Un cacatúa comiendo de la mano de un humano.

Un cacatúa comiendo de la mano de un humano.

Mascotario

Rescata a un pájaro de 50 años, ciego y con una enfermedad cardiaca: "Le prometí que nunca más se sentiría solo"

Cuando llevaron Dino al refugio, la voluntaria no dudó y lo cuidó durante sus últimos 10 meses de vida como si fuera un bebé.

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"Cuando me lo dejaron, tenía al menos 50 años y era ciego", cuenta una mujer en un vídeo de YouTube. "Su dueña había fallecido y alguien lo encontró en su casa. Esta misma persona terminó conduciendo lejos para dejarlo al refugio donde yo era voluntaria".

Así empezó el rescate de Dino, un cacatúa macho, anciano y con graves problemas de salud. Encontró un refugio lleno de amor en sus últimos 10 meses de vida, gracias a la dedicación de una cuidadora que se ofreció a brindarle cuidados intensivos en su hogar. Su historia comenzó en circunstancias difíciles, pero gracias al amor de una voluntaria, pudo volver a ver la luz.

Un hogar de promesas

Al llegar al rescate, las condiciones de Dino eran alarmantes. Era completamente ciego y sufría de una enfermedad cardíaca. También presentaba una herida en el pecho y solo le funcionaban una pata y un ala.

Debido a que necesitaba cuidados intensivos, la voluntaria, que también es enfermera, se ofreció a llevarlo a casa. "Le prometí que nunca más se sentiría solo, desatendido o sin amor".

Lo que más sorprendió a la cuidadora fue que, para ser un pájaro que había pasado por tanto, era "increíblemente dulce". El vínculo se estableció de inmediato: "Desde el primer momento en que lo conocí, fue como si él me hubiera elegido", declaró la cuidadora.

Cambios significativos

La vida con Dino requirió ajustes significativos. El pájaro padecía un equilibrio muy pobre y estaba "adorablemente torcido". Debido a que se caía con mucha frecuencia, su jaula se instaló justo al lado de la cama de la cuidadora.

Cada vez que caía, ella debía levantarse para consolarlo y hacerle saber que seguía allí. "Parecía simplemente como tener un bebé recién nacido".

Una modificación clave para garantizar su bienestar fue conseguirle un pequeño transportín. La cuidadora lo llevaba consigo a todas partes para que pudiera ser parte de la familia todo el tiempo. "Creo que subestimamos lo difícil que es para un pájaro saber adónde ir cuando no puede ver absolutamente nada".

Los cuidados médicos de Dino también eran intensos. El tratamiento de sus heridas tomaba aproximadamente dos horas de principio a fin. Para evitar que se quitara los vendajes, la cuidadora le ponía suéteres encima.

Sin embargo, debido a que el cuerpo de Dino estaba tan torcido, no podía comprar suéteres prefabricados y terminó pasando muchas noches haciéndole ropa a la medida. "De hecho, tuve que hacer los suéteres torcidos para que coincidieran con sus alas", explicó.

Magnolia y Dino

La llegada de Dino transformó la dinámica del hogar, especialmente con Magnolia, la pequeña cacatúa paraguas de la familia. Ella era lo suficientemente inteligente y emocionalmente sensible como para darse cuenta de que Dino tenía necesidades especiales y "realmente quería cuidarlo muchísimo".

A pesar de la ceguera de Dino, ambos se adaptaron el uno al otro. Magnolia aprendió a hacerle saber que era ella y a demostrarle que estaba a salvo. Esta interacción hizo florecer la personalidad de Dino, quien comenzó a "actuar más como un pájaro, a divertirse y a estar más animado y hablador".

Magnolia asumió el papel de su "protectora", sentándose junto a él y vigilándolo. Dino también aprendió a interactuar verbalmente con su cuidadora. Cuando la escuchaba despertar por la mañana, decía "buenos días" y esperaba a que ella le respondiera el saludo.

El último aliento

Durante unos diez meses, Dino vivió próspero y feliz. Sin embargo, una mañana dejó de ser él mismo. A pesar de los esfuerzos, "su cuerpo simplemente no pudo resistir más". Dejó de comer y perdió mucho peso. Sus ojos estaban cansados y sus funciones estaban decayendo.

"He tomado la decisión que nadie nunca quiere tomar, pero lo hice con amor. Lo dejé ir", cuenta con lágrimas en los ojos. "No podía romper con esa promesa que le hice al principio y dejarle sufrir".

La mujer cuenta que lo abrazó fuerte y le dijo cuánto lo amó profundamente, para que pudiera despedirse con amor. "Una parte de mi corazón se ha ido con él, pero sé que ahora es libre. Me lo imagino volando, fuerte y sin dolor", concluye.