La vicepresidenta del gobierno, en una foto de archivo.
Lo que esconde la polémica del bolso 'fake' de la hija de Yolanda Díaz: el 25% de los jóvenes compra falsificaciones
La 'industria' de las falsificaciones genera un grave perjuicio económico y social, según confirman los datos. La postura de la política abre debate.
Más información: Díaz lanza unas normas para regular la banca ética y ataca a la tradicional por invertir en armas y combustibles
En España la 'industria' de las falsificaciones es un problema acuciante. Vivimos como normalidad algo que atenta contra los derechos de propiedad intelectual de centenares de marcas y creadores que ven cómo su imagen y credibilidad se ve seriamente afectada.
De hecho, la Policía Nacional posee un grupo específico, el de Propiedad Industrial, dedicado precisamente a la localización y persecución del tráfico de estos artículos. Y mientras las calles, paseos marítimos, rastros y túneles de metro siguen siendo lugar de venta de los mismos, en internet proliferan decenas de plataformas e influencers –libres de prejuicios– que actúan con impunidad.
Unos venden y otros compran, como las primas de la hija de Yolanda Díaz que, según explicó la propia política, adquirieron el bolso falso de Marc Jacobs por 25 € en un mercadillo de Vila Nova de Cerveira (Portugal).
La vicepresidenta con su hija, que lleva el bolso de la polémica. Gtres
Datos que alarman
Sólo en 2024, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad requisaron 6.189.015 productos falsificados que habrían alcanzado en el mercado un valor de 251,5 millones de euros. También se realizaron 1.578 operaciones que culminaron en la detención o investigación de 1.458 personas por delitos contra los derechos de propiedad industrial.
Son los datos más recientes ofrecidos por el Ministerio del Interior en el Portal Estadístico de Criminalidad. Por tipología, el mayor porcentaje de fakes corresponde al sector de los juguetes (81,3 %), seguido por el textil (15,9 %), la marroquinería y complementos (12,3 %) y el calzado (4,8 %).
“El problema de las falsificaciones en España va mucho más allá de los bolsos o zapatillas de imitación. Es una economía paralela que destruye confianza, empleo y reputación”, alerta el abogado especializado en propiedad intelectual y falsificaciones Pablo Maza.
Y añade que, según el último informe de la Asociación para la Defensa de la Marca (ANDEMA) y la empresa tecnológica suiza especializada en soluciones de seguridad SICPA, este problema “provoca más de 2.200 millones de euros en pérdidas anuales en sectores como la cosmética, los medicamentos, las bebidas o los juguetes. España es, además, el segundo país de la Unión Europea más afectado”. Únicamente nos supera Bulgaria.
Y tan importante y grave es este problema en nuestro país que hasta el propio Gobierno ha lanzado una campaña de concienciación –lo que ha potenciado la polémica acerca del bolso fake de la hija de Díaz–, en la que emplea mensajes como “el daño de las falsificaciones es real. Comprando un bolso falso provocas el cierre de negocios y destruyes empleo”.
Desde la Oficina Española de Patentes y Marcas (OEPM), un organismo autónomo adscrito al Ministerio de Industria y Turismo, llevan tiempo ya alertando sobre esto, e insistiendo en que las infracciones de derechos de propiedad industrial tienen “nefastas” consecuencias para la economía y la sociedad.
“Destruyen puestos de trabajo directos, y reducen la venta de los productos legítimos –subrayan desde la OEPM–. Además, el consumo de productos falsificados , ya que su producción elude los controles de calidad y las normas de fabricación, así como los controles e inspecciones oportunos para su posterior comercialización de forma segura”.
Falta concienciación juvenil
En España, un 25% de los jóvenes entre 15 y 24 años admite haber comprado al menos uno en los últimos 12 meses. Son datos más recientes del informe de European Union Intellectual Property Office (EUIPO). De ellos, un 20% ha adquirido fakes de ropa y accesorios, un 18% calzado, un 15% artículos electrónicos y un 12% se ha decantado por cosméticos o perfumes.
Desde el punto de vista penal, no existe delito en estas adquisiciones si no existe ánimo de lucro. Y aunque regalar una falsificación a un menor –como parece que ocurrió con la hija de la vicepresidenta y ministra de trabajo Yolanda Díaz– no es grave jurídicamente, sí lo es educativamente.
