Un perro con una correa en la boca delante de una puerta.

Un perro con una correa en la boca delante de una puerta. Istock

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Un educador canino revela cómo lograr un paseo tranquilo con tu perro: "No depende de acumular kilómetros"

Según Javi Martínez, la actividad debe estar organizada, siguiendo una estructura concreta y pautas claras. 

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Para la mayoría de las familias que comparten su vida con un perro existe un deseo común: poder disfrutar de paseos tranquilos y de calidad en los que tanto el animal como la persona se relajen y conecten.

Así lo explica Javi Martínez, educador canino, quien resume su filosofía de forma muy clara: "El primer trabajo que debe realizar es ser un buen compañero de vida y su primera responsabilidad como guía es cuidar de él".

En sus reflexiones, Martínez desmonta una de las ideas más extendidas en torno al bienestar canino. Se refiere a la creencia de que cuanto más ejercicio haga un can, más equilibrado estará. Esta percepción, reforzada muchas veces por programas de televisión o consejos populares, no es del todo cierta.

Según él, la calma y el equilibrio no dependen de acumular kilómetros. Tampoco de agotar al animal con rutinas frenéticas, pues aumentar las horas de paseo rara vez resuelve los problemas de conducta.

"Muchas familias han vivido esa experiencia de forma frustrante, comprobando que la sobreestimación solo genera más excitación en lugar de paz".

Como el kárate

La clave, explica el educador, no radica en la cantidad de ejercicio sino en la forma en que se organiza. Para ello propone una idea muy sencilla, pero poderosa: la actividad del perro debe estar ordenada.

Lo ilustra con un ejemplo muy gráfico, comparándolo con una clase de kárate para niños. "Cuando tiene estructura, comienza con un calentamiento, sigue con prácticas técnicas y termina con un cierre en calma. Los pequeños salen tranquilos y satisfechos", explica.

Lo mismo ocurre con un paseo. Debe empezar de manera tranquila, alcanzar un momento de mayor actividad y finalizar con un retorno relajado que prepare al animal para llegar a casa en calma. Para poner en práctica esta filosofía, Martínez los organiza siguiendo una estructura concreta.

Una estructura concreta

Normalmente, sale tres veces al día. Por la mañana dedica entre 30 y 40 minutos. A mediodía solo 10 para que hagan sus necesidades. Y por la tarde un paseo más largo de entre 40 minutos o una hora que a veces incluye sesiones de entrenamiento.

"Por supuesto, esta rutina no es rígida ni universal, ya que cada animal tiene sus propias necesidades", afirma el educador. Su bóxer de diez años, por ejemplo, disfruta de paseos mucho más cortos y adaptados a su edad.

El uso de la correa

Otro de los pilares que defiende Martínez es el uso de la correa, que considera un elemento esencial para que el paseo esté bien estructurado. Sus beneficios son múltiples:

Controla el inicio y el final: evita salidas bruscas que puedan generar lesiones o sobreexcitación y facilita la "vuelta a la calma" al regresar a casa.

Introduce reglas: lo más importante es que la correa vaya sin tensión. Una vez conseguido, se puede enseñar a evitar enredos y otros comportamientos.

Fomenta el compañerismo: con la correa relajada, perro y guía caminan en sintonía, creando conexión en lugar de desconexión.

Cumple con la ley: en la mayoría de lugares es obligatoria, así que su uso previene problemas legales y multas.

"La cantidad nunca va a garantizar calidad", afirma el educador contundente. El verdadero objetivo no tiene que ver con acumular horas en la calle, sino con la experiencia compartida que se construye.

Un paseo con orden, reglas claras, fases bien marcadas y un clima de conexión entre perro y humano cumplen con la necesidad básica.

Consigue tranquilidad, disfrute y la certeza de que esos momentos, más que un ejercicio rutinario, son espacios donde cuidar y reforzar el vínculo con nuestro mejor compañero.