
Cristina Rodrigo Ruiz junto a su libro 'Mi revolución vegana'
Nací en una familia taurina, ganadera y cazadora. Crecí creyendo que amaba a los animales mientras participaba en tradiciones que los maltrataban. Para mí, aquello era 'normal'. Pero hace 15 años, algo dentro de mí cambió. Adopté a mi perrita Sophie, vi el documental Earthlings y entendí que mi relación con los animales era algo 'tóxica'.
Los quería, sí. Pero de una manera muy egoísta. Por eso los comía, me vestía con sus pieles y me divertía a costa de su sufrimiento. La verdad es que, hasta ese momento, ni siquiera me había planteado que mi amor por los animales fuera, en la práctica, bastante 'torpe'.
¿Cómo hacerlo si en mi entorno, y en la sociedad en general, usar a -y abusar de- los animales está tan normalizado?
Pero en el momento en el que empecé a reflexionar sobre ello, con mente abierta y curiosa, dispuesta a cuestionarme, pensé: "Quiero vivir de una manera diferente. Quiero que mis actos reflejen mis valores más profundos. Quiero dejar de comer animales. Voy a hacerme vegana".
Imaginad el shock en mi familia. ¿Qué quieres ser veg... qué? ¿Eso qué es? ¿Pero cómo no vas a comer animales? Ese momento fue el comienzo de un proceso que transformó completamente mi vida. No solo cambió lo que comía, también cómo veía el mundo.
Dejé de usar pieles, de montar a caballo, de ir a la plaza de toros (sí, era muy taurina, como mi padre), de visitar zoos… Fíjate si cambiaron las cosas que ahora estoy contándote cómo he escrito un libro sobre veganismo. La vida da unos giros que ni el Top Spin.
El caso es que tantos giros marean. Literal y metafóricamente. Y nos hacen sentir perdidas, desorientadas y abrumadas. Así me sentí cuando me hice vegana. Porque además de estar afrontando un cambio vital, estaba cuestionando las tradiciones que había heredado, los valores con los que me había criado.
¿Cómo pasas de ser taurina a ser activista por los derechos de los animales? ¿Cómo le explicas a tu familia, que mata un cerdo cada año por tradición, que ahora eres vegana? Quien haya tenido que romper con patrones familiares sabe lo retador que puede ser. Sobre todo cuando se trata de costumbres arraigadas socialmente, como comer animales.
Este desafío impulsó una revolución personal. Un camino que me hizo buscar una vida más acorde con mis principios también a nivel profesional. Por eso, al poco de hacerme vegana, decidí poner a buen uso mi formación en comunicación y utilizarla para promover los valores en los que creía. Así que dejé mi trabajo fijo, fundé una comunidad vegana online y me contrataron en ProVeg, una organización que promueve una alimentación más vegetal.
A lo largo de los más de 7 años que estuve en ProVeg, comprendí más profundamente el impacto global de nuestras decisiones alimentarias. Descubrí las consecuencias que tiene en nuestra salud la cantidad ingente de animales que comemos. También los efectos de la ganadería industrial en el medio ambiente.
Me di cuenta, entre otros, de que el tofu no era el culpable de la deforestación del Amazonas, sino la soja que se usa para alimentar al ganado. Entendí que cambiar nuestra dieta no es solo una cuestión ética hacia los animales, sino una respuesta urgente a los desafíos que enfrenta la humanidad.
Todo esto me llevó a querer seguir divulgando sobre cómo mejorar nuestra relación con los animales. No solo con aquellos a quienes nos comemos, también con el resto. Con esos animales en quienes experimentamos, los que usamos para hacer ropa o a quienes maltratamos con la excusa de la tradición o la diversión.
Y empecé a dedicar mi tiempo libre a escribir sobre veganismo y derechos animales en diferentes medios de comunicación. Mi vida profesional y personal se enlazaron. Esto no solo reforzó mi compromiso con el veganismo, sino que también me permitió entender lo difícil que es para muchas personas transformar su estilo de vida.
Durante todo este tiempo me di cuenta de algo importante: no se trata de imponer un cambio radical, sino de invitar a reflexionar y actuar. Vivimos en un mundo donde explotar a los animales está tan normalizado que cuestionarlo requiere de valentía y un poco de arrojo.
Y de todo esto va Mi revolución vegana, mi primer bebé de papel: lo que he aprendido en estos años y que ahora quiero compartir contigo. Escribir este libro ha sido catártico. Haciéndolo he podido asimilar todo lo vivido desde aquel maravilloso día en que elegí dejar de comer animales.
En este proceso no solo he entendido por qué tomé esa decisión, también cuánto he cambiado desde entonces y cómo ha evolucionado mi perspectiva. Me ha hecho darme cuenta de que cuanto más a gusto estoy con mis decisiones, menos necesito justificarlas o imponerlas. Y me siento más en paz.
Por eso, este libro no es un manual sobre cómo ser vegana, sino una invitación a cuestionar nuestra relación con los animales y encontrar maneras de mejorarla. En él te muestro mi realidad y la de otros animales y te invito a tomar aquellas acciones que consideres factibles para ser más amable con ellos. Sin dogmas ni exigencias. Alejándote de etiquetas y sin buscar la perfección.
Porque, spoiler: la vegana perfecta no existe. En realidad, la perfección es un mito. Y cuando decides nadar a contracorriente, la cosa se complica aún más. Además, la verdadera revolución no trata de ser perfecta, sino de cuestionar lo que te rodea y actuar en consecuencia, buscando vivir con integridad.
Ya sea en nuestra relación con los animales o en la vida, lo importante es intentarlo. Hacer algo, en lugar de no hacer nada, porque no puedes hacerlo todo. Mi revolución vegana es mi historia, las historias de quienes me han inspirado y, con suerte, también la tuya.
Porque si, como yo, de niña amabas a los animales, seguro que te sentirás identificada. Y si es así, ojalá este libro sea ese empujoncito que necesitas para dar el primer paso hacia una vida más respetuosa con ellos.