“Enseña que vulnerar una marca no tiene consecuencias. Lo importante no es el regalo en sí, sino el mensaje que transmite. Si un niño crece pensando que falsificar o copiar es algo anecdótico, mañana lo hará en su empresa, en su trabajo o en internet”, afirma el abogado Pablo Maza.
Que internet se haya convertido en un ámbito de socialización y ocio hace que la falta de respeto hacia la propiedad intelectual sea preocupante. “Gran parte de los jóvenes pasan bastante tiempo haciendo uso de las plataformas sociales. Y muchos de estos entornos de comunicación les muestran contenidos que son aspiracionales”, explica Silvia Martínez Martínez, Directora del Máster Universitario en Social Media Gestión y Estrategia de la Universidad Oberta de Catalunya (UOC).
“Representan estilos de vida y dinámicas de consumo que los jóvenes desean tener. Y nos encontramos con un perfil que por edad y contexto aún no ha accedido al mundo laboral y tiene un poder adquisitivo que no les permite adquirir productos de lujo o alta gama en sus marcas originales”, explica.
A juzgar por los datos, pocos chicos y chicas en edad escolar se resisten a adquirir productos falsificados. No conocen o no tienen en cuenta todo lo que hay detrás y el perjuicio que genera.
Martínez-Martínez explica así la razón: “Para estos jóvenes pesa más poder compartir esa aspiración que el hecho de ser conscientes de lo que supone adquirir un producto falsificado. Incluso los influencers presumen desde sus redes de comprar fakes. Es necesario un ejercicio de concienciación, y también un seguimiento de estas plataformas desde las que se ejercen prácticas que atentan contra las marcas”.
El abogado especialista Pablo Maza insiste también en la importancia de la educación como “la única forma de frenar este fenómeno. Los jóvenes deben comprender que detrás de una marca auténtica hay empleo, innovación y seguridad, mientras que las falsificaciones alimentan economías sumergidas y redes delictivas”.
Y alerta de que “exhibir falsificaciones en redes normaliza la infracción y erosiona la cultura del respeto a la autoría y la creatividad”. Además, advierte de que el consumo de piratería entraña un riesgo real para la salud y la seguridad: “Se venden cosméticos con sustancias prohibidas, perfumes adulterados o cargadores eléctricos que provocan incendios”.
Una actitud incoherente
El tema del bolso falso de 25 € de la hija de la vicepresidenta y ministra Yolanda Díaz –el auténtico se vende en la web de Marc Jacobs por 500 €– ha generado una gran polémica. “El revuelo no es proporcional al suceso, pero sí es comprensible porque toca un punto sensible: la coherencia”, explica el consultor y analista político Aner Ansorena. “La ciudadanía exige a los liderazgos una consistencia casi absoluta entre lo que dicen y lo que muestran”, continúa.
“Y en un momento de polarización y disputa cultural, cualquier detalle se convierte en un símbolo. En este caso no va de un bolso, va de la lectura que se hace con lo que representa”, añade.
El experto en comunicación y gestión de crisis Ramón Ramón también destaca la importancia de la falta de coherencia en una situación así: “Ha pasado de defender su derecho a la vida privada y el de su hija a admitir un consumo de productos ilegales, algo objetivamente más grave”.
Y destaca que “en comunicación política, cuando cambias tu línea de defensa, admites implícitamente que la primera era insostenible. Se crea una contradicción institucional insalvable. Su propio gobierno tiene campañas activas contra las falsificaciones. Esto, en reputación corporativa se denomina ‘conflicto de intereses narrativos’”.
Una reacción equivocada
La intervención de Yolanda Díaz la semana pasada en el programa Espejo Público de Antena 3, en la que explicó que el bolso de su hija era un fake regalado, “fue honesta y directa”, afirma Aner Ansorena. Pero su estrategia no deja de sorprender.
Yolanda Díaz dice que el bolso de lujo de su hija es una falsificación de mercadillo.
— Muy.Mona/🇪🇸💚 (@Capitana_espana) November 6, 2025
Mientras tenemos al ministerio de Industria que avisa: «El daño de las falsificaciones es real».
