Un niño subiendo un rocódromo en el campamento de verano de diabetes de Málaga.

Un niño subiendo un rocódromo en el campamento de verano de diabetes de Málaga.

Salud

Del miedo al control: el campamento malagueño que ayuda a niños con diabetes a vivir con normalidad

Del 31 de agosto al 7 de septiembre, jóvenes de entre 8 y 15 años convivirán en un espacio en el que disfrutarán de actividades al aire libre y aprenderán a manejar su enfermedad.

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Cada año, miles de niños y adolescentes son diagnosticados de diabetes tipo 1, una enfermedad crónica que cambia por completo su vida. Esto se debe a que su páncreas deja de producir insulina y desde ese momento deben aprender a calcular cada ración de comida, a administrarse insulina varias veces al día y a controlar sus niveles de azúcar antes y después de cada actividad.

Por ello, desde hace 30 años el Equipo Sanitario de la Unidad de Diabetes del Hospital Materno Infantil Regional de Málaga, en colaboración con la Unidad de Endocrinología del Hospital Regional y el Hospital Universitario Virgen de la Victoria, organizan un campamento de verano para estos niños.

Este año el campamento se va a celebrar del 31 de agosto al 7 de septiembre en el Cortijo de Frías Cabra (Córdoba). Además, estarán acompañados de un equipo sanitario especializado compuesto por 16 personas que están capacitados en el manejo tecnológico de la diabetes.

“El campamento es un proceso de transición”, no solo en la adaptación de los niños a su nueva vida, sino al paso de las unidades pediátricas a las unidades de adultos porque “está anidado en una época de mucha fragilidad psicoemocional”, explica Isabel Leiva, endocrina pediátrica y directora del campamento, a EL ESPAÑOL de Málaga.

De igual forma, la profesional incide en que la diabetes en esta etapa de la vida es “un proceso difícil” porque los jóvenes “pierden, la mayoría de las veces, su control del glucómetro, pierden muchísima estabilidad y se convierte en su talón de Aquiles a la hora de afrontar esta etapa tan difícil”.

De ahí que este campamento ayude a los jóvenes no solo con su enfermedad sino con su desarrollo social. “Hacen una convivencia entre iguales que consigue que todo el proceso tanto de formación, aceptación y capacitación sea más fácil, lo que cobra muchísima fuerza y muchísima efectividad”, sostiene.

Los monitores, claves en el campamento

Asimismo, Leiva incide en que los monitores también son "una parte activa del campamento, puesto que el papel del monitor es muy importante” porque "el monitor es una persona que ha sido niño y adolescente que en su juventud, con más de 18 años y teniendo diabetes, se van a convertir en auténticos referentes para estos niños y adolescentes”, asegura la profesional.

Estos jóvenes, tras dejar de ser niños del campamento, regresan “con esa necesidad de devolver lo mucho que recibieron en cuanto al afrontamiento de esta enfermedad”.

Ese es el caso de Érika, una joven de 17 años que desde que debutó con diabetes en abril de 2021 acude al campamento desde que le comentaron que existía. “Mi primer año fue con 13 años y me metí porque mi padre quería que conviviera con iguales” y cuatro años después, el campamento es una fecha fija en el calendario.

Tras cuatro años acudiendo todos los veranos a esta actividad, ya tiene su propio grupo de amigos que viven el mismo día a día que ella, que ahora este año da un paso más porque en esta ocasión va a acudir de monitora por primera vez.

“Estoy nerviosa, pero tengo muchas ganas”, cuenta la joven a este periódico y asegura que quiere transmitirles a los más pequeños que esta experiencia le ha aportado “tranquilidad y seguridad ante mi enfermedad porque convivir con personas como tú te hace darte cuenta de que no eres diferente. Debes ser quien tú eres, hay mucha gente que te esconde de esa enfermedad y yo allí aprendí que yo soy como soy y ya está”

En cuanto a las familias, el campamento es mucho más que una semana de vacaciones. “Es el único momento del año en el que muchos pueden bajar la guardia”, confiesa José Luis Vidrié, padre de Erika.

“En una familia en la que un niño debuta con diabetes, a los padres les llaman mamá páncreas y papá páncreas porque cuando los niños son pequeñitos no saben qué tienen que hacer y tú tienes que tomar las decisiones”, explica.

Durante esos siete días, las familias aprovechan para irse de viaje o para desconectar de esta enfermedad, ya que van con la tranquilidad de que sus hijos están en buenas manos y cuando vuelvan a ellos serán más autónomos y comenzarán a tomar ellos las decisiones.