?

Por supuesto. No pienso rendirme.

La frase llama la atención. Una joven sin ningún tipo de ilusión por un cambio en su tierra, porque eso es justo lo que le han hecho creer: que un cambio no es posible.

Una tierra con oportunidades

Cuando termina de contarlo todo, Elisa deja una reflexión final: "Extremadura tiene oportunidades. Podría ser una tierra increíble para vivir. Naturaleza, espacio, calidad de vida… Pero nadie hace nada para que los jóvenes puedan quedarse. Eso es lo triste".

La mochila vuelve al hombro. Pronto regresará a Cáceres para seguir estudiando Magisterio. Volverá, seguramente, en vacaciones.

De momento, su voto queda en Villanueva de la Serena. Como una botella lanzada al río Guadiana esperando encontrar orilla. Esperanza con rabia, ese es su resumen. Quizá también sea el de toda una generación.