Tres cachorros de perros en un parque.

Tres cachorros de perros en un parque. Istock

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Freya, rescatada de un piso con más de 40 perros en Nueva York: "Nunca había salido de esa casa; estaba asustada"

Jay rescató la cachorra en un apartamento sofocante y cuidó de ella hasta que estuvo preparada para un hogar definitivo.

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Su nombre es Freya. Era apenas una cachorra cuando fue rescatada de uno de los casos de acumulación de animales más graves que jamás se habían visto en la ciudad de Nueva York.

Aquello no era un simple descuido, sino la consecuencia directa de un trastorno conocido como síndrome de Noé. Se trata de una alteración mental caracterizada por la necesidad compulsiva de acumular animales, sin poder proporcionarles los cuidados básicos necesarios.

El día del rescate, los equipos de protección animal encontraron un apartamento sofocante, con un olor imposible de olvidar. Más de 40 perros de la raza malinois belga vivían hacinados entre paredes húmedas, sin acceso a luz natural ni espacio para moverse.

Freya era de las más pequeñas. Había nacido allí, no había pisado nunca la hierba ni sentido en su cuerpo el calor del sol. "Estaba asustada de todo", recuerda Jay, una joven madre de acogida que decidió abrirle las puertas de su casa.

Un mundo desconocido

En un vídeo que más tarde compartiría en redes sociales, la joven rescatista cuenta que Freya temblaba ante sonidos cotidianos. Le impactaban el crujir de una puerta, el timbre de un teléfono, incluso el ruido de una cuchara contra una taza.

Por suerte Freya encontró a la madre de acogida perfecta. No todo el mundo hubiera estado preparado para acoger a un cachorro que ha pasado por tanto sufrimiento, pero Jay sí.

Una nueva seguridad

Con voz suave y movimientos lentos, la joven le ofreció a Freya algo completamente nuevo: seguridad. Aun así, el proceso no fue sencillo. Bajar unas escaleras, cruzar un pasillo o salir a la calle eran desafíos colosales para un ser que solo conocía cuatro paredes oscuras.

Cada vez que el miedo la vencía, Freya buscaba refugio en los pies de su madre de acogida. Allí, acurrucada como si quisiera hacerse invisible, encontraba consuelo. Y, poco a poco, empezaron a asomar señales de valentía.

Mostraba una mirada curiosa, un paso adelante, un rabo que se agitaba tímidamente. Cada día se volvía más valiente. Comenzó a confiar en su cuidadora y a permitirle mostrarle amor y afecto.

Primeras veces

Así fue descubriendo el mundo. El olor del césped húmedo después de la lluvia, el viento en las orejas mientras corría por primera vez, los ladridos de otros perros en un parque cercano.

Jay estuvo presente en cada uno de esos momentos. Fue testigo de la primera vez que Freya conoció un juguete interactivo, de cómo se quedó hipnotizada viendo correr el agua en una fuente, o de lo emocionada que estaba en su primer viaje en tren.

Un cachorro de perro en la calle.

Un cachorro de perro en la calle. Istock

"Fueron experiencias pequeñas y gigantes al mismo tiempo. El miedo todavía estaba allí, pero ahora también había confianza", cuenta Jay.

Una cachorra valiente

Con el tiempo, Freya se convirtió en una cachorra valiente. Aprendió a dormir tranquila, a recibir caricias sin sobresaltos, a jugar con juguetes que antes no entendía. Y entonces llegó el momento de dar el paso más importante: buscar un hogar definitivo.

La despedida fue tierna y dolorosa. Se acurrucó una última vez en los pies de Jay, como cuando todo empezó, y le dio un beso de agradecimiento a su hermano de acogida antes de partir.

"Fue muy valiente durante el proceso y, después de muchos mimos, finalmente encontró a su familia", cuenta su madre de acogida.

Una casa cálida la esperaba, junto a tres compañeros perrunos que la recibieron con juegos y carreras por el jardín. Ese espacio verde se convirtió en su reino. Allí corre, entrena y hace hoyos en la tierra.

Hoy, Freya ya no es la cachorra temerosa del principio, sino una perrita llena de energía, risas y amor. Su historia no es solo la de un rescate. Es la prueba de que, con paciencia y cariño, incluso las heridas más profundas pueden sanar.