Una empleada de hogar trabajando.

Una empleada de hogar trabajando. iStock

Estilo de vida

Una empleada del hogar ilegal no se corta sobre su sueldo en España: "En un día gano 150 euros. No lo cambio por nada."

De origen colombiano, esta trabajadora asegura haberse ganado la confianza y cariño de sus jefes gracias a su honradez y esfuerzo.

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Mónica se levanta cada mañana a las 5:50. Sabe que le espera una jornada intensa, pero también que cada esfuerzo suma. A las 7:30 ya está en su primer trabajo: una peluquería donde limpia durante hora y media y por la que cobra 20 euros.

Su jornada laboral no termina ahí. Encadena casas, oficinas y otros negocios, siempre con los guantes puestos, una mochila llena de productos y la convicción de que ha encontrado algo que no está dispuesta a soltar.

"Este trabajo no lo suelto porque fue el primero que tuve cuando no tenía nada. Hoy me permite vivir bien, sentirme segura y pagar mis cosas. Para mí, eso es calidad de vida", cuenta la mujer colombiana que ha conquistado la confianza de todos sus clientes en Mallorca.

El trabajo doméstico en España ha estado tradicionalmente marcado por la precariedad, la irregularidad y la falta de reconocimiento. Según el INE, el 42% de las empleadas del hogar son mujeres migrantes, muchas de ellas sin contrato y sin acceso a derechos básicos como la baja médica o el paro.

Mónica es consciente de esta realidad, pero insiste en que su caso demuestra que también hay caminos posibles. "Hay muchas cosas que mejorar, claro que sí. Pero si haces bien tu trabajo, con cariño y responsabilidad, la gente te lo reconoce. A mí me ha funcionado así", dice.

'Gano entre 70 y 150 euros al día'

En un vídeo del canal de YouTube Elandrevlog, Mónica cuenta sin filtros su día a día, su rutina, lo que gana y cómo ha cambiado su vida desde que llegó a España. Y sus palabras, tan honestas como directas, están dando mucho que hablar.

Mientras muchas trabajadoras del hogar en España denuncian salarios bajos, irregularidades y falta de derechos, Mónica aporta una visión diferente. Cobra entre 13 y 20 euros la hora, y en un día normal puede ganar unos 100 euros, aunque hay jornadas en las que llega a 150 euros.

"Un día malo son 70 euros, uno bueno hasta 150. Pero lo importante no es solo el dinero, es que me respetan, me valoran y me confían sus casas. Eso no tiene precio", asegura.

Esa confianza es clave para ella. Tiene las llaves de todos los hogares y negocios donde trabaja. "Una clienta me dijo que no era fácil confiarle la casa a cualquiera. A mí me pagan también por eso, por la tranquilidad que les doy", explica.

Dormía en la calle

Mónica no siempre vivió así. Cuando llegó a Palma de Mallorca, pasó tres días y tres noches en la calle, sin techo y sin apenas ingresos. Solo limpiaba una peluquería, unos despachos y una casa, con suerte ganaba 90 euros a la semana.

"Fue durísimo. Me iba a dormir con hambre y miedo. No sabía cómo salir de ahí. Pero entonces apareció una amiga que me ayudó, me dio un lugar donde quedarme y me recomendó a una clienta. Desde ahí todo cambió", recuerda con emoción.

La clienta quedó encantada con su trabajo y empezó a recomendarla entre amigos. En poco tiempo, Mónica tenía una pequeña red de clientes que no ha parado de crecer. A día de hoy, vive junto a sus dos hijas en un piso de alquiler por el que paga 750 euros al mes, un lujo que se costea sin ayudas.

Calidad de vida

Mónica no se conforma. Aunque su día termina con el cuerpo agotado, dedica parte de su tiempo libre a estudiar inglés, ya que casi todos sus clientes son extranjeros. "Alemán no sé, pero los entiendo", bromea.

Cuenta que los nórdicos son secos, muy exigentes, pero también generosos. "Tienen una cultura de la propina muy buena. Siempre dan más de lo que les corresponde pagar. Y eso se agradece mucho".

Ahora sueña con hacerse autónoma, cotizar, pagar impuestos y legalizar su situación completamente. "Quiero estar legal en este país, tener todos mis papeles en regla y seguir trabajando como lo he hecho hasta ahora", afirma.

Más allá de barrer, fregar y dejar todo reluciente, Mónica entiende su trabajo como un acto de responsabilidad. "No solo limpio. Entro a casas cuando no hay nadie, cuido sus cosas, dejo todo perfecto. Esa confianza hay que ganársela".