No sé, Rick… pic.twitter.com/ra1mreIwXR
Acostumbrada como está la vicepresidenta segunda y ministra –y cualquier político de primera línea– a las polémicas recurrentes, su reacción no parece que fuera la acertada. Menos aún teniendo en cuenta que en los hechos interviene, involuntariamente, su hija de 13 años.
Para Silvia Martínez Martínez, docente de la UOC, lo primero que se ha hecho mal en este caso es “poner el foco de la atención pública en una menor. El hecho de que vaya vestida o con complementos de un tipo o de otro no debería ser objeto de debate”.
“La presión mediática en estos casos es especialmente dura. El político no responde solo por sí mismo, también por su familia. Y esa exposición es difícil de controlar. La crítica pública hacia una hija menor de edad nunca está justificada”, dice Aner Ansorena.
El analista internacional Ramón Ramón es más tajante. Cree que el manejo de la situación “ha sido desastrosa desde el punto de vista profesional. Ha cometido lo que en gestión de crisis llamamos el ‘error de la escalada reactiva: intentar apagar un fuego pequeño y acabar provocando un incendio mayor”.
Y destaca que Yolanda Díaz, con su reacción, “victimiza a su hija de forma contraproducente. Al sacar el tema de que ‘ya no quiere ir con ella por si le hacen fotos’, genera más empatía hacia la menor pero también más escrutinio sobre la decisión de exponerla públicamente”.
“Nunca, jamás, debió mencionar que es falsificado. Eso ha convertido una polémica de imagen en una de coherencia institucional”, afirma rotundo Ramón Ramón. Y explica que la estrategia correcta más sencilla habría sido el "silencio estratégico".
“No es noticia hasta que tú la validas respondiendo. Si el tema no escala más allá de redes sociales en 48-72 horas, muere solo. La regla es: no alimentes una polémica menor con declaraciones que la convierten en mayor”, recomienda el experto.
Y continúa explicando que, en caso de optar por responder, como así hizo Díaz, la opción recomendada habría sido la defensa de límites sin entrar en detalles.
Las falsificaciones generan pérdidas millonarias a las marcas. iStock
“Algo como: ‘Mi hija es menor de edad y su privacidad no es materia de debate público. Como madre y política, defiendo que las familias de los cargos públicos tengan derecho a una vida privada, especialmente los menores’. Punto. Sin justificaciones, sin detalles del bolso”, recomienda.
Machismo, izquierda y lujo
Nadie duda de la incoherencia de la explicación que dio la líder de Sumar sobre el origen –procede de la piratería– del bolso de la adolescente. Pero también es cierto que en este tipo de polémicas siempre subyace la sombra del machismo. Criticar a políticas a nivel estético, cosificarlas y cuestionarlas es otra realidad a la que intentan acostumbrarnos.
“Retroalimenta el discurso machista en el que siempre se cuestiona el estilismo de las mujeres en el espacio público. Creo que no debería haber tenido lugar ningún debate a este respecto”, reconoce la profesora Silvia Martínez Martínez.
Este fue precisamente uno de los argumentos que la propia Yolanda esgrimió en su entrevista de Espejo Público. Lo que más le molestaba de toda este debate era la desigualdad de trato entre los hombres y las mujeres que se dedican a este ámbito.
Además de que, una vez más, ha salido a la palestra el tema de si los políticos de izquierdas deben o no consumir productos de lujo (o considerados caros sin más).
El experto Aner Ansorena lo explica así: “En política, el lujo no se debate como consumo sino como símbolo. La pregunta no es si alguien puede llevar un bolso o no, sino qué significado tienen ese gesto en el imaginario colectivo. Si tu discurso es crítico con los grandes tenedores, exhibir objetos aspiracionales puede percibirse como contradictorio”.
En este caso, el producto no solo era aspiracional sino que era falso. Y lucido por una menor. Un complejo mix que ha ayudado, sin duda, a que la polémica haya sido especialmente comentada.
Ramón Ramón, quien coincide con esta idea, afirma que “no debería haber contradicción entre defender políticas redistributivas y tener un nivel de vida acomodado. De hecho, muchos grandes líderes de izquierdas históricamente han sido personas de clase media-alta o alta”. Y lo resume así: “El problema no es filosófico, sino de percepción y construcción de marca política”. Y es que en este terreno, los símbolos son clave.